Como cambian las cosas, nunca
pensé que pudiera estar tanto tiempo en el paro. Hacía ya días que no cobraba
ningún tipo de prestación, y tampoco tenía derecho al subsidio. Según el
funcionario de la agencia del INEM que me ayudó con los trámites, no me correspondía
ningún tipo de ayuda dada la renta de mi esposo. Lo que nunca lograba entender
de sus explicaciones es porque no tenían en cuenta en el dichoso cómputo el
gasto que suponía pagar una hipoteca por una vivienda de la que nunca
obtendríamos el precio que desembolsamos en su momento.
Como tantos otros españoles
estábamos atrapados.
Una carrera en empresariales y
un máster MBA para terminar llevando la economía doméstica de casa. Trataba de
ajustar el gasto en todo lo posible recortando caprichos que tuvimos en un
pasado, siempre procurando que no faltase de nada, e inventar recursos para que
sobretodo nuestro hijo no se diese cuenta de la delicada situación que
atravesábamos.
Por suerte mi marido es
comercial, dispone de un sueldo fijo con el que hacemos las cuentas, y el
variable que pilla de vez en cuando, nos viene muy bien para tapar agujeros y
darnos algún que otro capricho. Él era consciente de la necesidad de vender y
comisionar para traer dinero a casa, y por si tuviera poco, cada vez tenía más
presión por parte de sus jefes para alcanzar los objetivos. Por lo que el pobre
acumulaba un stress que comenzaba a afectarle de alguna manera a su salud. Para
colmo cada vez viajaba más, y más lejos, por lo que eran muy pocos los días que
dormía en casa.
Para los que no me conozcan
decir que me llamo Sandra, tengo treinta y un años, y estoy casada desde hace
un tiempo con quien hasta la fecha había sido el único hombre en mi vida. Como
en todos los matrimonios, y con el paso del tiempo, nuestras relaciones
sexuales se fueron deteriorando. Yo siempre he sido una mujer muy caliente,
aunque ante mi marido siempre me comportase como una mujer decente,
interpretando mi papel de madre responsable. Por suerte encontré el medio para
desahogar mi fuego a través de un blog que escribía en las largas ausencias de
mi esposo.
El caso es que me sentía sola,
muy sola.
Me prometí a mi misma hacer un
esfuerzo por mi matrimonio. De algún modo quería recuperar la pasión perdida
con mi esposo. Me prometí que esta maldita crisis arrastraría mi dinero, pero
en ningún caso mi vida. Mi marido siempre había sido un hombre muy respetuoso
conmigo, siempre me trataba con delicadeza, se acordaba de las fechas señaladas
con algún detalle, y ante todo era el mejor padre que podía haber. A pesar de
llegar cansado del trabajo, siempre sacaba energía para jugar con nuestro hijo.
El cumpleaños de mi esposo ese
año coincidió en sábado, pensé que sería un buen día para recuperar nuestra
abandonada vida sexual y volver a disfrutar como cuando éramos novios. Ahorré
durante un tiempo algo de dinero. Lo arreglé todo para dejar a nuestro hijo con
sus abuelos y poder celebrar su aniversario dándonos un pequeño homenaje.
Mi idea era salir a cenar los
dos solos como cuando novios o recién casados, beber algo, recordar viejos
tiempos, ir a bailar y hacer el amor como hacía tiempo que no hacíamos al
regresar a casa.
Recuerdo que me compré un
conjunto de lencería algo caro, pero que me hacía sentir muy sexy. Se trataba
de un conjuntito de tanga y sujetador en lycra transparente y con blondas, a
juego con un ligero y unas medias con el mismo motivo. Llevaba toda la semana
probándomelo sola frente al espejo y me gustaba mirarme con él puesto sabiendo
lo que pasaría el sábado. Reconozco que en más de una ocasión me entraron ganas
de recostarme en la cama y tocarme, pero quise esperar al fin de semana. Estuve
muy caliente durante toda la semana esperando el momento.
Incluso una tarde sola en el
baño dediqué un tiempo a rasurar y afeitar mi pubis. A mi marido eso lo ponía
como una moto cuando éramos novios y me tocaba en el coche en el portal de casa
de mis padres. Como hacía mucho tiempo que no lo llevaba así, me picó un poco
al principio, lo justo para recordarme que lo llevaba bien arregladito.
Mi esposo se enteró el viernes
a la tarde de mis planes, y nunca pensé que pudiéramos discutir por ello. Me
recriminó no pasar la noche de su cumpleaños con su hijo. Él esperaba que
fuésemos los tres al cine a ver una peli infantil o algo por el estilo, en vez
de cenar los dos solos.
Hice todo lo posible por
tratar de persuadirlo, y de hacerle creer que pasaría una noche que no
olvidaría.
.-“¿Y eso?” preguntó cuando me
vio salir del baño con el conjunto de lencería mientras nos arreglábamos para
salir a cenar.
.-“¿Te gusta?” le pregunté con
sonrisa maliciosa.
.-“Estás muy guapa” me dijo
alegrando su cara al verme.
.-“Es parte de tu regalo
tontorrón” le dije provocándolo. En ese momento tuvo claro todo lo que iba a suceder
y se sonrió.
Una falda negra con motivos
como de margaritas y un top negro con un escote algo más que generoso
completaban mi vestimenta. Como hacía algo de fresco me enfundé mis botas de
piel y me abrigué con una levita de cuero.
Mi marido también se arregló
para la ocasión. No sé porqué, lo veía especialmente atractivo esa noche. Le
tenía ganas.
La cosa surgió tal y como
estaba planeada, fuimos a cenar, nos entonamos con el vino, y después quise
bailar un rato antes de que aconteciera lo inevitable. Como a mi marido no le
gusta bailar aprovechó para tomarse tres o cuatro gin tonics.
Como decía la canción, de
camino a casa nos paramos en cada farola a besarnos como cuando éramos novios.
Los portales de las casas le servían de excusa a mi marido para meterme mano
exactamente igual que cuando nos conocimos. Yo perdí el control cuando en un
portal cercano ya a nuestra casa me atrapó contra la pared besándome
frenéticamente. Anduvo todo el camino sobándome el culo, pero en ese portal
aprovechó la oscuridad para deslizar su mano oculta bajo el cuero de mi levita,
levantando incluso mi minifalda por la parte posterior sobando a merced mis
nalgas desnudas, facilitado por el hecho de llevar tanga.
Se entretuvo en jugar con la
tira posterior del tanga tipo americano e incluso alcanzaba a comprobar con sus
dedos lo empapada que estaba en mi parte más íntima. Siempre ocultando la
maniobra entre su cuerpo, la pared, y los abrigos, exactamente igual que cuando
éramos jóvenes.
Yo estaba super cachonda a
esas alturas, solo tenía ganas de llegar de una vez a casa y que mi marido me
penetrase hasta hacerme alcanzar un orgasmo maravilloso. Necesitaba que me
follase de una vez por todas.
Nada más entrar por la puerta
de casa comenzó a desnudarme, le gustó observarme con el conjunto que me había
comprado. Incluso me cogió en brazos y me llevó al dormitorio. Luego me tumbó
sobre la cama y se arrodilló a los pies de esta. Tiro de mis tobillos y separo
mis piernas al tiempo que hundía su cabeza entre mis muslos.
.-“Esta noche hay conejo para
cenar” dijo provocando las risas de ambos, al tiempo que deslizaba mi tanga
hasta dejarlo caer por mis tobillos.
Me besó delicadamente subiendo
desde mis rodillas por el interior de mis muslos hasta alcanzar mi zona más
húmeda. Pude sentir su lengua recorrer de arriba abajo mis labios vaginales
tratando de abrirse camino, al tiempo que su nariz se rozaba en mi pubis.
Mi marido no era un experto en
esas prácticas pero le agradecía el gesto. El caso es que logró ponerme
cachonda como nunca había estado, necesitaba que se dejase de preámbulos y me
penetrase de una vez.
.-“Ven, necesito sentirte
dentro” le dije incorporándome con la intención de desabrocharle el pantalón.
Quise mirarlo a los ojos
mientras le quitaba el pantalón. Yo estaba sentada en el borde de nuestra cama
mientras él se quitaba la camisa. Le bajé el pantalón desesperada y acto
seguido tiré de sus calzoncillos hacia abajo desnudando su pene ante mi vista.
Para mi sorpresa éste estaba algo
flácido. Me llamó la atención que no estuviese dura, me esperaba una erección
acorde a mi calentura.
.-“¿Qué pasa?” le pregunté
extrañada.
.-“Nada cariño, necesito algo
de tiempo” me dijo mirándome deseoso porque hiciese algo que le devolviera el
esplendor a su miembro.
Yo necesitaba de su polla,
estaba desesperada porque me penetrase de una maldita vez. Nunca me ha gustado
en exceso practicar sexo oral, pero esa noche estaba tan necesitada que no me
importó introducirme su flácido miembro en mi boca y saborear e impregnarme del
aroma de su polla.
Traté de esmerarme en hacerlo
lo mejor que sabía, pero parecía insuficiente a la vista de los resultados.
Traté de recorrer cada pliegue de su piel con mi lengua, incluso la lamí de
abajo arriba y de arriba abajo tratando de que se endureciese, pero nada de
nada. Aquello no tomaba fuerza. Pensé que por alguna causa no le estaba
resultando agradable y decidí cambiar de táctica.
Me incorporé en pie para
empujarlo sobre la cama, y luego comenzar a reptar desde sus píes. Sacaba la
lengua tratando de saborear cada centímetro de la piel de mi hombre que
recorría en mi travesía desde sus rodillas hasta su boca, pasando por sus
testículos y sus tetillas, subiendo por su cuello hasta comerle la boca, siempre
restregándole mis tetas por todo su cuerpo.
Luego me tumbé completamente
sobre él buscando el máximo contacto de nuestros cuerpos, pezón contra pezón,
con una pierna a cada lado de su cuerpo, atrapando su polla entre su vientre y
mis labios vaginales.
Para mi estupor la podía
sentir flácida entre nuestros cuerpos.
Quise que mi esposo supiera lo
cachonda que estaba.
.-“Hay que ver cómo me tienes
esta noche” le susurraba en la oreja al tiempo que le lamía por el cuello.
A mi marido siempre le había
puesto muy cachondo que le dijese guarradas al oído, especialmente cuando se
corría en mi interior.
.-“¿Qué pasa no vas cachondo?”
le pregunté sorprendida porque su miembro apenas pasaba de lo que podía
denominarse morcillona.
.-“No sé qué me pasa” dijo
antes de empujarme airado a un lado, levantarse enfadado consigo mismo y
encerrarse en el baño.
Yo quedé desconsolada y
cachonda en la cama. Estuve acariciándome un poco, tratando de mantener mi
libido esperando a que mi marido regresase del baño en disposición, pero con el
paso del tiempo me fui convenciendo de lo contrario, me fui enfriando y me
quedé dormida.
Al domingo siguiente no
comentamos nada del asunto, además comimos en case de sus padres para celebrar
el cumpleaños, y como el lunes tenía que madrugar porque salía de nuevo de
viaje, se pasó el día sin hablar de su gatillazo preparando las maletas.
Mi esposo regresó el miércoles
a la noche. Llamó del aeropuerto diciendo que ya estaba en la ciudad. Nuestro
hijo hacía rato que dormía en su cuarto, por lo que decidí esperarlo con una
bata de raso negra que podía conjuntar con lo que me compré.
La cosa se animó, se desnudó
nada más entrar por la puerta y verme. Fue hasta algo cómico, pero una vez en
faena, a la hora de la verdad, su cosita no se puso en pie. Prácticamente fue
un calco a lo que sucedió el sábado pasado, aunque con el inconveniente añadido
de que estaba el niño en casa.
Tampoco volvimos a hablar del
asunto, ambos pensamos que una mala racha la tiene cualquiera, seguramente se
debería al stress en el trabajo, y el tiempo lo cura todo.
Dejamos pasar un par de meses
más o menos, hasta que quedamos a cenar con unos amigos. Durante ese tiempo
apagaba mi fuego como podía. Nuevamente pude arreglarlo pada dejar a nuestro
hijo con los abuelos. Salimos a cenar, bailamos, bebimos, nos despedimos de
nuestros amigos, y marchamos a casa dispuestos a hacer el amor como locos.
Ambos nos teníamos muchas ganas por lo sucedido las anteriores veces.
Pero ocurrió más de lo mismo.
Solo que ésta vez nos quedamos a charlar del asunto. Le costó reconocerlo, pero
mi marido tenía un problema de disfunción eréctil. Le planteé la opción de
buscar ayuda de un profesional. Mi marido descartó esa opción con la excusa de
que no teníamos dinero para acudir a un psicólogo, aunque lo que le fastidiaba
en verdad era tener que reconocerlo y contarlo. El caso es que me dijo que lo
dejase en sus manos.
Yo me lo conozco en estos
casos y suele meter la pata con mayor frecuencia con la que arregla este tipo
de problemas. Pero no tenía otra que confiar en él.
Para mi sorpresa de regreso un
viernes de uno de sus viajes me entregó un paquete envuelto en papel regalo y
me dijo:
.-“Espero sea tu talla”, y
nada más abrirlo puede comprobar que se trataba de un vestido negro muy corto,
más propio de una quinceañera que de una mujer hecha y derecha. La faldita más
bien era un cinturón bajo, y la parte superior era un escote en “v” que me
llegaba hasta el ombligo. Antes de que pudiera decir nada mi marido se apresuró
a decir:
.-“Quiero que te lo pongas
mañana, esta vez lo he arreglado yo todo para que podamos salir” dijo
devorándome con la vista.
.-“Gracias” dije mirando el
vestido con muy poca convicción de que pudiera entrar en aquella prenda tan
pequeña.
.-“¿Por qué no te lo pruebas?”
me preguntó.
.-“Esta bien, ¿por qué no?”,
dije dispuesta a hacer lo que me pedía con tal de animarlo. Me quite el pijama
delante suyo y me enfundé el vestido desde abajo.
Me apretaba por todos lados,
la falda apenas me tapaba el culo o llegaba a cubrir la braguita, y los
tirantes apenas cubrían mis pechos. Para colmo eran de esos que se anudan a la
nuca y se unen por debajo del ombligo. Estaba claro que con ese escotazo no podía
ponerme ningún tipo de sujetador.
.-“Estas preciosa” me dijo mi
marido nada más vérmelo puesto.
.-“¿Estás seguro?” le pregunte
sintiéndome incomoda con el vestido. En cierto modo tenía la impresión de ir
vestida como una cualquiera.
.-“Seguro que si te lo pones
mañana” pronunció con cierta sonrisa en su cara “acabo partiéndote en dos” me
dijo mientras me besaba en la boca.
.-“Bueno, si es así me lo
pondré” dije correspondiéndole al beso picarona, aunque no me hiciera ni pizca
de gracia salir así por la calle.
Después de comer al día
siguiente me pase toda la tarde en el baño acicalándome y poniéndome guapa para
esa noche. Me repasé mi pubis. Me embadurné en cremas por todo el cuerpo,
sobretodo en esa zona más intima para tratar de aliviar el picor. Me pinté las
uñas, tanto de las manos como de los pies. Me hice las cejas, las axilas, y a
base de pinzas eliminé cualquier pelo que pudiera haber en mi cuerpo. Me
maquillé, base correctora, pintalabios, rímel, pestañas, ...etc. Se hacía la hora
de salir a cenar y al final salí del baño. Cuando regresé al dormitorio comencé
a vestirme. Dado el vestidito que me había regalado mi marido pensé en ponerme
unos leggins y unas botas, por lo menos no iría por ahí enseñándolo todo, pero
para mi estupor, mi marido nada más verme me preguntó si pensaba salir así, se
refería a los leggins.
.-“Claro que si” le respondí.
.-“Escucha cariño”, me dijo mi
marido abrazándome desde la espalda mientras ambos nos veíamos reflejados en el
espejo del dormitorio, “quiero que esta noche estés espectacular, quiero que me
provoques durante toda la noche, quiero que al final de la noche te desee como
nunca. Anda hazme el favor de ponerte las medias de la otra vez, con unos
zapatos de tacón. Ah! y no olvides el tanga que te compraste”, me dijo mientras
me besaba por la nuca.
.-“Esta bien” dije esperanzada
en que esa noche se acabase nuestro pequeño problemilla.
Hay que ver cómo son los
hombres, nunca llegué a pensar al conocerlo de novios, que fuese mi propio
marido quien me animase a enseñar carne, él que siempre me decía que si
enseñaba mucho, que si el escote, y que si la minifalda. Como había cambiado la
cosa.
El caso es que salimos a
cenar, yo me sentía el centro de atención de todas las miradas. Ya en el
restaurante al sentarme creí que lo enseñaba todo, a pesar de tener cruzadas
las piernas, y por más que trataba de tapar mis muslos era inevitable que al
menor descuido enseñase la lycra del final de mis medias. Para colmo durante la
cena mi marido pidió vino, luego cava y finalizamos con un gin tonic. Al salir
del restaurante ya estaba algo mareada.
Mi marido dijo de ir a bailar,
sabe que a mí me encanta. Pasamos cerca de un garito en el que sonaba salsa y
ritmos latinos. Según vimos en el letrero se llamaba pub Caribe, le dije de
entrar.
Era el típico pub en el que
llama la atención la cantidad de mulatos bebiendo y bailando. Mi marido se
ubicó cerca de la barra y pidió dos nuevos gin tonics. Yo me separe ligeramente
de él para bailar. Mi marido es de esos que no saben estar en un bar sino es
con una copa en la mano, y en cambio a mi me molestan para bailar.
Al poco rato anunciaron la
presencia de un profesor de baile para animar la sala que comenzaba a estar
medio llena. Era el típico negro como el tizón, cachas, al que presentaron con
el nombre de César. Con pinganillo en la oreja bailaba coreando y marcando los
pasos de las diferentes canciones a través de los altavoces de la sala. Todo el
mundo en la pista de baile seguía sus coreografías. Yo me animé a participar,
mientras que mi marido prefirió continuar en la barra. Con el transcurso del
tiempo yo me sentía más desinhibida, pues el alcohol iba haciendo efecto.
Podía comprobar cómo mi marido
me observaba desde la barra. El caso es que me gusto exhibirme ante él. Podía
apreciar cómo me observaba con deseo. Bueno él y media pista de baile que me
miraba, pero en esos momentos solo me importaba provocar a mi marido. Mis
movimientos eran cada vez más descuidados, mostrando intencionadamente todo lo
posible en cada vuelta y meneo de cadera. Estoy convencida que debí enseñar mi
tanga en alguna que otra ocasión. Mi marido me comía con la vista. Tampoco era
el único.
De repente el tal César
anunció por los altavoces que las próximas canciones serían para bailar en
pareja, así que cada uno debía escoger la suya. Yo hice el ademan de ir hacia
la barra a coger a mi marido para animarlo a bailar un rato conmigo, pero ávidamente
el instructor de baile se interpuso en mi camino con una sonrisa de oreja a
oreja y unos dientes blancos que relucían en medio de su rostro oscuro.
.-"Perdona,
¿bailas?" me preguntó el tal César que quiso invitarme a bailar con él. Al
parecer me llevaba observando un rato. No me sorprendió que se hubiese fijado
en mí, y en cierto modo me sentí halagada por ser la escogida. Está mal que lo
diga yo, pero sin duda era la chica más sexy y exuberante de la pista. El
vestido de mi marido tenía gran parte de culpa.
Yo dude por un instante,
estuve a punto de decirle que no, pero en cambio mis labios pronunciaron otras
palabras.
.-"Bueno" pronuncié
tímidamente, y luego me dije a mi misma: "tal vez logre poner celoso a mi
marido y sea él el que tenga que pedirme bailar" pensé.
Supongo que estaba cansada de
tener que ser siempre yo la que le rogase que bailásemos juntos.
Nada más aceptar, el
instructor me cogió de la cadera y empezó a bailar conmigo. Entre vuelta y
vuelta yo miraba a mi marido con mirada maliciosa, el cual me devolvía una
sonrisa cómplice. Quise jugar con aquel negrazo con la intención de provocar a
mi marido. El muchacho a su vez descendía sus manos disimuladamente desde mi
cadera hasta mi culo y viceversa, manteniendo la provocación y el espectáculo.
Hasta que en un momento dado apretó descaradamente mi culo entre sus dedos.
Por un momento dudé de
arrearle un buen bofetón por su atrevimiento, y si no lo hice es porque todo el
mundo nos estaba observando, incluido mi marido. Decidí seguirle el juego
porque para el mayor de mi asombro, pude contemplar al mismo tiempo como mi
esposo se acomodaba su miembro entre los pantalones ante semejante espectáculo.
“¡El muy imbécil estaba
empalmado!” pensé nada más verlo. Podía observar su evidente bulto en el
pantalón. Con mi jueguecito de los celos había logrado que tuviese una
erección. Ni yo misma me lo podía creer.
Estaba incrédula ante lo que
acababa de comprobar. Por su parte el negrazo con el que estaba bailando me
agarró de nuevo por las caderas y continuamos moviéndonos al ritmo de la
música.
Desde ese momento no aparté la
vista de mi esposo, el cual se tocaba todo el tiempo el bulto de su pantalón,
como no dando crédito a lo que él mismo comprobaba. Insólito ver a mi marido
tocarse su entrepierna para acomodarse el pene. Él siempre había sido muy
correcto guardando en todo momento la compostura.
Sonó algo de reggaeton, y el
tal César con el que continuaba bailando me puso de espaldas a él y me abrazó
por la cintura pegando su cuerpo al mío. Perreando. Sus intenciones estaban
claras, en otras circunstancias no me hubiese dejado de esa manera, pero en
esos instantes sólo pensaba en encelar a mi marido. Pude sentir el miembro del
mulato clavado entre mis nalgas. Me sorprendí a mi misma al moverme en
circulitos al ritmo de la música, favoreciendo el contacto de toda su
herramienta clavada en mi culo. Ya no aguantaba más, necesitaba
desesperadamente una polla dentro de mi follándome como a una loca, y no
rozándose con mi culo a través de telas de ropa en absurdos jueguecitos.
Necesitaba a mi marido.
Ya tenía suficiente adrenalina
para toda la vida, estaba super cachonda y mi marido también, aquello había que
aprovecharlo. Dejé al muchacho en medio de la pista y fui directa a mi marido.
Le arreé un beso en la boca y le dije:
.-“Vámonos a casa” le supliqué
desesperada. La gente casi aplaude a nuestro alrededor al ver la escena.
Salimos corriendo del bar con
la intención de llegar cuanto antes a la cama.
De camino en el coche mi
marido me acariciaba las piernas, yo le dejaba hacer.
.-“Sabes he tenido una
erección mientras te veía bailar con ese negrazo” me dijo mientras manejaba el
auto.
.-“Lo sé” contesté abriéndome
de piernas para que pudiera acariciarme a su antojo.
.-“¿Lo sabes?” exclamó
sorprendido mi esposo.
.-"Te vi a lo lejos"
le respondí al tiempo que atrapaba su mano entre la mía y la guiaba hasta mis
bragas. Enseguida supo lo que quería.
.-"¿Y por eso continuaste
bailando?" me preguntó al tiempo que me acariciaba en mi zona más íntima.
.-"Uhmmm, uhmmm"
asentí entre gemidos al tiempo que me dejaba acariciar.
.-"Dime una cosa... ¿te
tocó el culo.?" me preguntó mi marido ahora algo celoso.
.-“Si, así fue" le
respondí retirando a un lado la tela de mi tanguita para que pudiera comprobar
con su mano lo mojadita que estaba.
.-“¿Y te gustó?" me
preguntó al tiempo que me manoseaba y comprobaba mi humedad.
.-“¿Qué tiene que ver eso
ahora?” le pregunte algo molesta por sus preguntitas.
.-“Pues hombre, estas cachonda
como una perra en celo porque te has dejado sobar por un desconocido a la vista
de todo el mundo, y me preguntas que qué tiene que ver eso, pues mucho”, dijo
evidentemente enfadado.
.-“Creí que poniéndote celoso
reaccionarias y así ha sido ¿no?. ¿Acaso no acabas de reconocer tu mismo que
habías tenido una erección mientras me veías?” le dije recomponiéndome la ropa
porque llegábamos a casa.
No podía creérmelo pero
estábamos discutiendo.
.-“Se te veía muy a gusto
refrotándole el culo al mulato” dijo elevando el tono de voz al entrar por la
puerta de casa.
Nos dirigimos a cambiarnos a
nuestro dormitorio.
.-“Siempre tienes que joderla
no, siempre tienes que fastidiarla” le espeté yo enfadada mientras me
desvestía.
.-“Pues para que lo sepas el
chaval se gastaba una herramienta que parecía un caballo. Menuda polla debía
tener, lástima que solo he podido notarla en el culo, porque si se deja me lo
follo allí mismo” dije totalmente fuera de mi y sin pensar en lo que decía
mientras me quitaba los pendientes.
.-“Es eso ¿verdad?, ¿te
gustaría follar con otros porque yo no soy capaz de satisfacerte?, ¿verdad?”
pronunció ahora a punto de gimotear como un niño pequeño. Mi marido había pasado
de mil a nada en cero. Seguramente había bebido más de la cuenta.
.-“No es eso, mi amor” dije
consolándolo al verlo afligido y tratando de entender su estado de ánimo.
.-“Hace tiempo que me cuesta
tener una erección. A veces siento que no soy un hombre de verdad” dijo
totalmente desconsolado sentándose en la cama.
.-“No digas tonterías, al
contrario es a ti a quien deseo, y solo a ti” dije acariciando su miembro por
encima del pantalón.
.-“Anda déjame que te
anime" dije al tiempo que me arrodillaba a sus pies al final de la cama y
tiraba de sus pantalones descubriendo ante mí un pene flácido.
La situación digamos que era
delicada.
Me lo introduje en la boca con
la esperanza de que mis caricias le hiciesen coger fuerza, pero por más que lo
intentaba nada de nada, probé a restregarle mis pechos primero por sus piernas
y luego guiando la punta de su pene hasta rozarse con mis pezones. Pero nada de
nada. Probé a sentarme a horcajadas encima suyo con una pierna a cada lado
restregándole mi coñito por su pene, pero nada de nada.
.-“Anda chúpame las tetas
tontín” le dije. Pero nada de nada, el caso es que la que se puso caliente y a
mil fui yo. Intenté introducirla flácida como estaba, pero no había forma. Mi
marido desconsolado corrió a encerrase en el baño al igual que la vez anterior.
Hubiese salido detrás suya a consolarlo, pero tenía urgencia, necesitaba
desahogarme como fuera.
“Gilipollas” pensé mientras mi
marido se encerraba en el baño, y yo me consolaba sola en la cama, “si no hubieses
bebido tanto” recriminaba mentalmente la torpeza de mi esposo.
Comencé a acariciarme sobre la
cama desnuda tal y como lo habíamos dejado. Incluso mis propios dedos se
resbalaban de lo mojada que estaba cada vez que intentaba acariciarme el
clítoris. Luego estrujé uno de mis pechos con mi mano libre. Una imagen se repetía
en mi mente en esos momentos de íntimo placer: las manos del negro de la disco
acariciando mi trasero, me imaginaba sus manos negras acariciando la parte más
blanquita de mi culo, allí donde nunca me da el sol. Imaginar el contraste de
nuestras pieles era algo que me excitó muchísimo en esos momentos.
Uhhmmm que cachonda estaba, me
introduje un dedo yo misma, luego otro y luego tres. Me imaginaba como podía
ser su polla, me la imaginaba restregándose sobre mi culo, solo que esta vez
era sin ropa. No me costó mucho alcanzar mi ansiado orgasmo, mi cuerpo se
convulsionó, gemí, grité y los espasmos evidenciaron mi clímax.
Cuando al fin abrí los ojos,
mi marido estaba observándome desde el marco de la puerta del baño.
.-“¿Estabas pensando en él verdad?”
me preguntó desde su posición.
Yo no quise responderle,
simplemente me cubrí el cuerpo con las sábanas.
No hubo más palabras en el
resto de la noche, simplemente me miró y sin decir nada vino a meterse en su
lado de la cama, siempre en silencio.
Yo sentí vergüenza, no sé
porqué pero estaba avergonzada. El caso es que su silencio me hizo sentir mal,
me puse el pijama y me quedé dormida de espaldas a mi marido.
Al día siguiente ninguno de
los dos dijo nada respecto de lo ocurrido.
Así transcurrieron algunos
meses, ninguno de los dos decía nada al respecto, el tema se había convertido
tabú en casa, aquel día había sido sin duda uno de los peores en nuestra
relación.
Los días pasaban sin
atrevernos siquiera a mirarnos a la cara el uno al otro. Sin duda, hubo un
antes y un después desde aquel día. Convivíamos, ambos representábamos nuestro
respectivo papel a la vista de familiares, amigos, y sobre todo nuestro hijo.
Convivíamos, sin pasión, sin deseo, y lo peor sin ganas de intentarlo.
Transcurrió un tiempo hasta
que un día al regreso de un viaje de mi esposo, con el niño ya acostado en la
cama, mi marido entró por la puerta de casa con un regalito en la mano.
.- ¿”Qué es? Muchas gracias”,
me lo comí a besos. Si no fuera por ese tipo de detalles.
.-“Vamos al dormitorio y lo
abres, no quiero que despiertes al chico” dijo tan nervioso como yo por ver mi
reacción.
Abrí el regalo impaciente,
pero me quedé de piedra cuando pude comprobar que se trataba de un enorme
consolador con forma de polla y de color negro. No supe si partirle la cara ¿o
qué?. Aquello no me lo esperaba. ¿ Acaso era una broma?. Lo miré desconcertada.
.-“Sabes....” dijo “no he
podido dejar de pensar en lo que sucedió el otro día, cuando te vi sola encima la
cama, estabas preciosa. He de reconocer que estabas muy hermosa acariciándote,
y bueno, he pensado que tal vez quieras repetirlo para mi" dijo bajando la
cabeza avergonzado por su petición.
Yo no sabía que decir. Por un
lado tenía ganas de gritarle a la cara que era un autentico gilipollas. Pero
por otra parte sabía que era su peculiar forma de decir lo siento e intentar
recobrar nuestra vida sexual de pareja. Supongo que su forma tan singular de
hacer las cosas y de pensar, era lo que me enamoró en otros tiempos. Era su
particular forma de arreglar las cosas y haciendo de tripas corazón, debía
respetarlo, aunque tan solo fuera por nuestro hijo.
.-“Pues claro cariño, haré lo
que tú quieras" dije tratando de no herir sus sentimientos "pero yo
no... no sé cómo utilizar estas cosas" le dije temerosa de que me pidiese
lo que a todas todas me parecía inevitable, “además…, es demasiado grande no
crees" trataba de excusarme.
.-“Me lo recomendó el de la
tienda” me dijo risueño como un niño al verme aparentemente receptiva.
Me quedé sorprendida de sus
palabras, no me podía imaginar a mi esposo hablando de nuestras intimidades con
el dependiente de una tienda erótica. Me pareció hasta gracioso imaginarlo en
ese tipo de tiendas, nunca me lo hubiese esperado de él. Sabía que le tuvo que
costar un esfuerzo y al menos me hizo sonreír.
.-“No te preocupes” me dijo
observando mis reticencias “encontraré la forma de que podamos utilizarlo” dijo
tratando de no presionarme.
Yo abrí el paquete, lo
desenvolví y pude tocar por primera vez en mi vida un artilugio como ese. Lo
contemplé embobada sopesando sus dimensiones. Del diámetro señalar que apenas
podía rodearlo entre mis dedos pulgar e índice, y en cuanto a largura
sobresalía su cabezota a pesar de tenerlo cogido con las dos manos.
.-“Se te ve muy hermosa con él
entre las manos” dijo mi marido fijándose en mis uñas pintadas que resaltaban
entre el negro del mástil.
Yo lo miré a los ojos y me
introduje eso en la boca simulando una felación.
Mi marido en tono de guasa
dijo:
.-“¿Vas a cenar eso?, por qué
yo aún no he cenado" y nada más decir esto ambos nos reímos y salimos
hacia la cocina.
Guardé el instrumento en su
caja y lo escondí en la mesita de noche junto a mi ropa interior, para que
nuestro hijo no lo encontrase. Allí quedó olvidado por unos días, hasta que
estando mi marido de nuevo de viaje me llamó una noche. Sabía por la hora que
nuestro hijo ya dormía en su cuarto.
.-“¿Estás en nuestro
dormitorio?” me preguntó mi marido al otro lado del móvil.
.-“Si” le dije yo a pesar de
estar tumbada en el sillón del salón. Bajé el volumen de la tele para que no la
oyera.
.-“¿Estas tumbada en la cama?”
me preguntó por teléfono.
.-“No, estoy en pie, estaba
plegando ropa”, le dije inventándome lo primero que se me ocurrió.
.-“Quiero que te desnudes y te
tumbes encima de la cama” dijo con voz autoritaria.
Supuse que se trataría de
alguna de sus tonterías, pero estaba claro que aunque no me apeteciese nada en
ese momento, debía disimular y poner algo de mi parte. Así que traté de
seguirle el juego, y de momento me dirigí a nuestra cama, aunque en absoluto
tenía pensado desnudarme.
.-“Espera dame un momento” le
respondí, y tardé un tiempo en contestarle haciéndole creer que me desvestía.
.-“Ya está” le respondí.
.-“¿Estas desnuda?” me
preguntó con voz jadeante. Lo notaba excitado al otro lado del teléfono. Me
hacía gracia que pensase que lo obedecía tan fácilmente. Mira que es tontorrón.
¿Qué se estaría pensando?.
.-“Si” le dije mintiéndole.
.-“¿Completamente desnuda?”,
mi marido dudaba que le hubiese obedecido, seguramente no se lo creía
conociéndome.
.-“Si” le respondí de nuevo
mintiéndole.
.-“Quiero que te toques y me
digas en lo que piensas” me dijo mi esposo del otro lado del móvil a cientos de
kilómetros de distancia.
.-“Cari no sé ¿y tú?” le
devolví la pregunta.
.-“Yo también estoy desnudo
sobre la cama del hotel, te imaginas...?” lo cierto es que me vino a la mente
lo ridículo que debía estar, me lo imaginaba incluso con los calcetines negros
puestos en sus pies.
.-“¿Qué quieres que te
cuente?” le pregunté sin saber lo que se pretendía.
.-“Quiero saber en qué
pensabas el otro día, cuando te tocaste encima de la cama” me preguntó entre
sugerentes susurros.
.-“Pues no sé, pensaría en ti
cariño” le respondí. Mi respuesta no sonó muy convincente.
.-“¿Seguro?” preguntó el
sabedor de que le mentía.
.-“Claro cari, ¿en quién si
no?” le respondí tratando de ser esta vez más convincente.
.-“Sabes…” me confesó.
“Estabas preciosa.” Me dijo entre susurros.
.-“Pero que cosas dices”
pronuncié con voz de tontorrona fingida.
.-“ Dime…¿Aún guardas el
consolador en tu mesilla?” me preguntó por el móvil.
.-“Sí, supongo que si” le
respondí sin estar segura del todo de dónde lo había guardado.
.-“Cógelo” me dijo, y se hizo
una breve pausa en la conversación. Yo me temía sus intenciones, dudé si
hacerle caso o no, y lógicamente opté por no hacerle caso.
.-“Ya está. ¿Qué quieres que
haga?” le pregunté tratando de engañarlo.
.-“Anda, mándame por whatssup
una foto con el consolador entre tus piernas. Tienes que estar preciosa” me
dijo como si nada.
.-“¿Estás loco?” pronuncié sin
dar crédito a lo que me pedía.
.-“No te lo creerás…” se
confesó como un niño pequeño, “logro tener erecciones al imaginarte jugando con
mi regalo.” Hizo una breve pausa para continuar: “y como sé que te da vergüenza
emplearlo conmigo, he pensado que tal vez podrías enviarme una foto” concluyó
en su petición.
No encontraba las palabras
oportunas para decirle que eso no era más que una majadería más de la suyas, y
que además a mí me daba mucha vergüenza hacer lo que me pedía.
.-“Cari y si te pillan la
foto” traté de ponerle excusas saliéndome por la tangente.
.-“Tranquila eso no va a
pasar” dijo esquivando mis escusas.
.-“Si, luego la borras”. Traté
de imponer alguna condición que sonaba a inconveniente.
.-“Vamos, mi conejita, desde
cuando has dejado de atreverte a hacer este tipo de cosas” dijo algo más
impaciente. El muy tramposo sabe que si hay algo que no soporto es que me rete.
.-“Prométeme que la borrarás”
le insistí de nuevo cediendo terreno.
.-“Te lo prometo” dijo dándome
la razón para que obedeciese de una vez a sus instrucciones.
Me sentí atrapada por mis
propias palabras, no supe o no quise rebatirlo. Así que no me quedó otra que
desnudarme y coger el jodido consolador tratando de hacer la maldita foto.
Como estaba tumbada sobre la
cama me puse el consolador entre los pechos, se sujetaba entre mis tetas
dejando mis dos manos libres. Luego cogí mi móvil y me hice la estúpida foto
procurando que no se me viese el rostro.
Se la envié por whatssup.
Durante todo este tiempo ambos
estuvimos en silencio sin hablar por el móvil.
.-“Cari…¿estás ahí?” pregunté
transcurrido el tiempo conveniente como para saber que le había llegado la
foto.
.-“Estas preciosa con él entre
las tetas” dijo evidenciando que le había llegado correctamente mi mensaje.
“Dime ¿qué te parece?” me preguntó esta vez.
.-“No sé. Se me hace extraño”
le respondí.
.-“¿Por qué?” insistió él.
.-“Es raro” le respondí.
.-“¿Te parece grande?” me
preguntó
.-“Si” afirmé sin ninguna
duda.
.-“¿Más grande que la mía?”
preguntó curioso ante mi respuesta.
.-“Si” me reafirmé ante su
insistencia tratando de enfadarlo. “¿Pero que se habrá creído el muy imbécil
que se gasta?” me pregunté de mi marido.
.-“¿Te estás tocando como la
otra vez?” me preguntó.
.-“¿Y tú?” le devolví la
pregunta.
.-“Si,” dijo “te me imagino
con esa polla de plástico entre tus piernas y me estoy excitando muchísimo”
pronunció con la voz entrecortada.
.-“Yo también” le mentí “esto
es enorme” le dije acerca del tamaño del consolador.
.-“Sabes me imagino que estás
estimulando tu clítoris con su punta y eso me excita” dijo como dándome
instrucciones.
.-“Lo estoy haciendo” le seguí
el juego y sin querer comencé a acariciar mi cuerpo con él. Lo notaba algo frío
al contacto con mi piel.
.-“¿Qué notas?” lo notaba
excitado en su voz.
.-“No sé, esta duro” le
respondí mientras jugaba rozando con la punta del consolador mis labios
vaginales.
.-“Quiero que te lo metas y me
digas lo que sientes” me dijo como quien no quiere la cosa.
Yo estaba alucinada con lo que
pretendía mi marido que hiciese. ¿Acaso esperaba que me introdujese todo eso
por mi vagina?. Estaba loco de remate.
.-“No sé, es muy grande, tengo
miedo de que pueda dañarme” me excusé para no hacer ninguna tontería, al tiempo
que inconscientemente continuaba jugando con el consolador entre mis muslos.
.-“Sabes… estoy teniendo una
erección” me dijo desde donde quiera que estuviese.
.-“Vaya cari me alegro” le
hice saber.
.-“Anda cuéntame que sientes
con ella dentro” me pidió abiertamente de nuevo que me lo metiese.
.-“Es que es muy grande” le
repetí esta vez sopesando realmente su tamaño.
De hecho lo acomodé sobre mi
vientre y pude constatar que me llegaba casi hasta las tetas. Por primera vez
me imaginé todo eso dentro de mi, y recuerdo que pensé que sería imposible que
se adentrase hasta el fondo.
.-“¿No tienes curiosidad por
saber qué se siente?” me preguntó tratando de picarme la curiosidad. Y en eso
tenía razón.
.-“Bueno, si, tal vez, un
poco” le respondí esta vez sincerándome.
.-“Anda hazlo, ya verás cómo
no te arrepientes. Te gustará” me dijo animándome desde su hotel.
.-“Esta bien dame tiempo, no
es tan fácil como crees” le dije.
Un largo silencio reinó entre
nosotros.
.-“¿Qué haces?” escuché que
preguntaba mi marido impaciente del otro lado.
.-“¿Tú qué crees?. He tenido
que ir al baño a por gel íntimo, esto es muy grande” le respondí.
.-“¿Ya está?” me preguntó
ansioso transcurrido un tiempo y no tener noticias por mi parte.
.-“No, no está aún, dame un
tiempo” le dije a la vez que sujetaba el móvil entre mi hombro y mi barbilla y
acercaba a dos manos el consolador lubricado hasta mis propios labios
vaginales.
.-“Empuja” me animaba mi
marido.
.-“Espera, esto esta sequito”
dije tratando de hacerle entender a mi marido que necesitaba de mi gel.
.-“Chúpalo con esa boquita de
vicio que tienes” dijo notablemente excitado por la voz.
.-“Aahhhy, ya está” le dije
con algún quejido por mi parte, “tengo la puntita dentro” le sorprendí con mis
avances mientras resoplaba nerviosa de sentirme invadida por tan extraño
objeto.
.-“Así me gusta cariño, ahora
un poco más” me dijo.
.-“Ufff me cuesta, deja que me
dilate” le hacía saber una vez logré introducirme algo más que la puntita.
.-“¿Ya está?” preguntó
impaciente.
.-“No, aún no, me cuesta” le
decía entre resoplidos por mi esfuerzo.
.-“¿Del todo?” preguntaba
inquieto mi esposo.
.-“No esperaaah, ay!! me duele
un poco, la saco” me ví en la necesidad de sacármela y esperar un poco.
-“¿Te la has sacado?” me
preguntaba impaciente mi marido.
.-“Si me dolía un poco” le
contesté.
.-“Inténtalo de nuevo” me
indicó.
.-“Esta bien” dije al tiempo
que volvía a intentarlo entre resoplidos. Ahora era yo la que quería
intentarlo.
.-“Siii, mejor, mucho mejor.
Cari esto es una pasada me siento llena, joder no puedo creérmelo ha entrado
entera, me duele pero me gusta, joder que pasada, noto como me entra toda,
joder cari me ha puesto muy cachonda” le decía entre gemidito y gemidito de
placer.
.-“Muévelo” me decía mi
marido.
.-“No sé si puedo moverla,
joder cari esto es una pasada, noto como me dilata un montón, creo que me voy a
correr solo de tenerla entro” le dije esta vez.
.-“Tócate” me ordenó “te
ayudará”.
.-“Ya lo estaba haciendo” le
dije haciéndole saber que estaba concentrada en mi tarea.
.-“¿En qué piensas?” me
preguntó.
.-“En que no me rompa nada por
dentro, es una pasada?” le hice saber.
.-“¿Tanto la notas?” me
preguntaba excitado.
.-“Ni te lo imaginas” le dije.
.-“Muévela” me indicó de
nuevo.
.-“Eso intento, ay joder que
gusto, cari creo que me voy a correr” estaba a punto de alcanzar mi ansiado
orgasmo.
.-“Sabes yo también” me dijo
al otro lado del teléfono.
.-“No sabes cuánto me alegro”
le dije, aunque la verdad es que me importaba un comino lo que le pasase a él,
estaba concentrada a lo mío.
.-“Sería estupendo que fuese
de verdad, ¿no crees?” pronunció mi esposo.
.-“Siii” respondí sin escuchar
muy bien lo que me decía próxima ya a mi orgasmo.
Justo en ese instante
experimenté las primeras sacudidas de placer recorriendo mi cuerpo.
.-“¿Era así de grande la del
mulato del otro día?” me preguntó mi marido al otro lado del teléfono
notablemente excitado.
.-“No sé, no me acuerdo” le
dije algo molesta porque estaba retrasando mi orgasmo con sus preguntitas.
.-“¿No te acuerdas o no me lo
quieres decir?” me preguntó mi marido.
.-“No sé, ay cari, ¡¡qué
gusto!!” sus palabras interrumpían mi concentración.
.-“Te la clavó en el culo
¿no?, ¿no te acuerdas si era así de grande?” insistía.
.-“Si, supongo que si”
respondí dándole la razón como a los tontos.
.-“Pues imagínatela dentro
como está ahora” observó.
.-“Que cosas tienes” yo sí que
no sabía lo que decía del placer que experimentaba.
.-“Quiero que te imagines que
es él quien te penetra” soltó el muy burro.
.-“No cari, no puedo” respondí
al tiempo que mi cuerpo comenzaba a temblar entre las primeras convulsiones de
placer.
.-“Vamos dime ¿cómo se
llamaba?” él erre que erre a lo suyo.
.-“César” creí recordar a
punto de alcanzar mi esperado orgasmo.
.-“Grita su nombre” ordenó
impaciente mi marido al otro lado del teléfono.
.-“CESAR” grité con las
sacudidas previas al cataclismo de mi cuerpo.
.-“Pídele que te folle”
escuché atónita que me pedía mi esposo al otro lado del móvil. Sus palabras
retrasaron por un instante mi orgasmo, y en cambio notaba muy excitado a mi
marido.
.-“César fóllame” hice caso a
mi marido como una autómata, mientras me concentraba en mi propio placer.
.-“Dile que te folle duro”
dijo mi marido también fuera de sí.
.-“César fóllame, dame
duroooo, ooh sí César no pares, eso es métemela, joder que gusto, me corroo, me
corroooh” pronuncié excitadísima mientras movía frenéticamente el consolador
dentro de mí. Los espasmos de mi cuerpo eran tan intensos que incluso llegaba a
incorporarme de la cama en pequeños sobresaltos.
.-“Sssih, joder, siiiih, por
fíiin” gemí al culminar en un orgasmo corto pero intenso.
Terminé boca abajo sobre la
cama moviendo el culo buscando desesperada los últimos resquicios de placer que
podía extraer de semejante aparato.
.-“¿Ya?” preguntó mi marido al
notar que recuperaba mi respiración.
.-“Si” le dije tratando de
tomar aliento.
.-“Sabes…” me dijo “yo
también” me confesó.
.-“¿También?” pregunté
asombrada.
.-“Ha sido una pasada, no
sabes la cantidad de leche que he derramado” me informó entusiasmado.
.-“Me alegro mucho cari”
aunque en el fondo estaba confundida por todo cuanto acababa de suceder. No
sabía si debía alegrarme o enfadarme.
.-“Tenemos que repetirlo” me
decía risueño como un niño del otro lado de la línea.
Yo le contestaba estupefacta
de escucharlo tan contento, pero sobretodo me preguntaba cómo es que había
logrado correrse pensando que yo pensaba, que pensaba en lo que pensaba. No sé
si me explico, pero seguro que vosotras me entendéis, ¿no chicas?.
El caso es que seguimos
hablando un rato más, la conversación terminó desviándose a otros temas, que si
lo que había hecho hoy nuestro hijo, que si había vendido mucho, que si hacía
falta más dinero… Al fin y al cabo de lo que terminábamos hablando siempre,
regresando en apenas unos minutos a nuestra monótona rutina. Hasta que pensando
en la factura del móvil uno de los dos dijo de colgar.
Ese día marcó un antes y un
después en mis ratos de soledad. Después de aquella sesión, comencé a masturbarme
con el dichoso consolador. A decir verdad le cogí el gusto. Irremediablemente
fantaseaba con hombres de color, fuertes, con cuerpos musculados y sobretodo
bien dotados. Lograba unos orgasmos increíbles.
Incluso llegué a obsesionarme
con el tema, visitaba páginas de internet en la que aparecían hombres de color
mostrando sus monstruosas herramientas. Leía historias y comentarios de otras
mujeres que aseguraban lo maravilloso que era el sexo con hombres de color. Y
no dejaba de pensar en ello día y noche.
Todo quedaba siempre en
simples fantasías, al fin y al cabo, nunca en mi vida había entablado una
conversación con un hombre de color, en el mundo en el que me muevo no existía
tal posibilidad.
En cuanto a mi marido decidí
buscarle yo misma la solución, visto que él no hacía más que el tonto tratando
de encontrar estúpidos remedios. Logré convencerlo para que vigilase su
alimentación. Sabía que era difícil al estar casi siempre fuera de casa, y los
menús de restaurantes no son la mejor dieta que se puede tener, pero que debía
de hacer un esfuerzo. Al igual que vigilar sus horas de sueño y de descanso. La
disfunción eréctil suele ser un problema transitorio que puede llegar a ser
permanente si no se trata adecuadamente, y yo no estaba para nada dispuesta a
perder a mi marido en ese sentido.
Lo mismo con la práctica de
ejercicio. Usé sus propias armas. Un día por teléfono le comenté que me ponían
los tíos que salen a hacer running, que los veía muy sexys en mallas, y claro
sabiendo lo competitivo que es mi esposo acerté de lleno. Incluso algún día me
comentó que al regresar de hacer running había tenido alguna que otra erección
en la ducha hotel.
Yo sabía que estábamos ganando
la batalla física a su problemilla, me quedaba ganar la batalla psicológica y
emocional. Incluso lo convencí para que no se tocase y esperase a poder estar
juntos para que terminase dentro de mí.
Lo dispuse todo para una noche
en que me dijo que teníamos que salir a cenar con otra pareja que resultó ser
un compromiso suyo de trabajo. Sabía que esa noche no bebería mucho, y que sus
padres cuidarían de nuestro hijo. Logré hacerme con una pastillita de viagra y
se la disolví en su copa poco antes de llegar a casa. El plan era perfecto. De
regreso en el coche ya estaba como una moto, yo provoqué las circunstancias
para que me hiciese el amor, y el caso es que logró correrse dentro de mí.
Aquello fue mano de santo, y
recuperamos la normalidad en nuestras relaciones, salvo que ahora era yo la que
cada vez que me hacía el amor cerraba los ojos imaginando que era un amante
negro quien me penetraba. Pero eso podía llevarlo en silencio. Todo volvió a
ser normal y monótono en nuestras vidas.
Hasta que un día tuve que ir
al paro a rellenar unos impresos.
Como había mucha gente en esos
días tuve que esperar a que me llamaran. Durante mi espera hubo un momento en
que un hombre de color se sentó a mi lado. Lo ví nervioso tratando de
cumplimentar la documentación. Yo no podía evitar fijarme en él. Era negro como
el carbón, nada de mulato, negro negro. Su cara me resultaba familiar y no
sabría decir por qué. Tal vez porque se asemejaba bastante a todos esos hombres
de color con los que había fantaseado durante todo este tiempo.
He de reconocer que fui algo
descarada en mirarlo, pero quería fijarme en los detalles de sus rasgos para
mis ratos más íntimos. Se dio cuenta que lo miraba, y me dijo:
.-“Perdone señorita, ¿podría
ayudarme un momento?” me preguntó educadamente con un particular acento que no
sabría precisar de dónde era.
No me importó entablar
conversación con él. Era la primera vez en mi vida que tenía la oportunidad de
hablar con un hombre de color así, siempre conviviendo con las mismas amistades
pijas y elitistas de mi entorno. Por supuesto le dije que sí, pues lo veía
apurado con los papeles, además…a saber que placeres me proporcionaría
posteriormente mi imaginación.
.-“¿Qué es el libro de
familia?” me preguntó leyendo los documentos que tenía delante. Me fijé en sus
manos. Uhhhm grandes y fuertes como siempre había imaginado.
Yo traté de explicárselo, que
se trataba de un libro que te dan en el registro civil, y todo eso.
.-“Yo no tengo familia aquí,
¿cómo puedo inscribirlos?” me preguntó.
.-“Me temo que no puedes” le
dije apenada al conocer las circunstancias de su vida. Pude fijarme ahora que
sus labios eran grandes alrededor de una boca en la que destacaban unos dientes
muy blancos al contraste con su piel.
.-“Pero yo necesito dinero
precisamente para enviar a ellos. Yo no necesito nada” me dijo bastante
apenado. Yo traté de explicarle los pormenores de la burocracia y la
administración mientras lo observaba detenidamente. Quería memorizar cada
detalle de su rostro para recordarlo al llegar a casa.
Así entablamos conversación.
Supe que se llamaba Daren, que quiere decir algo así como el “nacido por la
noche”. Que estaba casado y tenía dos hijos. Era de no sé que parte de Nigeria.
Que vino a España en patera, hace unos cuatro años, que trataron de
aprovecharse de él tanto allí como en España, pero que tuvo suerte, y al año
más o menos logró encontrar un trabajo y lo legalizaron. Durante unos tres años
había sido fontanero, incluso me dio una tarjeta suya que llevaba en su cartera
por si le hacía falta alguna vez, y que hace apenas unos diez días lo habían
despedido. Por eso estaba allí. Pensaba sobrevivir de chapuza en chapuza y
tirar para adelante como fuese.
Me hubiese gustado charlar más
rato con él, conocer más detalles, pues parecía un tipo correcto, atento y
sobretodo buena persona. Pero me llamaron de las mesas de atención, era mi
turno.
El caso es que el destino
quiso que a los pocos días el grifo de la cocina comenzase a perder agua. Se
convirtió en un autentico contratiempo. No lo podía usar para fregar los platos
con todo lo que eso conlleva, ni para cocinar ni para limpiar. Además no lo
cubría el seguro de hogar, ni tenía dinero para llamar a un profesional.
Recordé el teléfono de Daren y la tarjeta que me dio en el paro, y decidí
llamarlo para que me arreglase el grifo. Bueno, esa fue la excusa para
conocerlo un poquito mejor. Me quedé con ganas de saber algo más de su
biografía, desde luego me parecía mucho más interesante que la de esos
personajes que se dicen importantes, publican libros para lucrarse sin otro
mensaje que el de divulgar su ego, y que tanto le gustan leer a mi marido.
Me llamó la atención que en la
tarjeta indicase el nombre de César Asemota. Pensé que sería el nombre del
autónomo español que lo contrataba y que podría ponerme en contacto con Daren.
Todos estos contratiempos aumentaron mi curiosidad por llamar y preguntar.
Lo llamé y efectivamente se
puso él al teléfono. Indiscutiblemente era su particular acento y su tono de
voz. Le dije lo que me sucedía y le faltó tiempo para decirme que se pasaría al
día siguiente a la mañana. Le pregunté preocupada cuanto podría costarme la
reparación, y me dijo que nada, que me lo hacía gratis por haberle ayudado con
los papeles del inem, y que de hecho estaba deseando corresponderme en señal de
agradecimiento. Quedamos a una hora en la que yo regresaría a casa tras dejar a
mi hijo en el colegio.
Fue puntual, llegando incluso
un poco antes de la cita. Me sorprendió todavía en casa con ropa de calle. Lo
guié hasta la cocina y le hice ver donde estaba el grifo de la fregadera. Nada
más verlo me dijo que había un latiguillo o algo así que estaba rajado y era lo
que provocaba la fuga de agua. Tan sólo había que cambiarlo, no le llevaría
mucho tiempo, pero que debía ir a comprar otro para sustituirlo. Así que salió
por la puerta en busca del recambio.
No me dio opción a preguntarle
si tardaría mucho en regresar. Yo que no entiendo de estas cosas pensé que
debería ir a alguna tienda especializada, y como no recordaba ninguna
fontanería cerca de casa, supuse que me daría tiempo a mi ducha rapidita de
todos los días.
Me quité la ropa en el
dormitorio. Reconozco que soy un poco desastre para estos temas, así que me
desnudé dejando toda mi ropa tirada por el suelo. Ya estaba incluso dentro de
la bañera tratando de preparar los geles de ducha cuando llamarón al timbre de
la puerta.
.-“Un momento, ya voy” grité
al tiempo que corría a envolver mi cuerpo en una toalla. En un principio
recuerdo que pensé que serían el portero o el cartero.
Al abrir la puerta comprobé
que era Daren, ya estaba de regreso. Me sorprendió que volviese tan pronto.
.-“¿Has encontrado la pieza?”
le pregunté asombrada por su rápida presencia.
.-“Si” me dijo “tenían en los
chinos de aquí debajo de tu casa” concluyó al tiempo que me enseñaba una
especie de cadena. Él también se sorprendió de verme tan solo con la toalla
puesta. Sus ojos se clavaron en mi cuerpo, me sentí intimidada por su mirada.
.-“Creí que te costaría más
tiempo. Pensaba darme una ducha antes, ¿puedo?” le dije al tiempo que le abría
la puerta y lo guiaba de nuevo hasta la cocina.
.-“No creo que tenga
problemas” me dijo a la vez que cogía su caja de herramientas y rebuscaba en su
interior.
.-“Si necesitas algo dímelo,
estoy en el baño” le hice saber al tiempo que abandonaba la cocina en dirección
al cuarto de baño que hay en nuestro dormitorio donde tenía mis cosas.
Me metí en la ducha dispuesta
a terminar cuanto antes para darme mis cremitas y proceder con todo mi ritual
de hidratar la piel.
He de reconocer que me puse
algo nerviosa por desnudarme con otro hombre rondando por la casa. Al fin y al
cabo no conocía de nada a Daren, y aunque parecía un buen tipo nunca se puede
fiar una de nadie.
El caso es que me metí en la
ducha a toda prisa, como digo con la intención de terminar cuanto antes. La
maldita costumbre de dejar tirada mi ropa en el suelo quiso que no se cerrase
bien la puerta del baño, pues los jeans que llevaba cuando dejé a mi hijo en el
cole, impidieron que ésta se cerrase tras de mí. Lo malo es que me di cuenta a
través de la mampara de la ducha una vez estaba ya mojada por todo mi cuerpo.
“¿Qué puede pasar?” me
preguntaba inquieta bajo el agua. Me tranquilicé al pensar que no estaba mi
hijo en casa, ni que tampoco tenía dinero en efectivo por la casa. Pensé en las
joyas, aunque tampoco eran muchas las que valieran realmente la pena.
“Que me viole” pensé de
repente, y enseguida me reí mentalmente. ”Ja, ja, ja seguro que además de
arreglarme el grifo me hacía otro favor” bromeé mientras lo pensaba.
De repente escuché unos pasos
al otro lado de la puerta, provenían del dormitorio.
.-“Sandra ¿te queda mucho?
Debo cortar el agua” vino Daren a preguntarme hasta el baño. Me sorprendió su
voz en medio de mi habitación. Miré de reojo a través del espejo del baño y
pude ver a Daren prácticamente pisando mis braguitas que yacían en el suelo.
.-“Enseguida termino” le dije
observándolo intranquila a través de la rendija de la puerta y del espejo del
baño.
.-“Ok, te espero en la cocina”
dijo antes de abandonar la habitación.
Yo me apresuré a terminar de
enjabonarme y aclararme. Estaba excitada, no sé, más bien nerviosa diría yo. El
caso es que acabé lo antes que pude, me enrollé el pelo en una toalla y me
anudé otra alrededor del cuerpo. Salí hasta la cocina para indicarle a Daren
que ya había terminado y que podía cortar el agua.
Para mi sorpresa Daren había
tratado de cambiar el manguito del grifo de la fregadera sin cortar el agua y
tenía toda la camiseta empapada.
.-“Ya puedes cortar el agua”
le dije mientras me fijaba en lo mojada que estaba su camiseta.
.-“Ok” dijo haciendo intención
de agacharse debajo la fregadera.
.-“Espera” le dije yo “tienes
la camiseta empapada. Deja que te la aclare y la ponga a tender” le hice
indicaciones a la espera de que se quitase su prenda.
Daren se puso en pie justo
enfrente de mí, y se quitó la camiseta.
Guauu!!!.¡¡Dios mío que
portento de hombre!!.Nunca había visto un cuerpazo así en mi vida. No sé que me
llamó más la atención, si los músculos de sus brazos, sus abdominales bien
marcados, o el color negro de su piel. Daren se dio cuenta de que lo miraba
embobada, rompió el silencio alargando su mano hasta mi con la camiseta entre
sus dedos al tiempo que me decía:
.-“Gracias, te lo agradezco
mucho” esperó con el brazo tendido a que reaccionase y cogiese su camiseta. Yo
cogí su prenda, y me di la vuelta sin poder articular palabra de regreso a mi
dormitorio.
Al ver toda mi ropa tirada por
el suelo decidí recogerla y echarla al cesto de la ropa sucia. Me llamó la
atención al agacharme que no encontraba la braguita que llevaba puesta
anteriormente, solo la había llevado para dejar a mi hijo al cole y pensaba
ponérmela de nuevo. No le dí mayor importancia y tras poner el resto de la ropa
en el cesto de la colada, me dirigí a mi mesita de noche a ponerme otras
braguitas. No era cuestión de estar en pelotas con otro hombre en la casa.
Al abrir la mesita pude ver el
consolador negro que me regaló mi marido, y no pude más que sonreírme al
recordar la cantidad de veces que lo había usado, pensando en todo lo que
pensaba y en los buenos ratos que me haría pasar a partir de ese momento.
Me senté en el borde de la
cama, aún tenía la camiseta de Daren entre mis manos, no pude resistir la
tentación y la olisqueé como una perra en celo. Estaba sudada, era un olor
fuerte, penetrante, como a ácido, y aún con todo me resultó agradable. Luego
sopesé su talla, pensé que alguna camiseta de mi marido le podría servir, y
decidí que me la quedaría con la excusa de que no se habría secado aún cuando
se fuese.
Me incorporé, elegí un
tanguita color carne tipo americano, y me dirigí al baño dispuesta a
embadurnarme en mis cremas tras la ducha. Para mí es importante hidratar
siempre la piel.
De nuevo dejé la puerta
entreabierta, quería escuchar lo que hacía Daren en la cocina. Lo escuchaba trastear
con el sonido de sus llaves inglesas, grifos y demás.
Yo por mi parte me deshice de
la toalla de la cabeza, dejando secar el pelo al aire, y para darme las cremas
me quité también la toalla anudada a mi cuerpo quedándome tan solo con el tanga
color carne.
Al rato me pareció escuchar
unos pasos por el pasillo, me puse en alerta, efectivamente Daren se estaba
acercando sigilosamente. No podía verlo pero podía oírlo. Cuando deduje que
estaba ya en mi dormitorio me giré de espaldas a la puerta pero pudiendo
observar sus movimientos a través del espejo.
Para mi sorpresa Daren llevaba
mis bragas en la mano. “Joder, eran verdad mis temores, las había cogido él”
pensé temerosa y expectante al mismo tiempo por averiguar sus pretensiones. Mi
cuerpo temblaba por los acontecimientos.
Pude observar como el negro
esnifaba como por última vez mi aroma más profundo de mujer al igual que
hiciese yo con su camiseta, y para mi sorpresa tiraba las bragas debajo de mi
cama. Seguramente se había arrepentido y trataba de devolvérmelas sin que me
diese cuenta. Al hacer intención de marchar se sorprendió de verme desnuda de
espaldas a la puerta mientras me daba la crema. Por un instante creí que
nuestras miradas se cruzaron a través del espejo, pero tan sólo se quedó
observando unos segundos y desapareció del cuarto.
Mi corazón estaba a mil por
hora. Reconozco que la situación me había excitado de sobremanera, por un
momento temí que se abalanzase sobre mí y me violase. Bueno, violar violar, lo
que se dice violar, no sería tan forzado puesto que yo no ofrecería mucha
resistencia.
Era toda un manojo de nervios.
Seamos sinceras, por una parte deseaba que sucediese algo. ¿Lo estaba
provocando no?, y ¿por eso lo llamé?. Y por otra pensaba en mi marido. Por
mucho que lo desease, por mucho que Daren representase la posibilidad de
materializar todas mis fantasías, mi marido no se merecía que le pusiera los
cuernos. Además últimamente la cosa estaba funcionando entre los dos, ¿no?,
¿por qué arriesgarme entonces?.
Terminé de darme las cremas y
me dirigí al armario a ver que me ponía. Pude ver un vestido veraniego de
tirantes que me ponía en alguna ocasión para bajar a la playa, desde luego era
generoso en el escote y corto de falda. Pensé que estaría muy atractiva y decidí
ponérmelo. Una cosa tenía clara, me gustaba provocar a Daren, ver sus miradas
en mí, y aguardar a quedarme solita en casa para imaginar lo que pudo haber
sucedido.
Así que me dirigí a la cocina
a ver cómo iba Daren con el grifo.
Lo sorprendí tumbado boca
arriba bajo la fregadera. Me paré bajo el marco de la puerta la cocina a
contemplarlo un rato sin que me viese. Desde luego tenía un torso espectacular,
nunca había visto unas tabletas tan marcadas en los abdominales, parecía un
cuerpo de modelo, y sin embargo ahí estaba, tirado en el suelo de mi cocina
desperdiciado.
Daren me sorprendió
observándolo.
.-“Ah, hola ¿estás ahí?” me
dijo al tiempo que asomaba la cabeza de debajo la fregadera para coger una
llave inglesa, “esto ya casi está listo, un poco de teflón y a esperar un poco
que se hinche para comprobar que no pierde” me dijo al tiempo que metía de
nuevo su cabeza bajo la fregadera.
.-“¿Quieres tomar algo
mientras esperamos?, ¿un café, una cerveza?” se me ocurrió preguntarle por cortesía.
.-“Un café con leche estaría
bien, gracias” dijo desde su posición sin asomar la cabeza bajo la fregadera.
Yo debía coger un par de vasos
que estaban en el armario de encima del mueble de la fregadera. La verdad es
que no pensé en nada más en ese momento que no fuese alcanzar los vasos para
preparar el café, así que inocentemente puse un pie a cada lado de Daren que
yacía en el suelo, y me estiré a coger los malditos vasos.
No caí en la cuenta que desde
esa posición Daren me estaría viendo todo por debajo de mi vestido. Mi mirada
se cruzó con la suya justo en el momento en el que con los dos vasos en mis
manos miraba hacia abajo para no pisarlo al salir.
.-“Ya me hubiese apartado”
pronunció al tiempo que su mirada evidenciaba que me había visto todo cuanto le
había enseñado.
.-“Oh, no hacía falta, llegaba
a cogerlos” dije toda nerviosa pensando que se refería a ayudarme con los
vasos.
Preparé el café al tiempo que
Daren terminaba con el grifo.
Apenas habían transcurrido
unos minutos. Le costó más subir al café que terminar a Daren, por lo que se
puso a recoger las herramientas en su caja.
.-“Ya está listo el café”
anuncié a mi fontanero al tiempo que vertía el café en los vasos que había
puesto sobre la mesita de la cocina. “¿Cuánto quieres?” le pregunté mientras
rellenaba su vaso.
.-“Con un poco es suficiente”
dijo con su peculiar acento terminando de recoger su herramienta.
Lo había preparado todo para
sentarnos en la mesita de la cocina, frente a frente. Daren se sentó a degustar
el café. Me percaté de que él me miraba alternativamente de las tetas a los
ojos y viceversa. Lo noté nervioso. Normal. Mi escote era tan generoso que me
llegaba al inicio de los pechos. Y encima sin sostén. Eché un par de cucharadas
de azúcar a la leche y, al mirar hacia abajo, vi que tenía los pezones a punto
de romper la tela del vestido.
Me avergoncé un poco, entre
otras cosas porque yo tampoco podía evitar contemplar ese torso desnudo que
tenía sentado enfrente mío, además estaba como hipnotizada por sus dientes tan
blancos al contraste con su piel.
.-“Dime Sandra ¿estás casada?”
rompió el silencio que se había producido entre los dos.
.-“Si” dije señalando el
anillo en mi dedo mientras daba un sorbo a mi taza.
.-“¿Y dónde está tu marido?”
me preguntó.
.-“Oh, está de viaje. Es
comercial. Le toca viajar mucho” le expliqué.
.-“Yo también sé lo que es
estar lejos de casa” pronunció intentando simpatizar conmigo.
Lo miré directamente a los
ojos y le tendí el azucarero por si quería azúcar en su café. Daren alargó el
brazo para cogerlo y nuestras manos entraron levemente en contacto, lo
suficiente como para advertir que le temblaban ligeramente. Para colmo me
estaba mirando las tetas. Yo saqué más busto, vamos, que las "eché
p´lante", como se suele decir, en un movimiento reflejo, porque en seguida
me arrepentí, ya que él levantó la vista y me miró. Casi sería mejor decir que
me clavó la vista. Una mirada inquisitiva.
Una mirada que me excitó.
Empezaba a no responder de mis
actos. Me sentía como una leona enjaulada, ardiente, con unas ganas terribles
de romper las reglas. Pero en cambio debía contenerme. Apuré de un sorbo mi
café y echa todo un manojo de nervios me levanté para dejar la taza en el
lavavajillas. Supongo que al agacharme Daren debió gozar de una visión
espectacular de mi trasero, tan espectacular como para atreverse a ponerse en
pie justo detrás de mí. Estaba tan nerviosa que no me percaté de su presencia,
me sorprendí al incorporarme y darme la media vuelta. Mis pechos rozaron
inocentemente con sus manos en mi maniobra, y a poco tiro el platito y el vaso
en el que Daren me acercaba la vajilla.
.-“Ops, lo siento” dije
totalmente nerviosa “te creía sentado” dije esta vez mientras lo miraba a los
ojos inquieta porque lo veía capaz de atreverse a iniciar algo que yo nunca
debía haber provocado, y por supuesto jamás debía suceder.
Daren como excusa a su
proximidad simplemente alargó la mano en la que me traía la vajilla para que la
dejase en el lavavajillas.
.-“Quería ayudarte” dijo “ya
he acabado” concluyó.
Al agacharme para colocar su
taza en el lavavajillas, mi culo chocó contra su paquete debido en parte al
reducido espacio de la cocina. Tuve la impresión de que Daren provocó
intencionadamente el contacto.
.-“¿Pero qué haces?” dije
incorporándome como un resorte al notar su entrepierna clavada en mi culo, y
propinándole semejante bofetón en la cara que de ser un hombre blanco se le
hubiese quedado completamente roja.
.-“Lo, lo, lo siento”
pronunció balbuceando dando la impresión de que estaba totalmente arrepentido.
Yo lo miraba incrédula por lo que había intentado.
.-“Perdóname. No era mi
intención, te pido perdón, no te preocupes recojo mis cosas y me voy” le
temblaba la voz.
.-“¿Por qué lo has hecho?” le
dije aún malhumorada.
.-“Lo siento, tan solo quería
ayudarte, pero veo que me he equivocado. Por un momento pensé que…, pensé
que…déjalo son imaginaciones mías. Por favor, no llames a nadie, me voy cuanto
antes” dijo evidentemente arrepentido y avergonzado con los ojos enrojecidos
por lo que acababa de suceder.
.-“Será mejor que te marches”
le indiqué aturdida por los sucesos. En el fondo era la primera vez en mi vida
que veía a un tío así, tan fuerte, tan cachas, tan macho, a punto de llorar y
pidiéndome perdón por una tontería de na.
.-“Lo siento” dijo una vez más
mientras recogía agachado con urgencia las herramientas dentro de su caja
metálica, “supongo que me había hecho a la ilusión que te gustaba”.
.-“¡¡¿Pero que te habrás
creído?!!” le mentí representando un papel de esposa decente.
.-“Por favor, puedes darme la
camiseta, me voy” dijo
suplicando por terminar con
semejante situación tan humillante para él cuanto antes.
Yo me dirigí hacia el
dormitorio dispuesta a devolverle su camiseta. El me seguía por el pasillo a mi
espalda. La camiseta estaba tirada encima de la cama, me incliné para cogerla,
y se la entregué.
.-“Sabes…” me dijo mirándome a
los ojos “no he dejado de pensar en ti desde el día en que te vi en el pub
Caribe donde enseño a bailar salsa. Seguramente tú no te acuerdas de mí pero
bailamos juntos. Recuerdo que estabas espectacular en tu vestido negro. El otro
día cuando coincidimos en el paro creí que mis sueños se hacían realidad al poder
hablar contigo. Desde aquel día le recé a Dios por volver a vernos. Hoy al
verte creí, creí que…, déjalo, soy un imbécil, la he fastidiado, ¿perdóname?”
concluyó su declaración.
.-“¿Tu eres César?, ¿El
instructor del pub Caribe?” le pregunté atónita a lo que escuchaba.
.-“Si” respondió el ahora tan
sorprendido como yo.
.-“¿No me dijiste que te
llamabas Daren?” le pregunté sin entender a que venía todo ese juego de
nombres.
.-“Si” dijo sincerándose “Mi
verdadero nombre es Daren, pero en las tarjetas y en las páginas amarillas me
hago llamar César. Puede que no te lo creas pero nadie te llama si ven que te
llamas Daren, y sin embargo al nombre de César no falta trabajo. En el Caribe
me conocen por César porqué en cierta ocasión les arreglé el lavabo.” Terminó
por explicarse y yo de entenderlo.
La que estaba hecha un lio era
yo. Cómo explicarle a ese hombre que había sido el objeto de todas mis
fantasías, cómo explicarle que lo había deseado en mi soledad un ciento de
veces, cómo explicarle que le había hecho el amor en todas las posturas
imaginables y alguna más.
Sentí el impulso de besarlo.
No quería escucharlo disculpándose más. De repente tenía unas ganas locas por
probar sus labios carnosos. Así que lo besé.
Él al principio se vio sorprendido
por la invasión de mi lengua en su boca, luego se dejó llevar. Besaba bien, muy
bien. A mí me temblaban las piernas, pero el paso ya estaba dado, ahora no
tenía marcha atrás.
Además, la declaración de amor
de semejante pedazo de hombre era lo más romántico que había escuchado en mi
vida. Lo siento chicas, pero me humedecí al instante mientras lo escuchaba.
Tras un largo rato de morreo,
nuestras bocas se separaron.
Me quedé en pie frente a él
sosteniéndole la mirada y alargué una mano hacia su pecho. Lo noté duro,
fuerte, y comencé a deslizarla hacia arriba hasta tocarle el hombro, el
brazo... y su tacto me excitó más aún. Daren seguía mirándome fijamente, sin
moverse, sin apenas atreverse a respirar. Yo volví a dirigir mi mano hacia su vientre
y la fui bajando hasta tocarle el sexo por encima de sus jeans. No me
conformaba con recordarla clavada en mi culo del baile en el Caribe, necesitaba
tocarla.
Tenía un paquete enorme, su
tacto a través de la tela me hizo estremecer. Entonces Daren se retiró, dio un
paso hacia atrás y musitó algo así como…
.-“Esto no está bien, ambos
estamos casados” pronunció con su particular acento y su cabeza debatiéndose en
absurdos duelos morales.
Yo, a mi vez, avancé, salvando
la distancia que él había establecido y me apreté contra su pecho, sintiendo la
dureza de su miembro a la altura de mi bajo vientre, respirando el olor a su
sudor. Lo rodeé con ambas manos alrededor de su cuello y le apreté más contra
mí. En ese momento sólo pensaba en una cosa. Necesitaba tener todo eso dentro
de mí, necesitaba sentirme viva.
Estaba claro que debía ser yo
quien tomase la iniciativa. Así que me arrodillé a su pies. Le desabroche la
bragueta y extraje un miembro que se ofrecía ante mis ojos erecto y perfecto.
Quise lamerlo. Me dediqué a
lamer, lamer, y lamer, sólo pensaba en saborear su pene. Pasar mi lengua por su
glande, pasar mi lengua sobre la base, apretarla entre mis labios, utilizar mi
mano de arriba bajo en una perfecta sincronía con mi boca que succionaba la
punta de su hermosa polla al tiempo que pensaba una y otra vez:
.-“Quiero tenerla dentro,
necesito sentirla en mi interior,…fóllame Daren, fóllame por favor, lo
necesito”. Me era imposible no querer tenerla, imposible no desear que se
agitase en mi interior.
Pude notar los primeros
espasmos de su miembro en mi boca.
.-“¿Tan pronto?” me pregunté
mentalmente al tiempo que me sorprendía. Eso quería decir que le gustaba. Por
primera vez en mucho tiempo me sentí orgullosa de mi misma, de mi habilidad, al
menos por no sentirme rechazada como hacía mi marido ante mis intentos por
practicar sexo oral.
Un nuevo espasmo de su polla
en mi boca. Estaba claro que estaba a punto de correrse. Detuve mi maniobra
para mirarlo a los ojos suplicándole con la mirada que todavía no era el
momento, que aguantase. El muchacho se disculpó:
.-“Lo siento, pero hace mucho
tiempo que no estoy con una mujer” pronunció disculpándose a la vez que se
concentraba en el placer que le estaba proporcionando.
Me sonreí maliciosamente
reanudando mis caricias.
.-“Si lograba que se corriese
ahora, luego retrasaría más el momento, ¡mi momento!” pensé. Y volví a saborear
todo ese pedazo de carne llenando mi boca hasta casi atragantarme
Quise sentir cada sensación,
la hice mía, la guardé en mis recuerdos, sabía que mi mente recordaría ese
momento un ciento de veces.
Pude apreciar el regustillo de
su líquido preseminal, su eyaculación era ya inminente. Un primer espasmo
acompañado de un primer chorro de su líquido celestial. A la vez que escuchaba
unos reprimidos bufidos por parte del macho al que estaba exprimiendo.
Un segundo espasmo de su
cuerpo, esta vez su chorro de semen fue más abundante. A Daren le costó
mantener el equilibrio. Se agarró con sus dos manos a mi cabeza, y de paso me
sujetaba para que no me detuviese en momento tan delicado.
Le siguieron cinco o seis
sacudidas de breves pero intensos espasmos que terminaron por llenar mi boca
con su lefa.
De repente pude sentir como su
miembro perdía fuerza entre mis labios. Degusté por última vez su miembro de
abajo arriba, guardando su sabor y sus sensaciones en mi memoria. Quise
saborearla al tiempo que la dejaba bien limpita para mí. Abrí los ojos para contemplar
cómo se recuperaba.
Madre mía que cruce de
miradas. Pude apreciar fuego en sus ojos, y sin embargo era yo la que me
quemaba por dentro
Me incorporé ante su atenta
mirada. No estaba dispuesta a que sus remordimientos lo echasen ahora todo a
perder.
Deslicé sibilinamente los
tirantes de mi vestido. Este cayó al suelo desnudando mi cuerpo ante su atenta
mirada. Cogí su mano en la mía y la guié hasta uno de mis pechos.
Necesité respirar
profundamente al contacto de sus manos, y mis pechos se hincharon ante su
mirada.
.-“¿Te gustan?” le pregunté al
tiempo que acompasaba su mano con la mía.
.-“Son preciosos” dijo a la
vez que estrujaba entre su mano el pecho que ya tenía atrapado. Se le notaban
dudas acerca de cómo debía actuar. Sin embargo yo estaba dispuesta a desatar la
fiera que veía en sus ojos.
Rodeé su cuello con mis manos,
e hice fuerza para que se reclinase a chupar mis pechos.
Succionó mis pechos como si
fuese un lactante. Atrapó mi pezón entre sus labios.
.-“Uuuhhhm” gemí retorciéndome
de placer al experimentar sus caricias.
Alternaba sus besos y sus
lamidas de un pecho a otro. Al principio tímidamente, algo más brusco con el
transcurso del tiempo. Tililó con su lengua sobre mis pezones, los rodeó en circulitos,
los succionaba y los lamía. Recorría mi escote y mi cuello con su lengua, hasta
que en un momento dado me empujó sobre la cama.
Yo caí como un juguete de
espaldas sorprendida por su maniobra. Lo miré deseosa. Anhelaba que me
penetrase de una vez por todas. Estaba necesitada y tenía urgencia.
Ahora era Daren quien se
desprendía de su pantalón mientras yo lo observaba desnuda sobre la cama
prácticamente en la misma posición en la que había sido arrojada sobre el lecho
conyugal.
Daren se relamía con la
mirada, y yo no podía apartar mi vista de su miembro que se bamboleaba
desafiante ante mis ojos.
“Necesito tenerla dentro, la
quiero, quiero que me folle con esa polla” pensaba al tiempo que saboreaba el
maravilloso orgasmo que me aguardaba.
Para mi sorpresa Daren me
cogió por los tobillos y tiró de mi cuerpo hasta situarme al borde de la cama.
Fui una pelele ante su fuerza, manejó mi cuerpo a su antojo.
Daren se arrodilló a los pies
de la cama. Separo mis piernas, y hundió su cabeza entre mis muslos. Yo, que
nunca había sido partidaria de que mi marido me practicase el sexo oral, me
abrí de piernas dispuesta a dejarme llevar.
Pude sentir como su lengua
recorría mi sexo de abajo arriba y de arriba abajo. Fueron varios lametones,
como un perro lamiendo un cucurucho. Luego abrió mis labios con sus manos como
si fuese una flor. Rebuscó entre mis pliegues con su lengua, al tiempo que uno
de sus dedos se abría camino en mi interior. Exploró con su lengua hasta
localizar mi clítoris.
.-“Uuuuuhff” gemí al notar la
punta de su lengua jugar alrededor de mi clítoris. Quise atrapar su cabeza
entre mis piernas, al tiempo que mis manos tiraban del pelo en su cabeza.
.-“Eso es. Cómemelo” suspiré
entre gemiditos de placer.
Daren se concentró en su faena
y yo no pude reprimir los primeros grititos de delicia.
.-“Joder, que bien lo haces,
me gustaa, me gustaaah” logré pronunciar con mi respiración entrecortada.
Estaba super excitada. Me daba muchísimo gusto con su lengua.
Un primer espasmo sacudió mi
cuerpo, sorprendiéndome incluso a mi misma por su prontitud.
“¿Cómo podía ser eso?”.
Normalmente me cuesta un poco más.
Una segunda sacudida por mi
espina dorsal.
“Joder!!!” La que estaba a
punto de correrse ahora era yo.
.-“Para por favor, para o me
corro” quise informar a Daren de lo cachonda que estaba, como dándole a
entender que se detuviese y me follase de una vez. Pero Daren continuaba
impertérrito a mis palabras.
.-“Para por favor, quiero que
me folles, fóllame, para por favor, para que me corro” gemía atrapando su
cabeza entre mis muslos. Daren continuaba impasible sumergido en sus caricias.
Y pasó lo que tenía que pasar.
Un brutal espasmo sacudió mi
cuerpo hasta el punto de incorporar mi cuerpo sobre la cama. Daren me sujetó
con fuerza por las caderas.
.-“Siiih” grité de placer al
reconocer el comienzo del brutal orgasmo que se me avecinaba.
.-“¡Que gusto!, siiiih, siiih”
mi cuerpo se convulsionaba ya incontrolablemente sumergido en oleadas de
placer. Menos mal que Daren me sujetaba con fuerza al tiempo que su lengua
continuaba recorriendo todo mi sexo.
Tuve uno de los mejores
orgasmos de mi vida. Yacía exhausta sobre la cama, rendida ante el placer
experimentado. Mi respiración era entrecortada, y mi cuerpo trataba de
recuperarse.
Daren por fin se detuvo, se
incorporó en pie contemplando orgulloso mi cuerpo sudado tratando de recobrar
el pulso.
Para mi suerte lucía un pene
erecto, maravilloso, enorme, oscuro e hipnotizador para mis ojos. Me recuperé
de golpe al contemplar tan fastuoso falo y adivinar sus intenciones.
Para mi sorpresa Daren me
volteó por los tobillos situándome boca bajo sobre la cama. Estaba claro que
nada podía hacer ante su fuerza, era una muñequita en sus manos.
Vino a mí, gateando de
rodillas sobre la cama hasta que su cuerpo descansó sobre mi espalda, pude
notar todo su peso encima mío y me costaba respirar.
Daren estiró las manos para
coger la almohada del lado de mi marido y colocarla debajo de mi vientre,
ofreciendo de esta manera mi culo bajo su cuerpo. Separó mis piernas con sus
pies a la altura de mis pantorrillas, y acto seguido pude apreciar como guiaba
su polla a una mano hasta acomodarla a la entrada de mis labios más íntimos.
.-“Voy a follarte” pronunció
en mi nuca, esta vez muy seguro de sí mismo. Sus palabras me hicieron
estremecer.
“Eso espero” pensé al tiempo
que mi cuerpo temblaba de impaciencia.
.-“Splash, splash” me propinó
un par de manotazos en cada nalga antes de que empujase con fuerza y su polla
se abriese camino en mi interior. No hizo falta ningún tipo de lubricante
adicional, estaba completamente empapada.
A veces con mi marido
necesitaba de algún producto que nos ayudase, tipo gel íntimo o lubricantes de
sabores o efecto frío-calor, pero esta vez no hubo necesidad.
Introdujo solo la punta, y ya
me sentí dilatada, la podía notar friccionando mis paredes vaginales. Luego de
un golpe firme y seco introdujo su polla hasta la mitad.
.-“Uuhhhhm” un grito ahogado contra
el colchón surgió inevitablemente del interior de mi cuerpo.
.-“Eso es, métemela, hasta el
fondo, quiero sentirla hasta el fondo” incitaba a mi amante.
Daren me hizo caso, y de un
solo golpe de riñón me la clavó hasta el fondo.
.-“Aaaaaah” grité poseída por
un extraño dolor al sentirme dilatada de forma tan violenta para mis entrañas.
Y al mismo tiempo que gritaba sometida de placer, alcé mi rostro de la almohada
en la que ahogaba mis sufrimientos, para contemplar la foto que lucía en la mesilla
de noche de mi marido en la que me abrazaba de novios.
“Pobrecillo” pensé de mi
marido al tiempo que Daren comenzaba a culearme sobre mi espalda “si supieras
lo puta que está siendo tu querida mujercita” se lo tenía bien merecido por
imbécil.
Los primeros mete y saca me
dolieron un poco, pero en seguida se disipó ese necesario dolor para dar paso a
un placer indescriptible. Justo al mismo tiempo en el que Daren comenzaba a
moverse más deprisa.
.-“A, ah, ah, ah, ah” un
pequeño grito salía de mi garganta por cada embestida, hasta que el ritmo
comenzó a hacerse vertiginoso.
¡Madre mía que forma de
moverse”. Una embestida tras otra, sin aminorar nunca el ritmo, siempre fuerte
y contundente. Salvaje.
Un inesperado espasmo
sorprendió mi cuerpo. Daren se dio cuenta de lo que sucedía por mi organismo, y
me sujetó de la cabeza por el pelo levantando mi cara al techo, al tiempo que
me daba mordisquitos en la oreja y me susurraba al oído.
.-“Por esto me llamaste….
¿querías mi polla ¡no?. Necesitabas que te desatascase los bajos” pronunció
mientras me chupaba con su lengua por mi oreja.
Me sorprendía que su voz no
temblase ni un ápice aunque solo fuera por el esfuerzo físico, mi cuerpo en
cambio temblaba mezcla de temor y de placer.
.-“Eres igual que todas, veis
a un tipo negro y os mojáis como conejas. Putas, todas españolas no sois todas
más que unas putas” pronunció con rabia mientras me apartaba el pelo detrás de
la oreja.
A mí me sorprendió su cambio
de actitud, pero lejos de disgustarme aún me excitó más. Me ví atrapada por sus
palabras soeces, me sentí sometida ante sus virulentas embestidas, y en cierto
modo porque no, reconocida ante la evidencia.
-“Pues este negrito te está
follando, ¿lo oyes zorra?, ¡lo oyes!” gritó esta última vez tirando aún más de
mi pelo esperando una respuesta por mi parte. Su tirón de pelo me hizo algo de
daño, e interrumpió por unos momentos el placer que antes inundaba mi cuerpo.
.-“Pienso follarme este culito
de blanquita que tienes. Fíjate!!, si ni tan siquiera te ha dado nunca el sol
en él” continuaba con su discurso.
.-“Muévete cabrón, no pares me
oyes, muévete. Quiero que me folles” pronuncié al tiempo que esperaba sus
arremetidas.
.-“Menudo culito más blanco
que tienes” dijo incorporándose sobre sus brazos para contemplar los golpes de
su pelvis contra mi culo.
En esa postura yo pude notar
como sus huevos chocaban contra mi piel. ¡Joder, que gusto!.
.-“Siih, me gusta, me gusta,
caray que bien me follas” gritaba fuera de mi.
Una bestial sacudida recorrió
mi cuerpo, ahora era yo la que se movía convulsionada por el placer.
Daren se detuvo a contemplar
el espectáculo que mi cuerpo le proporcionaba.
“Siih, siiiiih, ssiiiiiiih”
grité retorciéndome de gusto al explotar en un nuevo orgasmo que me sorprendió
tanto por la intensidad como por la rapidez con la que había llegado.
Una vez terminaron mis
espasmos Daren comenzó a moverse de nuevo, esta vez como con mucha más
urgencia, buscando su propio placer. De vez en cuando me mordía en el hombro y
me chupaba la cara con su lengua.
.-“Menuda puta, será zorra, o
guarra” eran los vocablos más frecuentes que se le escapaban por la lengua, al
tiempo que se movía al ritmo que su cuerpo le marcaba.
Yo no podía creer lo que me
sucedía, pero sus palabras, sus gestos depravados, su forma de moverse, me
excitaba de sobremanera.
Pronto me vi sorprendida por
una nueva sacudida, aún no había terminado de recuperarme del orgasmo anterior
cuando ya estaba teniendo otro. Aquello era indescriptible. Era la primera vez
que me sucedía en mi vida. Estaba encadenando un orgasmo tras otro. Esa
increíble herramienta me estaba proporcionando todos los placeres que había
imaginado y alguno más. Había perdido la cuenta de las veces que me había
llevado al clímax durante el encuentro. Yo misma empujaba hacia atrás tratando
de buscar el límite de mi sensibilidad.
La habitación en esos momentos
era una mezcla de gemidos, alaridos, suspiros ahogados por el placer, ruido
entre sábanas y de dos cuerpos que se aman, pero sobretodo impregnado todo con
el inconfundible aroma del sexo.
.-“Joder siiiihh, siiiih, no
pares, no pares ahora cabrón” mi voz temblaba mientras gemía de gusto, todo
bajo su atenta mirada.
Por unos instantes miré la
foto de mi marido en su mesilla antes de correrme por última vez. Había perdido
el control de mi cuerpo.
Pude notar que la respiración
de César se hacía más intensa y profunda en mi espalda. Sentí el calor de su
aliento en mi nuca, a la vez que su cuerpo se tensaba y profería un grito
ahogado…
.-“Me corrooo blanquita, me
corooo” musitó antes de salirse de mi interior y notar como su semen decoraba
mi espalda con gotas increíbles. Me sentí complacida y complaciente al mismo
tiempo. Era agradable la sensación de notar como su líquido más espeso
resbalaba por mi espalda.
Acto seguido César se tumbó a
mi espalda tratando de recuperar el aliento. Se produjo un silencio algo
incómodo por unos segundos. A ambos nos costaba respirar. Una vez recuperados
César me preguntó:
.-“¿Te ha gustado?” de repente
había recuperado su voz cálida y dulce. Agradecí su gesto enormemente.
.-“Uhm, uhm” musité mientras
me abandonada relajada a un mar de sensaciones.
César se tumbó en la cama a mi
espalda acariciando mi espalda.
.-“Yooo…” pronunció ahora como
un niño pequeño “quería darte las gracias, hace tiempo que no estaba con una
mujer. No sabes lo importante que ha sido para mi” susurró agradecido sin que
me girase siquiera a verlo.
.-“Ssscht” chisté haciéndole
ver que no lo estropeara. Había sido magnífico, tan solo quería quedarme
dormida a su lado. Me estaba sobreviniendo un profundo sueño por momentos.
Cuando desperté del sueño
reparador César ya no estaba en casa. Me hubiera gustado verlo en la cocina, o
en cualquier otra habitación de la casa. Me hubiera gustado despedirme de él,
pero no fue posible.
Recuerdo con cierta
satisfacción que mientras caminaba desnuda por la casa gritando su nombre y
buscándolo lo único que podía sentir de mi cuerpo en esos momentos era un
inquietante dolor en mi coño maltratado. Incluso me costó ducharme y tener que
deshacerme del olor que había dejado en mi cuerpo. Ahora guardo con mucho
cariño el consolador que mi marido me regaló pues me trae muy buenos recuerdos.
Besos,
Sandra.
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