Hacía tiempo que sospechaba
que mi marido tenía una amante. Seguramente la nueva secretaría, una chica
joven con ganas de trepar. Terminé dándome cuenta el día que ví el extracto de
su visa y había un cargo por parte de una joyería, pensé que sería mi regalo de
cumpleaños pues estaba cercana la fecha. Pero llegó mi cumpleaños y mi regalo
fue un cd y un libro. Nada de joyas ni nada por el estilo. Desde ese día, sus
camisas olían a otro perfume, y llegaba tarde alegando trabajo. ¿Trabajo?, ¿con
esta crisis?. Infeliz de mí, ¿Qué más necesitaba para darme cuenta?.
Las vacaciones en familia
estaban cerca, sabía que yo no podía cambiar las fechas, me era imposible dado
el ambiente de trabajo crispado en mi empresa, y una tarde vino a casa diciendo
que no podría cogerse vacaciones en esas mismas fechas. Me dio lástima, pues me
hacía especial ilusión estar los tres en la playa según lo planeado: mi marido,
mi hijo y yo. Seguro que una temporada a mi lado y olvidaba a esa buscona.
Luego pensando y dándole vueltas, deduje que lo que pretendía el muy hijo de
***** , era quedarse sólo en casa toda la quincena, seguramente para traerse
esa pelandrusca a casa. Lo de la infidelidad sabría sobrellevarlo, todo fuese
por mi hijo. Seguramente la niña, en que obtuviese su buscado ascenso lo
dejaría y todo pasaría, y mi marido de nuevo se refugiaría entre mis piernas,
pero lo que no soportaba era que lo hiciesen en mi casa, en mi cama matrimonial.
Que se buscasen hoteles o lo quisiesen, pero en mi casa, eso sí era superior a
mis fuerzas.
Así que me pasaba lo días
rezando para que un milagro diese al traste con las intenciones de mi marido, y
sus maquiavélicas vacaciones resultasen fallidas. Las vacaciones estaban cerca,
y de no impedirlo se saldría con la suya.
Aquel día me encontraba
caminando por la calle, con tiempo de sobra para ver alguna tienda e ir de
compras antes de que mi marido y mi hijo llegasen a casa. He de confesar que lo
recuerdo porque esa tarde me compré un bikini pensando en las vacaciones. Lo
cierto es que era bastante atrevido, la braguita apenas era un triángulo para
cubrir mis intimidades, lo mismo decir del trozo del tela que debía cubrir mi
culete, la parte posterior casi era un tanga, ambas partes unidas por finas
cuerdecillas a los laterales. El top también eran un par de triángulos que
apenas tapaban mis pezones unidos por finas tiras, y para colmo el bikini era
color carne, por lo que puesto y de lejos frente al espejo daba la impresión de
estar desnuda. Pensé en ponérmelo siempre que me acordase del sinvergüenza y
estúpido de mi marido cuando estuviese en la playa. Seguro que más de un hombre
clavaba sus ojos en mí y me hacía sentir deseada. Quien sabe, tal vez pudiese
pasar algo, al menos dejaría volar mi imaginación pensando que yo también
podría tener una aventura. A fin de cuentas no me conservo tan mal.
Recuerdo que paseaba por el
centro comercial cuando ví a lo lejos a mi amiga Patricia. Ella también me vió,
al principio costó reconocernos porque hacía muchísimo tiempo que no nos
veíamos. Decir que Patricia era amiga mía desde el colegio, ambas estudiamos en
la misma clase. Nos educamos juntas en un colegio de monjitas, y continuamos
viéndonos por la universidad. Su facultad quedaba cercana a la mía en el
campus.
El caso es que hacía ya unos
años que no nos veíamos. Patricia estudió medicina y en cuanto terminó sus
estudios viajó por todo el mundo en busca de causas perdidas. Nos fundimos en
un abrazo nada más vernos e intercambiamos un par de besos con mucho
entusiasmo.
.-“Pero chica… ¿Cuánto
tiempo?” nos preguntamos la una a la otra.
Me invitó a tomar un café,
realmente me apetecía haberme reencontrado con ella. Así pude saber que estuvo
unos años colaborando con una ONG por varios pueblos de África. Hasta que
conoció a un chico con el que hizo planes de bodas, regresaron a España hará un
par de años con la intención de casarse, pero el tipo en qué consiguió la
nacionalidad, la dejó casi plantada a pocos meses de la boda.
Yo por mi parte le dije que mi
vida era muy simple, me casé con el mismo hombre que ella conocía de tiempos de
la universidad, tuve un hijo, y cambié varias veces de curro.
Ella me contó que colaboraba
en la parroquia de su barrio en temas de pastoral juvenil y todas esas cosas.
Siempre le fue bastante ese tipo de historias. Y que estaba plenamente
involucrada en el proyecto de hermanamiento con un pueblecito africano.
Intercambiábamos preguntas y respuestas. Yo le dije que mi mayor preocupación
en esos momentos era qué hacer en el verano, mis planes se habían ido al
carajo, y fue ella quien dio respuesta a mis oraciones…
.-“¿Por qué no te vienes
conmigo?. Así podremos recuperar el tiempo perdido de todos estos años” me dijo.
.-“Yoooh, ¿a dónde?” pregunté
asombrada pensando en que me proponía acompañarla a algún sitio perdido por
Africa.
.-“¿Si no recuerdo mal tu
también te sacaste el título de monitora de tiempo libre?” me preguntó como
dudando.
.-“Ufh, a saber dónde estará”
respondí yo.
.-“Ooh Sandra, tienes que
ayudarme” me suplicó con la mirada.
.-“¿Cómo?” dije sin entender a
lo que se refería, y comenzó a explicarse.
.-“Como te dije antes colaboro
con la parroquia del barrio, de hecho soy la responsable del hermanamiento de
la parroquia con un pueblecito en el que pasé un largo periodo como médica en
la ONG. Todos los años organizamos unos campamentos donde intentamos integrar
chicos de entorno conflictivos con otros de familias normales…” y antes de que
terminase la interrumpí:
.-“¿Y qué pinto yo en todo
esto?” dije sin acabar de entender su propósito.
.-“El caso es que de esos
campamentos recaudamos el dinero suficiente para la construcción de un pozo de
agua en la aldea, como entenderás es muy importante” dijo esperando mi
reacción.
.-“Sigo sin entender” dije.
.-“Mira, son unos campamentos
subvencionados por el departamento de acción social del ayuntamiento, cuya
aportación económica es fundamental. Por el contrario exigen unas condiciones
particulares para donar el dinero, entre los requisitos exigen un número
determinado de monitores por chavales inscritos, y es ahí dónde puedes
ayudarme. Según los chavales apuntados necesitamos más monitores de los
previstos inicialmente, de lo contrario el ayuntamiento amenaza con retirar la
subvención” terminó por explicarse.
.-“No sé, no sé” le dije.
Desde luego no me apetecía nada en absoluto pasarme las vacaciones en plena
naturaleza sin ningún tipo de comodidades.
.-“Por fá” me suplicó poniendo
carita de niña buena a la vez que juntaba las manos tipo oración. Yo negaba con
la cabeza.
.-“Piensa en todos estos niños
sin un pozo de agua” dijo enseñándome algunas fotos que llevaba en el móvil de
cuando estuvo en la aldea. Lo cierto es que me conmovieron las imágenes que me
enseñaba.
.-“¿No era tu madre quien te
animaba siempre a dar catequesis en el cole y colaborar en las diferentes
campañas?” me dijo recordando viejos tiempos en la escuela.
¡¡¡Bingo!!!. Patricia había
dado en el clavo. Tenía razón, a mi madre siempre le gustó que participase de
este tipo de actos. Para ella Patricia era el ejemplo a seguir, siempre me
animaba a que hiciese lo mismo. Seguro que si le pedía que se hiciese cargo
esos días de mi hijo no le importaría, máxime si era por una buena causa como
esta. De esta forma mi marido tendría que regresar a casa temprano a cuidar de
nuestro hijo, siempre habría alguien en casa, dificultando que esa zorra
entrase en mi cama. Ya me imaginaba la cara de mi marido cuando se enterase del
cambio de planes. Decidí aprovechar la ocasión. Le dije a Patricia que si
lograba convencer a mi madre para que interrumpiese sus vacaciones y cuidase de
mi hijo esos días la ayudaba encantada. Así que en caliente llamé a mi madre, si
ponía alguna resistencia Patricia terminaría por convencerla.
.-“Hola mamá. ¿A que no sabes
con quien estoy en estos momentos?” comencé la conversación. Se alegró mucho de
poder saludar a Patricia. Yo continuaba a lo mío…
.-“¿Te importaría hacerte cargo
unos días de tu nieto?” la pregunté. Por el tono de voz deduje que no le hacía
mucha gracia, hasta que la puse a hablar con Patricia y enseguida cambió de
opinión aceptando cuidar de su nieto por unos días.
Al final, quedé con Patricia
en vernos otro día en la parroquia donde tenían lugar las reuniones de
preparación de los campamentos, conocería al resto de monitores y a Fernando,
el cura. Intercambiamos teléfonos y direcciones, y nos despedimos hasta el día
señalado.
Al llegar a casa no le dije
nada aún a mi esposo. Quise ver la cara que ponía mi marido al domingo
siguiente, cuando comimos en casa de mis padres y era mi madre quien le daba la
noticia. Disfruté viendo como su semblante cambiaba a medida que su suegra le
explicaba no sé que de los niños de una aldea, según el lió que mi madre
llevaba en su cabeza de lo que le había contado Patricia.
El caso es que llegó el día de
la reunión de preparación en la parroquia, donde pude conocer al resto de
monitores y monitoras. Al primero en presentarme Patricia fue a Fernando, el
cura de la parroquia. Llevaba puesto un pantalón negro y una camisa gris en la
que destacaba el típico alzacuellos. La verdad es que me sorprendió gratamente
Fernando, era un tipo atractivo pese a ser cura, y tenía cierto puntazo vestido
de negro con el alzacuellos. Luego conocí a Ángel, un profesor alrededor de los
cincuenta y tantos años, y que sería legalmente frente a las organizaciones el
jefe de campamentos. Luego estaban Alberto y Jorge, dos chavales de veintipocos
años, junto con Patricia, mi amiga, Paloma, Ana y Ester que también tendrían
alrededor de los veintipocos años.
De alguna forma se estableció
un vínculo por edades, por las conversaciones, inquietudes y experiencias.
Ángel, Fernando, Patricia y yo de un grupito, y luego los chavales más jóvenes
de otro. Más tarde supe que Fernando tenía treinta y cuatro años, esto es, unos
pocos más que nosotras. Comenzamos a organizarnos y quedamos en vernos
regularme más días hasta la fecha de los campamentos.
Recuerdo que al salir de esa
primera reunión, Patricia me acompañó un rato de camino a mi casa.
.-“¿A qué es una pena?” me
dijo cogiéndome por el brazo mientras caminábamos por la calle.
.-“Si, pobrecitos todos esos
niños sin agua” dije sin entender a lo que se refería.
.-“No, tonta. Me refiero a
Fernando. ¿A qué es una pena que hombres así se hagan curas?” dijo confesándome
que a ella también le resultaba atractivo.
.-“No sé” dije tratando de
disimular que efectivamente a mí también me había llamado la atención.
Era la primera vez que
hablamos del tema.
.-“Está para hacerle un favor”
dijo mordiéndose el labio inferior.
.-“Vamos mujer, no es para
tanto” pero mentí. No sé porqué no quería que Patricia supiese de mi impresión
acerca del cureta. Tal vez porque quería aparentar ante ella que había
triunfado en mi matrimonio, a pesar de que este hiciese aguas por todas partes.
.-“Sabes….” Acercó su cuerpo
al mío dando a entender que me contaba un secreto.
.-“Dime” dije ansiosa por conocer
su secreto.
.-“Dicen que Fernando es muy
mujeriego, que lo han visto frecuentar casas de citas” dijo bajando el tono de
voz como si lo que acababa de decirme fuese un secreto de estado.
.-“Y los que lo han visto en
esos sitios ¿qué hacían alli?. No puede ser”. Dije dudando de sus palabras.
.-“Dicen que va muy a menudo”
dijo susurrándome de nuevo.
.-“Hay chica, será que las
ayuda o algo por el estilo. La gente es muy mal pensada” dije defendiendo a
Fernando argumentando una razón lógica a todo eso. Después la conversación
desvió por otros derroteros, hasta que nos separamos cada una a su casa.
Al fín llegó el día de
partida. Ya os podéis imaginar los grupitos antes de subir al autocar, las
canciones de guitarra, las despedidas a píe de autobús de los familiares… hasta
que llegamos a las instalaciones.
Se trataba de un campamento en
plena montaña. Las instalaciones constaban de varios edificios. En uno de
ellos, era una construcción de dos plantas, donde la parte de abajo era un
comedor enorme con mesas, sillas y bancos de madera, junto con una cocina
industrial. La planta de arriba eran dos habitaciones, un baño y un cuarto
enorme que hacía de almacén de las tiendas de campaña y demás muebles de
jardín. El otro edificio eran los baños, aseos y duchas comunitarios. No estaba
nada mal, la verdad es que yo recodaba mucho peor de mis tiempos más jóvenes de
campamentos las temidas letrinas.
Nada más llegar levantamos una
gran tienda de campaña central tipo militar que haría las labores de centro de
reunión y de actividades. Alrededor de esta gran tienda plantamos el resto de
tiendas distribuidas por equipos. Los chavales tenían edades comprendidas entre
los diez y los dieciocho años. Los agrupamos más o menos por edad y por sexos
en las tiendas, hasta que llegó el momento de repartirnos las habitaciones del
edificio de las dos plantas y las tiendas de campaña entre los monitores.
Ángel, el señor mayor y con
espíritu eternamente joven, dijo el primero que no le importaba dormir en
tienda de campaña. Se sumaron el resto de chicos a su propuesta. Patricia
insinuó que tal vez deberíamos dejar a Fernando una de las habitaciones, por el
tema de organizarse mejor sus sotanas y enseres. Enseguida comprobé que el
resto de féminas apoyaban esta decisión, y el siguiente paso fue rifarnos entre
las chicas la otra habitación. Me percaté que casualmente sólo éramos nosotras
las que estábamos interesadas en dormir en la habitación junto al cura. Tuve
suerte y me tocó a mí. La verdad agradecí no tener que dormir en el suelo
durante quince días, además de disponer de un baño con ciertos privilegios.
El día transcurrió rápido
entre tanto preparativo. Por la noche acordamos tener reunión de monitores tras
dormir al resto del campamento. Como siempre en estos casos hablamos de mucho y
de nada, terminando yéndonos por las ramas. Los chavales más jóvenes, Jorge y
Alberto, enseguida se animaron a sacar algo de whisky, ron y tequilas, pues
llevaban un par de mochilas cargadas. Acordamos dejar bajo llave el alcohol para
que solo los monitores tuviésemos acceso. Evitando tentaciones entre los
acampados más mayores próximos a los dieciocho años. En especial un tal Javier,
un chico de diecisiete años algo conflictivo, y que ya había tenido algún que
otro encontronazo con otros muchachos por hacerse el chulito. Propusimos que lo
mejor sería que Ángel fuese el monitor de su grupo. A mí me tocó otro grupo de
chicos entorno a los catorce - quince años, repartiéndonos el resto de gente.
Lo único que recuerdo de esa
noche es que me acosté en mi habitación bastante cansada, y que para colmo
hacía un calor sofocante que impedía conciliar el sueño. Para mi sorpresa
comprobé que me dejé los pijamas en casa, no los debí meter en la mochila. Así
que decidí dormir en braguita y camiseta. En alguna ocasión dormía así en casa.
Las noches de calor insoportable, solía dormir con braguitas de esas con dos
triángulos adelante y atrás, unidos por finas tiras laterales. Y en la parte
superior una camiseta fina también de tirantes. Esa noche serían a juego de
color negro.
La mañana siguiente sería un
calco de cómo transcurrirían el resto de días. Una oración al desayunar, luego
alguna actividad, y hacía el mediodía un baño en las pozas del río, el que
quisiese. Como las orillas más accesibles estaban a un par de kilómetros del
campamento, comíamos algo tarde. El que quería se quedaba en el campamento,
había duchas para combatir el calor. Luego una buena siesta, algo de pastoral
juvenil y a preparar la cena. Algunas canciones con las guitarras antes de
acostar el campamento, y luego reunión de monitores.
Después de la reunión todo el
mundo se retiraba a dormir. A mi me costaba conciliar el sueño debido al calor,
así que hacía algo de tiempo hasta que desaparecía todo el mundo, momento en el
que bajaba a la cocina, con la intención de prepararme un cola cao con leche
antes de retirarme verdaderamente a dormir.
Recuerdo esa segunda noche
porque bajé con mis braguitas y camiseta puestas a tomar el vasito de cola cao.
Creí estar sola. Me senté en el salón, en uno de los bancos de madera próximos
a las escaleras y la cocina, dispuesta a degustar mi vasito de leche, cuando
por los ruidos pude ver como bajaba Fernando por las escaleras. Todavía llevaba
su típica camisa gris y el alzacuellos.
.-“Veo que tú tampoco puedes
dormir” dijo nada más verme. Yo me sentí algo incómoda ante su presencia, al
estar prácticamente en ropa interior. Pude comprobar que también se preparaba
un vaso de leche, salvo que sin cacao y con mucho azúcar.
.-“¿Te importa?” dijo pidiendo
permiso para sentarse a mi lado. Pude apreciar como su mirada se clavaba en mis
piernas al sentarse en el mismo banco en el que estaba yo.
.-“No claro” dije haciéndole
algo de sitio y sentándome correctamente.
Lo cierto es que era la
primera vez desde que lo conocí que me quedaba a solas con Fernando. Me pareció
un tipo de conversación agradable y fluida, bastante simpático además de
atractivo. “Lástima de alzacuellos” pensé. Aunque bien mirado le daba un morbo
que no veas.
Estuvimos hablando un buen
rato acerca de muchas cosas. Conforme Fernando bebía su vaso de leche, un fino
bigotillo blanco se le formaba encima de los labios. Para mi era algo
hipnotizador, no podía dejar de mirar y mirar ese blanco bigotillo que se le formaba.
No sabría decir si no podía dejar de mirarlo porque estaba gracioso y ridículo,
o porque lo hacía aún más atractivo. El caso es que no pude evitar la tentación
de limpiarle los labios con una servilleta de papel. Interrumpí lo que estaba
contándome para acercarme a limpiarlo, por descuido mis pechos rozaron con su
antebrazo, casi con sus manos.
Lo que nunca olvidaré fue la
forma en que me miró cuando me separé después de limpiarlo. Sentí que me
desnudaba con la mirada, y por la poca ropa que llevaba no le sería difícil
adivinar mi cuerpo de mujer. Un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba abajo.
Para colmo mis pezones se pusieron de punta, y permanecieron así el resto de la
conversación. Fernando no les quitaba ojo de encima. Por otra parte la conversación
transcurría relajada y amena. Me hizo reír en varias ocasiones contándome
alguna anécdota suya.
.-“¿Tienes frío?” preguntó de
repente interrumpiendo la conversación.
.-“No ¿porqué?” respondí
inocentemente.
.-“Por nada, por nada”
pronunció sin dejar de mirar mis pezones que se marcaban a través de la
camiseta, y dicho esto retomó la charla dónde la dejamos. Yo no quise darle
mayor importancia, al fin y al cabo Fernando era sólo algo mayor que yo, y a
todas todas, yo debía parecerle una mujer atractiva.
El caso es que esa noche entre
unas cosas y otras nos retiramos a dormir bastante tarde.
A la mañana siguiente más de
lo mismo, oración con el desayuno, alguna dinámica y luego baño en el río.
Recuerdo ese día porque fue la primera vez que Fernando vino a las pozas con
todos. Pudimos verlo en bañador, y para sorpresa de todas usaba uno de esos
bañadores tipo slip, que le marcaban un paquete de lo más apetecible. Además
resaltaban sus abdominales, se notaba que se cuidaba. Una de las muchachas más
atrevidas incluso hizo algún comentario nada más verlo, Fernando lo escuchó y
tratando de restar importancia dijo:
.-“Men sana in corpore sano”
dijo “ hay que cultivar cuerpo y mente”. Luego explicó que le gustaba practicar
ejercicio, en especial acudía un par de días a la semana a nadar, de ahí el
bañador.
Mientras el cura se explicaba,
pude darme cuenta que estaba rodeado de féminas, y creo que era consciente y
disfrutaba de su magnetismo para con las mujeres. ¿Sería verdad el rumor que me
dijo Patricia acerca de las debilidades del cura?.
Al terminar la jornada, y de
camino de regreso al campamento, mi amiga Patricia corrió a mi lado para
cuchichear un rato. Me cogió de nuevo por el brazo y bajando el tono de voz me
dijo:
.-“Qué, ¿a qué está bueno el
cura?” susurró dándome un codazo.
.-“Chica, que quieres que te
diga” traté de fingir indiferencia.
.-“Pues que está para hacerle
un favor” dijo medio riéndose. Yo también me reí siguiéndole el juego. Luego
continuó hablándome:
.-“Si, él y tú habéis sido la
comidilla de todo el campamento” dijo agarrándome fuerte del antebrazo.
.-“¿Yooo?” pregunté
sorprendida.
.-“Si tú, ¿no me dirás que no
te has dado cuenta?” se reafirmó en sus palabras.
.-“¿De qué?” dije totalmente
despistada.
.-“Caray chica, es que no te
enteras de nada. Con ese modelito de bikini que te gastas ningún chaval te
quitaba la vista de encima. ¡¡Si incluso Fernando se fijaba en ti!!” dijo
Patricia para mi sorpresa.
.-“Es el bikini que me había
comprado para ir a la playa” traté de justificarme frente a mi amiga.
.-“Tú di que sí mujer” dijo mi
amiga defendiéndome por ponerme lo que me diese la gana. Y continuó
explicándose…
.-“El caso es que Alberto ha
sorprendido al tal Javier grabándote con el móvil y haciendo comentarios
obscenos ante otros chicos, y claro, lo ha castigado a limpiar los baños. Me ha
dicho Alberto que entre otras cosas te has ganado el título de “eme, cu eme,
efe” o algo así entre los chavales” dijo llamándome la atención.
.-“¿Qué es eso de “eme, cu,
eme, efe”?” pregunté atónita por cuanto me estaba contando.
.-“Al parecer son las siglas
con las que Javier quiere decir “madre que me follaría”, y claro, ha calado
entre el resto de chiquillos que le siguen la corriente.
.-“Pues no veo porqué”
respondí perpleja por sus palabras.
.-“No me dirás que con ese
modelito de bikini no te has ganado el título de supermaciza del campamento”
respondió mi amiga con cierta envidia.
Mientras Patricia continuaba
hablándome, yo repasé mentalmente al resto de monitoras. Lo cierto es que
Paloma y Ester, estaban algo rellenitas, e incluso utilizaban bañador de una
sola pieza para disimular sus celulitis. Ana, a pesar de tener buen tipillo, no
era muy agraciada de cara, y pese a su edad aún tenía el rostro con acné. Por
otra parte Patricia siempre daba el aspecto de monja pese a no serlo, pero a la
vista de los chavales era mucho más seria y con mucha mala leche. Así que
supuse que efectivamente sería la top model del campamento sin quererlo. Me
hizo gracia pensar que todo un grupo de chavalillos con las hormonas aceleradas
se fijasen en mi, mientras que el imbécil de mi marido se fijaba en otra. Luego
mis pensamientos se detuvieron en las palabras de mi amiga: “Si incluso
Fernando se ha fijado en ti”, frase que se repetía una y otra vez como un
mantra en mi cabeza.
El resto del día transcurrió
con total normalidad, casi incluso aburrido. Hasta que llegó la noche. De nuevo
un calor sofocante impedía conciliar el sueño. Esa noche llevaba puesto un
conjunto de braguita y camiseta blancos cuando bajé a prepararme mi cola cao.
Al poco tiempo Fernando apareció por las escaleras. De nuevo con su impecable
pantalón negro, camisa gris y alzacuellos. Contrastaba con la persona que esta
mañana se bañaba en el rio. Lo observé mientras se preparaba su vaso de leche
en la cocina, al terminar de nuevo me pidió permiso para sentarse a mi lado.
Así lo deseaba, y lo invité a charlar.
No sé porque quise interesarme
más por su trabajo. E incluso insinúe el comentario de Patricia acerca de sus
visitas a casas de citas. El me explicó que entre otras cosas colaboraba con
los centros sociales de ayuda a la mujer para intentar apoyar a este colectivo.
Poco a poco me fue comentado algún por menor acerca de su día a día. Me llamó
la atención alguna de sus palabras sobre el tema. Incluso me contó alguna
situación dramática acerca de mujeres con las que había tratado.
Ambos estábamos sentados en el
mismo banco uno frente al otro a cierta distancia. Fernando con una pierna a
cada lado del banco, y yo inconscientemente, me encontraba sentada con las
piernas totalmente flexionadas y los pies encima del banco, con los brazos
rodeando mis piernas a la altura de las rodillas, y sosteniendo la taza de
leche con una mano.
Me percaté de mi postura
porqué en un momento dado la mirada de Fernando se fijó en mis intimidades.
Seguramente se fijaba en el triangulo de tela blanca que se adivinaba entre mis
piernas y que destacaba en la oscuridad. Mis piernas se mostraban totalmente
desnudas de la forma en que estaba sentada. Una y otra vez no dejaba de mirar
mis labios vaginales que yo misma notaba marcarse a través de la fina tela de
mis braguitas. Me gustó seguirle la mirada, pues se fijaba inconscientemente
casi interrumpiendo sus palabras. En esos momentos me agradó juguetear con el
pobrecillo. Debía estar mucho más necesitado que incluso yo misma. Cuando se
vio sorprendido se ruborizó notablemente y trató de disimular como pudo
continuando con la conversación.
He de reconocer que en esos
momentos mi ego de mujer estaba por la nubes, ¡¡estaba siendo el objeto de
atracción de un cura!!. Uhhhm, la situación era tan tentadora. Separando un
poco las piernas para que pudiera verme mejor le pregunté…
.-“¿Alguna vez se te han
insinuado esas mujeres?... no sé, ¿han tratado de ofrecerte sus servicios? o
cosas por el estilo…” pregunté mirándolo fijamente a los ojos. El me sostuvo la
mirada un tiempo que se me hizo eterno. Se percató del doble sentido de mi
pregunta y de mi jueguecito de insinuación .Luego mordiéndose el labio inferior
dijo:
.-“En la viña del Señor, hay
mujeres para todo” pronunció al tiempo que se acercó a mi sin dejar de mirarme
a los ojos y con cierto tono desafiante. No sé porque me sentí mal en esos
momentos, y bajé la cabeza. Tal vez había sido demasiado tentadora. Fernando me
dio una palmada en mi muslo muy cerca ya de mis cachetes, y cogiendo mi taza de
leche con la otra mano, en un tono muy jovial que nada tenía que ver con el de
antes, levantándose dijo:
.-“Es tarde, deberíamos
acostarnos” y dicho esto se incorporó a dejar los vasos en la cocina y subió a
dormir.
Yo me quedé un rato más en el
comedor tratando de restar importancia al momento relativamente tenso que
habíamos tenido, hasta que también me retiré a dormir.
El resto de días
transcurrieron con mayor o menor normalidad. Las actividades matutinas, el baño
en la poza y las miradas de todos los chiquillos clavadas en mi cuerpo, la
siesta, los juegos de la tarde, la reunión de monitores y el vaso de leche
junto al cura antes de acostarnos. He de decir que tal vez fuese ese el mejor
momento del día. La charla con Fernando mientras tomábamos el vaso de leche.
Así pasaron algunos días más en el campamento.
Hasta que llegó un día clave
que nunca olvidaré. Aquel día realizamos una excursión hasta Peña Alta. Una
caminata ascendente de gran desnivel y que me dejó verdaderamente cansada. Al
llegar la noche y tras la reunión de monitores, me retiré a mi cama a descansar
un rato hasta que se hiciese la hora de tomar mi consagrado vasito de cola cao.
Pero me quedé adormilada sobre la cubierta. Cuando desperté pude comprobar que
era muy tarde, me asomé por la ventana para ver que todo el campamento estaba
completamente apagado, no había ninguna luz, ninguna linterna, y todo estaba en
silencio.
Traté de dormir de nuevo, pero
mi cabeza daba vueltas y vueltas. Me preguntaba que estaría haciendo en ese
mismo momento mi marido. Si estaría con su amante o no. Sentí rabia. Como no
lograba parar mi cabeza, decidí darme una ducha. Estaba cansada, empapada en
sudor y una ducha seguramente ayudaría a mis propósitos. Al cruzar el pasillo
desde mi cuarto al baño pude comprobar que la luz del cuarto del cura también
estaba apagada.
Me encerré en el baño, colgué
sobre el manillar de la puerta mi braguita y mi camiseta y dejé sobre el lavabo
la toalla de baño para secarme. Uhhm era agradable sentir el agua fresca sobre
mi piel. Al salir de la ducha, mientras me miraba en el espejo del lavabo, me
percaté de que mi pubis estaba algo descuidado. Normalmente me gusta lucir una
fina tira de pelillos que indiquen el camino hacia mi zona más sensible.
Supongo que debido a la falta últimamente de apetito sexual, a los preparativos
del campamento y varios días fuera de casa, que había descuidado mi jardincito.
Decidí arreglármelo.
Cogí mi cuchilla y traté de
marcar esa fina tira que habitualmente decora esa zona. La luz era muy débil en
el baño, no me veía bien. El caso es que no lograba dibujar una línea recta, ni
de compensarla, supongo que debido a la escasa luz. No sé porqué lo hice, pero
fue como un impulso instintivo que no pude parar. ¡Ris!, ¡ras!, mi pubis estaba
completamente rasurado. Me miré en el espejo, aunque ya lo había llevado así en
alguna ocasión me gustó verlo desnudito. Me fijé que algunos de los pelillos
habían caído al suelo. Decidí terminar mi obra de arte antes de recogerlos y
repasar bien toda la zona.
Recuerdo que estaba dando los
últimos retoques a mis pliegues más íntimos cuando la puerta se abrió de par en
par. Fernando abrió la puerta por completo y se quedó de piedra al verme
totalmente desnuda en el baño. Fue todo muy rápido. Cerró la puerta tras
reaccionar, y se disculpó diciendo:
.-“Lo siento tenía ganas de
orinar y creí que te habías dejado la luz encendida” dijo del otro lado de la
puerta. Yo me enrosqué como pude con la toalla.
.-“Ahora salgo” dije al tiempo
que abría la puerta y salía corriendo dispuesta a encerrarme en mi cuarto. Creo
que fue el momento de mi vida que más vergüenza he pasado. Tras cerrar la
puerta de mi cuarto pude percatarme de que mi braguita, y mi camiseta se habían
quedado tras la puerta del baño. ¡Dios mío!, y también había dejado el rastro
de ciertos pelillos en el suelo cuando Fernando me sorprendió cuchilla en mano.
Decidí esperar a que el cura terminase en el baño para volver a limpiarlo.
Pude escuchar el sonido de la
cisterna y la puerta del cuarto de Fernando cerrarse tras finalizar. Cuando
regresé al baño, para mi sorpresa el suelo estaba limpio. Deduje que Fernando
debió limpiar el suelo con un poco de papel higiénico, pues había restos de mis
pelos en el inodoro, y para colmo mi braguita y camiseta yacían en el suelo en
un rincón junto a la bañera. Seguramente Fernando las abría dejado así pensando
en que estaban sucias. ¡Dios mío que vergüenza!. ¡Qué se pensaría ese hombre de
mi!. Para mayor estupor, pude comprobar cuando recogí mis prendas, que había
evidencias de mis fluidos vaginales en la parte central de la braguita. ¿Se
habría percatado el cura de ese detalle?. Recogí todo como pude y marché
corriendo a la cama con ganas de que llegase un nuevo día.
Al día siguiente casi no me
atrevía a mirar a la cara del cura. Estaba muerta de vergüenza. No sabría que
decirle ni como excusarme. Para colmo nos quedamos por casualidad de los
últimos en el río antes de subir al campamento. Recuerdo que yo aún estaba
nadando en el agua y el me observaba mientras se secaba desde la orilla, creí
advertir que un inicio de erección se dibujaba en su bañador de slip mientras
me admiraba con el bikini puesto. Por suerte no me hizo ningún comentario al
respecto en ningún momento del día. Así que poco a poco fue transcurriendo la
jornada. En la más absoluta normalidad, hasta que llegó la noche. Tras la
habitual reunión de monitores decidí dar un paseo por los alrededores y hacer tiempo
esperando el momento de tomar mi vasito de leche.
Por suerte había luna llena y
no hacía falta linterna para caminar. Llevaba puesto tan sólo mis botas de
montaña, un short del coronel tapioca sobre mis braguitas, y la camiseta de
tirantes con la que dormiría esa noche.
Tras pasear un rato y
disfrutar de la visión de las estrellas en el cielo, me entraron ganas de
orinar. Decidí acercarme a los barracones comunitarios pues estos se
encontraban más cerca.
Al llegar a los baños escuché
unas voces de chicos. Reconocí entre otras la voz del tal Javier y de uno de
mis muchachos de aproximadamente quince años. Me llamaron la atención sus
comentarios. Decidí acercarme con sigilo. Pude escuchar su conversación tras
uno de los muros cercanos sin que me viesen. Me asome con cautela. Javier
estaba fumando mientras todos los chiquillos miraban el móvil de Javier. Me
escondí para escuchar sus comentarios…
.-“Joder, menudos melones
tiene” dijo uno de ellos.
.-“Si tío, tiene que hacer
unas cubanas de infarto” dijo otro mientras se codeaban entre ellos.
.-“Esta muy buena” escuché que
decía el chaval de mi grupo. Yo me preguntaba mientras los oía, de quién podían
estar hablando de esa manera. En principio pensé que se trataría de alguna
modelo de Internet o algo así, pero me llevé una sorpresa…
.-“Lo cierto es que tu
monitora tiene un polvo que no veas” le dijo otro de ellos al chaval de mi
equipo. No podía creer lo que acababa de escuchar.
.-“¿Sabéis que le haría yo a
la puta de Sandra?” dijo Javier creando cierta expectación entre el resto de
chavales. Se notaba que era el líder.
.-“Se la enchufaba por el culo
a ese pedazo de zorra” concluyó Javier para sorpresa de todos.
.-“Seguro que chilla como una
guarra” se animó a decir otro. Yo no podía creer lo que estaba oyendo.
.-“Pero…, Sandra esta casada”
dijo el chavalín de mi grupo.
.-“Esas son las peores”
interrumpió Javier, “seguro que con su marido se hace la estrecha, y luego le
encanta chupar pollas. Tengo que verla desnuda como sea” terminó por decir.
.-“Seguro que se la folla el
cura, ¿de qué si no duermen juntos?” espetó otro.
.-“El otro día a poco se cae
de morros el cura en la orilla del río por mirarla” añadió otro.
.-“Cuanto os apostáis a que me
la follo” dijo Javier de nuevo para expectación de sus seguidores.
Justo en ese momento sonó el
móvil en mi bolsillo del pantalón. El timbre puso en alerta a los chicos.
Yo salí corriendo en dirección
a mi habitación con el fin de saber quien había sido tan inoportuno.
Seguramente los chiquillos me
habrían visto salir corriendo de los barracones, y yo misma me habría delatado
espiándolos.
Una vez en la habitación pude
contestar al teléfono. Era mi marido. Llamaba para saber que tal estaba y
decirme que me echaba mucho de menos. ¡Hipócrita!. Después de colgarle recordé
los comentarios tan soeces que escuché de mi persona. Sobretodo de Javier. No
me gustaban sus intenciones, reconozco que tuve cierto temor a que me hiciese
algo. Por lo que sabía su madre estaba en prisión y él había sido internado en
varias ocasiones. No me podía fiar, debía subir la guardia.
Por lo demás nada destacable.
Luego en la noche pude hablar con el cura acerca de Javier y su situación.
Fernando me contó que conocía a la madre de Javier, la visitaba junto a otras
reclusas con frecuencia en prisión, estaba encerrada por prostitución. Me
estuvo contando un montón de cosas hasta que se hizo la hora de dormir.
Tal vez no le hubiese dado
mayor importancia a lo que aconteció al día siguiente en el rato de baño en el
río, pero dado lo que escuché la noche anterior me puso en alerta.
Ese día, varios chavales de mi
grupo comenzaron a jugar conmigo en el agua a hacernos aguadillas y empujarnos
unos a otros. Lo cierto es que nos hacíamos aguadillas entre nosotros en un
tono bastante jovial y divertido. Todo transcurría con relativa inocencia,
hasta que Javier entró a formar parte del juego. Aprovechaba cualquier ocasión
de contacto para meterme mano por debajo del agua. Incluso noté un par de
pellizcos suyos en mis pechos encubierto por el agua del río. No me agradó su
forma de jugar y decidí salir del agua.
Recuerdo que caminaba en
dirección a la orilla cuando pude notar un fuerte tirón en las cuerdas anudadas
a mi espalda. Era Javier que trataba de deshacer el nudo que sujetaba mi top. Y
de hecho consiguió deshacerse del nudo. Los triángulos que cubrían mis pechos
salieron de su sitio. Menos mal que logré cubrirme mis pechos con las manos
antes de que nadie pudiese ver nada. Todo el campamento vió la maniobra, pude
ver muchas bocas abiertas babeando tratando de vislumbrar alguno de mis
pezones. Incluidos Fernando y Ángel, quienes castigaron de nuevo a Javier con
limpiar los baños y amenazaron severamente con expulsarlo.
De regreso al campamento
decidí que lo mejor sería no acompañar a los chavales en unos días al río para
que se calmasen los ánimos. Normalmente aclaraba mi bikini en el baño de mi
planta y lo dejaba secar junto a la ventana en mi cuarto, pero dadas las
circunstancias de ese día, lo lavé minuciosamente en los lavaderos comunitarios
y lo tendí en las cuerdas comunes junto al resto de prendas, con la intención
de que se secase mejor al sol por unos días. El resto del día transcurrió de lo
más normal.
De nuevo a la noche decidí a
dar un paseo tras la reunión de monitores. Todavía había luna seminueva y se
veía bien en el campo. Caminaba sola en mitad de la noche cuando unos ruidos me
llamaron la atención. Parecían unos gemidos, junto a alguna frase que no
lograba entender con claridad. Provenían de detrás de unos arbustos y
matorrales. Pude acercarme sigilosamente a ver lo que ocurría.
Para mi sorpresa pude ver a
Javier de espaldas, con el bañador a media pierna y la camiseta puesta, que
estaba embistiendo por detrás a una de las chiquillas del campamento. Ella
estaba también en pie contra un árbol, agachada, con las manos apoyadas en sus
piernas, aguantando el equilibrio y los empujes de su amante. Pero lo que más
me llamó la atención es que ¡¡¡¡llevaba puesto mi bikini!!!!!. ¡¡Cómo era
posible!!. Aquello si que no lograba entenderlo.
En ese momento Javier le
propinó una cachetada a la muchacha en el culo que resonó en todo el bosque y
le dijo:
.-“Vamos, muévete, tienes que
hacerlo como lo haría la puta de Sandra” escuché que le decía Javier.
Mi sorpresa no acababa ahí,
fue entonces cuando pude ver que Javier lo estaba grabando con el móvil. La
chica por su parte no paraba de gemir y gemir.
.-“Oooh, si, siih” se le
escapaba a la chiquilla.
.-“Vamos puta, tiene que
parecer que es el culo de Sandra, que me lo estoy haciendo con ella. Quiero
hacerles creer a todos que me la he follado por el culo” dijo Javier con rabia.
.-“No, por el culo no. No
habíamos quedado en nada de eso” apuntó a decir la muchacha entre gemidos.
Javier le propinó otra cachetada en el culo, dejándoselo a la pobre enrojecido.
.-“Harás lo que yo te diga si
no quieres que tu padre se enteré de lo de tu madre con el cura” pronunció
Javier chantajeando a la chica.
.-“No por favor” gimoteo ella.
.-“Abre bien tu culo que
quiero grabarlo, y recuerda que tienes que parecer Sandra” ordenó Javier.
La muchacha llevó sus manos
atrás, y una a cada lado abrió sus nalgas para que Javier pudiera verle bien su
agujero negro.
.-“Menudo culito tienes” dijo
Javier, y al tiempo escupió en el esfínter de la niña.
.-“No por favor, por ahí no”
suplicó ella. Yo no podía creer lo que veía. En ese momento Javier dejó de
penetrar a la chica sacando su miembro del interior de la muchacha. Pude
contemplarlo en todo su esplendor. Lo cierto es que el chaval estaba muy bien
dotado. ¡¡Si parecía un burro!!. Poco a poco fue acerando su miembro a la
entrada del ano de la chica e hizo fuerza para sodomizarla. Yo contemplaba la
escena hipnotizada.
Pude adivinar que había
logrado introducirle la punta por el gesto de dolor de la chiquilla, la cual
hacía un esfuerzo tremendo para no chillar. Yo me tapé la boca para no hacer
ruido. Me percaté de que sin querer había comenzado a acariciarme por encima
del pantalón y a manosearme los pechos. Nunca creí que observar a otros en
momentos íntimos pudiera excitarme tanto, y mucho menos contemplar como la
muchacha era sometida sin piedad por un tipo tan maquiavélico como Javier. La
escena me estaba poniendo cachonda sin poderlo remediar. De repente se la
introdujo hasta el fondo de un solo golpe de riñón por parte de Javier. La
chica debió ver las estrellas de dolor…
.-“AAAAaaaaagggghh” un grito
desgarrador salió de la garganta de la chiquilla. Javier aprovechó para darle
otro manotazo en las nalgas a la chica.
.-“Eso es Sandra, así me gusta
que chilles” dijo al tiempo que comenzó a moverse frenéticamente y grababa con
su móvil, enfocando únicamente la zona en que se podía apreciar mi bikini, y su
pollón entrando y saliendo del ano de la chica. Me imaginaba el montaje de
video que ese cabrón haría para mostrárselo a sus amigotes.
Estuvieron varios minutos en
que la chica interpretaba a la perfección mi papel y Javier no paraba de
mencionar mi nombre una y otra vez. Yo sin poder evitarlo me había desabrochado
el botón de mi short y mis dedos jugueteaban ya en el interior de mis braguitas.
De vez en cuando me pellizcaba yo misma los pezones por debajo de la camiseta
contemplando la escena tras los matorrales. Para mi sorpresa pude ver como
Javier extraía su miembro de las entrañas de la chica y se corría sobre la tela
de mi bikini que cubría el culillo de la muchacha.
Ambos procedieron a vestirse y
acomodarse sus prendas, momento en el que yo salí corriendo evitando ser
descubierta. Me dirigí a mi habitación tratando de asimilar lo que había
presenciado. Al pasar junto a los barracones quise comprobar si mi bikini
continuaba en el tendedero. No lo ví, me cercioné en mi convicción de que
efectivamente el bikini que llevaba puesto la muchacha era el mío.
Subí a mi cuarto y me encerré.
En mi mente se proyectaba una y otra vez la imagen de Javier y su herramienta
enculando a la chiquilla. Me tumbé sobre la cama. El botón de mi short
continuaba desabrochado. De nuevo introduje mi mano en mis braguitas. Uuufh,
estaba empapada.
Mis dedos comenzaron a
juguetear con mis pliegues más íntimos. La otra mano acariciaba mis pechos por
encima de la camiseta. En mi mente visualizaba una y otra vez el momento en el
que Javier sodomizaba a la chiquilla. Me identifiqué con los gestos de dolor de
la muchacha en el momento en el que me introducía un dedito en mi interior.
Caray, estoy empapada, me sorprendí a mi misma. Necesitaba más y más fuerte.
Así que comencé a pellizcarme los pezones y a introducir un segundo y hasta un
tercer dedo en mi interior. Alternaba el penetrarme con acariciarme el
clítoris.
¡¡¡Dios que gusto de
imaginarme que era yo a la que sodomizaban!!!.
.-“UUuuhhmm” no pude evitar
gemir. En esos momentos era totalmente ajena a las circunstancias que pudieran
acontecer a mi alrededor. Sólo tenía consciencia de mi cuerpo, el cual me pedía
más y más. Me deshice de mi short con urgencia para continuar mis maniobras.
Hasta me lastimaba ligeramente a mí misma pellizcándome despiadadamente los
pezones.
Juro que nunca lo había hecho
anteriormente, pero sentí una necesidad inexplicable por introducirme un dedo
en mi ano a la vez que me masturbaba. ¡¡¡Dios, que gusto!!!. Tuve que girarme y
tumbarme boca abajo para ahogar mis gemidos con la almohada.
.-“Uuuhhhmmm” no pude evitar
ronronear de placer. Era una gata en celo.
Por primera vez en mi vida
pude sentir como mis dedos se podían acariciar a través de mis entrañas. El
dedo que me había introducido en el ano estimulaba de sobremanera mi punto “g”
a través de las membranas y paredes vaginales. Sin duda estaba a punto de
correrme en uno de los mejores orgasmos de mi vida.
.-“Oooh, sih” tuve que chillar
contra la almohada. Mi cuerpo comenzó a temblar en espasmos de placer.
.-“Oh, si, siiii, ooouugh”
gemía en cada sacudida de mi cuerpo.
¡¡¡Mierda!!!. Unos nudillos
golpearon en la puerta….
.-“Sandra ¿estas bien?”
escuché la voz de Fernando del otro lado de la puerta. Mi orgasmo se vio
interrumpido muerta de vergüenza.
.-“Si, todo bien. Algo cansada”
dije para disimular, al tiempo que me cubría mi cuerpo ridículamente con mis
manos, temiendo que el cura entrase en mi habitación y me sorprendiese medio
desnuda y masturbándome.
.-“Bajo a tomar un vaso de
leche. ¿Vienes?” me preguntó.
.-“Enseguida bajo, termino mis
estiramientos y enseguida bajo” dije tratando de inventar una ridícula excusa
que pudiera justificar mis gemidos. Por suerte escuché el sonido de Fernando
bajando por las escaleras en dirección a la cocina. Respiré aliviada por que no
hubiese abierto la puerta. Luego me di cuenta de que la excusa del yoga era
bastante absurda. Por unos instantes no supe que hacer. Me sentía como una niña
que acababa de romper un plato. Recogí mis braguitas del suelo, me las puse de
nuevo, y decidí que lo mejor sería bajar y dar la cara, y dejar que todo
sucediese como si de un día normal se tratase. Si preguntaba le diría que
estaba haciendo yoga y ejercicios, y que tiendo a quejarme cuando me duele y me
estiro. Así lo hice.
Bajé como todos los días a
tomar mi vasito de cola cao y a conversar un rato con el cura. Por suerte
Fernando no preguntó nada y no tuve porque darle ninguna explicación. Se notaba
que era bastante correcto y discreto en ese sentido. La conversación transcurrió
como en veces anteriores en un tono bastante jovial y divertido. A veces me
contaba experiencias que me ponía los pelos de punta, y otras me hacía reír.
El caso es que en una de las
veces pude observar como su mirada se fijaba en mis braguitas. En ese momento
me percaté de que la zona central de mi braguita estaba manchada de mis propios
fluidos. Su mirada se clavaba en mis labios mayores que podían adivinarse
marcados en la tela de mis braguitas. Me puse nerviosa de nuevo por la
situación, pero decidí continuar como si nada. Por suerte sugirió que nos
retirásemos pronto a dormir pues al día siguiente nos esperaba una dura
jornada. Esa noche caí rendida en la cama.
Para colmo tuve algún que otro
sueño más bien erótico, aunque algo raro. Soñaba que estaba tumbada en la
orilla del rio, cuando de repente aparece Fernando de detrás unos arbustos y se
abalanza sobre mi con verdadera pasión. Me besa, me acaricia, hace de mi cuerpo
lo que quiere hasta que situándose encima mío, a lo misionero, comienza a
penetrarme. Yo soñaba que me moría de gusto. Podía visualizar con todo detalle
su cara justo enfrente de la mía, disfrutando de mi cuerpo. Poco a poco su
rostro se va transformando, comienza a penetrarme con furia, con rabia, y con
cada golpe de riñón su rostro se va transformando en el de Javier. Yo trato de
deshacerme de él, pero me es imposible. Me está violando en mis propios sueños.
Me desperté justo en ese
momento empapada en sudor. Supongo que mi orgasmo interrumpido me estaba
jugando una mala pasada. Decidí quedarme con la parte positiva, con la primera
parte del sueño en el que era penetrada por el cura. Me quedé de nuevo dormida
imaginando que ojala llegara a suceder. Reconozco que el sueño había sido de lo
más real y lo había disfrutado hasta que se convirtió en pesadilla.
Pasaron algunos días más. He
de reconocer que los mayores alicientes para matar el aburrimiento, era
provocar las miraditas de los chicos y de Fernando en bikini en el río.
Estimulaban mi imaginación, y al llegar el momento de acostarme, disfrutaba de
mi cuerpo, sobretodo tratando de no pensar en el imbécil de mi esposo. Cada
noche me masturbaba pensando en Fernando, incluso me gustó provocarlo y jugar
con él en cada momento y en especial cuando llegaba el momento de tomar nuestro
vasito de leche juntos.
Hasta que una noche mientras
me tomaba el vasito de leche con el cura, este dedujo que algo no marchaba
bien. Esa noche estaba especialmente sensible y triste al pensar en mi
matrimonio. Recuerdo que en un momento dado Fernando me cogió de la mano y
mirando hacía mi dedo anular preguntó:
.-“¿Estas casada?” preguntó
acariciando mi mano con la suya.
.-“Si” dije agachando la
cabeza. Fue fácil deducir que no me iba bien.
.-“¿Quieres hablar del tema?”
me preguntó como invitándome a confesar.
.-“Creo que tiene una amante”
dije con los ojos sonrojados y lacrimosos.
.-“¡¡Nooo!!. No puede ser”
dijo poniendo cara de asombro.
.-“Pues créetelo” dije a punto
de llorar. Justo en ese momento escuchamos un ruido desde una de las ventanas.
Sospechamos que alguien nos estaba escuchando.
.-“¿Quieres que sigamos
hablando?” dijo invitándome a subir a las habitaciones a confesarme y a salvo
de cualquier fisgón.
.-“Si por favor, necesito
desahogarme” dije acompañándolo a subir a su cuarto.
.-“Espera” dijo, y se desvió
hacia la cocina cogiendo dos copas en la mano. Yo no entendí porque cogió las
copas hasta que entré en su cuarto. Permanecí un tiempo en píe en medio de su
habitación sin saber qué hacer ni que decir, momentos que Fernando aprovechó
para sacar una botella de vino de entre sus enseres. Pude fijarme que era una
botella de denominación de origen de Toro. La descorchó delante de mí y me
tendió una copa, que procedió a rellenar enseguida hasta la mitad con el vino.
Luego chocando su copa con la
mía dijo…
.-“El vino ayuda a confesarse,
la sangre de Cristo saca lo mejor de nosotros” pronunció mientras me invitaba a
sentarme junto a su lado en el borde de la cama. Yo me senté a su lado y dí un
primer trago a la copa que efectivamente me ayudó a responder a su pregunta.
.-“¿Por qué piensas que te
engaña?” quiso saber.
Yo le conté cuanto sabía. Lo
cierto es que el ambiente creado ayudaba a confesarme. Fernando por su parte se
dedicaba a escucharme y a rellenar mi copa de vino conforme apuraba los tragos.
Casi sin darnos cuenta terminamos la primera botella de vino. Coincidió casi
con el final de mi relato.
Fernando abrió otra botella.
Rellenó lo que sería mi quinta o sexta copa, y se sentó en el suelo mirando
frente a la ventana y con la espalda apoyada en la cama. Yo dí un trago y lo
imité, sentándome a su lado. Intuí que quería decirme algo.
.-“¿Has tratado de hablar con
tu marido?” preguntó. Yo negué con la cabeza, desechando su sugerencia.
.-“No creo que dé resultado”
dije negando taxativamente.
.-“¿Por qué crees que lo ha
hecho?” me preguntó.
.-“No tengo ni idea” dije
dando otro trago a mi copa.
.-“¿Piensas que busca en esa
otra persona algo que tú no puedes darle?” dijo mirándome a los ojos.
.-“La verdad es que no lo
entiendo. De acuerdo que ella es mucho más joven que yo, pero siempre he estado
dispuesta para él. Incluso ha habido noches en las que el quería sexo y yo sin
tener muchas ganas, he hecho un esfuerzo y me he abierto de piernas para él.
Ahora me siento como una imbécil”, dije agachando la cabeza entre mis piernas.
.-“Dicen que la confesión
siempre causa daño al otro, pero mucho me temo que tu marido no siente ningún
arrepentimiento” dijo acariciando mi nuca con su mano.
.-“¿Qué puedo hacer?” pregunté
desesperada.
.-“¿Has probado a resarcirte?”
preguntó apartando mi pelo de mi cuello y desnudando mi nuca, mientras me
acariciaba en esa zona.
.-“¡Me estas sugiriendo que le
sea infiel!” exclamé sorprendida por las palabras del cura.
.-“No he dicho tal cosa, sólo
te digo que a veces nos sentimos aliviados imitando conductas. Algo así como
ojo por ojo y diente por diente” dijo observándome detenidamente mis
reacciones.
.-“No entiendo” dije mirándolo
a los ojos. Un silencio se hizo entre ambos. Fue ahora el cura quien bajando la
cabeza dijo:
.-“Sandra, eres una mujer
joven y hermosa, deberías disfrutar de tu cuerpo” dijo mientras acariciaba mi
cuello desnudo, sin dejar de apartar mis cabellos una y otra vez.
.-“Sigo sin entender” dije de
nuevo algo aturdida por sus palabras y apurando el vaso de vino.
.-“Sabes…, antes de ordenarme
sacerdote estaba tremendamente enamorado de una chica que se llamaba Maribel.
Éramos novios, ambos descubrimos muchas cosas juntos acerca del amor, hasta que
un buen día se presentó mi padre en casa con un tío mío cura, y me dijo que me
ordenaban sacerdote…” interrumpió su relato para dar un trago a su copa de
vino.
.-“¿Qué ocurrió?” había
despertado mi interés por su relato.
.-“El caso es que me ordené
sacerdote tal y como había dispuesto mi padre” en esta ocasión ambos dimos un
sorbito a las copas de vino.
.-“¿Por qué no te negaste?”
pregunté por curiosidad.
.-“Cualquiera le llevaba la
contraria a mi padre, además a mi madre también le hacía ilusión. No, no tenía
otra alternativa” pronunció con resignación.
.-“¿Y Maribel?,¿qué fue de
ella?” quise saber.
.-“El caso es que seguimos
viéndonos durante un tiempo, hasta que a mí me destinaron a la India. Y claro,
con la distancia la relación se fue deteriorando. Además Maribel me contó por
carta que conoció a un tipo, ingeniero, bien posicionado y que terminó por
casarse con él”.
.-“¿Me quieres decir que
estando de novicio mantenías relaciones con esa chica?. Joder, eso si que no me
lo esperaba” dije sin meditar mis palabras algo desinhibida por los efectos del
vino.
.-“Efectivamente así fue.
Nunca me arrepiento de ello. El caso es que un buen día de regreso a España me
la encontré por la calle, quedamos en vernos a tomar un café y todas esas
cosas, hasta que un día ambos confesamos que seguíamos enamorados el uno del
otro. Ella me confesó que no mantenía una relación plena con su marido, y que
sólo yo había logrado satisfacerla. El caso es que al principio nos veíamos en
hoteles, en su coche, y sitios así, hasta que terminamos haciéndolo en su
casa…” no pude dejarlo escapar y se me escapó el inoportuno comentario.
.-“Joder con el cura” se
escapó de mis labios. “¿Y cómo acabó la historia?” quise saber al mismo tiempo.
.-“Un día nos pilló su marido
in fraganti” dijo poniendo su mano en mi rodilla para continuar narrando su
historia.
.-” Lejos de pedir el divorcio
y montar el numerito, lo llevó con resignación. Aceptó nuestra relación a tres,
hasta que poco a poco su relación entre Maribel y él se fue fortaleciendo. Un
buen día me dijo Maribel que lo nuestro tenía que acabar, que gracias a mí
había podido conocer mejor a su marido, y su marido mejor a ella. Incluso me
propusieron participar en orgías y cosas que ni te imaginas al nivel en el que
se movían. Yo poco a poco me dí cuenta de que la Maribel que yo conocí poco
tenía que ver con la mujer en que se había convertido, y poco a poco fuimos
cerrando la relación” me comentaba a la vez que su mano en mi rodilla comenzaba
a subir y bajar por mi pierna.
.-“No me lo puedo creer” dije
mientras miraba su mano deslizarse por mi muslo más cercano a su posición. El
color de su camisa gris contrastaba entre mis blanquecinos muslos.
.-“A veces la inclusión de un
tercero enriquece a la pareja” pronunciaba Fernando mientras una de sus manos
subía y bajaba por mi pierna ante mi impasibilidad, y con la otra me apartaba
el pelo desnudando mi nuca. Mi indiferencia ante sus caricias se debía en parte
a mi incredulidad en su relato.
.-¿Qué sabes ahora de
Maribel?” pregunté intentando averiguar si lo que me contaba era cierto o
inventado.
.-“Se que atravesaron
dificultades económicas graves. La última vez que ví a Maribel se prostituía
para pagar las deudas contraídas por su marido. Negocios y juegos en su
mayoría. Y de ahí que me interesase colaborar y ayudar a este tipo de mujeres.
La sigo viendo a menudo” dijo sin dejar de acariciar mi muslo muy cerca ya de mis
intimidades.
.-“¿Por qué lo haces?”
pregunté sin poder apartar mi vista de su mano. Ambos continuábamos sentados en
el suelo con la espalda apoyada contra la cama.
.-“Me gusta ayudar a mujeres
necesitadas” y nada más decir esto me dio un tímido beso en mi cuello. Fernando
estaba algo ladeado hacía mi, y se dedicaba a acariciar mi pierna más cercana a
su posición con una mano, mientras con la otra desnudaba mi cuello apartando mi
pelo de mi nuca. Un segundo beso en mi piel en la zona entre mi cuello y mi
hombro me puso la piel de gallina. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Estaban
claras sus intenciones. Yo no sabía que hacer, por un lado lo deseaba, pero por
otro algo me decía que aquello no estaba bien. Mis dudas hacían que
permaneciese inmóvil ante sus caricias.
.-“Yoo, esto, no debería…”
musité al tiempo que ladeaba mi cuello para facilitarle la labor y abría un
poco más mis piernas para que pudiera acariciarlas sin ninguna dificultad,
traicionándome por los gestos a mi misma.
.-“Ssscht” me susurró el cura
en la nuca al tiempo que acariciaba la piel desnuda de mi hombro con sus
labios, en tímidos besitos que lograban electrizar mi piel por todo el cuerpo.
.-“Esto, yo, nooo…” trataba de
negarme por segunda vez, al mismo tiempo que permanecía impasible.
Por su parte deslizó el
tirante de mis camiseta sobre el hombro dejándolo caer a un lado, mientras me
agarraba con su mano fuertemente por el antebrazo a la altura de mis pechos
inmovilizándome, y continuaba dándome besitos por la piel desnuda de mi hombro
y de mi cuello, hasta por detrás de la orejas. Mis pechos reaccionaron a sus
estímulos y mis pezones comenzaron a marcarse a través de la fina tela de mi
camiseta.
.-“Eres tan hermosa” pronunció
de su boca al tiempo que su mano que recorría mi pierna se posaba sobre mis
intimidades por encima de la tela de mis braguitas. En esos momentos me sentía
la mujer más atractiva del paraíso, como Eva invitando a pecar a su Adán.
.-“Yo, estooo, no debería….”
negué por tercera y última vez.
.-“Fíjate, estas empapada”
dijo nada más poner su mano en mi entrepierna por encima de mis braguitas.
.-“Ummhhh” un tímido suspiro
se escapó de mi boca evidenciando mi estado. Fernando aprovechó para colar un
dedito por debajo de la tela de mis braguitas. Pudo comprobar que llevaba el
pubis rasurado. Se sonrió. Yo cerré los ojos y me abandoné a sus caricias.
La mano que agarraba mi
antebrazo se posó encima de mi pecho. Fernando comenzó a sobarme los pechos a
la vez que continuaba dándome besitos en el hombro.
.-“Déjate llevar” me susurró
en la oreja. Yo eché mi cabeza atrás recostándola sobre la cama, apoyando mi
espalda contra la cama acomodándome para dejarme acariciar por el cura. El,
adivinando mis intenciones aprovechó para colar un segundo dedo por debajo de
la tela de mis braguitas y acariciar mis labios vaginales.
.-“Mírate, lo necesitas” dijo
al comprobar mi estado de excitación y humedad en sus manos. Yo cerré mis
piernas aprisionando su mano entre mis muslos, pero el se las apañó para
separarlas aún más que antes si cabe y apartar a un lado la tela de mis
braguitas. Mis intimidades quedaron expuestas ante su vista. Entreabrí los ojos
para comprobar que se deleitaba con el momento. Luego recorrió mis labios
vaginales arriba y abajo con sus dedos, esparciendo mis propios fluidos. Una
vez estuvo todo empapado me introdujo uno de sus dedos.
.-“UUhhm” no pude evitar gemir
al notar como su dedo se abría camino en mi interior. Estuvo un rato en el que
alternaba estimularme el clítoris con meter y sacar su dedo de mi interior. Yo
permanecía con los ojos cerrados dejándome manosear.
En un momento dado giró mi
cabeza y me besó en la boca. Fue entonces cuando abrí los ojos para disfrutar
del momento. Por fín estaba ocurriendo cuanto había deseado durante todo este
tiempo y me negaba a mi misma.
La lengua de Fernando
exploraba cada rincón de mi boca. Me besaba con pasión. Se me comía enterita.
Casi a la vez que introducía
un segundo dedo en mi interior me bajó la camiseta del todo para poder
contemplar mis pechos desnudos. Comenzó a acariciarlos. Los palpaba con una
mano como si de amasar pan se tratase.
.-“¿Te gusta?” preguntó
haciendo referencia a sus caricias.
.-“Ssiiih” gimoteé con los
ojos entrecerrados abandonada a sus toqueteos.
.-“¿Lo estabas deseando?” le
gustaba verme sometida a su tortura de placer.
.-“Oh, siih” le respondía
gimiendo.
.-“¿Te gustaba provocarme,
eh?” preguntó al tiempo que sus dedos se movían en mi interior a un ritmo
frenético. Me hizo algo de daño su brusquedad.
.-“Aaah, siiih” chillé próxima
a alcanzar un orgasmo.
En ese momento se detuvo. Cesó
instantáneamente todas sus maniobras para ponerse en pie. Yo permanecía sentada
en el suelo contemplando atónita lo que ocurría. No me explicaba porque se
había detenido. ¿Se habría arrepentido?. Unos instantes de tensión se crearon
en el ambiente.
Una vez en píe, me miró a los
ojos y me dijo:
.-“Ya sabes lo que tienes que
hacer” dijo al tiempo que se bajaba la cremallera de su pantalón negro. Lo
entendí perfectamente por sus gestos.
¡Quería que se la mamara!!!.
Bueno si eso era lo que quería el cura por mi parte no había ningún problema.
No es que me apasione el sexo oral, pero tampoco se me da nada mal. Disfruté
mirándolo a los ojos mientras le desabrochaba el cinturón del pantalón. Se
notaba que estaba esperando ese momento desde hacía mucho tiempo. Me gustó
recrearme en deshacerme del botón de su pantalón y bajarle los pantalones.
Ahora era yo quien no podía apartar mi vista del bulto que se adivinaba bajo su
slip. Me quedé perpleja observando su erección bajo sus calzoncillos.
.-“Vamos, Sandra, chúpamela,
lo estás deseando” ordenó con su voz.
Reaccioné de mi ensoñación y
tiré de su slip hacia abajo a lo largo de sus piernas. Su polla se bamboleó a
la altura de mi cara. Me llamó la atención su tamaño, parecía algo mayor que la
de mi esposo. La cogí con una mano, me pareció graciosa y bien descapillada, me
gustó su taco, pero sobre todo su olor. Hacía tiempo que no me penetraba por la
nariz el olor a macho en celo. Quise saborearla. La recorrí de abajo arriba con
mi lengua a lo largo de toda su longitud. El cura me cogió de la cabeza por el
pelo y me animó a que continuase. Repetí mi gesto una segunda y tercera vez,
hasta que no tuve más remedio que introducírmela en la boca. Al principio solo
la puntita, aprisionando su prepucio entre mis labios, recorriendo con mi
lengua sus pliegues y recovecos, y luego introduciéndomela hasta el fondo,
estimulándolo al máximo de placer.
Fernando por su parte me
agarraba fuerte del pelo, mientras marcaba el ritmo de mi sube y baja. Hubo un
momento en que dejó de mirarme para cerrar los ojos y echar su cabeza hacía
atrás, concentrándose en mis estímulos. Decidí rozar mis pechos por sus
piernas, momento en que pronunció…
.-“Oh, para Sandra, me
corroooh” realmente comencé a sentir los pálpitos de su polla en mi boca.
No quería que eso terminase de
esa manera, así que paré. Saqué su miembro de mi boca y traté de ponerme de
pie.
.-“¿Qué haces?” dijo el ahora
estupefacto. Yo estaba en pie enfrente de él. Lo empujé sobre la cama.
No me fue nada difícil lograr
que cayese tumbado boca a arriba sobre la cama, debido en parte a que sus
pantalones anudados en los tobillos le impidieron conservar el equilibrio.
Una vez lo tuve como quería
tumbado sobe la cama le quité los zapatos y me deshice de su pantalón negro. El
permanecía algo ridículo con su notable erección tumbado sobre la cama aún con
la camisa puesta y su morboso alzacuellos. Yo de píe junto a la cama me desnudé
por completo sin dejar de mirarlo a los ojos, me gustó observar como se relamía
contemplando mi cuerpo. Completamente desnuda me senté a horcajadas encima
suyo, acomodé con mis propias manos su miembro entre mis piernas y comencé a
moverme como una amazona aprisionando su miembro entre mis labios vaginales sin
llegar aún a penetrarme.
El cura por su parte se
dedicaba a acariciarme las piernas desde las pantorrillas hasta las caderas, a
ambos lados de mi culo. De vez en cuando me acariciaba algún pecho. Yo mientras
tanto le desabrochaba los botones de su camisa gris, con alguna dificultad
debido a la excitación. Cuando finalicé de desabrocharle todos lo botones hizo
el ademán de quitarse el mismo la camisa, pero se lo impedí al tiempo que le
decía:
.-“Me dá mas morbo así” le
dije, y casi al mismo tiempo su miembro se abría paso el sólo sin ayuda
penetrándome sin esfuerzo.
.-“Uuuhm” gemí al notar la
punta de su polla abriéndose camino en mi interior. Apoyé mis manos sobre su
torso y comencé a moverme. El permanecía sin decir nada, se dejaba hacer.
Disfrutaba viéndome como me movía. A mi me provocaba mucho gusto.
Me recliné sobre su torso,
clavé mis uñas en su espalda al tiempo que mis tetas se rozaban contra su torso
buscando más estímulos. Yo estaba próxima al orgasmo. El permanecía impasible
viendo como me restregaba contra él y me movía buscando mi propio placer
autopenetrándome yo misma con su polla. Le mordí el hombro mientras me corría.
.-“Oooh, si, siiih” ahogaba
mis gritos contra su hombro mientras mi cuerpo daba los últimos espasmos por el
orgasmo provocado. Caí agotada contra su cuerpo.
Antes de que pudiera hacer
nada me volteó tumbándome boca a bajo sobre la cama. El se puso encima mío, y
abriendo mis piernas con las suyas, al mismo tiempo que me sujetaba por las
muñecas con una sola mano por encima de mi cabeza, me dijo:
.-“Es mi turno” dijo al tiempo
que con su mano libre dirigía su miembro hacía la entrada de mi ano.
No sé porqué en esos momentos
me vinieron a la mente las imágenes de Javier enculando a la chiquilla en el
bosque. Traté de relajarme y disfrutar.
.-“Seguro que eres virgen por
el culo” pronunció el cura como con rabia.
Mi instinto de mujer me hizo
pensar que lo que realmente le excitaba era pensar que era virgen por ahí.
Traté de seguirle el juego, así que fingí resistirme un poquito:
.-“Noooh, por ahí no” dije al
tiempo que una maquiavélica sonrisa se dibujaba en mi cara oculta por el pelo
contra el colchón de la cama.
.-“Ya verás te gustará”
pronunciaba mi amante con cierta ira.
Lo cierto es que temía que con
tanta brusquedad efectivamente me dolería. Es cierto que había practicado con
anterioridad el sexo anal, pero siempre con mimo y con cariño, evitando el
dolor en la medida posible.
.-“Aaaagh” un grito
desgarrador salió de mi boca y se ahogó contra el colchón al notar como su polla
se abría paso a través de mi esfínter.
El cura por su parte procedió
a moverse con total brusquedad, golpeando sin compasión su pelvis contra mi
culo, podía notar el contacto de sus huevos entre mis piernas con cada
embestida que me daba. Aquello me excitaba. A pesar de su falta de delicadeza
comenzaba a relajarme, sabía que tras el dolor inicial pronto llegaría el
placer.
.-“Menudo culito tienes, se
nota que eres virgen” pronunció Fernando en mi espalda. Me gustó hacerle creer
que estaba logrando su fantasía.
.-“Ohh, siih, nunca me lo han
hecho por detrás. Me gustaah, me gusta” gritaba yo para provocarlo.
Arremetió un par de embestidas
más, luego su polla comenzó a palpitar en mi interior. Puede notar como una
corriente de líquido caliente resbalaba en mi interior. Mi ano estaba dolorido.
Unos bufidos de placer del macho a mi espalda me alertaron de que se daba por
terminada la faena.
Antes de que pudiera
reaccionar Fernando se puso en pie y dijo:
.-“Te ruego que salgas de mi
cuarto. Esto nunca debería haber pasado” pronunció mientras recomponía sus
ropas.
Yo no daba crédito a lo que
acababa de escuchar, me esperaba algún beso cariñoso y algún cumplido en plan
“ha estado genial” y cosas por el estilo. Lo miré airadamente, se debió de dar
cuenta.
.-“Te pido por favor me dejes
a solas” repitió mientras acomodaba su camisa en el interior de sus pantalones.
Yo recogí mis prendas que
yacían en el suelo sin mirarlo siquiera a la cara, y salí de su cuarto lo antes
posible encerrándome en mi habitación.
Recuerdo que me tumbé sobre la
cama y estuve llorando un rato. Estaba decepcionada, no me esperaba que fuese
así, lo había imaginado todo de una manera tan distinta, que era frustrante
recordar como había terminado.
Cuando amanecí al día
siguiente Fernando ya no estaba. Patricia me contó que lo llamaron de la
diócesis y tuvo que salir a uno de los pueblos cercanos a sustituir a un
párroco ingresado gravemente de repente y necesitaban la presencia de Fernando.
Por suerte quedaban pocos días para terminar los campamentos y regresar a casa.
Besos,
Sandra.
Cura cobarde pobre Susana vencio todos sus miedos y el infeliz solo se aprovecho y luego la mando fuera de su habitación. Pobre mujer deberá romper sus hábitos y dejarse seducir por David, seria genial, pero sabemos que tus relatos no tienen continuidad. Pero fue bueba la historia.
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