sábado, 3 de marzo de 2018

La excursión






Ese fin de semana habíamos decidido realizar una excursión por la montaña mi marido y yo solos. A decir verdad, mi esposo llevaba un tiempo tratando de conseguir subir juntos a la cima de uno de los picos que según me decía tenía las mejores vistas de toda la cordillera, y que yo desconocía pues no me gusta mucho la montaña. Yo soy más de playa, pero siempre que mi esposo se junta con alguno de sus amigos me toca escuchar batallitas de cuando ascendieron a tal o cual pico antes de conocerme. Desde que nos casamos mi marido no había practicado el montañismo así que al final accedí a realizar una excursión con él por la montaña.

Decir que me llamo Sandra y tengo 31 años. Lo que más le gusta a mi marido de mi cuerpo es mi culito, siempre me dice que me sientan muy bien los tangas. He de reconocer que pese a mi edad, ya no soy una quinceañera, todavía se vuelven los hombres en la calle para mirarme si llevo puestos minis o shorts. 



Como era final de verano y aún hacía relativo calor, escogimos un camping de una pequeña localidad para pasar las noches. Estaba relativamente cerca del lago que quería mostrarme. Mi esposo siempre me decía que había unas vistas estupendas, que era uno de sus rincones de la naturaleza preferidos, y que le hacía especial ilusión enseñármelo. Yo hubiese preferido alojarnos en un hotel, pero no había ninguno próximo.

La madrugada de la ascensión al lago, nos dispusimos a preparar las mochilas. Como llevábamos un tiempo sin realizar ejercicio no quisimos llevar mucho peso en las bolsas, por lo que cogimos lo que consideramos realmente imprescindible. Anunciaban buen tiempo por la radio. Yo me puse una mallas cortas que se ajustaban a mi cuerpo, por lo que debajo tan sólo llevaba un tanga de hilo para que no se notasen las costuras. Eran de esas mallas que apenas miden un palmo desde la goma hasta el final de la tela elástica, y que si te descuidas enseñas la parte inferior de las nalgas. En la parte superior llevaba uno de esos sujetadores tipo deportivo, que resaltaba mis pechos y mi figura.

Calculamos que nos costaría todo el día subir y bajar. Comenzamos a ascender caminando desde el camping hasta nuestra meta. Lo cierto es que conforme ganábamos desnivel y comenzábamos a ascender por la montaña las vistas eran espectaculares. Era agradable escuchar los pájaros y contemplar la flora del lugar. En el camino en ocasiones nos cruzábamos con otros senderistas, pude comprobar que más de uno se giraba para verme el culo, pues debía de estar realmente sexy con las mallas puestas.

Mientras caminábamos mi marido me iba explicando algunos detalles de experto montañero que yo desconocía. Que si el musgo siempre crece en la cara norte de los árboles. Que si por la vegetación podemos saber la altura a la que nos encontramos. Que si en ocasiones hay que volver la vista atrás para recordar el camino tal y como lo veremos a la vuelta y no perdernos. Que si esto y que si lo otro.

La jornada fue transcurriendo más o menos paralela a un riachuelo, a veces lo teníamos que cruzar a uno y otro lado, hasta que al final llegamos al lago de destino. Lo cierto es que las vistas eran estupendas, me gustó mucho y el esfuerzo mereció la pena. Nunca pensé que fuera tan reconfortante.

Nada más alcanzar nuestro objetivo nos tumbamos en la hierba a tratar de comer y coger energía. Aunque durante la ascensión habíamos picado algo de comer, ambos teníamos hambre. Le comenté a mi esposo que me habían gustado mucho las vistas durante el camino. Me puntualizó que también él había gozado de unas vistas magníficas, sobretodo la visión de mi culo al caminar, pues se pasó la mayor parte del trayecto andando detrás de mi. No paraba de comentar lo bien que me sentaban los shorts puestos. El también se percató de que más de un excursionista con el que nos cruzábamos en el camino, sobre todo los hombres de avanzada edad, se giraban para verme el culo. 

No sé que tienen los hombres en la cabeza que siempre piensan en lo mismo. Entre besito y besito tumbados en la hierba, comenzamos a ponernos mimosos. El se tumbó sobre el suelo y yo encima de él. No dejaba de acariciarme por todo el cuerpo. Al principio por encima de mis mallas, entre otras cosas por miedo a ser observados por algún que otro excursionista. Pero con el paso del tiempo y la calentura las caricias se hacían cada vez más descaradas. Debido a las mallas tan cortas que llevaba puestas no le fue para nada difícil alcanzar mis intimidades y ponerme cachonda. Además podía notar el bulto que se había formado en su entrepierna con la zona de mi pubis. Al llevar las mallas la podía notar como si no llevase ropa puesta. El sujetador deportivo también marcaba mis pechos los cuales acariciaba sin parar. No dejaba de besarme en la boca, la verdad que con mucha pasión, se notaba que estaba contento. Al final me puso cachonda. Poco a poco, me introdujo un dedo y comenzó a acariciarme lentamente. Pude notar como mi tanga comenzaba a humedecerse. Estaba dispuesta a hacer el amor con él ahí mismo de no ser porque unas tímidas gotas de agua cayeron del cielo. En unos momentos pasó de hacer un sol espléndido a amenazar lluvia. 

Recogimos deprisa las cosas y corrimos a descender de la montaña rumbo al camping. Durante un rato del trayecto nos acompañó una lluvia fina. Como el camino y las rocas comenzaban a estar mojadas costaba asegurar el piso más de lo normal, y se tardaba mucho más tiempo en recorrer el mismo trayecto que en seco. La lluvia comenzó a ser mas fuerte, hasta que al final se hizo imposible continuar caminando. Lo más fácil dadas las circunstancias era torcerse un tobillo o caer lesionándonos. Además los chubasqueros que llevábamos tampoco eran muy buenos y enseguida comenzaron a calar y traspasar el agua. Yo estaba totalmente empapada. Mi marido dijo que cerca de dónde estábamos había un pequeño refugio. Como tuvimos claro que no llegaríamos al camping en esas condiciones, decidimos buscar cobijo en el citado refugio.

Cuando llegamos al refugio yo estaba completamente empapada. La noche estaba a punto de caer y la temperatura también había descendido. La luz del sol comenzaba a marcharse. Comenzaba a tener frío. La puerta carecía de cerrojo y estaba abierta a cualquier excursionista que buscase resguardo. El refugio tan sólo tenía una chimenea al fondo y algo de leña a su lado. Tenía también un banco de madera improvisado con el tronco de algún árbol caído y un pequeño armario de madera. 

Nada más acomodarnos tratamos de encender un fuego para entrar en calor. Apenas llevábamos nada en la mochila, por lo que mi marido rebuscó en el armario y encontró una vieja manta tipo militar olvidada a propósito por algún excursionista y algunas velas y cerillas. Encendió la hoguera mientras yo tiritaba de frío. Una vez el fuego cogió fuerza se giró, me miró y me dijo:

.-“Será mejor que nos desnudemos y dejemos a secar las ropas, de lo contrario podemos pillar una pulmonía” pronunció mientras se quitaba la camiseta y se desnudaba. 

Para mi sorpresa se quedó totalmente desnudo delante de mí, me indicó que no había cogido mas ropa de recambio en la mochila salvo una camiseta y unos calzoncillos limpios y me sugirió que hiciese lo mismo: que me desnudase para no coger una hipotermia, y me pusiese ropa seca de haberla cogido. Para su alegría le dije que tan sólo había cogido otro tanga de hilo de recambio puesto que pensábamos regresar en el mismo día al camping.

Mientras me desnudaba le entregaba mis prendas empapadas por la lluvia, las cuales extendía en un tendedero improvisado cerca del fuego para que se secasen. Pudo comprobar que en el centro de mi tanga había una mancha, señal inequívoca de que había mojado la prenda con mis fluidos. Sacó de su mochila una pequeña toalla que sirvió para sentarnos sobre ella con nuestros desnudos culitos en el banco y no pincharnos con ninguna astilla. Era agradable notar el calor del fuego. La noche comenzaba a caer y la luz del mismo fuego proporcionaba un ambiente cálido y agradable. Una vez mi marido hubo improvisado todo el chiringuito, se sentó a mi espalda y me abrazó cubriéndome con la manta del refugio. Yo estaba sentada de frente al fuego tratando de entrar en calor y mi esposo detrás pegando su torso a mi espalda.

.-“¿No te parece romántico?” me preguntó apartándome el pelo y besándome en la nuca.

.-“¿El qué?” le respondí yo ¿Pasar la noche helada de frío en un maldito refugio?”.

.-“Tienes que saber ver el lado positivo de todo esto” dijo mi esposo mientras comenzaba a acariciarme las piernas y me daba besitos en la espalda. 

.-“Preferiría estar en un hotel de cinco estrellas viendo el mar, con mi cuerpo tendido en la arena al calor del sol” respondí yo.

.-“Bueno, el fuego también relaja la vista y da calor” dijo mi esposo al tiempo que se abrazaba a mí. Pude comprobar que se estaba empalmando.

.-“Caray, de verdad que no sé cómo se te puede poner dura con el frío que hace” le dije recriminando sus intenciones.

.-“Vamos mujer, relájate un poquito y disfruta. Ya verás como entramos en calor” me decía mientras continuaba dándome besitos en la espalda y acariciando mis pechos desde detrás.

La verdad es que yo llevaba los pezones de punta debido también al frío. Mi esposo lo notó y el calor de sus manos me resultaba agradable. Siempre he tenido los pechos especialmente sensibles y me pone muy cachonda que me los acaricien. Me dejé acariciar. Mi marido continuaba con sus besitos por mi espalda y mi nuca, hasta que alcanzó el lóbulo de mi oreja, chupándomelo y jugando con él. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Mis pelos se pusieron de punta. Estaban claras sus intenciones. Llevaba mimoso todo el día e insistía en sus propósitos. Sus manos acariciaban el interior de mis muslos tratando de alcanzar mis intimidades. Su torso se pegaba a mi espalda. Un sofocante calor se apoderó de mi cuerpo cuando su mano acarició mi pubis. Sabía cómo humedecerme y lo estaba consiguiendo. Uno de sus dedos separó mis labios vaginales y comenzó a extender mis fluidos alrededor de mi coñito.

.-“Uuuhmm” no pude evitar gemir. Mi esposo continuó con sus caricias. 

.-“Vaya , ¿veo que te has rasurado el conejito para venir a la montaña?” exclamó al comprobar que me había afeitado el pubis. Sabe que me gusta llevarlo así cuando quiero sorprenderlo y me encuentro predispuesta.

.-“Has descubierto mi sorpresa, tontorrón” le dije entre gemidos.

.-“Sabes que me vuelves loco, me encanta que lo lleves así” dijo mientras jugueteaba con mis labios vaginales. 

Cuando notó que estaba bien humedecida introdujo uno de sus dedos en mi interior, mientras que con la otra mano se dedicó a juguetear con mi clítoris desde detrás. Me estaba masturbando a dos manos, nunca antes me había tocado de esa forma y me estaba poniendo realmente cachonda.

.-“Uhhmm, que rico” suspiré mientras yo me recostaba sobre su torso y trataba de alcanzar su culo con mis manos. Poco a poco fue inevitable que comenzase a realizar pequeños movimientos circulares con mi pelvis señal de que estaba disfrutando.

Arqueé mi espalda para poder alcanzar su pene con una de mis manos y poder corresponderle en la masturbación. Mi esposo continuaba dándome besitos por la espalda y la nuca retirando de vez en cuando mi pelo.

Retiró el dedo con el que me penetraba y lo llevó hasta mi boca. Yo sabía que a mi marido le encendía practicar el sexo oral aunque a mí no me gustaba mucho. Comencé a chupar su dedo a pesar de estar impregnado con mis fluidos, como si de su polla se tratase.

.-“Menuda boquita más linda tienes. Sabes que me encanta ver tu cara de vicio cuando me la chupas” me susurró en la oreja. Yo continuaba chupándole el dedo.

.-“Uhhmm, si en vez del dedo fuese otra cosa la que te tuvieses en la boca” me decía obscenidades para calentarme. Sabe que me pone cachonda escuchar sus barbaridades. Yo estaba totalmente entregada, sabía que tarde o temprano acabaríamos haciendo el amor, pero me gustaba la idea de calentar a mi esposo como nunca demorando el momento.

De nuevo me penetró con su dedo. Esta vez fueron dos dedos los que introdujo en mi interior. A esas alturas yo no podía evitar emitir ligeros gemidos de la excitación que llevaba. De nuevo sus besitos por la espalda y sus caricias en mi clítoris. Yo estaba cachonda perdida cuando....

De repente se abrió la puerta del refugio de par en par. Dos montañeros entraron deprisa en su interior. Al igual que nosotros estaban empapados debido a la lluvia que no había cesado en toda la tarde. Corrieron junto al fuego al tiempo que uno de ellos dijo:

.-“Buenas noches, menuda la que esta cayendo ahí fuera, estamos helados de frío” dijo el que parecía más alto y con aspecto de guarro de los dos. Se trataban de dos amigos más o menos de nuestra edad a los que la lluvia sorprendió en lo alto la montaña, y al igual que nosotros, corrieron a desnudarse delante del fuego y deshacerse de la ropa mojada, para no pillar un enfriamiento.

Mi marido y yo estábamos todavía bajo la manta del refugio, yo me tapé cuanto pude para que no se me viese nada pues estábamos todavía desnudos. No quería que nuestros nuevos compañeros se percatasen de ello. Estaba malhumorada, era la segunda vez que mi esposo me dejaba a medias e interrumpía mi orgasmo. Para nada esperábamos inquilinos, dada la hora de la noche supusimos que no quedaría nadie deambulando por las montañas. Era peligroso caminar de noche. 

De los dos tipos, uno era relativamente alto con barba, aspecto de hippye moderno, melenas y aspecto descuidado. Vamos, con una pinta de guarro que tiraba para atrás. Era el más descarado y el primero que habló. El otro parecía más normal, hablaba menos, era más tímido y no era tan delgado como su compañero. 

El más descarado de ellos se desnudó sin ningún tipo de pudor prácticamente delante de mí. Era el típico rastras. A mí esa clase de tipos nunca me parecieron agradables. A pesar de ello pude contemplar un torso fibroso, se notaba que practicaba deporte con frecuencia. Se podía adivinar debajo de una mata de pelo abundante que marcaba pectorales y abdominales. Tenía pelo por todo el cuerpo, incluido su pubis. Me llamó la atención su peludo culo. Algún que otro tatuaje decoraba su cuerpo. No tuvo ningún pudor a la hora de quitarse los slip que llevaba puestos y quedarse completamente desnudo a pesar de mi presencia.

¡Dios mío menudo aparato!. No pude evitar admirar su pene pues me pareció enorme y eso que estaba flácida. Cuando me fijé con detenimiento pude observar que llevaba un piercing en la punta de su pene. Me llamó mucho la atención y no podía dejar de mirarlo. Yo estaba como embobada contemplando semejante miembro bambolearse delante de mí y su piercing destellando en la penumbra. Estuvo un rato desnudo rebuscando sus ropas de entre su mochila hasta que pudo ponerse otros calzoncillos secos y una camiseta limpia. Su mirada se cruzó con la mía y supo que lo había estado observando todo el rato y no podía dejar de admirar su pene. Se sonrió al descubrirme mirándolo y de alguna manera le gustó lucir su piercing delante de mí y presumir. Yo notaba que a mi marido no le agradó la situación. 

Había perdido de vista durante este tiempo a su compañero de excursión, el cual se había cambiado rápidamente detrás de nosotros, pude apreciar que era más bajito y algo más regordete. Ambos se pusieron a tender la ropa cerca del fuego al igual que habíamos hecho nosotros. El muy cerdo se dio cuenta de que mi tanga estaba secándose enfrente del fuego y lo apartó para hacer sitio y poder colocar sus prendas. No me hizo ninguna gracia que manosease mi prenda. Además, seguramente se percataría que estaba manchada de mis flujos vaginales y sabría el porqué. 



.-“Siento molestar pero agradecería que pusiésemos el banco más en paralelo al fuego para poder calentarnos todos” dijo el más bajito y normal. Su petición era lógica, el problema es que mi marido y yo habíamos permanecido en silencio sin hacer nada contemplando el espectáculo de su llegada, y todavía estábamos desnudos bajo la manta.



Fue mi marido quien reaccionó y cubriéndome con la manta de tal forma que no se me viese nada dijo:



.-“Levanta cariño, vamos a girar el banco” y dicho esto se incorporó con toda la naturalidad posible totalmente desnudo evidenciando que ambos estábamos sin ropa debajo de la manta, para asombro y sorpresa de nuestros nuevos invitados a los que se les salían los ojos tratando de verme en un descuido.

Ayudó a acomodar el banco de tal forma que todos pudimos notar el calor del fuego. Mientras nuestros nuevos acompañantes se aposentaban en el banco mi marido rebuscó en su mochila los calzoncillos secos que ponerse y la camiseta. Comprobó si nuestras prendas se habían secado, pero para nuestra desgracia permanecían mojadas. 

Yo me senté en un lateral, no caí en la cuenta que mi marido se sentaría a mi izquierda y el más guarro de todos a mi derecha. Pude observar como mi marido se ponía las botas de trecking y me dijo:

.-“Tengo que salir a orinar” y dicho esto salió al cobertizo del refugio dejándome sola con esos dos nuevos compañeros.

.-“¿Tú no te vistes preciosa?” me preguntó el melenudo con una sonrisa irónica en su cara sabiendo que estaba desnuda bajo la manta.

.-“Cerdo, ya sé lo que estas pensando” pensé para mí, pero en cambio no me quedaba otra, me mostré amable y le respondí: “No tengo que ponerme” dije como si tal cosa.

.-“Bueno mujer haberlo dicho antes, yo tengo una camiseta de sobra ¿si te sirve?” se ofreció a prestarme la prenda.

.-“¿Esta limpia?” le pregunté.

.-“Claro no soy un guarro, Je, Je, toma póntelo.” Respondió buscando en su mochila.

Yo hubiese preferido que me hubiese puesto la camiseta de mi marido y mi esposo se hubiese puesto la del guarro este, pero dadas las circunstancias y muy a mi pesar, pensándolo bien no tuve más remedio que aceptar. Además no quería mostrar la vena clasista que me sale cuando veo a un tipo así. Quería parecer amable.

.-“Oh, te lo agradezco” dije muy educadamente. Fingía, fingía descaradamente mi gratitud. En el fondo detestaba su aspecto.

El tipo se levantó y sacó de su mochila una camiseta que me ofreció con las características imágenes del grupo Metálica. 

.-“Gracias” no tuve más remedio que decir a pesar de que no me hacía ni la más mínima ilusión.

.-“Es un placer” respondió con una sonrisa irónica en su cara.

Me incorporé con la manta puesta para buscar entre mi mochila el tanga seco que me quedaba. Ambos acompañantes pudieron ver el tipo de prenda que sacaba para ponerme. 

.-“Caray esto promete” dijo el desarrapado de turno, porque su compañero aún no había dicho nada.

Yo me dirigí a sus espaldas para cambiarme, dado que ambos estaban mirando al fuego decidí ponerme la ropa detrás suyo tratando de evitar que me viesen. De nuevo el más impresentable se giró para observarme. 

.-“No te han enseñado que no se mira cuando se cambian las damas” le increpé tratando de que se girase para no verme. Pero el tipo hizo caso omiso y además me dijo en plan gracioso:

.-“Y ¿Dónde hay una dama?. Que yo sepa las princesas se visten con sus vestidos rositas y no con la ropa de otra gente” dijo el muy graciosillo.

“Gilipollas, además de guarro este tío es un mal educado” pensé para mi, y dejando pasar el asunto decidí ponerme la ropa de una vez. 

Comencé poniéndome el tanga, primero un pie, luego el otro, siempre bajo la atenta mirada del muy cerdo. Cuando llegó el momento de ponerme la camiseta la cosa cambió. Me era difícil ponerme la camiseta sin soltar la manta, así que tras algunas maniobras ridículas logré ponerme la camiseta, pero para alegría de mi voyeur la manta cayó antes de que pudiera taparme del todo, por lo que inevitablemente mostré mi culito para deleite de mi admirador. 

.-“Guauu, menudo culito tienes princesa. Ya te dije que esto prometía” dijo dando un codazo a su compañero el cual pasaba de todo el asunto y tan solo miraba al fuego tratando de entrar en calor.

Yo estuve a punto de partirle la cara pero me contuve. Empezaba a tener frío al alejarme del fuego para cambiarme. Su camiseta apenas lograba taparme el culo, caía a la altura justa para que no se viesen mis nalgas, y dejada ver todas mis piernas. En cualquier descuido seguro que lo enseñaba todo. Me senté de nuevo en el banco cruzando como pude las piernas y estirando la camiseta para cubrirme. Nada más sentarme el tipo puso una mano en mi pierna y me dijo:

.-“Comprobando lo pequeña que la tiene tu marido, no me extraña que no dejases de mirarme” dijo creyéndose la última coca cola del desierto. Me enojó mucho su comentario tratando de ridiculizar a mi marido.

Estaba decidida a increparlo y contestarle por el comentario tan soez, cuando irrumpió mi marido entrando de nuevo al refugio. Estaba tiritando de frío. Se sorprendió de verme con una camiseta que no era nuestra. No estaba encajando como me había podido poner esa prenda. Además pudo observar como el tipejo retiraba su mano de mi muslo. Yo podía escuchar rumiar sus pensamientos. Al fin dijo para romper el hielo:

.-“Supongo que os habéis presentado ya ¿no?” dijo tendiendo la mano al más callado de los dos.

.-“Hola yo soy Joseba y este es Yon ” dijo el que parecía el más normalito. 

Mi marido le estrechó la mano a ambos y se presentó, pero cuando le tocó el turno de presentarme, mientras que el tal Joseba me ofreció su mano educadamente, Yon aprovechó para posar su mano en mi cintura muy cerca del pompis y darme los dos besos. Trató descaradamente de poder comprobar el tacto de mi piel conocedor de que tan sólo llevaba el tanga debajo de la camiseta, pero afortunadamente le salió mal la intentona.

Permanecimos un rato los cuatro sentados junto al fuego. Ellos hablaban de sus cosas mientras mi marido y yo hablábamos de lo nuestro.

.-“¿Quieres explicarme cómo has aceptado ponerte esa camiseta?” me recriminó mi marido susurrándome y manifestando unos celos más que evidentes.

.-“¿Y que quieres que hiciera?, ¿si te parece estaba mejor desnuda?” le susurré también yo para que no nos escuchasen. Ellos seguían a lo suyo.

.-“Además te podías haber cortado un poco ¿no?” me recriminó él.

.-“¿A qué te refieres?” dije otra vez en un susurro cansada de sus celos.

.-“Se te caía la baba contemplando como se desnudaba delante de ti”. Amo mucho a mi marido pero se pone insoportable cuando le entra un ataque de celos.

.-“¿Pero que tontadas estas diciendo?” le contesté yo.

.-“Tenías que haberte visto” dijo de nuevo mi marido.

.-“Deja de decir tonterias” le increpé.

.-“No dejabas de mirar el piercing de su capullo. Pero si hasta él mismo se ha dado cuenta” continuaba susurrando mi marido.

.-“Bueno, si es posible, es verdad que me llamó la atención su pene” admití los hechos tratando de acabar con la situación.

.-“¿De que estáis hablando?” preguntó Yon tratando de incorporarse a nuestra conversación. Estaba segura de que había escuchado mi comentario y se sentía orgulloso de ello. Se hizo un silencio en el aire.

.-“Esto...eeeh... de lo larga y dura que me ha parecido la jornada” dije tratando de disimular.

.-“Si, seguro que ha sido una jornada larga y dura para unos más que otros” dijo poniendo cierto énfasis al pronunciar lo de larga y dura. Su comentario sacó de sus casillas a mi marido.

.-“¿Por qué no cenamos?” dijo Joseba cambiando de tema, totalmente ajeno al jueguecito que se traía su amigo entre manos.

Nosotros no llevábamos ningún tipo de comida salvo barritas energéticas y chocolate. Así que nuestros amigos compartieron su comida con nosotros, cosa que agradecí enormemente pues comenzaba a tener hambre. Nos organizamos los cuatro en un momento.







Tras la cena tomamos el chocolate que llevábamos nosotros, junto con un improvisado café que pudimos hacer. Estábamos todos frente al fuego charlando. Fue un rato agradable en el que pudimos conocernos un poco mejor y reírnos. Después de todo Yon no me pareció tan desagradable, incluso me llegó a caer simpático por momentos, aunque no dejaba de ser un guarro. Se hizo más o menos normal el que todos nos mostrásemos vestidos tan sólo con camisetas, los chicos eran más descuidados a la hora de mostrar sus calzoncillos. Mi marido y Joseba utilizaban boxers, mientras que Yon usaba unos slip con dibujitos algo infantiles que remarcaba aún más el tamaño de su entrepierna. La verdad resultaba cómico y ridículo que tratase de hacerse el machito delante de mí con esos calzoncillos. Yo por otra parte, trataba de que no se me viese el tanga que llevaba puesto.

En estas que Yon sacó de su mochila tabaco de pipa, unas papelinas y algo de chocolate. Comenzó a liar un porro. No me sorprendió. 

.-“Esto nos ayudará a conciliar el sueño” dijo Yon sonriendo maliciosamente. Joseba sacó de su mochila una petaca con ron en su interior. La verdad es que el ron mezclado con el café no estaba mal del todo. Yo comencé a notar sus efectos muy pronto, ya que nunca bebo y se me sube muy pronto a la cabeza.

Yon terminó de liar el porro, lo encendió y tras dar una profunda calada nos lo ofreció. Se lo ofreció primero a mi marido quien rechazó fumar. Yon lanzó un comentario despectivo sobre lo finolis y pijos que éramos. Yo malhumorada por su comentario accedí a darle alguna que otra calada haciéndome la dura. Enseguida se hizo evidente que me encontraba algo mareada. Mi marido se enfadó aún más por mi comportamiento. Así que en cuanto pudo sugirió que intentásemos dormir.

Mi marido y yo extendimos la toalla en el suelo y tratamos de abrigarnos con la manta. Joseba y Yon en cambio tenían sacos de dormir. Accedieron a dejarnos acomodarnos más cerca del fuego, ellos en cambio se tumbaron en una zona algo más alejada de la chimenea y por tanto más oscura. Yon no dejaba de mirarme por si en algún descuido me destapaba y podía ver alguna parte de mi cuerpo. Lo cual era fácil que ocurriese dado que yo llevaba puesto tan sólo su camiseta y mi tanga, y la manta apenas nos cubría a mi marido y a mí a la vez.

Además, las piedrecitas e irregularidades del suelo del refugio hacían que yo estuviese incómoda. No dejaba de dar vueltas y seguramente al acomodar la manta en cada nueva posición, habría tenido algún que otro descuido donde enseñaría mi culito o mis piernas. Mi marido cayó rendido y enseguida concilió el sueño. A mí me costo más dadas las circunstancias. Podía adivinar como desde el fondo del refugio Yon no dejaba de mirarme, trataba de ver mi culo debido sobretodo a que la camiseta se subía poco a poco por mi cuerpo hasta enrollarse en la cintura, y de vez en cuando debía de andar bajándomela y recolocarla en su sitio. 

Incluso me pareció escuchar un ruido sospechoso que me hizo temer se estuviera masturbando mientras me miraba. Estaba claro que me deseaba. Quise pensar que eran imaginaciones mías. El tipo no podía ser tan cerdo. Al final concilié el sueño y quedé dormida. La lluvia había cesado en el exterior.

Me desperté a media noche helada de frío, el fuego se había reducido a brasas y la temperatura había bajado notablemente. Miré a mi marido que yacía a mi lado, estaba roncando. Comprobé que todo el mundo estaba dormido. Me dio lástima despertarlo y decidí levantarme a echar más leña al fuego. Debido a mis maniobras hice algo de ruido mientras trataba de reavivar el fuego. Inevitablemente se me subía la camiseta al agacharme y debía mostrar una visión espectacular de mi culito junto al resplandor de las brasas.

.-“Hace frío” escuché decir a Yon desde el fondo del refugio en voz relativamente alta.

.-“Ssschhht, calla, vas a despertarlos a todos”. Dije tratando de que hablase más bajito y con un evidente temblor en mis labios que me hacía titiritar.

.-“Estas temblando de frío. ¿Por qué no te metes un rato en el saco conmigo y entras en calor?” se ofreció el muy cerdo. Quería tenerme cerca. Seguramente intentaría aprovecharse.

Me pareció descarado que lo que quería era estar juntos en el saco y apretarse a mí. Nuestros cuerpos se rozarían inevitablemente. Pero la verdad es que a pesar de todo su oferta era muy tentadora, yo estaba helada, a punto de pillar un resfriado.

.-“Si fueses un caballero me dejarías el saco a mí y dormirías cerca del fuego” le respondí temblando con los labios morados del frío. Tratando de hacerme con el saco y evitar su contacto.

.-“Oye, ya estoy siendo bastante amable, si no quieres no vengas, pero yo que tú trataría de dormir en caliente” me dijo haciendo especial incapie en lo de dormir en caliente y haciéndome señas para que fuese con él.

No pude resistirme. Sabía que intentaría algo, decidí que en el momento en el que se pasase de la ralla saldría del saco. Me acerqué hasta donde estaba. Pude comprobar que esa zona del refugio se encontraba prácticamente a oscuras y que apenas podían vernos desde la chimenea. Mejor así. Sopesé la idea, no quería que mi marido se despertase y me sorprendiera dentro del saco con Yon. Seguramente montaría un numerito y se pondría insoportable

.-“Bueno, sólo un rato hasta que entre en calor y luego me marcho, ¿entendido?” traté de imponer mis condiciones y de dejarle clarito que no intentase nada.

.-“Tranquila caperucita que no muerdo” dijo mientras me hacía un sitio en el saco de dormir. Pude comprobar al andar hasta su posición que me encontraba aún algo aturdida por las caladas al porro y el ron.

No sabría como describir lo que sentí al meterme en el saco, estaba helada de frío, y pude notar su cuerpo en contacto con el mío, su calor corporal resultaba en un principio agradable. Era la primera vez que sentía el cuerpo de otro hombre que no fuese mi marido tan cerca. Yon no mostraba ningún tipo de pudor y se notaba que estaba disfrutando con mi presencia. Yo en cambio trataba de pelearme con la camiseta que llevaba puesta para que esta no se subiese. Sabía que debía mostrarme recatada. Pude comprobar que Yon no llevaba camiseta, estaba durmiendo dentro del saco tan solo con su slip. Los pelos de su cuerpo me hacían cosquillas, sobretodo los de las piernas. Tras un rato de pelearme, terminé desistiendo con mi camiseta y me resigné a que esta acabase enrollada en mi cintura por encima de la cadera. El contacto entre mi culito y su miembro era inevitable dadas las dimensiones del saco. Ambos estábamos dentro en una postura algo parecida a la unión de las cucharas en el kamasutra. Un silencio tenso se hizo entre los dos nada más meterme en el interior. Agradecí que no dijese nada, pues yo tenía mucha vergüenza y no quería que se notase. El parecía que estaba dispuesto a continuar durmiendo sin intentar nada.

Mi cuerpo poco a poco fue entrando en calor y me sentaba de gloria. Pasó un tiempo en silencio, yo todavía trataba de conciliar el sueño cuando noté la mano de Yon posarse sobre mi pierna. No me atreví a decirle nada. Tampoco la movía ni hacía nada, tan sólo puso su mano sobre mi pierna. Me giré para verlo y tenía los ojos cerrados, así que pensé sería un acto reflejo. No quise darle mayor importancia y traté de dormir. Ambos estábamos tumbados con los ojos cerrados.

No sé si debido a los efectos del porro o que, pero mi mente comenzó a imaginar tonterías. Era inevitable visualizar en mi mente una y otra vez la polla de Yon con su piercing. Mi cabeza no podía dejar de revivir el momento en que se desnudó delante de mí en la chimenea. Su pene estaba flácido y ya me parecía mucho mayor que la de mi marido. Me preguntaba cómo sería en erección, y que se sentiría al ser penetrada con ese piercing metálico atravesando su prepucio. Poco a poco me fui quedando dormida, transformando mis dudas en algún que otro sueño erótico, y favorecido en parte por las interrupciones anteriores a lo largo del día. Mi marido me había dejado a medias en dos ocasiones. 

Estaba aún adormilada, sin llegar a entrar en sueño profundo, cuando pude notar la mano de Yon acariciándome por la pierna. Al principio lo hacia muy despacio, sutilmente. Giré el cuello de nuevo para verlo detrás de mí y permanecía con los ojos cerrados. Supuse que estaba durmiendo, pero me alerté cuando sentí como su pene se rozaba intencionadamente a través de la tela de su slip con mi culo. ¡Dios mio! El muy asqueroso estaba teniendo una erección refrotando su paquete por mi trasero. Pude notar los espasmos de su polla en mi piel y cómo esta adquiría unas dimensiones increíbles. Su mano se movía ahora por mis piernas acariciándome descaradamente.

No sabía que hacer. Continué haciéndome la dormida, fingí que no me daba cuenta de sus caricias aunque ambos supiéramos que no era así. Yon sabía que estaba despierta y no hacía nada, y trató de llevar sus caricias un poco más lejos. Ahora me sobaba el culo con total descaro. Aquello ya no me pareció bien, se estaba pasando un poco de la ralla. Debía de hacer algo para tratar de detener sus caricias. Sin embargo una cosa tenía clara, no quería salir del saco y volver a pasar frío, por lo que fingí desperezarme un poco. Creí que Yon temería que me despertase definitivamente y cesase de esta forma en sus caricias.

Al contrario, dejé en evidencia que estaba despierta y fingía la dormida, por lo que se envalentonó un poco más en sus maniobras. Primero pude notar como cogía las puntas de mi pelo y me olisqueaba como un perro, luego algún tímido besito en mis hombros. Mientras con una de sus manos me acariciaba los muslos de las piernas hasta detenerse de vez en cuando en mi culo. Yo permanecí quieta en silencio escudándome en que creyese que permanecía dormida. Pensé que con el tiempo se cansaría y dormiríamos. 

Continuábamos en la posición de la cuchara, mi pasividad lo animaba y poco a poco fue enrollando mi camiseta cada vez un poco más arriba, hasta permanecer arrugada justo debajo de mis pechos. Su mano ahora recorría mi vientre, mi cadera, mi culo, mis piernas y vuelta a subir acariciando todo mi cuerpo. Mi respiración se agitaba traicionándome.

En una de estas su mano derecha alcanzó uno de mis pechos. La deslizó por debajo de la camiseta con la palma abierta por completo y oprimiendo mi pecho. 

Un tímido “No” se escapó de mi boca, pero era más un gemido que una negación firme. Yon avanzó en sus caricias, su mano estrujaba ahora mi pecho descaradamente tratando de abarcarlo por completo.

.-“No” volví a quejarme, esta vez traté de detener sus caricias agarrando su brazo por la muñeca y tratando de apartar su mano de mi cuerpo. Un pequeño forcejeo tuvo lugar. Mi respiración se agitaba por momentos. Logré retirar su mano derecha, pero como yo estaba a su izquierda enseguida pasó su brazo izquierdo por debajo de mi nuca y levantado la parte que quedaba de mi camiseta me agarró el otro pecho con su mano. Su mano derecha se dirigió ahora directamente hasta mi pubis. Estaba claro que quería acariciarme en mis partes íntimas.

.-“Para por favor, detente...” pronuncié esta vez de tal forma que me escuchase. Pero hizo caso omiso, su mano apartó a un lado el triangulillo de mi tanga. Se sorprendió de acariciarme en esa zona y no notar pelo en mi pubis.

.-“Joder!, si no tienes ni un pelo de tonta” susurró en mi oreja mientras me acariciaba mi monte de Venus. Le llamó mucho la atención y se entretuvo un rato tratando de asimilarlo. Yo trataba de apartar sus manos de mi cuerpo.

.-“No” susurré de nuevo muy bajito al notar su mano en mi pubis y tratando de negar lo evidente. Había logrado ponerme a tono de nuevo por tercera vez en el día. Me sorprendió su comentario sobre mi pubis rasurado. Supuse que aquel bestia que estaba abusando de mi manoseándome, nunca habría estado con una señorita tan elegante y sofisticada como yo. Di por sentado que siempre había estado con mujeres con el coñito tan peludo como su cuerpo, dejadas y descuidadas de su aspecto. Me excitaba la idea de pensar que yo era una clase de mujer a la que aquel tipo nunca podía imaginar que lograría tener acceso. Era evidente que pertenecía a otro status social. 

Comenzó a darme besitos en la nuca y mientras que la mano con la que me rodeaba por debajo de mi cuerpo me acariciaba los pechos, con la otra se movía arriba y abajo recorriendo mis labios vaginales rozando con la palma de su mano por todo mi pubis rasurado. Era totalmente distinto a como me acariciaba mi esposo y eso me excitaba aún más. Era algo violento e impulsivo en sus movimientos, lejos del mimo y la delicadeza de mi marido. La parte exterior de mis labios vaginales permanecía aún relativamente seca, aunque por dentro estaba totalmente empapada. Ahora permanecía callada abandonada a sus caricias.

.-“Que bien hueles” me susurró al tiempo que me daba un mordisquito en el lóbulo de la oreja. Uno de sus dedos se abrió camino entre mis labios y me penetró poco a poco. No pude contener un leve gemido que excitó aún más ese animal.

.-“¡Pero si estás empapada!” pronunció en voz alta al comprobar el estado en el que me encontraba.

.-“Sccht, calla vas a despertar a mi marido” le susurré yo. Le dejé claro que quería que continuase con sus caricias, sobretodo, cuando posé una de mis manos sobre la suya que me acariciaba el coño, y le animé a introducirme otro dedo dentro de mi.

.-“Seras puta” dijo al introducirme un segundo dedo “tu marido está ahí”. Lo hizo de manera algo brusca, puse cierto rostro de dolor, me mordí el labio inferior y por mi silencio, dedujo que me gustaba fuerte, así que se comenzó a moverse con cierto ímpetu. A mí me gustó sentirme manoseada de esa forma por aquel bestia, despertó en mi un sentimiento de hembra en celo que nunca antes había experimentado. Efectivamente me sentía como una cualquiera al permitir que un desconocido me metiese mano en presencia de mi marido. Aunque tal vez fuese eso lo que más estimulaba y excitaba mi mente, saber que mi marido estaba presente. Yon como adivinando mis pensamientos comenzó a tratarme de forma despectiva, sabiendo que era lo que más deseaba en ese momento.

.-“Menuda guarra estas hecha, te la voy a meter hasta que me supliques delante de tu marido que pare” mientras sus dos dedos se movían en mi interior y con su pulgar no dejaba de estimularme el clítoris. El muy cerdo sabía como acariciar a una mujer. Nunca antes mi esposo me había masturbado de esa manera tan salvaje. Mis instintos mas primarios se desataban. Me estaba dejando llevar.

.-“Es un imbécil” pronuncié para su satisfacción. 

.-“Si se despertase ahora tu marido vería lo puta que eres” me dijo al oído. A mí me gustaba que me dijese esas barbaridades. Me hacía sentir sucia, como una puta cualquiera y eso me excitaba de sobremanera. Para nada se parecía a la dulzura con la que me trataba mi marido. Así que decidí seguirle el juego.

.-“Que rico me saben tus manos” le animaba con la morbosa situación.

.-“Pobrecita, se nota que estas falta de una buena polla. Claro, como tu marido la tiene pequeña”. Yo estaba ya próxima al orgasmo. Mi pubis describía pequeños movimientos circulares señal de que estaba a punto de correrme en sus manos.

.-“Mira como duerme el cornudo mientras su esposa se la pega con el primero que pilla” me dijo tratando de hacerme sentir culpable.

.-“Ssscht, calla” susurré como pude con un hilo de voz en mi garganta.

.-“No sabes el morbo que me da que esté tu marido presente, porque pienso follarte hasta que tus gritos le despierten” continuaba diciendo groserías que me excitaban. Mis primeros espasmos sacudieron mi cuerpo, pronto alcanzaría mi orgasmo y él lo sabía. Sacó sus dedos de mi interior y comenzó a refrotarme por el clítoris su polla, guiada por la mano con que antes me penetraba. Se centró sobretodo en estimular mi clítoris con su piercing. Mi cuerpo pegó un respingo cuando noté las caricias del elemento metálico sobre mi botón del placer. Era una sensación totalmente extraña para mí.

.-“¿Te gusta?” me preguntó.

.-“Siiih” le animé yo a que continuase rozando mi clítoris con su piercing.

.-“¿Quieres sentirlo dentro, verdad?” me preguntó sabiendo mi respuesta.

.-“Ssiiih” gemí yo desesperada por que me penetrase.

.-“Pídemelo, quiero que me lo supliques delante de tu marido” dijo para su ego de macho.

.-“Siiih, quiero que me folles” le dije yo entre suspiros y la respiración acelerada.

.-“Me gusta oirlo de nuevo” me dijo mientras se acomodaba encima mío entre mis piernas.

.-“Sii, follame, por favor, te lo suplico métemela de una vez” le dije, ahora era yo la que guiaba su polla hasta la entrada de mi coñito.

.-“Así me gusta que te la metas tu misma” dijo al tiempo que se abría camino entre mis labios vaginales e introducía la punta de su polla en mi interior. Yo no podía evitar concentrarme en los estímulos que su piercing producía en mi interior. Yon lo sabía, sabía que quería saborear ese momento. Yo no entendía que me daba más placer si el ser penetrada por un pedazo de polla enorme agujereada por un piercing, o el placer mental de ser follada estando mi marido presente.

Comenzó a moverse lentamente, mientras me penetraba en cada culeada la introducía un poco más adentro. No dejaba de mirarme a los ojos.

.-“Uuhhm, que gusto, lo noto, lo notooooh” decía en clara alusión a su piercing. El apollado sobre sus codos apartó los pelos de mi cara con las dos manos. Quería ver mi cara de gusto al ser insertada por su polla. Yo trataba de marcarle el ritmo de la penetración golpeando su culo con los talones de mis pies.

.-“Si, siiih, siiiiiihhhh” una mezcla entre susurro y gemido a la vez salía de mi boca.

.-“Que bien sabes” me dijo al tiempo que no paraba de moverse y me lamía el cuello, o chupaba mis pechos.

.-“Me corro, me corrooOOHH” grité. Me tapó la boca con un beso. Su lengua recorrió cada rincón de mi boca. Me gustó. Me gustó notar otros labios que no fuesen los de mi marido, otro aliento, los pelos de su barba, la presión de sus labios, los movimientos de su lengua, era todo tan distinto que no pude evitar correrme. Toda mi voz se ahogaba en su boca. Yo movía mi cabeza de un lado a otro tratando de encontrar un poco de aire que me permitiese respirar.

.-“Ooohh si, si, siiiiih” gemí mientras me corría entre espasmos y espasmos que sacudían mi cuerpo para su regocije. El no dejaba de contemplar mis convulsiones mientras continuaba moviéndose encima de mí.

Poco a poco recuperé el aliento, abrí los ojos por primera vez desde mi orgasmo y ahí estaba él, observándome con sus ojos clavados en mi rostro.

.-“Menuda carita de niña viciosa que pones cuando te corres” dijo mientras me miraba fijamente a los ojos y apartaba algún que otro pelo de mi rostro con sus dos manos. Continuaba moviéndose encima.

Fue entonces cuando tomé consciencia de lo que había ocurrido. Me sentí culpable de golpe. Fue como un mazazo para mi consciencia ver su rostro pegado al mío y no el de mi marido mientras el muy cerdo se relamía follándome. Ya no es que le hubiese sido infiel a mi marido, sino que además le había regalado lo mejor de mí a ese cerdo. No pude soportarme a mi misma, me había comportado como una guarra, me había dejado llevar. Mi marido no se merecía lo que le acababa de hacer, así que traté deshacerme de mi amante. Lo pillé por sorpresa, dándole un rodillazo en sus partes logré zafarme de él. Ya tenía medio cuerpo fuera del saco y estaba en dirección a mi marido cuando pude notar que me cogía del tobillo y tiraba de mí dentro del saco otra vez.

Me tenía sujeta boca abajo rodeando con sus brazos mis piernas a la altura de las rodillas. Yo estaba tumbada boca abajo y su cara quedó justo a la altura de mi culo. Me quede de piedra cuando comprobé como su lengua lamía de abajo a arriba la línea que separa mis dos cachetes deleitándose en mi ano. Relamiendo mi esfínter. ¡Dios mío! El muy cerdo me estaba lamiendo el culo. Aquella caricia era totalmente nueva para mí. 

.-“Suelta” dije tratando de que me dejase marchar.

.-“Menudo culito más rico tienes” fue su respuesta.

Nunca creí que pudiera gustarle a un hombre lamer un ojete de aquella forma. Desde luego mi marido jamás en la vida me hubiese hecho eso. Había oído hablar de ello, pero nunca creí que ningún hombre se lo practicase con auténtica devoción a una mujer como me lo estaban haciendo, salvo en películas porno, claro está. En un principio me pareció una autentica cochinada, pero luego poco a poco la sensación se fue tornando en placer acompañada de un morbo tremendo. Me estaban dando un beso negro en presencia de mi marido. Sentía un placer indescriptible sobretodo cuando trataba de introducir su lengua dentro de mi esfínter. Los pelos de su barba me hacían cosquillas. 

.-“Por favor déjame” le imploré casi sollozando representando el papel de esposa recatada que a esas alturas nadie se creía y para nada se correspondía con lo que deseaba en esos momentos. Yo trataba de deshacerme de él y de fingir que aquello me resultaba desagradable, aunque en el fondo había desatado en mí una curiosidad sin precedentes. Sentía un morbo tremendo. Me sentía tan deseada, me excitaba tanto la situación, estaba tan caliente de saber que aquel desconocido me ansiaba tanto como para lamerme el culo, que no podía evitar dejarme llevar.

Uno de sus dedos se abrió paso a través de mi esfínter. Preté mi culito sorprendida por la intrusión. Aunque introdujo tan sólo la falange, sentí su opresión sobre los cientos de músculos de mi esfínter. Me pilló por sorpresa. 

.-“¿Qué haces?” le pregunté tratando de evitar gritar y despertar al resto de presentes.

.-“Schhht, relájate y disfruta” me susurró desde su posición.

.-“No, por favor, no hagas eso” le dije yo tratando de deshacerme de él en vano. Pero el hizo caso omiso una vez más. Su dedo anular se había introducido por completo en mi ano y comenzó a moverlo lentamente.

Aquello era impensable e indescriptible para mí. Pese a todo lo que había oído hablar no me dolía, al contrario era un gustazo para mis sentidos y un morbazo para mi mente.

.-“No, por favor, por ahí no” le dije temerosa de que pudiera llegar a dolerme en algún momento. El continuaba concentrado en lo suyo cuando pude notar que me escupía sobre el ano e introducía un segundo dedo en mi interior. 

Nunca me habían escupido para lubricarme y aquello me hizo sentir realmente sucia, pero sobretodo me encontraba sorprendida porque dos dedos de mi amante se movían en el interior de mi culo provocando sensaciones totalmente nuevas y placenteras. Estimulaba partes de mi cuerpo que nunca antes habían sido acariciadas, eran sensaciones totalmente nuevas, vírgenes. 

.-“¿Cómo podía estar gustándome tanto?” pensaba en mi interior una y otra vez. Ahora pude notar como Yon sacaba sus dedos de mi interior y se posicionaba encima de mi espalda abriendo mis piernas con las suyas. Pude notar su peso encima mío y como guiaba la punta de su polla hasta mi ano.

.-“Apuesto a que nunca te lo han hecho por el culito ¿verdad?” me susurró en la oreja mientras se preparaba para sodomizarme. Yo asentí con la cabeza sabiendo lo que estaba a punto de suceder y no hacía nada para impedirlo, salvo rezar en mi mente para que no me doliese. Yon me tapó la boca con una mano para evitar que gritase mientras con la otra trataba de guiar su polla hasta mi ano.

.-“¿Eres virgen?” me preguntó para su satisfacción, mientras fallaba en los primeros intentos por sodomizarme empujando sin acierto y sin la fuerza necesaria para terminar de dilatarme lo suficiente.

.-“Si, soy virgen, es mi primera vez por el culito” le susurré cerrando los ojos, tratando de relajarme y tomando consciencia al pronunciar esas palabras de lo que le estaba entregando a aquel sinvergüenza.

.-“Tranquila, trataré que no te guste” dijo al tiempo que presionó con fuerza dilatando mi ano e introduciendo su polla en mi culo. 

.-“MMmmm” grité ahogando mi chillido en su mano y eso que había introducido tan sólo la punta. 

Ahora si que sentí dolor por primera vez, por lo que apreté de nuevo mi culo y aprisioné su miembro en mi interior. Pude notar como su polla daba un respingo debido al placer que experimentaba el muy cerdo al sodomizarme por primera vez en mi vida.

Poco a poco la fue introduciendo en mi interior. Me retorcía de dolor pero el continuaba empujando con fuerza, sin pausa, hasta que pude notar los pelos de su cuerpo en mi piel. Me la había introducido del todo sin compasión. Yo continuaba gritando aunque mis chillidos se ahogaban en la mano que me tapaba la boca. 

.-“MMmmm” era todo cuanto podía escucharse más allá de mi boca. Yon comenzó a moverse lentamente. Ahora estaba completamente recostado sobre mi espalda. Con una de sus manos continuó tapando mi boca, mientras con la otra recogía mi pelo en una coleta. Yo yacía boca a bajo con los ojos cerrados concentrada en superar el dolor, cuando tirándome del pelo hacía atrás me dijo:

.-“Abre los ojos, quiero que mires a tu marido. Mira como duerme” me dijo haciéndome daño en el pelo. Le obedecí y mire a mi esposo dormir plácidamente. Pude notar como con cada embestida su pelvis golpeaba con mis nalgas y poco a poco el dolor fue tornándose en placer. No podía entenderlo pero estaba comenzando a disfrutar. Unos gemidos se escaparon esta vez de mi boca. 

.-“Serás puta, dejarte encular delante de tu marido” me dijo al oído mientras comenzaba a moverse con más rapidez tratando de que yo no disfrutase. Pero al contrario, cuanto más fuerte me embestía mayor placer experimentaba. Mi respiración me delataba. Sabía que estaba comenzando a gemir y que el dolor estaba remitiendo volviéndose placer.

.-“¿Te gusta, eh?, ¿te gusta que te la metan por el culo?” me susurraba en el oído envalentonándose.

.-“Siiih” logré articular en que cesó la opresión de su mano mientras continuaba agarrándome del pelo para dirigir mi mirada hacia mi esposo que dormía plácidamente ajeno a lo que estaba sucediendo.

.-“Menudo culito tienes” decía mientras arremetía con fuerza.

.-“Ssiiih, me gusta, me gustaaaah” no podía evitar gemir aunque trataba de no despertar a nadie. 

De repente Yon se detuvo.

.-“¿Qué pasa?, ¿por qué te detienes? Fóllame, follame” le suplicaba mientras me retenía mi cabeza sujeta fuertemente por la coleta en el pelo.

.-“Parece que hay alguien más que quiere unirse a la fiesta” dijo forzando la posición de mi cabeza girándola hasta le dirección en que se encontraba su amigo Joseba en el saco. Mis ojos se abrieron como platos cuando pude comprobar que se había despertado y se la estaba meneando debajo de su saco de dormir. ¡Que vergüenza! Nos había pillado in fragantis. Al parecer llevaba un rato observándonos. Los primeros rayos de luz se colaban por la ventana y podía vernos con total claridad.

Yon comenzó a moverse de nuevo. A él parecía no importarle que Joseba estuviera observándonos. Yo en cambio no podía evitar mirar a Joseba y sus maniobras. ¡Dios mío! ¿qué pensaría Joseba de mi? ¡Que soy una cualquiera!. Fue en estas cuando Joseba se desprendió del saco y se mostró completamente desnudo masturbándose como un loco mientras me observaba. Yo tampoco podía evitar mirarlo. Joseba estaba más bien gordete, su barriguita hacía que su polla pareciese mucho más pequeña que aquella que me sodomizaba. Hizo intención de acercarse hasta nosotros, pero se lo pensó dos veces. Estaba indeciso ante mis reacciones. Pero yo no hacía otra cosa más que mirarlo y mirarlo sin poder reaccionar ante lo que me estaba sucediendo en ese refugio.

Pude notar en cambio las convulsiones que la polla de Yon daba en mi interior, señal inequívoca de que se había corrido. Se apartó a un lado para recuperar la respiración. Fue entonces cuando Joseba se aproximó hasta dónde estábamos. Yo me giré tratando de levantarme pero me lo impidieron entre los dos. Joseba se puso de rodillas sobre mi vientre y comenzó a masturbarse de nuevo. Con su mano libre se dedicó a acariciarme las tetas, de vez en cuando introducía un dedo en mi boca. Decidí seguirle el juego y terminar con aquello cuanto antes, así que se lo chupaba de manera lasciva sin dejar de mirarlo a los ojos poniendo carita de puta viciosa. Al final se corrió sobre mis pechos y se tumbó al otro lado. Su esperma salpicó sobre mi escote principalmente y algunas gotas sobre mi cara.

.-“Ha estado genial” dijeron los dos casi al unísono tumbados boca arriba uno a cada lado. Yo me sentí sucia, como los primeros rayos de sol se colaban en el interior del refugio decidí salir a limpiarme un poco en el arroyo cercano. Así que recogí la camiseta y mis botas de trecking y salí a asearme como pude dejando a todos en el refugio. 

El agua fría calmó mi estado de excitación. No dejaba de preguntarme una y otra vez cómo podía haber sucedido aquello. Pero en el fondo no me arrepentía, tan sólo estaba preocupada por que no se enterase mi marido. Cuando regresé al refugio los tres estaban intentando preparar un café y algo de desayuno. Pude escuchar sus risas antes de abrir la puerta. Una vez entré en el refugio pude observar una cínica sonrisa en la mirada de Jon y Joseba, mientras mi marido mostraba la misma cara de siempre.

.-“Hola cariño, ¿dónde estabas?” Me preguntó mi esposo mientras me tendía una taza de café “me tenías preocupado” agregó.

.-“Oh, gracias, había salido a lavarme un poco” dije mirando a Jon y Joseba tratando de adivinar lo que había podido suceder en mi ausencia. Pero al parecer su silencio cómplice me dio a entender que mi marido no sospechaba nada de lo acontecido.

Cuando recogimos las mochilas pude ver como Joseba cogía mi tanga expuesto en la chimenea y se lo guardaba. No me importó que se lo quedase de recuerdo, seguramente se haría cientos de pajas oliéndolo y me gustó la idea de imaginármelo masturbándose con mi prenda tal y como había podido comprobar la noche anterior. 

Nunca más supe de aquella pareja de amigos. En alguna ocasión traté de practicar sexo anal con mi esposo, pero hasta la fecha ha sido imposible, siempre surge alguna excusa, así que espero que alguien esté dispuesto a hacerme gozar por mi culito. 

¿Quieres ser tú?.

Besos,

Sandra.


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