Era un frío día de invierno.
Estaba nevando por medio país. Por la radio no dejaban de advertir que no se
viajase en coche por las carreteras de no ser totalmente imprescindible. Yo
regresaba a mi casa después de varios días de cursillos en otra ciudad. Debí
elegir el tren como medio de transporte en vez del coche cuando la secretaria
de dirección me preguntó cómo me desplazaría hasta la ciudad donde se
impartirían los cursos. Pero quien pensaba que podría empeorarse tanto el
tiempo en tan pocos días. Así que ahí me encontraba yo conduciendo el coche de
alquiler que me había proporcionado la empresa en medio de una carretera por la
que estaba comenzando a nevar.
He de decir que me llamo
Sandra y soy enfermera. Trabajo para una multinacional privada del mundo
sanitario. Tengo 31 años y estoy casada con mi marido de 33 años. El dice que
tengo un bonito cuerpo, lo que más le gustan a mi esposo son mis pechos. Dicen
que son perfectos. No soy muy alta, y tengo unas piernas bien proporcionadas
con mi figura, con un culito respingón. Aunque yo creo que soy más bien
normalita, he de reconocer que los hombres me miran cuando me pongo minifaldas
o visto de forma sexy.
Aquel día llevaba puesto un
conjunto de traje chaqueta, con una falda muy ajustada que remarcaba mis curvas
y que era mas bien cortita. La blusa era blanca y me estaba un poco pequeña, no
se podía abrochar hasta el último botón, lo que dejaba un escote algo generoso.
Por lo demás llevaba puestos unos zapatos de tacón a juego con el bolso y el
abrigo. En cuanto a la ropa interior me gusta usar medias en vez de pantys, y
ese día llevaba un conjunto de tanga y sujetador con encaje y transparencias
muy sexy. El sujetador se transparentaba un poco a través de la blusa blanca
dado que este era oscuro. Había decidido salir lo antes posible de los cursos
que recibí en el hospital de la sede de nuestra organización, debido sobretodo
al mal tiempo que anunciaban, sin pensar mucho en la comodidad de las prendas
para el viaje. Aunque tampoco llevaba muchas mas cosas donde elegir en la
maleta. El resto de la ropa la había llevado los días anteriores y estaba sucia
a la espera de la tintorería, por lo que tuve que ponerme lo poco que me
quedaba sin ensuciar. Tan sólo los pijamas del uniforme y las batas corporativas
estaban limpias. Los había cogido pensando que realizaríamos algunas prácticas
en el hospital, pero al final se trataba de un curso teórico.
Llevaba varias horas
conduciendo mientras nevaba por la carretera sin cruzarme ni adelantar a otros
vehículos, cuando un testigo de emergencia se encendió en el salpicadero del
coche. No me lo podía creer. Un coche prácticamente nuevo y que estuviese a
punto de averiarse, para colmo en uno de los pocos días que estaba nevando.
Como podía seguir conduciendo, no me detuve por el aviso del testigo de
emergencia, sino que continué la marcha, temía que empezase a cuajar la nieve y
hacerse hielo en la carretera. De repente comenzó a salir un humo blanco por el
tubo de escape y al tiempo el coche se detuvo. No había forma de ponerlo en
movimiento. Llamé a la empresa de renting explicándoles la situación. Me
dijeron que posiblemente se había reventado el turbo del coche. El
procedimiento habitual era que enviaban una grúa a recoger el vehículo y coche
de sustitución, pero que debido al temporal y el punto kilométrico de la
carretera en la que me encontraba eso era imposible. La policía estaba cortando
la carretera en algunos puertos. Tras mucho discutir y gritar con la
teleoperadora por el cabreo que llevaba tan sólo logré sacar el compromiso de
que la empresa responsable del alquiler me abonaría el coste del trayecto y
alojamientos fuese cual fuese, tanto si me recogían en un taxi como en un jet
privado o si pasaba la noche en un parador de 5 estrellas, pero que en esos momentos
les era imposible enviar un coche de sustitución o grúa a recogerme.
Todavía estaba malhumorada
cuando llamé a mi marido y le dije lo que me había ocurrido. Comenzaba a caer
la tarde y me veía ahí tirada en medio de una carretera por la que hacía tiempo
no pasaba nadie. Una vez hablé con él por teléfono me dijo que trataba de salir
a mi encuentro para recogerme con nuestro coche, que tenía una reunión de
trabajo muy importante y salía a mi encuentro en cuanto pudiera. Para colmo el
coche no podía ponerse de nuevo en marcha por lo que tampoco dispondría de
calefacción hasta que llegase mi esposo. Pronto comencé a tener frío. Me puse
el abrigo y traté de salir fuera del coche a hacer algo de ejercicio. Coloqué
los puñeteros triángulos de emergencia en caso de avería y traté de empujar el
vehículo para situarlo completamente fuera de la vía. Empezó a nevar más fuerte
aún y dudé seriamente de que mi marido pudiese llegar a recogerme. Justo en ese
momento de la curva anterior apareció un trailer. Hice la señal de auto stop y
el camión se detuvo unos metros más adelante. Me dirigí corriendo hacia él. El
conductor bajó la ventanilla:
.-“¿Qué ha pasado” me preguntó
desde lo alto de la cabina. Pude ver a un hombre algo mayor que yo, calvo y con
barba de varios días, de aspecto más bien descuidado.
.-“El coche se ha averiado y
no hay forma de ponerlo en marcha, ¿puede llevarme hasta algún sitio donde
puedan venir a recogerme?, me estoy quedando helada.” le grité desde el suelo
de la carretera.
.-“Tienes suerte de que
paSandra, nena. Justo detrás acaban de cortar la carretera debido al temporal.
Anda sube muñeca”. Me dijo desde lo alto en su asiento.
Yo no me lo pensé dos veces
dado el frío que hacía, me dirigí al coche de renting y recogí del maletero el
troley con mi ropa y mis enseres personales. Recordé las palabras del camionero
y traté de sopesar los pros y los contras de subirme a la cabina de un camión
completamente desconocido. No me pareció un mal tipo pese al aspecto de guarro
que tenía, supuse que llevaría varios días conduciendo y no habría tenido
tiempo de asearse. Me había tocado realizar algún que otro reconocimiento
médico a transportistas y no me parecían en general mala gente. Simplemente me
había tocado el típico camionero gordo y desaliñado. Nunca me gustó que me
tratasen de nena o de muñeca, pero supongo que no tendría mas remedio que
aceptarlo. Mi marido era mucho más correcto y educado que todo eso, era todo un
caballero y me trataba como a una reina.
Cuando subí a la cabina me senté
en el asiento de copiloto, dejé la maleta en mis pies y cerrando la puerta le
dije tímidamente:
.-“Gracias”.
.-“Es todo un placer” dijo
esta vez examinándome de arriba abajo y dándome un repaso con la mirada. Puso
el camión en marcha, yo rebusqué entre mi abrigo el móvil para llamar de nuevo
a mi marido e informarle de los cambios, pero para cuando lo saqué había
perdido la cobertura.
.-“Dime, ¿Cómo te llamas?,
princesa” dijo tratando de romper el hielo.
Fue en ese momento cuando pude
observarle bien. Se trataba de un señor calvo y con barba de al menos tres días
que aparentaba en torno a los cincuenta y tantos años. Aunque los años me
parecían difícil de determinar debido a que su rostro parecía estar envejecido
por el sol y las arrugas. Le faltaba una muela y el resto de dientes eran
amarillos debido seguramente a que fumaba. Pese a estar nevando fuera llevaba
tan sólo una camiseta sin mangas, unos jeans viejos y sucios, y conducía con
unas chanclas de playa en los pies. La cabina estaba sucia por todos los lados.
.-“Me llamo Sandra, ¿y tú?” le
devolví la pregunta educadamente.
.-“Me llamo Antonio” respondió
él girando la cabeza para verme y apartando la vista de la carretera.
A mí ese tipo de maniobras
siempre me ponían nerviosa.
Fijando su mirada en mi de
nuevo me preguntó:
.-“¿No tienes calor con ese
abrigo puesto?, nena”.
.-“Si, la verdad es que aquí
dentro hace calor, hace un rato estaba helada de frío, pero lo cierto es que
ahora empiezo a entrar en calor”. Dije tratando de parecer simpática.
.-“Puedes dejar el abrigo y la
maleta ahí detrás, estarás mas cómoda” dijo señalando con la mirada la parte
posterior de la cabina.
Yo me desabroché el cinturón
de seguridad para despojarme del abrigo, pude ver la parte posterior de la
cabina, había una especie de camastro y algo más de sitio en la que parecía una
pequeña habitación. Para llegar a dejar el abrigo y la maleta tuve que ponerme
de rodillas sobre el asiento del copiloto de espaldas a la luna delantera y en contra
de la marcha del camión. Debido a la postura algo forzada mi ajustada falda se
subió un poco más de la cuenta. Por poco tenemos un accidente cuando Antonio se
giró para verme y vió que la falda se había subido de tal manera que pudo
comprobar que llevaba puesto un tanga y mostraba parte de los cachetes del
culo. También se fijó en el encaje de las medias que decoraban mis muslos,
gozando de una maravillosa visión de mi trasero. Yo sabía que mi falda se había
subido más de lo que me hubiese gustado debido a mi torpeza, y que Antonio
miraba descaradamente cuanto enseñaba de mi culo, por eso terminé cuanto antes
de estar en esa postura y acomodar mis cosas detrás del asiento. Cuando me
senté de nuevo sobre el asiento lo primero que hice fue reajustarme de nuevo la
falda.
.-“Esto promete, nena. Te han
dicho alguna vez que tienes un culo precioso. Espero que ese culito no pase
hambre, muñeca” me dijo sin cortarse un pelo, tras saber que lo había pillado
mirándome descaradamente. A mí en cierto modo me hizo gracia sus maneras tan
vulgares y su descaro, y sin embargo debía mostrarme enfadada por su actitud.
.-“Eso no es asunto tuyo” le
grité fingiendo estar malhumorada.
.-“Tranquila encanto, lo bien
que te queda el tanga y lo mal que te sientan los piropos, nena”, dijo Antonio
algo mosqueado por mi enfado.
Se hizo un silencio incómodo,
que se vió interrumpido por una llamada en la emisora. Al parecer varios
camioneros compañeros de Antonio, estaban siendo retenidos kilómetros más
adelante y la guardia civil les estaba impidiendo continuar debido al temporal.
Entre todos ellos entabló conversación por la emisora con un tal Nicolae, que
al parecer era rumano y conocía desde hacía tiempo a Antonio.
.-“Tenía ganas de dormir en
casa” dijo Nicolae.
.-“Me lo imagino, mucho tiempo
sin ver a tu mujer” le respondió Antonio.
.-“Tenía ganas de follar con
mi mujer hasta el amanecer, llevo meses sin un viaje con retorno a casa. Claro
que como tú no tienes problemas, eh cabroncete”. Se oía la voz de Nicolae
entrecortada por la emisora.
.-“Calla, calla, que llevo
carga” le respondió Antonio en una jerga que sólo ellos debían conocer. Yo
mientras tanto examiné la cabina del camión. Pude ver la foto de dos niños
cerca del cuadro de mandos del conductor. También pude oír como Antonio se
despedía de Nicolae por la emisora.
.-“Bueno, Antonio, tengo que
dejarte que se acerca un picoleto a pedirme documentación. Ten cuidado con la
carga” y dicho esto se cerró la emisora.
.-“¿Os conoceís desde hace mucho?”
le pregunté a Antonio tratando de romper el hielo y de ser amable perdonando su
grosería anterior.
.-“Empezamos juntos en esto
del camión” Al responderme Antonio pudo comprobar que mi vista se perdía en la
foto de los niños que llevaba en el salpicadero. Nuestras miradas se cruzaron.
.-“Son mis hijos, Clara y
Raúl” dijo Antonio adelantándose a mi pregunta.
.-“¿Estas casado?” le
pregunté.
.-“No que va, encanto, estoy
divorciado. Estos son los hijos con mi ex. Me gusta recordarlos” respondió
Antonio. Luego continuó contándome su vida.
.-“Hace mucho tiempo que nos
los veo. La vida en el camión es muy dura. Enlazas un viaje con otro encargo y
otro, y se hace difícil volver a casa. El que la tenga...” añadió como
queriendo decir algo y conteniéndose en continuar explicando.
.-“¿Por qué dices eso?” le
animé a continuar explicándome intrigada.
.-“Mira, bombón, llevo
divorciado unos 5 años. Cuando nos separamos el juez determinó que la custodia
de los hijos era suya. A mí a penas me permite verlos pues el régimen de
visitas rara vez coincide con las veces que regreso a esa ciudad por mi
trabajo. Así que cualquier día dejan de llamarme papá. No contenta con eso
además tengo que pasarle una pensión, prácticamente es todo mi sueldo. Con lo
que me queda no me da para pagar el alquiler de una vivienda a la que apenas
regreso, así que vivo en el camión. Cuando me lo puedo permitir duermo en algún
hotel y descanso unos días.” Me dieron pena sus palabras, en realidad no me
esperaba una respuesta tan contundente y triste a la vez. No sabía que decir.
Su miserable vida contrastaba con la mía. Antonio como leyendo mis pensamientos
continúo hablando...
.-“Pero tranquila preciosa,
puede parecerte crudo, pero he de decirte que ahora soy mucho más feliz que
nunca.” Se notaba que tenía ganas de hablar. Yo en cambio me encontraba cansada
y agotada. De vez en cuando me hacía preguntas a las que contestaba por inercia
y prácticamente con monosílabos. Le seguía la conversación como buenamente
podía hasta que el sueño se apoderó de mí y caí dormida en el asiento.
Cuando desperté yo estaba
recostada sobre el asiento, el camión estaba parado,... ¡¡¡ no me lo podía
creer!!!, mi falda se había subido por mis piernas permitiendo ver el inicio y
el color de mi tanga debido a la postura, y el muy cerdo me estaba acariciado
la pierna muy cerca ya de mis intimidades. No supe como reaccionar, estaba
totalmente sorprendida, para nada podía imaginarme lo que estaba sucediendo, el
muy asqueroso no se cortaba un pelo. Pero lejos de enojarme me sorprendí a mi
misma sintiéndome el objeto de deseo de ese hombre. Recordé parte de la
conversación antes de quedarme dormida y en cierto modo me dio lástima.
El pobre debía estar
desesperado por ver carne fresca, y claro yo debía parecerle toda una
muñequita, como me decía. No quise darle mayor importancia. Podía haberlo
denunciado pese a que se veían destellos cercanos de luces azules de la
policía, y fingir que la caricia me desagradaba, representando el roll de
cualquier mujer decente en esa circunstancia. Pero siendo sincera conmigo misma
no era así. Me gustó sentir sus manos en mis muslos, saber que eran otras manos
diferentes a las de mi marido, las únicas que me habían acariciado en toda mi
vida de esa manera. No estaba por la labor de montar un numerito. Fingí seguir
dormida hasta que noté como comenzaba a humedecerme, momento en el que decidí
parar aquello. Simulé desperezarme poco a poco para que cesase en sus
maniobras.
Con mi primer bostezo y
estiramiento de brazos apartó rápidamente su mano de mis piernas y disimuló
seguir como si nada. Cuando realmente me desperté pude comprobar que estabamos
parados en medio de una retención de vehículos en la carretera. Advertí que se
había desabrochado un botón más de mi blusa, lo que permitía ver el sujetador
sin ningún problema. Me pareció difícil que este se desabotonara con el roce
con el cinturón de seguridad, lo que me hizo dudar de las maniobras de Antonio
mientras dormía. Seguramente debía haber husmeado más de la cuenta. En cierto
modo me pareció gracioso.
Nunca antes me había sentido
tan deseada, además su aspecto de guarro, su barriga, su calva, su barba de
varios días, sus sobacos peludos que asomaban bajo la camiseta sin mangas, su
dentadura amarillenta, sus pies descalzos con las uñas sin cuidar, le daban un
toque de dejadez con el que alguna vez había fantaseado. Siempre me gustó
imaginarme que era sometida por un tipo sucio y gordo, que me follaba sin
contemplaciones, lejos del cariño, la educación y la delicadeza con la que me
tenía acostumbrada mi marido. Supongo que por eso le permití acariciar mis
piernas.
.-“¿Dónde estamos?” le
pregunté.
.-“Al parecer han cortado la
carretera. Esperaba a que te despertaras, voy a preguntar a algún agente qué
pasa. No bajes del camión, princesa” y dicho esto abrió la puerta y salió a
preguntar a otros conductores retenidos.
Aproveché para mirar el móvil.
Tenía cobertura, así que llamé a mi marido.
.-“Hola cariño, ¿dónde estas?”
le pregunté.
.-“Estoy retenido cerca de una
gasolinera, al parecer la carretera está cortada más adelante y nos han parado
a todos aquí. Tampoco está muy bien la vuelta así que esperaré aquí hasta que
pueda avanzar. ¿Y tú? ” respondió mi marido al otro lado del teléfono.
.-“Al final me ha recogido un
camionero, y estamos parados en la carretera, la cima del puerto está
inaccesible. Ya te llamaré en que podamos seguir adelante y te digo dónde me
deja para que puedas recogerme”.
.-“Ten cuidado, cariño, ¿es
buen tipo el camionero ese?” se preocupó mi marido.
.-“Si de momento todo bien, se
cuidarme solita, tranquilo. Tengo poca batería así que te llamo en que tenga
novedades. Chao cariño” dije yo.
.-“Adios mi vida”. Se despidió
mi esposo por teléfono.
Tras colgar el teléfono unos nudillos
golpearon en mi puerta. Bajé la ventanilla para ver quien era.
.-“Hola guapa, ¿está Antonio?”
la voz me resultó familiar pero no lograba identificar la cara del personaje.
Tenía pinta de ser otro camionero que preguntaba por su compañero.
.-“No, ha salido, tiene que
estar al venir” le respondí desde lo alto de la cabina del camión.
.-“Caray que bien se lo monta.
Veo que lleva buena mercancía. ¿Por qué no te vienes a mi camión cuando
termines con Antonio, preciosa?” dijo el hombre aquel.
.-“Perdón, no te entiendo”
dije al no comprender la frase y creer que le había escuchado mal.
.-“Pues eso bonita, que si
quieres ganarte hoy mas dinerito yo tengo ganas de pasar un buen rato”.
Respondió gritando un poco más alto, de tal forma que debió de escucharlo hasta
el coche de detrás. Yo iba a responderle que seguramente me estaba confundiendo
con otra persona cuando apareció Antonio.
.-“Veo que ya os habéis
conocido” dijo sin saber de lo que habíamos estado hablando su amigo y yo.
.-“Sandra este es Nicolae, el
amigo del que te hablé. ¿Qué tal estas Nicolae?, ¿cuánto tiempo?”, dijo
Antonio.
.-“¡Cómo me alegro de verte!,
veo que sabes cuidarte muy bien, menuda muñequita llevas esta vez” dijo
Nicolae.
.-“Ah, no es lo que crees, a
Sandra la dejó tirada el coche y no tuve más remedio que recogerla, con la que
está cayendo, no podía dejarla en la carretera. A saber que desalmado la podía
haber recogido” le explicó Antonio.
.-“Está muy buena” dijo
Nicolae como si yo no estuviera escuchando.
.-“Es toda una preciosidad”
dijo Antonio y acto seguido le preguntó a su amigo:
.-“Escucha, llevo poca
gasolina, pensaba repostar en la primera gasolinera que viese, pero hasta que
permitan el acceso me gustaría ahorrar todo el combustible que pueda hacer
falta. ¿Qué tal vas tu?” le preguntó.
.-“Oh, no hay problema, además
tengo un termo con café aún caliente, nos sentará bien a todos”. Nicolae nos
invitó a la cabina de su camión que estaba unos pocos vehículos más
adelante.
Pude ver que la gente
comenzaba a refugiarse en sus coches dispuestos a pasar todos la noche hasta
que los rayos del sol a la mañana derritiesen el hielo de la calzada.
Me dejaron subir la primera a
la cabina de Nicolae, mientras subía la escalerita pude notar sus miradas
clavarse en mi culo, seguró que ambos trataron de mirar debajo de mi falda. Su
camión estaba algo más limpio y cuidado. Me acomodé sobre el camastro de la
parte trasera a los asientos. Ellos se sentaron en los asientos delanteros
girándose de tal forma que podíamos vernos las caras los tres. Yo estaba un
poco más elevada sentada sobre el colchón de la camita y al llevar minifalda
temí que pudieran verme mi ropita interior, por lo que permanecí con las
piernas cruzadas todo el rato. El caso es que al cruzar las piernas la tela de
la falda se subía poco a poco y tampoco quería mostrar el final de mis medias,
por lo que no me quedaba más remedio que cruzar y descruzar las piernas cada
poco tiempo. Antonio, que era quien estaba más enfrente mío, se le salían los
ojos en cada maniobra. No apartaba la vista de mis piernas.
Nicolae nos ofreció una taza
de café, que sirvió en unos vasos de plástico, y sacando una botella de whisky
J&B dijo:
.-“Hay que alegrar el café que
está un poco triste, ¿quieres?” me preguntó mientras vertía una chorradita
sobre el café de Antonio y el suyo.
Yo no acostumbro a beber
bebidas espirituosas, pero debí reconocer que me ayudaría a pasar la noche.
Cuando le dije que sí, me sirvió una chorradita más que generosa del whisky en
mi vaso. Pude observarlo detenidamente y comprobé que tenía una alianza en su
mano, deduje que estaba casado según escuche por la radio. Nicolae en nada se
parecía en aspecto físico a Antonio. Era delgado, fibroso, seguramente algo más
joven. Tenía bigote y parecía tener mucho pelo por todo su cuerpo. En alguna
ocasión en los reconocimientos me había tocado realizar electros en hombres de
ese tipo, al final resulta difícil hacerlos porque las ventosas se desprenden
de su pecho aunque los embadurnes en gel de aplicación. Me imaginé que tendría
uno de esos culitos de tíos llenos de pelos por todas partes. Me acordé de mi
marido, también tenía un cuerpo fibroso parecido, aunque sin apenas pelo por su
cuerpo. De hecho se depilaba algunas partes de su cuerpo como los hombros,
aunque este fuera escaso. En más de una ocasión le manifesté a mi marido que me
gustaban los hombres con algo más de pelo en su cuerpo, y que no se depilase lo
poco que le crecía, pero nunca me hizo caso. Nicolae se dió cuenta de que lo
miraba.
.-“Perdona chica, pero antes
te confundí con una prostituta” dijo Nicolae mirándome a mí. “Desde luego esta
pareja son todo delicadeza”, pensé para mí y luego dije:
.-“Oh, no importa” dije
disculpándolo educadamente.
.-“Ocurre que has ido a parar
con el camionero más putero de todo el país” dijo de nuevo Nicolae.
.-“No será para tanto” trató
de rebatir Antonio.
.-“¡Que no! ¿A cuantas te
habrás tirado?” dijo Nicolae.
.-“No sé, no importa”
respondió Antonio.
Yo permanecía callada viendo
como esos dos contaban batallitas de camioneros.
.-“¿Cuántas son muchas?
¿doscientas?, ¿trescientas?” preguntaba Nicolae.
A mí me llamó la atención las
cifras que dijo.
.-“No tantas, no tantas” ahora
Antonio trataba de parecer un buen chico debido a mi presencia. Nicolae volvió
a llenar los vasos esta vez tan sólo con el whisky, aguachinando el café.
.-“A ver, que repaso, ¿cuántas
semanas tiene un año?, cincuenta y tantas ¿no?, pues a una o dos por semana
serán unas ochenta al año, por unos cuatro años que llevas pagando putas en vez
de hipoteca, en total unas trescientas veinte ¿no?. Lo que te decía yo, más de
trescientas mujeres que se ha cepillado el amigo Antonio hay donde lo tienes”
Explicaba Nicolae con cierta envidia.
.-“¿Y tú que? Pillín. Lo tuyo
si que tiene delito que estas casado con la María y aún así, no sabes más que
parar en todos los burdeles. Como te pille tu mujer te vas a enterar”. Le
rebatía Antonio.
Yo tenía la sensación de que
esa conversación ya la habían repetido ellos en otra ocasión y que les
encantaba hablar de sus aventuras, como presumiendo frente a otros camioneros,
aunque ahora fuese ante mí.
.-“Eso sí que no logro
entenderlo” les interrumpí yo.
.-“¿El qué?” preguntó Antonio
que me miraba como quien interrumpe una conversación trascendental.
.-“Pues eso, que estés casado
y te acuestes con otras. ¿Y si tu mujer te hiciese lo mismo?, ¿te gustaría?.”
Pregunté tratando de hacerle ver la realidad.
.-“Eso no es posible”
respondió serio Nicolae.
.-“A ver, ¿Tienes una foto de
tu mujer?” le pregunté a Nicolae. El rellenando de nuevo mi vaso de whisky
aguado con el café extrajo una foto de su cartera.
.-“Es muy guapa” dije al ver
la foto. “¿Qué necesidad tienes?” le pregunté a Nicolae.
.-“Mira preciosa, lo que
ocurra entre mi mujer y yo no es asunto tuyo, la mujer debe estar en casa
cuidando de los niños, además ella tiene más que suficiente conmigo y nunca me
haría lo que me hacen las putas. Son profesionales ¿entiendes?, y mi mujer debe
ser una esposa decente.” Dijo Nicolae algo molesto, y luego dijo:
.-“¿Y tu qué?, ¿cómo sabes que
tu marido no va de putas?” me preguntó ahora tratando de enojarme.
.-“Que se pruebe” respondí yo
muy seria.
.-“Yo no pondría la mano en el
fuego” dijo esta vez Antonio. “No sabes cuanto cabronazo anda suelto por ahí,
que engaña a sus mujeres de putas, o lo que es peor con la del vecino” dijo
haciendo evidencia a su caso.
.-“Además,...” continúo
Nicolae, “El que prueba a una puta no puede parar, y repite y repite, así hasta
trescientas veces, ja, ja, ja,....” se rieron de nuevo los dos. Ambos
continuaron con su conversación y yo permanecí ahora algo más callada.
Retumbaron en mi mente las palabras de Nicolae, doscientas o trescientas mujeres,
me parecían una barbaridad, pero viendo las cuentas de Nicolae no parecía ir
muy desencaminado.
No sé cuantas veces rellenaron
mi vaso de whisky, hasta que pasaron unos guardias anunciando a los conductores
retenidos en el atasco que habían habilitado el acceso hasta la gasolinera
próxima y permitir así pasar la noche allí a refugio a todos los retenidos por
el temporal.
Antonio y yo regresamos al
camión. Y continuamos la marcha muy, muy lentamente hasta la gasolinera. Mi
mente estaba llena de dudas y algo desinhibida por los efectos del whisky me
atreví a preguntarle a Antonio:
.-“¿Es cierto lo que cuenta
Nicolae?” le pregunté.
.-“¿El qué?” me devolvió la
pregunta Antonio.
.-“¿De verdad te has acostado
con doscientas o trescientas mujeres?” le solté de golpe.
.-“¿Qué quieres saber?” me
preguntó Antonio en tono más amable.
.-“No sé, ¿por qué lo haces?,
por ejemplo” continué la conversación.
.-“¿Tu nunca has tenido
ninguna fantasía?” me preguntó de nuevo en vez de responder directamente.
.-“No, no sé que decirte”
tartamudeé.
.-“¿Nunca te has imaginado que
estas con dos tíos a la vez? Por ejemplo” prosiguió interrogándome.
.-“Bueno, sí supongo que sí,
fantasías de ese tipo tenemos todos y todas ¿no?” yo no quería darle detalles
de lo que realmente me imaginaba.
.-“¿Y qué es lo que te atrae
de estar con dos hombres a la vez?, princesa”. Continuó preguntando Antonio
como queriendo llegar a una conclusión, por eso decidí contestarle y seguir el
juego.
.-“Pues no sé, supongo que
notar cuatro manos acariciando mi cuerpo, comparar dos buenos penes, dos
cuerpos,... bueno ya sabes todo ese tipo de cosas”. Me daba vergüenza continuar
hablando del tema pese a que el alcohol me animaba a hacerlo. Además la
conversación comenzaba a excitarme y no quería que se notara. Cómo contarle que
mi principal fantasía era verme sometida por cualquiera de esos hombres con
aspecto de machos, muy machos, con sus monos de trabajo, sudorosos, su barriga,
su pelo en el pecho, chulos, desaliñados, con una polla gorda y dura que me
hiciese gritar y chillar como una perra. Lejos de las caricias y mimos de mi
marido, nada de siempre a lo misionero, sino por detrás, nada de suave y
despacito pensando en mi placer, fantaseaba con alguien que me diera fuertes
cachetadas en mis nalgas y me utilizase buscando su propio placer. Con mi
marido siempre lo hacía en la cama y fantaseaba con sitios como un taller
mecánico, una obra, un barco pesquero, un camión,... Mis pensamientos se
detuvieron recordando las veces que había tenido que masturbarme pensando en
que algún camionero en cuyo perfil encajaba perfectamente Antonio me penetraba
en su cabina. No me gustaba reconocerlo ahora que podía darse la situación, y
quise pensar que eran los efectos del alcohol los que confundían mis
pensamientos.
.-“Mira nena, te puedo contar
que he pagado por estar con dos mujeres a la vez. Y no una, sino varias veces.
Es fantástico, te recomiendo que si puedes hagas lo mismo. No sabes lo que te
pierdes hasta que lo experimentas por ti misma”, debió notar mi cara de
curiosidad y se animó a darme algún que otro detalle, aunque le faltaba poco
para animarse.Tuve que reconocer que me estaba excitando escucharle. Así que
como quien no quiere la cosa, decidí jugar un poco con Antonio. Como la marcha
era prácticamente a diez por hora, decidí simular de nuevo que de forma
fortuita dejaba ver el encaje de mis medias en mis piernas. Antonio se dio
cuenta de mi descuido y no dejaba de mirarme las piernas. A mí me animó creer
que dominaba y controlaba la situación. Antonio continuaba hablando...
.-“También me gusta disfrazar
a las chicas, eso es algo que era impensable con mi ex. Por ejemplo, seguro que
a ti te gustaría hacerlo con un tiazo disfrazado de principe azul y tú de
blancanieneves o algo por el estilo, eh princesa. Seguro que te ponen ese tipo
de cuentos”. Mientras me decía estas barbaridades, que bajo ningún concepto
consentiría en otra situación que me dijesen, yo continuaba jugando con Antonio
mostrándole el final de mis medias.
.-“Seguro que a ti te ponen
los bomberos con una manguera larga, eh preciosa, ja, ja”. Se reía Antonio sin
parar de mirarme las piernas y esta vez llevando una mano a su bragueta, se
notaba que le incomodaba algo el bulto provocado entre sus piernas. Me parecía
un juego excitante. Nunca antes me había mostrado un hombre sus ganas por
tenerme tan descaradamente y vulgar como lo hacía Antonio. Pobrecito, se le
caía la baba. Decidí continuar la conversación.
.-“Yo es que de pequeñita era
más bien del Ken y de la barbie o los Geiperman, que no de las barriguitas” me
atreví a decirle mientras dejaba que mi falda se subiese un poco más todavía.
.-“Sabes lo que me pone
realmente muñeca”, dijo mirando mis piernas.
.-“Si no me lo dices... no”
dije algo más mimosa.
.-“Me gusta disfrazar a las
chicas de enfermeras. Buuff!!, no sabes como me ponen las enfermeras” pronunció
estas palabras de su boca totalmente ajeno a mi profesión. Yo me sorprendí de
sobremanera. Repasé mentalmente si en algún momento de la noche le había dicho
mi trabajo, pero no recordaba habérselo dicho. Tampoco recordaba haberle dado
alguna pista o haber hablado del tema. Mi cara de sorpresa lo animó a continuar
dándome detalles.
.-“Siempre me hubiera gustado
trabajar en un hospital. Estar rodeado todo el día de todas esas preciosidades
con pijamitas o batín. Todo lo contrario que la soledad del camión. No te
imaginas como me ponen esas medias blancas que lucen en sus piernas. No me
extraña que con esa indumentaria anden todo el día follando unos con otros”
dijo totalmente distante a la realidad.
.-“¿Eso piensas?” pregunté
intrigada por lo que pensaba de mi profesión.
.-“Siempre se ha dicho que las
enfermeras se acuestan con los médicos, y cuando el río suena es porque agua lleva,
¿no es así muñeca?”. Pronunció Antonio seguro de sí mismo. Yo no pude evitar
reírme, por la concepción que tenía de las enfermeras.
.-“Además todo el día con esos
uniformes blancos, que cuando están desgastados por las lavadas se transparenta
toda la ropa interior. De trabajar todo el día en un hospital viendo la ropa
interior de mis compañeras al final terminaría follando con todas y cada una de
ellas”, me explicaba Antonio.
.-“Ya te fijarás que las muy
putas lo saben y por eso se ponen ropa interior negra que destaca a través de
las finas telas blancas, para exhibirse ante sus compañeros. Si incluso puedes
adivinar que muchas se ponen tanguitas oscuros” Yo me fijé en la ropa que
llevaba puesta, y no tuve más remedio que responderle:
.-“Supongo que tendrás razón”,
y acto seguido le pregunté.
.-“Dime ¿y todas te las
has..., no sé como decirlo..., beneficiado aquí en el camión?” tenía
curiosidad.
.-“La gran mayoría sí, no te
imaginas lo que da de sí esa cabina de ahí atrás. Creo que he hecho de todo,
nena.” Yo sentí curiosidad por el tema.
.-“¿Cuánto puede cobrar una
chica como yo si fuese una puta?” le pregunté animada y desinhibida por el
whisky.
.-“Una preciosidad como tú, en
el camión puede llegar a pedir cien euros por un servicio completo” se sentía
todo un orgulloso experto.
.-“Caray!, a nada que tenga
dos o tres servicios por noche unos trescientos euros al día, eso no lo gano yo
ni en pintura” exclamé algo sorprendida.
.-“Bueno si te lo quieres
plantear cuenta conmigo como primer cliente, ja, ja” dijo Antonio medio
riéndose, medio en broma.
.-“Ya te gustaría, je, je.” le
dije siguiendo el juego y riéndonos ambos.
.-“¿Dime y has hecho disfrazar
a alguna de enfermera ahí atrás en la cabina?” no pude evitar preguntárselo.
.-“Oh, claro que sí, nena, ya
te he dicho que he hecho y visto de todo” asintió relamiéndose los labios con
la lengua.
Estábamos llegando a la
gasolinera donde detendrían el trayecto. Antonio obedeció las indicaciones de
los guardias para estacionar el coche. Debido a la cantidad de vehículos nos
guiaron hasta una zona mixta donde aparcaban tanto turismos como camiones. De
hecho cuando nos dirigimos hacia la cafetería en busca de Nicolae y poder cenar
algo juntos, estaban estacionando algún que otro turismo enfrente de las
cabinas de los trailers.
Localizamos el camión de
Nicolae y le esperamos a que nos acompañase para cenar lo que pudiésemos entre
todo el jaleo de personas. Había mucha gente, todos los vehículos retenidos
tanto a un lado del puerto como al otro eran dirigidos a la estación de
servicio. Me dieron pena los vehículos atrapados con niños. Me acordé de mi
marido y aproveché la tardanza de Nicolae para intentar hablar con él por
teléfono. No había cobertura y tampoco tenía ningún mensaje nuevo.
Tenía mas ganas de comer algo
que de otra cosa. Pudimos comer un bocadillo y café con leche. Dadas las
circunstancias me supieron a gloria. La conversación con Nicolae y Antonio fue
amena y distendida. De vez en cuando se saludaban con otros camioneros. Todos
me miraban de arriba abajo y me repasaban con la vista. Uno de ellos incluso le
dió un par de codazos a Antonio y tratando de evitar que no lo escuchase pude
oír como le preguntaba que cuánto cobraba. Antonio se reía y les explicaba que
me había recogido porque los cabrones del seguro no podían venir a auxiliarme.
He de reconocer que era la primera vez en mi vida que me confundían con una
prostituta y se hacía evidente que todos esos hombres estaban deseando
acostarse conmigo, y en cierto modo realzó mi ego. En mi mundo todo era
excesivamente correcto, todo educación y buenos modales, miraditas y coqueteos
deseando acostarse con la mujer del vecino, juegos de seducción y poder, por el
contrario estos camioneros no reparaban en miramientos a la hora de expresar
sus ganas de acostarse. Me sentía orgullosa de ser el objeto de deseo de todos
los camioneros con los que hablaban con Antonio y Nicolae. A saber las
guarradas de todo tipo que se imaginarían haría Antonio conmigo. Las horas
fueron transcurriendo hasta que Antonio y Nicolae dijeron que tenían que
descansar y que se retiraban a ver si podían dormir un poco. Ambos me
insinuaron que fuese a dormir con ellos, pero le dije a Antonio que lo
acompañaba hasta la cabina y que recogería mi troley, tenía un pequeño neceser
con el que quería asearme en la medida de lo posible en los baños de la
gasolinera, y que me quedaría tomando un café a la espera de acontecimientos.
Me dijeron que los avisase en caso de reanudarse el tráfico y permitir la
marcha.
Cuando bajaba de la cabina con
mi maleta, me fijé en uno de los coches aparcados enfrente del camión de
Antonio. Diría que era uno de los dos coches que tengo junto con mi esposo. Se
trataba de un pequeño utilitario que teníamos para movernos por la ciudad, el otro
era un todoterreno. Descarté que fuese el mío, pues de venir a buscarme mi
marido seguro que lo hacía con el todoterreno. Vamos, sería lo lógico sabiendo
que estaba nevando. Me dirigí al aseo de señoras exterior y me lavé un poco la
cara para despejarme. Me lavé los dientes, desodorante, colonia, cremitas y me
cepillé un poco el pelo. Mi media melena se había encrespado un poco. Cuando
estuve algo arreglada salí a tomar un café en la cafetería dispuesta a dejar
pasar la noche.
Me senté solita en una mesa
pequeña algo apartada dispuesta a saborear el café. Varios de los camioneros
con los que Antonio había intercambiado algunas palabras no dejaban de mirarme
y de repasarme con la vista. A esas horas de la madrugada era de las pocas
mujeres en el bar, y la única que estaba sola. Me fijé en todos esos
camioneros. Recordé la de veces que me había imaginado algo parecido a cuanto
me estaba sucediendo. Recordé también las palabras de Antonio y Nicolae. ¡Madre
mía! Doscientas o trescientas mujeres en su vida. Yo sólo con uno y a dios
gracias. En ciertas ocasiones como esa, añoraba no haber sido mas promiscua,
sobretodo antes de conocer a mi esposo. Me preguntaba como serían otros hombres
en la cama. Siempre había tenido cierta atracción por los hombres de oficios
tradicionalmente masculinos como los camioneros. Recordé el estremecimiento de
mi cuerpo al notar las caricias de Antonio en mis piernas. El pobrecito debió
meterme mano en la cabina cuando quedé dormida. En cierto modo me sentía
atraída, no por él en sí, sino más bien por el estereotipo que representaba en
mis fantasías. Me gustó, me gustó ser manoseada como tantas y tantas veces
había imaginado en mis fantasías. Esa noche sus caricias me habían dado alas
para dejar volar aún más mi imaginación.
Recordé todas las veces que me
había tenido que masturbar imaginando que me poseían encima del capó de mi
coche. Bien porque me perdía, bien porque el coche me dejaba tirada que tenía
que recurrir a la ayuda de un mecánico o camionero que me ayudase, y allí mismo
sobre el capó de mi propio coche me follaban sin compasión, como la perra
necesitada que era. Siempre me lo imaginaba manchado de grasa, gordo, peludo,
con barriga y desaliñado. Justo como Antonio. Me arrancaban las bragas con
urgencia y me utilizaban a su antojo para su propio placer. Era una de mis
fantasías preferidas. Comprobé que me estaba humedeciendo y poniendo cachonda
de recordar mis fantasías.
Estaba absorta en mis
pensamientos cuando entró en el bar una pareja y se sentaron en otra de las
mesas del comedor de la gasolinera, se situaron bastante alejados. Me pareció
ver que la mujer se trataba de Marisa, una compañera de trabajo y ex novia de
mi marido, con la que había tenido una relación antes que yo. Se habían
acostado juntos antes de conocerme a mí. Yo no soportaba a Marisa, siempre
andaba detrás de mi marido tratando de llevárselo a la cama. Siempre que podía
trataba de joderme diciendo lo bueno que era mi esposo en la cama como amante y
que a ella le hizo cosas mientras estuvieron juntos que ningún otro hombre le
había logrado hacer. Que paradoja, sabía que me mentía, porque conmigo a lo
misionero y poco más. Tampoco era para tanto, eso sí, fuera de la cama era
atento, detallista y sabía cuidar de mí.
Me fijé para comprobar quien
era su acompañante y me quedé de piedra al comprobar que ¡era mi marido!.
“¿Qué coño hace esta zorra
aquí con mi esposo?” pensé para mí. Estaba enojada y me dirigí hacia ellos
tratando de encontrar una explicación. Me encontraba en dirección a su mesa cuando
un sexto sentido hizo que me detuviese. Observé sin que me viesen a Marisa y mi
marido.
Me quedé estupefacta cuando ví
como se besaban en la boca. ¡Mi marido me estaba poniendo los cuernos con esa
golfa!. No me lo podía creer. Mi cabreo era descomunal. Cuando llegase a casa
se iba a enterar el muy capullo. Decidí observar lo que pasaba. Con el
transcurso del tiempo fueron poniéndose cada vez más y más mimosos a la vista
de todos los presentes. Yo no podía dejar de mirar a mi esposo, que ahora le estaba
metiendo mano a Marisa descaradamente mientras se morreaban. Se podía ver como
la muy zorra le comía la boca a mi marido. A medida que pasaba el tiempo mi
enojo crecía en aumento. Tuve que contemplar atónita como la mano de mi esposo
se deslizaba por el muslo de Marisa muy cerca ya de sus intimidades. Al final
mi esposo y su pareja terminaron sus consumiciones, se levantaron de la mesa y
salieron del local rumbo hacia el coche.
Decidí seguir a la pareja.
Se metieron en el coche. Era
justo el que creía y que estaba delante de la cabina del camión de Antonio.
Antes de acomodarse en el asiento trasero pude ver como mi marido sacaba una
manta que siempre llevábamos en el maletero. Decidí acercarme sigilosamente
para ver lo que ocurría. Debido al frío de fuera los cristales se estaban
empañando rápidamente lo que me permitió acercarme hasta prácticamente la
ventanilla. Pude ver como se besaban y él le desabrochaba los botones de la
blusa y le sobaba los pechos a ella. Estaba claro lo que estaba a punto de
suceder. Sobretodo cuando fué ella la que se despojó completamente de la blusa
y se desabrochó el sujetador desnudando su torso. Mi marido se lanzó a chuparle
las tetas y meterle mano.
Yo no sabía que hacer, estaba
mirando como paralizada. No me lo podía creer. Dudaba si golpear la puerta con
toda mi rabia, o si debía marchar. Me acordé de las palabras de Antonio y
Nicolae, sobre la cantidad de maridos que engañan a sus esposas. Supongo que
todas esas reuniones que decía tener mi marido eran una excusa para acostarse
con otras. ¡Menudo cabrón!. Estaba absorta en mis pensamientos cuando me
alertaron dando las luces del interior del coche. Mi marido se puso a rebuscar
en la guantera. Al desprenderse la manta pude comprobar que el muy cerdo no
llevaba puestos los pantalones y pude ver su blanquito y depilado culo relucir
en la penumbra. Rebuscaba entre la guantera los preservativos que siempre
llevaba. Yo siempre le preguntaba porque llevaba eso ahí.
.-”Por si nos dá un apretón”
me decía, y luego siempre terminábamos haciéndolo en la cama de casa a lo
misionero.
No estaba segura de querer ver
aquello, pero tampoco sabía que hacer. Me quedé observando. El alcohol me
impedía pensar con claridad. Ahora pude intuir a través del vaho de los
cristales como ella se sentaba a horcajadas encima de él y comenzaba a
cabalgarlo. Al poco comenzó a chillar. Sentí una mezcla entre celos y envidia.
Me hubiera gustado que alguna vez mi marido me hubiese hecho el amor en el coche
en algún apretón, como él decía. Conociendo la forma de pensar de mi marido
supuse que lo tenía planeado, seguramente al acabar la reunión le diría a
Marisa lo que me había sucedido, ella se ofrecería a acompañarlo en la
carretera, y él en vez de venir con el todoterreno para no tener problemas con
la nieve, prefirió coger el utilitario con la esperanza de quedar atrapado en
la noche junto a Marisa. El plan le había salido perfecto al muy hijo de
puta.
Ahora fueron los chillidos de
Marisa los que me hicieron volver a la realidad. ¡Que envidia!, ¡como la hacía
gritar!. ¿por qué se mostraba tan fogoso mi esposo con ella?. Conmigo se podría
decir que tan sólo cumplía el expediente. No se porqué, por una parte me excitó
contemplar que mi marido era capaz de hacer gritar y proporcionar tanto placer
a una mujer, y por otra sentía una tristeza enorme al saber que ya nada
volvería a ser igual entre nosotros. Desde fuera se podían escuchar los gritos
de la pareja.
.-“Oh, sihhh, como me gusta”
gritaba Marisa. Me sorprendieron las palabras de mi marido.
.-“¡¡Pero que bien follas,
Marisa!!, no como la estrecha de mi mujer, que solo sabe abrirse de piernas a
lo misionero y con la luz apagada” le dijo mi esposo.
.-“Siempre ha sido una
monjita, no sabe darte lo que quiere un hombre como tú, seguro que ni te la
chupa cuando lo hacéis, anda cómeme las tetas, disfruta mi amor, siiih,
asííííí, sihhh, ohh” No podía creer que hablaran así de mí. Seguí escuchando
las palabras de Marisa.
.-“Anda, házmelo por el culito,
rómpeme el culo, seguro que tu mujer no te deja por ahí ¿a qué si?” le
provocaba Marisa.
.-“Oh, si me encanta hacertelo
por el culito” dijo mi marido.
.- “Ooooh, vamos rómpeme el
culo” se apresuraba Marisa.
.-“Pero que culito más rico
tienes” decía mi marido.
.-“Se nota que está
apretadito” un manotazo hizo sonar las carnes de Marisa.
.-“Ufff, me gusta, me gustaaa”
gritaba mi marido mientras le daba otro manotazo en el culo de Marisa.
No podía seguir escuchando
eso. Rompí a llorar, salí corriendo a la cafetería de la gasolinera. Estaba
indignada. Todo mi mundo se había venido a bajo. Estuve un rato lamentando mi
situación. Nunca pensé que mi marido fuese capaz de engañarme, y mucho menos
con Marisa. Sabía que no había vuelta atrás. Mi enojo iba en aumento por
momentos. Estaba furiosa y decepcionada. Tan sólo quería que mi cabeza dejase
de dar vueltas. Quería dormir para pensar al día siguiente con más claridad.
Estaba apoyada sobre la barra
del bar apurando el café, cuando un par de camioneros con los que Antonio
intercambió algún saludo se acercaron a mí.
.-¿Qué tal con Antonio
preciosa?” me repasaron con la vista de arriba abajo.
.-“Oh bien” dije algo
sorprendida
.-“Caray, cómo se lo monta el
Antonio. Sabe elegirlas” dijo uno de ellos.
.-“Si hasta parece una niña
bien” dijo el otro.
.-“¿Y cuál es tu
especialidad?” me preguntó el primero.
.-“¡Perdón!” Dije atónita pues
hasta entonces había permanecido callada.
.-“Si nena, cuanto nos
cobrarías por un servicio completo” dijo uno de ellos.
Ahora lo tenía completamente
claro, me habían confundido de nuevo con una prostituta. Estaba algo aturdida
cuando uno de ellos ayudándome a quitarme el abrigo me dijo:
.-“Porqué no nos dejas
comprobar el género”.
Y nada más dejar mi abrigo en
el taburete de al lado, pude notar las manos de ambos sobándome un cachete del
culo cada uno.
.-“Pero que buena estás pedazo
de puta” dijo uno de ellos mientras me pellizcaba en el culo.
Yo permanecía callada, sin
reaccionar, me habían cogido por sorpresa. Pero por un momento lo entendí todo
completamente claro. A mi marido como a todos los hombres les gustan las putas,
pues esa noche estaba dispuesta a ser la más puta de todas. Tenía un plan.
Aquellos dos hombres me habían dado la respuesta que andaba buscando. Tenía
ganas de hacer sufrir a mi marido como estaba sufriendo yo. La revancha estaba
a punto de llegar y mi marido se iba a enterar de quien era su mujercita.
Recordé la palabras de Antonio
y su obsesión por las enfermeras.
.-“Lo siento nenes, no hay
trato” les dije a ambos camioneros apartando sus manos de mi cuerpo.
Me dirigí hacia los aseos de
la gasolinera. Recordé que en el troley llevaba alguna bata corporativa, unas
medias y un tanguita blanco con transparencias. Tenía que convencer a Antonio y
Nicolae para que hiciesen lo que yo quería. La primera parte de mi plan
consistía en disfrazarme de enfermera, así lo hice, y una vez me miré en el
espejo la verdad es que estaba estupenda. Me tapé con el abrigo y salí directa
a la cabina de Antonio.
Llamé a su puerta, cuando
abrió tan sólo llevaba puestos unos calzoncillos de pantaloncito y la misma
camiseta que llevó durante todo el día.
.-“¿Puedo subir?” le pregunté.
.-“Claro que sí princesa” dijo
abriendo la puerta y retirándose de nuevo a su camastro.
Una vez dentro de la cabina me
quité el abrigo, el permanecía sentado sobre el camastro algo adormilado cuando
los ojos se le salieron de sus órbitas al verme con el uniforme de enfermera.
.-“Siento no habértelo dicho
antes, pero soy enfermera” le dije poniendo una de mis piernas al lado suyo
sobre el camastro y ajustándome el final del liguero de mis medias mostrando
mis piernas todo lo mas sexy que pude.
.-“Dime , osito mío, ¿Te gusta
como me queda el uniforme?” lo provoqué tratando de asumir el control.
.-“¿Esto es una broma no?”
dijo frotándose los ojos atónito a lo que estaba observando.
.-“¿Acaso no te gusto?” le
susurré de nuevo en plan meloso.
.-“Si claro, pero... ¿cuánto
cobras?” me preguntó confundido al tiempo que comenzaba a acariciarme la pierna
que había puesto a su lado.
.-“Ja, ja, ja hay que ver como
sois los hombres. No te preocupes tan sólo quiero que me hagas un favor. Cumple
mi fantasía y yo cumpliré la tuya. ¿Qué te parece?”. Le pregunté.
.-“¿Y qué quieres que haga” me
preguntó incrédulo contemplando mis piernas envueltas en las medias blancas y
con el uniforme.
Y dicho esto le expliqué que
si su fantasía era hacerlo con una enfermera, la mía era hacerlo delante de mi
marido con un camionero.
.-“No logro enteder” me dijo
acariciándose su entrepierna con una mano mientras con la otra me acariciaba mi
pierna. Antonio, hacía fuerza tratando de acercarme a él con la clara intención
de oler mi sexo. Me agradó saber que Antonio estaba dispuesto a todo cuanto le
pidiera con tal de poseerme.
.-“ Tan sólo te pido que hagas
una cosa por mí” le dije mientras me sentaba a horcajadas encima de él
provocándolo y aumentando su deseo para que dijera que sí a cuanto le pidiera.
Fue la primera vez que pude aspirar su fuerte olor a sudor provocándome unas
nauseas a las que tuve que sobreponerme. Guié una de sus manos hasta mi culo
cubierto tan sólo por el tanga blanco. Comencé a explicarle mis intenciones
mientras me abrazaba a su cuello sentada sobre su regazo y mordisqueaba su
oreja. Provocaba su deseo para que accediese a mi petición y no le pareciese
algo descabellado. Le conté cuanto había visto de mi marido y Marisa y de cómo
estaba dispuesta a ejecutar mi plan. El no dejaba de acariciarme. Me había
acostumbrado a su olor.
.-“Menudo cabrón esta echo tu
marido, hay que darle su merecido” dijo Antonio encabritado a medida que le
narraba lo acontecido. Yo notaba su pene totalmente erecto bajo sus
calzoncillos.
.-“¿Lo harás?” le pregunté a
Antonio mientras besaba su cuello y le estrujaba una de sus tetillas a través
de la camiseta deportiva.
.-“Ese cabrón tendrá su
merecido” dijo totalmente empalmado acariciando mi culo. Me gustaba a mi misma
verme tan zorra, saber que ningún hombre se resistiría a hacer cuanto le
pidiese y todo por mi cuerpo. Me gustó experimentar que podía dominar la
voluntad de los hombres.
.-“Sólo te pido un favor
más...” le dije mordiendo su labio superior entre mis dientes.
-.”Recuerda, no quiero
disfrutar, tan sólo quiero sentirme sucia, quiero que me penetres y me utilices
¿lo harás?” lo miré a los ojos esta vez refrotándome sobre su paquete.
.-“Tranquila nena, no te
gustará” dijo dándome un pellizco en el culo que me hizo ver las estrellas. Yo
me levanté y él llamó a Nicolae por la radio según los planes. Nicolae estaba
también sorprendido por las explicaciones que le dábamos por la emisora. Pudo
comprobar que iba en serio cuando vino a nuestra cabina y me vió con el
uniforme de enfermera sentada sobre el regazo de Antonio, el cual pasó el rato
hasta la llegada de Nicolae acariciándome. Por supuesto estaba dispuesto a
colaborar. Nicolae era parte esencial de nuestros planes.
Cuando el rumano, bajó de la
cabina de Antonio se dirigió a los dos coches adyacentes al utilitario en el
que yacían dormidos mi marido y Marisa. Fue fácil convencer al ocupante del
primero de que esa era una zona reservada exclusivamente a camiones. Por lo que
al retirar el vehículo Antonio pudo ajustar su camión al lateral del vehículo
que compartía con mi esposo. A poco le arranca el retrovisor. El plan estaba
saliendo bien. Por suerte el vehículo al otro lado estaba desocupado y sin
freno de mano, fue sencillo empujarlo para Nicolae. Lo que parecía la parte más
difícil, deshacernos de los coches laterales, resultó de lo más fácil. Nicolae
llamó a la ventanilla del vehículo y habló con Marisa que abandonó el coche
convencida de que la guardia civil andaba buscándola con cualquier excusa
inventada, creo que le dijo que había perdido su documentación y trataban de
encontrarla.
Ahora fue Nicolae quien ajustó
su camión en el otro lateral del vehículo en el que yacía adormilado mi marido.
Esté se despertó y comprobó para su sorpresa que no había espacio suficiente entre
el coche y los camiones a cada lado para abrir las puertas. Había quedado
atrapado en el interior del coche. El plan estaba saliendo perfecto. Nicolae
golpeó el cristal trasero y le gritó a mi marido:
.-“Será mejor que enciendas
las luces”.
Mi marido sorprendido se pasó
entre los asientos al puesto de conductor y encendió las luces del coche. Podía
ver como de la cabina de uno de los camiones descendía yo, su fiel y recatada
esposa vestida de enfermera, acompañada de Antonio que llevaba puesto ahora un
chandal algo andrajoso.
Yo caminaba de frente a los
focos del coche tan sólo con la bata de enfermera puesta, arrastrando de la
mano a quien iba a ser mi bestia: Antonio. Al principio mi marido no se fiaba
de lo que veía, por eso lo que más me gustó fue ver la cara de asombro que puso
al comprobar que era yo con tan escasa vestimenta.
Tenía los pezones de punta
debido al frío, nada me importaba, estaba dispuesta a todo.
.-“Espero que al menos tú lo
disfrutes” grité a mi marido desde fuera mientras me acercaba al capó de
nuestro coche.
Se puso como una fiera
enjaulada cuando Antonio comenzó a manosearme desde detrás de mí. Yo apoyaba
las manos sobre el capó ofreciendo el culo como una cualquiera.
Mi esposo trató de abrir las
puertas del coche con toda su alma, pero le era imposible salir. Golpeaba una y
otra puerta con fuerza contra los remolques de los camiones que impedían su
salida.
.-“Déjala, suéltala, hijo de
puta” gritaba mi marido mientras Antonio me acariciaba los pechos por encima de
la bata. Me gustó ver a mi marido furioso. Yo pude notar la entrepierna de mi
amante totalmente dura a través del pantalón del su chandal. Comencé a
refrotarme, quería sentir su dureza en mi culo. Antonio abrió un par de botones
de mi bata a la altura de mis braguitas. Mi marido se quedó mudo cuando la mano
de Antonio se perdía entre mis intimidades. Nunca creí que ver sufrir de esa
manera a mi marido pudiera excitarme tanto. El camionero pudo notar la humedad
de mi entrepierna al acariciar mis braguitas aún por encima de la tela. Antonio
me susurró al oído desde detrás como estaba:
.-“Veo que te gusta verle
sufrir” susurró en mi oreja.
.-“Siiih” gemí yo notando sus
manos ásperas acariciando mi sexo y mis pechos.
Antonio me dió un pellizco en
mi pezón que me hizo ver las estrellas. Mi gesto de dolor le agradó.
.-“No, no, sueltala” gritaba
mi marido desesperado.
.-“No sabes las ganas que
tengo de follarme a una muñequita como tú delante de ese gilipollas” me
susurraba Antonio en mi espalda mientras uno de sus dedos se abría paso en mis
intimidades.
.-“Uuuuhmmm” gemí yo, que
estaba disfrutando de la situación.
.-“¡No!, ¡no!, ¡cómo la toques
un pelo, te mato!!!” gritaba mi marido desde dentro del coche.
.-“Míralo, pobrecillo cuanto
va a sufrir” me dijo Antonio viendo la desesperación de mi marido en el
interior del vehículo. Cogiendo mi cabeza con una mano me obligó a recostarme
sobre el capó del vehículo. Pude notar el calor del motor al apoyar mis pechos
sobre la chapa del coche, me resultó agradable la sensación. Cerré los ojos.
Por un momento pude relajarme y tratar de disfrutar. Antonio adivinando mis
pensamientos me arrancó las bragas de cuajo. Lo hizó tirando de la tela hacia
arriba clavándola hasta romperse en mis labios vaginales. Volvió a hacerme daño
y mi mueca de dolor lo excitaba más que ninguna otra cosa.
Abrí los ojos por un instante
y pude ver mis bragas destrozadas sobre la luna del coche y a mi marido taparse
la cara con sus manos algo más calmado y sollozando. Noté como Antonio abría
mis nalgas y hundía su cara en mi culo. Su lengua recorrió mi sexo de arriba
abajo.
Me giré con cara de sorpresa
para contemplar tan extraña maniobra en mi cuerpo.
.-“Ves como no estaba
equivocado, que rico saben los coñitos de las enfermeras”. Y dicho esto
introdujo la punta de su lengua en mi ano. Aquella caricia resultaba
desconocida para mí. No sabría decir si me gustó o me disgustó, mi atención se
centraba ahora en mi marido al que podía contemplar llorando como un niño en el
interior del auto. Tal vez, era eso todo lo que esperaba cuando inicié esa
locura. Ver llorar a mi marido.
.-“No, basta, es suficiente”
dije girándome y tratando de que Antonio cesase en sus caricias.
.-“¿No pretenderás dejarme así
ahora, pedazo de puta?” Una bofetada cruzó mi cara e hizo que cayese tumbada de
nuevo sobre el capó del coche.
.-“No la toques, la quiero”
gritó mi marido desde el interior.
Era la primera vez en mucho
tiempo que le escuchaba decir que me quería. Ambos nos miramos fijamente a los
ojos. Sabía que mi marido decía la verdad, o al menos quise creerlo. Quise
detener aquella locura, traté de deshacerme de Antonio, pero este me sujetaba
con fuerza por la nuca aplastándome contra la chapa del coche. Antonio se deshizo
de la bata desnudándome por completo de no ser por las medias blancas. Mis
intimidades quedaron expuestas a su merced. Escuché como escupía y noté su
saliva resbalar por mi espalda y deslizarse hasta mi ano. Yo permanecía
inmovilizada con tan sólo una de sus manos, y parte de su peso encima mío.
Estaba muda sin saber como reaccionar. Introdujo un dedo de su mano libre en mi
ano.
.-“Aaaghh, no, ¿qué haces? por
ahí no, me dolerá? Grité desconsolada.
Antonio me retenía tan sólo
con el peso de su cuerpo y sacando su dedo de mi ano lo llevó hasta mi boca. Me
dieron arcadas de pensarlo y a poco vómito.
.-“Eso es, eso es lo que
querías, ¿no?, sentirte sucia” me susurraba Antonio apoyado con su peso sobre
mi espalda. Era justo lo que le había pedido, aunque ahora dudaba de si me
gustaba o no. Hizo una coleta con mi pelo y agarrándome desde la raíz me hizo
recostarme sobre el coche. Me hacía daño y me tenía dominada con una sola mano.
Con la otra pude notar como guiaba su polla hasta la entrada de mi ano. Yo
tenía las manos apoyadas sobre el capó.
.-“Antonio, no por favor, es
suficiente, basta, basta ya” sollozaba yo por el daño que me hacía en mi pelo.
Pero hacía caso omiso.
.-“aaaaAAAAhh” grité al notar
su polla abrirse paso en mi interior, mientras miraba a mi marido quien sabía
con horror lo que acababa de ocurrir. Me acababan de desvirgar el culo y no era
él el afortunado, a pesar de que tuvo sus oportunidades.
.-“A los culitos como este hay
que ponerles una buena inyección” decía Antonio regocijándose en mi dolor. Se
movía relativamente despacio. Con cada embestida mi cuerpo temblaba para
deleite de mi sodomizador.
.-“¿Acaso no te gusta el
tratamiento del doctor?” me susurraba en mi espalda contemplando mis lágrimas
deslizarse por mis mejillas. Yo soportaba el dolor como podía. Tenía los ojos
cerrados, no quería ver llorar a mi marido.
.-“Se paciente, ya verás como
el dolor se transforma en gozo y lo disfrutas” me lamía el cuello por detrás de
las orejas saboreando mi cuerpo.
.-“No, no, no” me repetía yo
misma en mi mente.
.-“Oh, sííííh, como me encanta
hacértelo por el culito” dijo Antonio.
.-“Pero que culito más rico
tienes” eran las mismas palabras que mi marido le dijo a Marisa.
.-“Se nota que está
apretadito” un manotazo hizo sonar mis carnes.
.-“Ufff, me gusta, me gustaaa”
gritaba Antonio mientras me daba otro manotazo al igual que hiciera mi esposo
con su amante.
.-“Sabes lo que creo....” me
susurraba Antonio en mi espalda mientras trataba de introducirme su lengua por
mi orejita.
.-“En el fondo te gusta que te
trate como a una zorra. Reconoce que te gusta sentirla en el culito. Pero no
quieres reconocerlo porque está tu maridito delante” me decía al tiempo que me
dió alguna nalgada más en el culo.
.-“Recuerda que ese cabrón de
ahí dentro momentos antes se estaba tirando a tu amiga Marisa” Antonio me
aplastaba ahora con su peso sobre el capó del coche. Continuaba saboreando el
sabor de mi sudor con su lengua por mi piel.
.-“Decía que no sabías follar”
continuaba diciéndome una y otra vez .
.-“Él sí disfrutaba metiéndole
el rabo a la buenorra de Marisa” otra nalgada en mi culo que se enrojeció
enseguida por el frío.
.-“Yo lo que creo es que
tienes envidia de Marisa” Me enfureció que nombrase tanto a esa putona, parecía
que pensase más en saber como sería estar con ella que en mí, pese a tenerme
ensartada por el culo.
.-“¿Acaso no merece ese cabrón
su merecido?” me susurró Antonio en el oído relamiendo el salado sabor de mis
mejillas que habían dejado mis lágrimas a su paso.
.-“Siiiih” dije yo recordando
porque había llegado a tal extremo. Traté de relajarme y disfrutar de lo que
siempre había fantaseado. Antonio estaba interpretando su papel tal y como se
lo pedí.
.-“¿Acaso no se merece este
culito todas las atenciones?” preguntó Antonio estrujando las nalgas.
,.”Siiih” repetí yo algo más
relajada. Menos mal que Antonio parecía preferir azotarme el culo que moverse
destrozando mi ano, lo que me dió tiempo a que dilatase antes de que comenzara
a moverse.
.-“Vamos princesa, porque no
me pides que te rompa el culo delante de tu marido como me decías en la cabina
hace unos momentos. Que se entere el cornudo de tu esposo de lo zorra que eres”
me dijo disfrutando de la situación
.-“ Antonio por favor, rómpeme
el culo” le susurré yo como pude.
.-“Más alto zorra” gritó él.
.-“ANTONIO, POR FAVOR ROMPEME
EL CULO” grité ahora yo.
.-“Menuda puta estas hecha”.
Comenzó a moverse
frenéticamente desgarrando mi ano, incluso llegué a pensar que me había hecho
sangre. Yo cerré los ojos y traté de relajarme. Tras tres o cuatro embestidas
que me parecieron eternas pude notar el miembro de Antonio contraerse en
espasmos en mi interior, señal inequívoca de que se había corrido en mi culo,
sus últimas gotas cayeron sobre mi espalda.
.-“Buff, se nota que eras
virgen, estaba estrechito, menudo gusto me has dado” dijo Antonio subiéndose
los pantalones del chandal. Yo permanecí recostada sobre el capó del coche
cuando pude escuchar a Antonio decir:
.-“Ya lo sabía yo que todas
las enfermeras son tan zorras como esta, es tu turno amigo”. Me giré
sorprendida por las palabras, y pude ver como se acercaba Nicolae el cual se
frotaba su entrepierna por encima de los pantalones. Había estado contemplando
la escena.
Me incorporé de frente a él,
no sabía muy bien que podía hacer. Antonio me había dejado a medias y con las
ganas. Hasta que acercándose a mí, me rodeó con sus brazos y me besó en la
boca. Era la primera vez que me besaban con un bigote como el de Nicolae. Fue
una sensación extraña, no esperaba que me beSandra. Nicolae me alzó con sus
manos en mi culo de tal forma que quede colgada en el aire. Lo rodeé con mis
piernas para no caer, lo que debió interpretar como que yo estaba de acuerdo
con la situación. Estuvimos un rato besándonos. Mi cuerpo se estremecía de las
sensaciones. Nicolae besaba muy bien. Me agradó.
Me tumbó sobre el capó del
coche esta vez de frente a él. Como no podía ver a mi marido no tenía
consciencia de que estuviera presente.
Nicolae se quitó la camiseta y
pude ver su torso peludo. Ambos nos mirábamos mutuamente. A mí me gustaba ver
su cuerpo lleno de pelos por todos lados mientras el se desabrochaba los
pantalones. No paraba de admirar mi cuerpo de niña bonita. Se tumbó sobre mí y
comenzó a lamer los pechos y estrujarlos. Me hacía cosquillas con su bigote, y
se pusieron erectos como nunca. Yo continuaba rodeándolo con mis piernas, y
mientras me besaba por el cuello y el escote le susurré con un hilo de voz en
mi garganta:
.-“¿Te gustan?” el continuaba
comiéndome las tetas.
.-“¿Por qué no me follas de
una vez?” pero él continuaba concentrado en chuparme las tetas. Al parecer era
lo que más le gustaba de mi cuerpo.
.-“¿Son estas las cosas que no
puedes hacer con tu mujercita, eh, comerle bien las tetas?” le dije mientras lo
rodeaba con mis piernas y acariciaba sus hombros peludos. Pareció enfurecerse
al nombrar a su mujer. Se incorporó para bajarse definitivamente los
pantalones. Pude ver su miembro por primera vez. ¡Dios mío era enorme!. El se
agitaba su polla con la mano regocijándose sabedor de que yo no podía dejar de
mirarle el pedazo de tranca que me mostraba.
.-“Mi mujer no deja que se la
meta hasta el fondo porque dice que le duele, por eso tengo que pagar a putas,o
tirarme a zorras como tú”. Yo tuve miedo al oír sus palabras de que pudiera
realmente lastimarme.
Puso la punta de su polla a la
entrada de mi coñito, me sujetó por las caderas y mirándome a los ojos la
introdujo poco a poco saboreando cada centímetro que me penetraba.
.-“Uuuoohh, despacio, despacio
por favor, es muy grande, me duele” grité yo.
Despacio, pero sin detenerse
me la fue metiendo hasta el final.
.-“Oh dios...,” notaba su pene
abrirse paso en mi interior dilatando mis paredes, me sentía completamente
llena. Estimulaba todos los puntos posibles.
Nicolae comenzó a moverse de
forma contundente. Mis pechos se bamboleaban al ritmo que imponía. Le gustaba
deleitarse con el vaivén de mis tetas.
.-“Sabes,...” dijo Nicoale. “A
mí con estas medias me pareces más bien una recién casada”. Al parecer lo que
más le atraía a Nicolae era el hecho de saber que estaba siendo infiel.
Se abalanzó sobre mis tetas
dispuesto a chupármelas de nuevo. Pude rodearlo con mis piernas y llevar mis
manos hasta poder acariciar su peludo culo. Estuvo un buen rato lamiéndome los
pechos, el escote, la cara, besándome, y cuando se cansó de saborear cada poro
de mi piel, se incorporó de nuevo para ver el movimiento de mis pechos a sus
embestidas. Me tenía cogida abriendo mis piernas a la altura del liguero de mis
medias. Yo arqueé mi espalda para poder contemplar la escena. Me gustó ver mis
pechos, mi vientre y mi cuerpo cubierto de sus pelos. Me incorporé un poco más
para poder ver ese pedazo de carne que me partía en dos. Quise tocarla. Nicolae
adivinó mis intenciones y me permitió comprobar su longitud. ¡Dios mio!, podía
rodearla con mis dos manos y todavía tenía dentro de mí la mitad de su polla.
Por lo menos le mediría unos 25 centímetros.
.-“ooOOh, siiihh, siiihh”
gritaba próxima al orgasmo.
.-“Mírate, te están follando
delante de tu marido y ni te importa ” me dijo Nicolae.
.-“Siih, sigue, no pares, no
pares,...” le suplicaba llena en mi interior.
.-“Te gusta, te gusta eh ,
follar con desconocidos” dijo Nicolae cogiéndome ahora por los tobillos y
abriéndome de piernas cuanto podía.
.-“Oh, siiih, por favor, te lo
suplico, fóllame, fóllame como si me odiaras” le decía yo rendida al placer que
me daba.
.-“Seguro que nunca te han
metido una polla tan grande” Nicolae seguía admirando el vaivén de mis pechos.
.- “Me gustaah, me gustaaaahh,
sííííí,sííííííhh” grité mientras me corría. Fue uno de los mejores orgasmos de
mi vida. Nicolae contemplaba orgulloso mis convulsiones.
Cuando me recuperé pude ver a
Nicolae embistiendo con fuerza. Se notaba que todavía le quedaba para correrse.
Quise ver de cerca esa monstruosidad.
.-“Ven, deja, correte en mis
tetas” le dije al tiempo que me arrodillaba delante de él dispuesto a hacerle
una mamada.
Me era imposible abarcarla. Me
gustó contemplar arrodillada a los pies de Nicolae su cuerpo lleno de pelos. Le
acaricié sus peludas piernas y el culo mientras me introducía cuanto podía de
su polla en mi boca.
.-“Pero que bien la chupas, no
sabe el cabrón de tu marido lo que se pierde” me dijo mientras miraba mi
alianza relucir entre mis dedos que meneaban su polla.
.-“Oh dios, menuda boquita
tienes nena” su mirada continuaba fija en mi anillo de casada. Permanecía
arrodillada a sus pies.
.-“Esto es lo que más te
excita, eh, saber que estoy casada” le dije mirándolo a los ojos. El se
concentraba en mis caricias. Yo quise provocar a Nicoale.
.-“Sabes,...” le dije: “ el
día de mi boda llevaba unas medias como estas” y nada más decir eso Nicolae se
corrió sobre mis pechos. Parte de su esperma fue a parar a mi cara y mi pelo.
Relamí su miembro hasta dejarlo bien limpio. Cuando terminé se hizo un
silencio. Se subió los pantalones y dándose la media vuelta se retiró a su
cabina sin decir nada. Esperaba algunas palabras de agradecimiento, pero nada.
Cuando traté de recoger mi bata para cubrirme pude contemplar con asombro como
mi marido se masturbaba en el interior del coche.
.-“¿Te ha gustado?” le pregunté
completamente estupefacta por lo que estaba viendo sin salir de mi asombro.
.-“Me ha encantado,...”. Gritó
mi marido desde dentro del coche:” a partir de ahora pienso follarte como te
mereces”.
Pude comprobar como eyaculaba
sentado en el asiento del conductor contemplando mi cuerpo desnudo.
Aquellas palabras resonaron
eternamente en mi cabeza, y nuestra relación nunca volvió a ser igual.
Ahora disfrutamos abiertamente
del sexo y pese a todo, nuestro matrimonio se ha visto fortalecido.
Besos,
Sandra.
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