sábado, 3 de marzo de 2018

Cuestión de melones


Era un caluroso día de verano, el sol caía con justicia sobre la carretera por la que me encontraba conduciendo sola. Debía llegar hasta la casa rural que ese verano alquilamos para vacaciones junto a mi familia. Por motivos de trabajo mi marido y mi hijo ya se encontraban allí desde hacía un tiempo, yo me incorporaría unos días más tarde. La verdad es que tenía ganas de que llegara el momento en el que dar largos paseos en bici por el campo junto a mi esposo e hijo.



Hacía tiempo que no me cruzaba con ningún otro coche. Maldije al compañero que me recomendó esta ruta alternativa por carreteras secundarias en vez de la autovía. Para colmo el climatizador del coche estaba fallando y no enfriaba todo lo que debiera. Fuera el termómetro marcaba cerca de cuarenta grados a la sombra. Era mediodía y llevaba cerca de dos horas conduciendo por lo que sopesé la idea de parar a comerme el sandwich que había preparado y descansar un rato. Seguramente el refresco que había cogido en la nevera de casa para acompañar el bocadillo se habría calentado ya.



Comentar que yo me llamo Sandra, tengo 31 años y estoy felizmente casada con mi marido desde hace unos años. Soy morena, algo bajita, y según mi marido bastante atractiva. Siempre me dice que tengo un culo y unos pechos preciosos. A esas alturas del verano contrastaba el color de la piel morena del cuerpo con las partes blanquitas allí donde no permito que me den los rayos de sol. Mi esposo también es moreno, tiene 33 años y algo más alto que yo, con algo de barriguita, vamos un tipo de lo más normal físicamente hablando. 



Pasé una antigua señal de esas que indicaban un área de descanso pocos kilómetros más adelante. Se notaba que estaba en deterioro, descuidada porque hacía ya tiempo que todo el mundo transitaba por la autovía más o menos paralela, y había dejado de circular por esa carretera. Incluso en algún tramo se podían ver los parches sobre el asfalto que manifestaban la dejadez por parte de las autoridades por mantener en perfecto estado dicha carretera. Por lo que conducir se estaba convirtiendo en una auténtica tortura, y para colmo un letrero que indicaba “Villalodones 7 Km”. No recordaba tener que pasar por ningún pueblo que se llamase de esa forma. Así que decidí parar en el citado área de descanso en cuanto pude, sobretodo a verificar la ruta en un mapa.



Se trataba de esa típica chopera, cuyo páramo transcurría al lado de un riachuelo, en el que desde hacía algún tiempo se depositaron un par de mesas con bancos de cemento para que descansasen los conductores que circulaban por allí. Era evidente por su estado que todo era anterior a que se construyese la autovía. Entonces todo el mundo pasaba por ahí inevitablemente, pero ahora había caído en un estado de cierto abandono. Me fijé en una mesa que había a la sombra cerca del arroyo. Decidí acomodarme allí a saborear el sandwich. El sonido del agua transcurrir por el riachuelo en el que apenas cubría dos palmos de profundidad y la sombra de los arboles hicieron que pareciese un lugar agradable en aquel infierno de calor. 



Pude comprobar al bajar del coche y dirigirme hacia la mesa de hormigón que enfrente al arroyo había un campo lleno de melones. A decir verdad fue su olor tan agradable y peculiar el que me advirtió de su presencia. De pequeñita me gustaba contemplar como mi abuelo cultivaba la tierra en su pequeño huerto y ver crecer las hortalizas y plantas al tiempo. Siempre me ha gustado el campo y me encantan los melones, sobretodo si están fresquitos para el verano. 



Antes de acomodarme definitivamente en mi particular pic nic, recordé que mi marido siempre llevaba en la guantera del coche una navaja recuerdo de Toledo, por lo que dado que no había nadie en aquel solitario paisaje pensé en hacerme con uno de los melones del campo para postre. Me dirigí al campo, husmeé entre las matas de melones y seleccioné el que parecía más maduro. Mi abuelo me enseñó a distinguir entre melones hembra y los macho, “las hembras siempre son más sabrosas” me decía con cierto rin tín tín. Tras comprobar su peso y darle ciertos golpes en el culete del melón, como tantas y tantas veces había visto hacer el ritual a mi antepasado cuando seleccionaba uno en el mercado, lo dejé a remojo en el agua del arroyo para que se enfriase sujetándolo con un par de piedras grandes. Ahora por fín pude sentarme tranquilamente a devorar el sandwich. 



Aquel día llevaba puesto un short y una camiseta. En cuanto a la ropa interior me puse un tanguita de esos de hilo y desestimé ponerme sujetador debido al calor que hacía. Por suerte mis pechos aún se mantienen muy firmes. Mientras degustaba el sandwich pensé que estaría más cómoda sentada en la orilla del riachuelo con los pies dentro del agua. Así lo hice, por lo que pude comer con mis pies hinchados por el calor a remojo a la fresca del río. Tan sólo el cantar de los pajarillos y los grillos acompañaba mis pensamientos. Me pareció disfrutar del cielo en el infierno de aquella maldita carretera. 



”Uhmm que fresquita está el agua” pensé al introducir los pies hasta los tobillos. Una vez terminé con el sandwich abrí el melón y poco a poco, rodaja a rodaja lo fuí degustando hasta casi la mitad. Estaba fresquito por haber estado a remojo en el río, lo que lo convirtió en un auténtico manjar que pude degustar. Luego permanecí un rato tumbada en la hierba y me quedé adormilada.



Cuando desperté había transcurrido más tiempo del que me hubiese gustado. Traté de llamar a mi marido pero no había cobertura en el móvil. Para colmo el short se había manchado de tierra y la camiseta se había teñido del característico verde hierba. No me importó mucho pero pondría perdida la tapicería del coche que acababa de limpiar unos pocos días antes. 



Me dirigía hacia el coche dispuesta a cambiarme cuando recordé como de chiquilla me encantaba en mi pueblo coger higos y frutas de los árboles de los campos, pese a que mi abuelo siempre me regañaba cuando se enteraba. “La fruta del campo siempre tiene dueño, eso es robar” me decía. Los melones de aquel campo estaban en su punto según había degustado antes y hacía tiempo que no había visto a nadie. Por lo que decidí coger cuatro o cinco melones más y cargarlos en el maletero del coche. Total, tan sólo llevaba en el maletero el trolley con mis enseres personales para las vacaciones, por lo que había espacio de sobra y de esta manera tendría fruta para al menos la próxima semana. 



Ya había dejado los melones en el maletero y recogido prácticamente todo cuando decidí cambiarme de ropa para no manchar los asientos del coche. Además los pantalones cortos que había manchado de barro, aunque eran relativamente cómodos, me apretaban algo en la cintura, por lo que pensé en ponerme algo más ligero para conducir.






Abrí la maleta cuanto me permitió el espacio del maletero y por no rebuscar mucho y revolver o arrugar la ropa de la maleta extraje lo primero que pillé. Se trataba de un vestido de tirantes muy veraniego con faldita a medio muslo. Me pareció más cómodo para conducir. Como no había nadie me propuse cambiarme ahí mismo detrás del coche. Me quité la camiseta y los shorts en medio de la arboleda quedando tan sólo con el tanguita puesto. Fue delicioso sentir el aire fresco en mi sudado cuerpo. Incluso cerré los ojos para disfrutar por unos segundos de la sensación. Podía sentir una leve brisa acariciar mi cuerpo y el canto de los pajarillos en los árboles, fue una sensación muy agradable y placentera. 



De repente el canto de los pajarillos se detuvo de golpe, se hizo un silencio, pese a mirar a un lado y a otro mientras me ponía el vestido y me cubría el cuerpo a toda prisa no pude ver a nadie, aunque tenía el presentimiento de ser observada, sobretodo debido al silencio tan repentino de la naturaleza. Recogí todo con cierta rapidez dispuesta a reanudar cuanto antes mi marcha, cerré el maletero, y quise abandonar aquel lugar. Al abrir la puerta del conductor y tratar de introducirme en el interior de mi vehículo, un bastón de madera como de pastor, llegado de la nada, se interpuso entre la puerta y mi cuerpo y pude escuchar la voz de un hombre pronunciar en mi espalda:



.-“¿Te “paiecerá” bonito?” escuché la voz de un señor con acento de pueblo.



.-“¿Perdón?” dije sorprendida al tiempo que me daba la vuelta para comprobar quien se dirigía a mí.



.- “Pues eso..., ¿te “paiecerá” bonito robar a la gente?” volvió a preguntar el dueño del bastón. 



Esta vez pude observarlo detenidamente. Se trataba del típico hombre de pueblo con el rostro arrugado y quebrado por el sol, algo mayor, más bien pasados los sesenta años. Pude contemplarlo de arriba abajo. Llevaba la típica boina de rural, con un palillo entre los dientes de su dentadura que se notaba postiza. Con una camisa de manga corta a cuadros de la que apenas llevaba abrochados los dos primeros botones dejando ver una sucia y sudorosa camiseta de algodón interior azulada que cubría su enorme barriga. Los pantalones cortos descoloridos se sujetaban por una especie de cuerda a modo de cinturón. Las piernas y los brazos dejaban ver que se trataba de un hombre peludo, seguramente de esos que tienen bello hasta en los hombros. Por supuesto calzaba sandalias en unos encallecidos píes. Yo reaccioné ante sus palabras cerrando la puerta de mi coche y dirigiéndome a él muy seria.



.-“Aquí nadie a robado a nadie” dije enfadada por su acusación.



.-“Mira preciosa... y ¿qué te paice a tí coger lo que no es tuyo?” dijo mirándome muy serio de arriba abajo repasándome el cuerpo con la mirada.



.-“Yo no he robado nada” dije negando lo evidente.



.-“Entonces...,será mejor que avise a la guardia civil a ver que les explicas de los melones que llevas al maletero” dijo sacando un anticuado modelo de móvil de su bolsillo.



.-“¡No!, no haga eso por favor” dije ahora más calmada. “Estoy dispuesta a pagárselos y olvidemos este asunto. ¿Cuanto pueden costar los dichosos melones?” dije tratando de salir de aquella situación lo antes posible.



.-“Ves como sabía yo que nos entenderíamos” dijo con aires de superioridad al ver mi reacción. Y continuó:



.-“Mira maja..., unos cinco melones que me has robao, a cuatro kilos el melón, y a unos dos euros el kilo, si no me fallan las cuentas algo más de cincuenta euros, si te parece lo dejamos en cincuenta euros y asunto zanjado por mi parte” dijo con una sonrisa irónica entre sus labios.



.-“Pe ..., pero eso es una barbaridad por un puñado de melones” dije asombrada. Se habrá creído que soy tonta, no estaba dispuesta a dejar que ahora fuese él quien me timase.



.-“Si no te parece bien princesa, mi cuñao es guardia civil, lo llamo y se lo explicas” dijo observando mi reacción.



Yo manifesté cierto temor a la presencia de la guardia civil, en parte porque había tenido problemas con los seguros del coche, habían pasado una cuota excesiva sin justificación un par de días antes del viaje y devolví el recibo a la espera de solucionarlo a mi regreso. Seguramente abrían anulado los papeles y no estaría en regla hasta solucionarlo a la vuelta. El viejo se dió cuenta de mis inquietudes y mi nerviosismo al mencionar a la benemérita.



.-“Estoy segura de que podemos llegar a un acuerdo y una cifra razonable, ¿por qué no pesamos los melones?, así despejamos las dudas sobre los kilos y luego ya nos pondremos de acuerdo con el precio.” Dije tratando de ganar tiempo y evitar que se produjese cualquier tipo de denuncia.



.-“Me paice bien” dijo el hombre, ”¿Tu llevas ahí dentro pa pesarlos?” preguntó con sarcasmo refiriéndose al coche.



.-“No claro que no” dije enfadada por su cinismo.



.-“Entonces tendremos que ir hasta la caseta que tengo ahí riba pa poder pesarlos” dijo haciendo señas de que cogiese los melones y lo siguiese. 



Por suerte la caseta no estaba muy lejos, se podía ver desde donde estaba el coche. Yo pasé delante, estoy segura que anduvo todo el camino observando mis curvas paseando desde detrás. A mí me era difícil andar con mis sandalias tipo brasileñas entre las hierbas y las piedras del campo. De hecho la tira de una de mis sandalias se rompió y decidí caminar descalza con las sandalias de una mano y los melones en una bolsa en la otra. Al agacharme para quitarme las sandalias me dí cuenta que la tela de mi vestido se transparentaba un poco debido al exceso de luz del día. Seguramente el muy cerdo se relamía vislumbrando mi cuerpo al trasluz de la tela. Incluso se acarició su entrepierna cuando le ofrecí una espectacular visión de mi culo al agacharme para recoger las sandalias. Al llegar a la caseta el viejo sacó un manojo de llaves de su pantalón y abrió la puerta de madera que cerraba el acceso a su interior.



Se trataba de la típica caseta de barro algo pequeña con algunos utensilios de labranza colgados en la pared. El suelo era de tierra, carecía de embaldosado alguno, y las paredes de barro descubierto. En algún tiempo debió servir para cobijar ganado. Pude escuchar a lo lejos el balido de alguna oveja. En el interior había una bancada de madera grisácea sobre la que destacaba una vieja romana. Me dí cuenta que tampoco había ventanas, por lo que se colaba entre los barrotes alguna que otra impertinente mosca. Entre los escasos objetos había un pequeño armario y una silla de esas antiguas de mimbre. Dejé la bolsa con los melones sobre la mesa de madera que tenía la romana para pesar. El viejo los fue pesando uno a uno. Todos pesaban en torno a los dos o dos kilos y medio.



.-“Lo que te decía yo.... doce kilos con trescientos gramos en total ¿si no le i sumado mal?” dijo el hombre tras pesar los melones.



.-“Ve” le dije yo, “sobre eso ya no hay duda” concluí.



.-“Esta bien, que le parece si lo fijamos a un euro con veinte céntimos el kilo” 
me apresuré a decir yo.



.-“Mu barato lo compras tú, pero me paice bien” pronunció mientras se acomodaba su miembro por encima del pantalón y me repasaba de arriba abajo con la vista una vez más.



.-“Pues si le parece bien le pago y arreglado” dije sacando el monedero del bolso. En mi torpeza cayó al suelo de mi billetera una foto que conservaba en la que salía junto a mi marido. Era una foto en la que los dos posábamos con vestido de fiesta pues nos la hicieron para la boda de un amigo. Yo llevaba puesto en la foto un vestido rojo que me sentaba realmente espectacular. El viejo se agachó a cogerla y observándolo detenidamente preguntó:



.-“¿Quién es el mozo que ti acompaña?” preguntó al tiempo que yo le arrancaba la foto de sus manos algo molesta.



.-“Es mi marido” respondí mientras recogía la foto en el bolso.



-“ ¿Tiene pinta de no tenerte bien atendida?” preguntó como si no supiera a que se refería.



.-“Eso no es asunto suyo” le increpé.



Abrí mi monedero dispuesta a pagarle y salir de aquel horrible lugar. Cuando para mi sorpresa comprobé que no llevaba dinero en efectivo. Tan sólo unas monedas. Había salido sólo con la tarjeta de crédito confiando en que podría pagar con ella en las gasolineras y ante cualquier caso. “¡Dios mío! Esto no puede estar pasándome a mí” pensaba en mi interior mientras rebuscaba en todos los departamentos del monedero, buscaba desesperada en todos y cada uno de los pliegues de la billetera. El viejo observando mi maniobra preguntó:



.-“¿Ocurre algo princesa?” dijo sonriéndose entre dientes.



.-“Mire ahora no llevo efectivo, pero le aseguro que si voy hasta un cajero ...¡SPLASHHH!” el viejo no me dejó terminar y dando un golpe ensordecedor con el bastón sobre la mesa me dijo...



.-“A ti te paice que soy tonto ¿u que?” dijo con un semblante muy serio.



.-“De aquí no se mueve nadie hasta que me pagues lo que me debes” dijo sacando el móvil del bolsillo. 



Yo estaba paralizada no sabía que hacer. Contemplaba horrorizada cómo el hombre marcaba un número de teléfono y hablaba con alguien al otro lado del teléfono.



.-“Miguel, si, soy yo el “matamulas” tu cuñao”. Se hizo un breve silencio.



.-“Mira a ver si te puedes acercar a la caseta del camino de perasgordas, que tengo aquí a alguien amigo de lo ajeno”.



.-“Si, si, me han vuelto a robar unos melones”



.-“No, no sé quien es, te doy la matrícula del vehículo, si es 12...”



Fue entonces cuando reaccioné, no quise que terminara de pronunciar la matrícula, me acerqué a él cerrando su móvil entre sus manos e interrumpiendo la conversación. Estaba necesariamente pegada a él.



.-“Vamos, estoy segura que podemos arreglarnos de otra forma” dije totalmente nerviosa. Nuestros cuerpos habían traspasado claramente la barrera interpersonal. Mis pechos apenas se rozaron un instante con sus manos.



.-“A sí, ¿cómo?” preguntó el viejo tratando de oler mi perfume de mujer.



.-“Puedo dejarle algo en prenda hasta que vuelva con el dinero” dije separándome hacia atrás y haciendo ademán de desprenderme del reloj de mi muñeca.



.-“Tome, este reloj vale mucho mas de lo que le debo, seguro que así tiene la certeza de que regresaré a pagarle para recuperarlo” dije dejando el reloj sobre la mesa de madera.



.-“¿De que me sirve a mí un reloj de señora si no tengo con quien?. Pero hablando de prendas..., tienes razón..., hay otras que me pueden interesar...” dejó un suspense en el aire.



.-“¿Qué está insinuando?” pregunté sin dar crédito a lo que entendí que pretendía.



.-“Me ha gustao eso que has dicho de las prendas, ¿por qué no me das una?” preguntó acomodándose de nuevo su entrepierna por encima del pantalón sin dejar de repasarme visualmente de arriba abajo.



.-“Pues eso, ya le he dejado el reloj en prenda” insistí yo haciéndome la despistada.



.-“Vamos no te hagas la tonta, ya sabes a lo que me refiero” dijo el viejo extendiendo el bastón que tenía en su mano hasta mi cintura levantando levemente la falda de mi vestido.



.-“¿Por qué no me das tus braguitas como prenda?” dijo con el total descaro del mundo. 



.-“¿Por que no lo denuncio por acoso?” respondí airada por sus palabras. A lo que él replicó enseguida:



.-“No juegues con fuego nenita, no te vaya a detener mi cuñao el guardia civil por prostitución y se lo tengas que explicar al de la foto” dijo sacando de nuevo el viejo móvil del bolsillo en el que lo había guardado e intentando marcar un número de teléfono.



.-“Esta bien” dije yo en que ví que llamaba de nuevo a su cuñao, “Lo haré” pronuncié sin dar crédito a lo que acababa de decir. 



El hombre cerró su anticuado móvil apagándolo y guardándolo de nuevo en su bolsillo. Se recolocó de nuevo su miembro por encima de los pantalones entre sus piernas mientras me miraba con deseo preguntándose si realmente sería capaz de hacerlo. Yo le aguantaba la mirada, estaba furiosa y enfadada cuando me agaché ligeramente, lo justo para alcanzar los laterales de mi tanga por debajo de la falda del vestido y deslizar mi prenda íntima por mis piernas, siempre por debajo de la tela, tratando de que no se viese nada. Al inclinarme pude adivinar su mirada clavada en mi escote, pues le debía estar mostrando todo al no llevar sujetador. Se debió dar cuenta de este detalle. Al fin me deshice del tanguita, primero un pie, y luego el otro, estaba aún descalza. Estrujé la prenda entre mi puño y extendiendo el brazo le dije:



.-“Tome, ahí tiene la maldita prenda” dije sin ser totalmente consciente de lo que acababa de hacer.

El viejo tomo la prenda de mis temblorosas manos sin apartar la mirada de mis ojos, desafiante, pausado, sin prisa, regocijándose de la situación.



Tomó el tanga, lo olió. Esnifó su aroma profundamente, sin perderse ningún matiz. Luego lo tiro al suelo con desprecio y dijo:
.
-“Esto ni es braga, ni ná, será mejor que me ofrezcas una prenda de verdad y no un trozo de goma” pronunció arrojando la prenda.



Yo escuchaba atónita sus palabras y contemplaba mi tanga yacer manchado sobre el suelo de tierra

.

.-“¡¡Qué es lo que pretende, teníamos un trato!!” dije adivinando sus intenciones.



.-“Es cuestión de melones” me dijo, “ tú has cogido los míos y yo quiero coger los tuyos” dijo extendiendo su bastón esta vez hasta señalar mis pechos.



.-“Es usted un, un, un...” no pude terminar la frase de nuevo sacó la reliquia de móvil de su bolsillo.



.-“No sé por que tienes tanto miedo a que llame a la guardia civil, pero en estos momentos no tienes más que dos opciones. O llamo o me dejas coger esos melones tan ricos que tienes. Elige”. Dijo esperando mi reacción.



Yo permanecí inmóvil, sin saber que hacer, mi cuerpo se debatía en una lucha interna. Si llamaba a la guardia civil seguro que me metía en líos por culpa del maldito seguro del coche, y por otra parte no me apetecía enseñarle mis pechos a aquel sinvergüenza. No sabía que hacer, ambas alternativas me resultaban desagradables. El viejo como leyendo mis pensamientos me dijo:



.-“¿No sé que piensas tanto?, pa quitarte los pantalones con los que venías puestos te ha faltao tiempo pa desnudarte en la chopera” dijo manifestando claramente que me había visto cambiarme de ropa en el río.



.-“Usted..., ¿usted ha visto cómo me cambiaba de ropa?” dije sorprendida por sus palabras.



.-“Claro que te i visto, ¡cómo pa no verte!, no estas poco rica, anda ... ¿déjame verte de nuevo más de cerca?” dijo ahora en un tono más amable mirándome con carita de niño bueno. 



.-“Es usted un pervertido, eso es lo que es” dije mientras lo miraba a los ojos. Un sexto sentido me dijo que en verdad me había visto desnuda ya. Un extraño sentimiento se apoderó de mí.



.-“Lo que pasa es que hace tiempo que ando viudo” dijo medio lastimoso. Me gustaba pensar que posiblemente sería la mujer más hermosa que habría visto nunca. Mientras observaba crecer el bulto que se formaba y acariciaba entre sus piernas.



.-“Si ya ti visto mujer, tan sólo quiero verlos una vez más, anda preciosa que no lo olvidaría en la vida” ahora parecía un niño pequeño al que le niegan el caramelo. Empezó a darme lástima. En cierto modo me pareció gracioso su comportamiento tan vulgar, y en parte gozaba de la situación debido a su desesperación. 



.-“¿Me prometes que con esto daremos por zanjado el asunto?” le pregunté generándole alguna expectativa y sopesando la idea de mostrarme para él. No me lo podía creer, yo que ni tan siquiera practicaba top less por vergüenza a lo que pudieran pensar, estaba dispuesta a mostrarle los pechos a aquel animal. En cierto modo me imaginaba como bella frente a la bestia, y supongo que en el fondo afloraba en mí algún instinto de hembra a la que le encantaba dominar y someter por su belleza a semejante bruto. 



El viejo asintió con la cabeza varias veces impaciente por ver mi reacción. Casi se le cae la baba. Yo me creí que dominaba la situación lo suficiente como para salir de allí sin ningún tipo de denuncia. Así que procedí a deslizar los tirantes de mi vestido, primero uno y luego el otro. Despacio, con mucho temor a lo que estaba haciendo. Observando sus reacciones, temerosa de que realizase algún movimiento brusco, dispuesta a salir corriendo si era preciso. Mi lentitud le excitaba aún más a él.



Los tirantes cayeron uno a cada lado de mis hombros desnudando mis pechos. Yo retuve el vestido cruzando mis brazos a la altura de la cintura. Tuve que bajar la mirada relativamente avergonzada y cerrar los ojos como no queriendo ver mi propia desnudez. Notaba su mirada clavada en mí. Sabía que le estaba llamando la atención el contraste del color debido al moreno entre mi escote oscurecido por el sol y mis tetas blancas como la propia luz. Se marcaba notoriamente el triángulo del bikini con el que tomaba el sol sobre mi piel. Yo, que incluso me ocultaba a la vista de mi esposo para cambiarme de ropa, no podía creer lo que había hecho. Y sin embargo he de reconocer que una parte de mí se mostraba orgullosa de haber sido capaz de exhibirme ante aquel desconocido, en parte porque sabía que nunca lo llegaría a saber mi marido.



Pude notar su mano encallecida acariciar mis pechos blanquitos. Se deleitó comprobando que estaban blanditos. Fue entonces cuando levanté la mirada para observarlo. Me sorprendió el brillo en sus ojos. No me resultó tan desagradable como pensé en un principio.



.-“Menudos melones” dijo al tiempo que comenzaba a acariciar uno de ellos con total descaro. A decir verdad lo estrujaba. Yo me quedé como hipnotizada viendo su mano tan grande y áspera amasar mi pecho. Pese a que llevo una talla 95, mis pechos parecían pequeños rodeados por sus manos. Que me acariciasen los pechos siempre me había excitado muchísimo, pues es una zona especialmente sensible para mí. Pasó de acariciarme con una mano a emplear las dos. Los amasaba a su antojo, era un bruto que carecía de sensibilidad. Pero tal vez fueran sus enormes manos, ásperas, torpes y su brusquedad lo que me paralizaba. Estuvo unos minutos acariciándome cuanto quiso debido a mi pasividad.



Detuvo sus caricias lo justo para rodearme y situarse detrás de mí. Yo estaba como aturdida, mi cuerpo no respondía, estaba paralizada ante tantos estímulos nuevos en mi cuerpo y en mi mente. Pude notar como cogía las puntas de mi pelo entre sus dedos y olía mi cabello. Luego trató de olisquearme por el cuello. Me sentía como a un animal al que examinan antes de una subasta.



.-“Pero que bien hueles putica” dijo al tiempo que comenzaba a sobarme el culo por encima de la tela del vestido desde detrás. Aquellas palabras resonaron en mi mente. Me había llamado puta y no me había importado, en otras circunstancias le hubiese partido la cara, pero aturdida como estaba no me importó, al contrario realmente era así como me sentía, y lo peor de todo me gustaba que me tratase así. Recordé las veces en que había imaginado que un tipo rudo, y con aspecto dejado me poseía. Era una fantasía con la que alguna que otra vez me había masturbado imaginándolo. Ahora estaba sucediendo y me estaba excitando al saber que podía cumplirse.



Pude notar su enorme mano apretar fuerte mis nalgas. Cada uno de mis cachetes podía ser abarcado totalmente por su mano Yo también quise percibir su olor. Inspiré profundamente, un fuerte olor a sudor evidenció que no era mi marido quien me sobaba el culo. El viejo se dió cuenta que me estaba gustando percibir su presencia. Y era verdad, en cierto modo me gustaba agradar y saber que podía encelar a semejante macho. 



Un bajo instinto a hembra se apoderaba de mí. No me atrevía a abrir los ojos.



Me dejaba hacer. Sin poder evitarlo emití un leve suspiro. El interpretó mi suspiro como que podía avanzar en sus caricias. Ahora acariciaba mis piernas desde detrás y progresaba levantando la tela de mi vestido hasta mi culo. Yo permanecía con los brazos cruzados en mi cintura sujetando el vestido, como si no pudiera ocurrir nada mientras el vestido permaneciera en mi cuerpo. Mi mirada se perdía en el infinito a través del ventanuco. De nuevo el balido de una oveja a lo lejos, el sonido de algún grillo y alguna que otra mosca.



El hombre movía ahora su mano de arriba abajo acariciando mi trasero. Nadie que no fuera mi marido me había acariciado nunca mis partes tan íntimas. La tela del vestido estaba prácticamente enrollada en mi cintura. Su dedo anular de la mano derecha, subía y bajaba separando de esta manera los cachetes de mi culo. Mi cuerpo parecía un juguete en comparación con sus enormes manos.



La sensación cuando su dedo sobrepasaba mi ano era indescriptible para mí. Nunca antes me habían estimulado esa zona plagada de tantas terminaciones nerviosas. Sus manos buscaban alcanzar mi entrepierna. Cada vez progresaba un poco más, hasta que el fin alcanzó mis labios vaginales acariciándome desde atrás. 



.-“Uuuhmm” no pude evitar lanzar un tímido suspiro cuando recorrió mis pliegues más íntimos. La punta de su dedo separaba mis labios vaginales.



Estaba todavía un poco seca por fuera, pero cuando su dedo comenzó a abrir y separar mis labios, un manantial de fluidos comenzó a brotar de mis intimidades. 



.-“Pero que rebuena estas putica, ya sabía yo que estabas desatendida” dijo antes de darme un par de mordisquitos en el hombro. 



Yo todavía estaba como atontada, prácticamente indefensa ante aquel pueblerino sin hacer nada ni reaccionar. Me empujó hasta recostarme sobre la bancada de madera. Mis pechos descansaban sobre la madera mientras exponía mi culo. Una de sus manos a la altura de mis hombros impedía que pudiera incorporarme mientras con la otra rebuscaba entre las telas de su pantalón. Pude escuchar el sonido de una cremallera. Un fuerte olor nauseabundo procedente de sus partes se coló por mi nariz. A pesar de todo había algo en esa escena tan supuestamente desagradable que me atraía, era como un instinto primario. Pude escuchar un balido de oveja en la lejanía.



.-“Mira la “cuca” ya me ha sentido” dijo refiriéndose a la cabra y refrotando su miembro por mi culo. A saber porqué me pregunté yo horrorizada.



Guió con su mano la punta de su miembro hasta la entrada de mi vagina. Estaba claro lo que estaba a punto de suceder. Fue entonces cuando reaccioné y me percaté de que estaba dispuesta a ser penetrada por aquel bruto sin compasión.



.- “No, no, no” grité mientras me revolvía e impedía que de un primer empujón me penetrase. 



De poco servía que tratase de escapar, su fuerza terminaba con todas mis expectativas. Yo trataba de detener sus intenciones pero me era imposible moverme. Esta vez acomodó la punta de su miembro entre mis labios vaginales, sin llegar aún a penetrarme, inmovilizándome con su brutal fuerza. Podía sentir el peso de su cuerpo sobre mi espalda, pero sobretodo podía notar la punta de su pene entre mis piernas. Me pareció una monstruosidad, no podía verlo y la presentía enorme, grande como un burro tratando de abrirse camino en mi interior.



.-“Aaaaaaaaaaaaagghh” un enorme grito salió de mi garganta cuando aquel bestia me penetró. Mi chillido debió de escucharse por todos los alrededores, incluso pude escuchar el aleteo de los pájaros alejarse de los árboles más cercanos. La naturaleza se detuvo.



Sentí que me partía en dos, aquello era enorme, pude apreciar como me dilataba hasta límites irrazonables. Su miembro rozaba con todas y cada una de las paredes de mi interior. Pude notar como llegaba hasta el fondo y aún no había introducido ni la mitad de su miembro en mi interior.



Un empujón final ensartó toda su polla en mi interior.



.-“Ooooougggh” un grito desgarrador salió otra vez de mi boca.



.-“Quiah” dijo el rural “paices una cerda en la matacía” pronunció haciendo referencia a mis chillidos. Pero yo no podía evitar gritar y gritar con cada embestida que me arremetía.



.-“Aaayyh, aaayyh, aaahhh” no paraba de gritar, gemir y retorcerme cuanto ese bruto me dejaba.



.-“Hay que joderse como chillan las perras de la ciudad en que la gozan” dijo de nuevo. Traté de no gritar en cuanto escuché sus palabras. 



Otro golpe de riñón. Esta vez pude notar sus cojones golpear contra mis nalgas. Arremetió con tanta fuerza que a poco tira la mesa. Pero en esta ocasión no grité, no quería darle la satisfacción de que me oyese gozar. Ahogué como pude mi gemido.



.-“Uuuhmm” es todo cuanto se escuchó esta vez de mis labios cerrados. Es cierto que al no gritar ayudó a poder relajarme, y la naturaleza hizo su trabajo. El dolor inicial pronto se transformó en gozo. Un placer indescriptible, por primera vez en mi vida me sentía llena, su enorme polla estimulaba cada rincón de mi vagina. Por primera vez en mi vida supe lo que era estimular mi punto “g” y todo el abecedario. Pronto arrancaría un primer orgasmo de mi cuerpo maravilloso. Yo me convulsionaba de placer. Ni yo misma podía imaginar que hubiese alcanzado un orgasmo tan pronto. Además, normalmente cuando lo hacía con mi esposo necesitaba estimular mi clítoris con la mano para alcanzar el climax, y cuando lo alcanzaba, porque no siempre mi esposo me daba tiempo a ello. El viejo lo notó y a pesar de ello continuó embistiendo con fuerza. Podía notar su peso encima y sus huevos golpearme mientras mis espasmos delataban mi orgasmo.



.-“Te gusta eh, te gusta mi rabo eh putica” dijo agarrándome con fuerza por las caderas mientras no cesaba de empujar y empujar.



Esta vez quise girarme para ver su cara y contemplar la escena, quería recordar el momento y los detalles para masturbarme veces y veces recordándolo. Ví su rostro sudoroso, me excitó comprobar que sus gotas de sudor resbalaban de su cuerpo y caían en el mío. Se recreaba recorriendo con sus dedos la línea que el bronceado dibujada en mi culo. 



.-“Está blanquito” dijo cuando nuestras miradas se cruzarón. 



.-“¿Te gusto?” le pregunté a la vez que no pude evitar colar mi brazo derecho entre mi cuerpo y la mesa para poder alcanzar mi clítoris y acariciarme.



.-“Estas rebuena” me respondió. Yo me percaté que le estaba costando correrse a pesar de que lo estaba disfrutando. No lograba entender cómo le estaba costando tanto, imaginaba que nunca habría estado con una hembra como yo. Mi marido en cambio no tardaba ni cinco minutos en venirse dentro de mí. Supuse que sería cosa de la edad. Me excitaba pensar que un bruto como él nunca habría estado con una muñequita como yo. 



No me lo podía creer, yo estaba a punto de alcanzar un segundo orgasmo ayudada por mis propias caricias. Esta vez quise provocarlo:



.-“Oh, siiih, sigue,sigueee” comencé a gritar medio fingiendo, tratando de disimular sobreactuando.



.-“Como goza la perrica” dijo él empujando a lo suyo.



.-“Eso es, siiih, fóllame como a una perra, fóllame, vamos no pares ahora...” me gustaba sentirme sucia y provocarlo. De vez en cuando le acariciaba la tripa o sus piernas con mi mano libre.



.-“Mira que eres putica. Cómo todas las de ciudad” dijo el viejo de pueblo.



.-“Uuuhmm, muévete, oh siiih, si, siiiih” chillaba yo sumida en mi papel de zorra. Cada vez estaba más próxima a alcanzar el ansiado orgasmo.



.-“Pero y que culito más rico y blanquito tienes” dijo al tiempo que me daba una palmada con su enorme mano obsesionado con el contraste de color en mi piel.



.-“Uuuhmm, me corro, me corroooh” gritaba mientras me convulsionaba de nuevo sacudida por un maravilloso orgasmo. A decir verdad nunca antes me había corrido dos veces tan seguidas. Me pareció el mejor orgasmo de mi vida. Fue algo increíble. Un escalofrío recorrió mi espalda de arriba abajo. 



Esta vez cesó en sus embestidas, tal vez resignado a que no alcanzaría su esperado orgasmo. Me permitió incorporarme. Pude acariciar su rostro con mi mano por encima del hombro y notar su dejada barba mientras él continuaba abrazándome desde atrás. Su polla perdía dureza en mi interior y eso era lo último que quería que sucediese. Así que me giré para mirarlo de frente. Su gigantesca polla salió de mi interior. Pude notar mis fluidos resbalar por mis piernas. ¡Dios!, me costaba permanecer en píe.



Estaba frente a él cuando le desabroché los botones de su camisa y me deshice de ella. Mi vestido continuaba enrollado en mi cintura. Me desprendí de él tirando de él por los laterales hacia abajo. El se relamía ante mi desnudez. Sus ojos se clavaron en mi depilado pubis cuando me erguí de nuevo. Le llamó la atención la fina tira de pelillos que decoran mi pubis. Yo le quité la camiseta interior de tirantes azulada que llevaba como si fuese alguna parte indivisible de su cuerpo y le bajé como pude los pantalones. 



Me arrodillé. El estaba impaciente por lo que sabía iba a suceder. Pude contemplar horrorizada la visión de cómo uno de sus peludos huevos se escapaba de los calzoncillos blancos de algodón que se gastaba. El bulto bajo los haraposos calzoncillos era descomunal. Tuve que llevarme las manos a la cara para no ver tan esperpéntica visión cuando le bajé los calzoncillos. No quise mirar, pero como quien ve una película de miedo no pude evitar mirar. 



¡¡¡Dios mío aquello era descomunal!!!, su polla era enorme. Parecía el rabo de un toro de lidia. No pude evitar fijarme en sus pelotas. Menudos cojones tenía el tío, cada uno de sus huevos serían como mi puño de la mano. Me llamó la atención la cantidad de pelo que cubría sus partes, incluso sus cojonazos.



.-“Qué, a que nunca habías visto nada igual” pronunció el viejo a la vez que acercaba su miembro a mi boca. 



Un fuerte olor nauseabundo procedente de sus partes se coló por mi nariz. No practicaba el sexo oral mucho con mi marido porque no me resultaba agradable, sin embargo tenía ganas de provocar a ese viejo rural que me había proporcionado tanto placer. Seguramente su difunta esposa nunca se la habría mamado. Estaba dispuesta a hacerle la mejor mamada que le hubiesen realizado nunca. Aunque el viejo pareció tomar la iniciativa.



.-“Anda abre esa boquita tan linda que tienes” dijo sujetándome la cabeza por el pelo. Yo tenía cierto temor de que pudiera coger todo eso en mi boca.



.-“Abre, solo un poquico” insitía el viejo.



Al final no me quedó más remedio que abrir la boca y tratar de introducirme su miembro. Tuve dificultad en introducirme tan sólo su prepucio, pues su grosor era casí tan grande como mi pequeña boquita. Sólo la punta de su polla llenaba por completo mi boca. Temí que empujase y me la metiese sin miramientos hasta la campanilla, aquello podía dolerme y mucho, por lo que traté de cogérsela con una mano y comenzar a chupársela a lo largo. Desde la base de los cojones hasta la punta. Mi manita se veía pequeñísima tratando de abarcar semejante pedazo de polla. Me esmeraba en mi tarea. Tenía que apartar mi pelo para no tragarme mis propios pelos.



.-“Que pensaría el de la foto si te viese así” dijo agachándose lo suficiente para estrujar una de mis tetas con su mano. De nuevo no pude evitar fijarme en lo pequeño que parecían mis pechos entre sus manos. Mi marido apenas podía abarcar mis tetas con las manos, mientras que aquel viejecito podía prácticamente acariciar mis dos pechos con una de sus manos. Yo continuaba chupando y chupando. 



El viejecito alcanzó la silla de mimbre y sentándose en ella dijo:



.-“Es lo que tiene la edad” pronunció al tiempo que se sentaba y me hacía indicaciones para que me sentase encima suyo.



Yo procedí a sentarme a horcajadas suyo. Estaba sentada frente a frente, el me tenía agarrada por las caderas, mientras yo no podía evitar agarrar su miembro y masturbarlo. Lo rodeaba con ambas manos y aún sobresalía parte de su polla de entre mis manos. Me preguntaba como podía caber eso dentro de mí. Sentada como estaba su polla llegaba desde debajo de mi pubis hasta alcanzar casi a tocar mis pechos.



.-“Vuelve a intertarlo putica” dijo el anciano tratando de que lo cabalgara. 



Obedecí. 



Comencé a introducírmela poco a poco, disfrutando cada centímetro que me penetraba. ¡Dios mio! De nuevo me sentía completamente llena. Yo acariciaba su torso peludo con mis manitas, mientras me estrujaba con una de sus manazas mis pechos y con la otra mi culo. Comencé a moverme como una auténtica amazona. A veces me apoyaba con las dos manos en sus rodillas reclinándome hacia atrás y proporcionándole una estupenda visión de mi cuerpo. Incluso podía acariciar sus enormes pelotas por detrás de mi culo.



Es como si me masturbase para él, ofreciéndole el espectáculo de mi cuerpo.

.-“Oooh, si” comencé a gemir en su oreja. Me gustó ver mi cuerpo lleno de sus pelos, por lo que comencé a refrotar mis tetas por su torso a la vez que lo cabalgaba. 



Guié una de mis manos hasta mi clítoris acariciándome de nuevo, mientras con la otra de mis manos me sujetaba a su fuerte nuca. De vez en cuando me arqueaba hacía atrás y él aprovechaba para chuparme las tetas. 



.-“Menudos melones más ricos” decía al tiempo que relamía todo mi escote como tratando de comprobar si mi piel morena sabía diferente a la carne más blanca de mis pechos.



.-“¿Te gustan mis melones?” le pregunté.



.-“Brrruuf” bufaba el pueblerino como un toro en celo. 



.-“Pues chupámelos, venga chupámelos” le animaba a la vez que me acariciaba violentamente mi clítoris. Yo estaba fuera de control. Le dí algún mordisquito en la oreja que seguramente me excitó a mí mucho más que a él. Me encantaba refrotarme sobre su cuerpo. La mezcla de sudores, el profundo y fuerte olor a su sexo. Sentir sus manazas por mi cuerpo. No me lo podía ni creer pero estaba a punto de alcanzar un tercer orgasmo. 



.-“Aaahh, siiih” gemí. Continúe diciéndole cosas al oído.



.-“Menudo rabo más grande tienes” lo provocaba. De vez en cuando le lamía el lóbulo de la oreja, a pesar de que tenía pelos hasta por las orejas.



.-“Me partes en dos, lo sabes” lo miraba con cara de viciosa salida. Mientras me masturbaba para él.



.-“Uaau, me corrooo, me corroooo” dije entre espasmo y espasmo.



Tuve que abrazarme a él con las dos manos cuando el tercer orgasmo sacudía mi cuerpo. Traté de recuperarme cuando tomaba consciencia de que había sido el mejor polvo de mi vida sin duda alguna. Sin embargo al anciano le estaba costando acabar. De nuevo quise provocarlo para que aquello terminase de una vez.



.-“Guuau, ha sido fantástico” le dije abrazada a él mientras no cesaba en cabalgarlo. 



.-“Brrruuf” el continuaba bufando como un mulo.



.-“¿Te gusta?, ¿te gustan mis melones, eh?, ¿Seguro que nunca te has tirado a una niña de ciudad como yo?” me gustaba vanagloriarme.



.-“Brruuf” de nuevo un gemido de su parte.



.- “¿Por qué no te corres?, ¿acaso no te gusto lo suficiente?” le pregunté.



.-“Va, no creas, con otras me hubiera venido ya” dijo él como pudo entre bufidos. A mí me sorprendieron sus palabras. 



.-“¿Acaso no soy la chica mas guapa con la que has estado jamás en tu vida?” le pregunté como la malvada de blancanieves le pregunta a su espejito espejito. El permanecía callado al descubrir mis inquietudes. Despertó mi curiosidad.



.-“Si eres hermosa pero....” no logró terminar la frase, le faltaba el aliento.



.-“Ya veo, tienes pinta del típico adonis que vuelve loco a todas las chicas del pueblo” dije medio burlándome de él, “¿y con quién has estado que sea más atractiva y hermosa que yo?, ¿si puede saberse?” le pregunté esperando que respondiese que yo era la más sexy de todas las mujeres que había visto en su vida, suponiendo que en aquel pueblo dudaba seriamente que hubiese alguna chica joven y guapa.



.-“Depende de lo que traigan arriba en el club, pero de vez en cuando traen alguna moza que está muy rica” dijo de golpe y seguido. 



Yo no me había imaginado en ningún momento que aquel viejo andase de putas según me indicaba. Y sin que yo le dijese nada continuó explicándome:



.-“Traen chicas jovencísimas, del este y mulatas, mucho más jóvenes que tú, unas auténticas preciosidades” dijo para mi sorpresa. Yo me detuve, sus palabras no me hacían la menor gracia.



.-“Más o menos me cobran lo que me debes tú por los melones. Pero tranquila que ya está saldada la deuda” esta vez era él quien me miraba fijamente a los ojos observando mi reacción. Seguro que estaba apreciando la ira que crecía en mis ojos. 



Traté de salirme de él, pero me retuvo sujetándome por la cintura.



.-“A donde vas, putica, aún no has acabo la faena y terminado de pagar lo que me debes” me decía regocijándose de mi resistencia.



.-“No, suélteme” le dije mientras golpeaba su pecho con mis puños, aunque para él fueran meras caricias que lo estimulaban aún más.



.-“Déjame marchar” le suplicaba. Pero cuanto más me resistía mas se excitaba.



.-“No por favor, te lo ruego, no, no” yo hacía toda la fuerza que podía para separarme de él, pero me tenía bien sujeta. Uno de sus brazos rodeaba mi cintura, lo suficiente como para retenerme a su antojo.



De repente uno de sus dedos se introdujo sin esperarlo en mi ano.



.-“Aaaah” un chillido desgarrador salió de mi garganta cuando noté su enorme dedo abrirse camino en mi ano.



.-“¿Pero que haces? No, no, ni lo intentes” traté de revolverme asustada.



.-“ Chhhss, calla seguro que te gusta” dijo el viejo sonriendo.



.-“No por el culo no, yo nunca, no, no” suplicaba al tiempo que trataba de salir de su regazo. 



.-“Ya sabía yo que te tenían desatendida. Miate, si te mueves como el rabo de una lagartija, uuhmm sigue así” dijo disfrutando de mis vanos esfuerzos por separarme.



.-“No, el culo no,no,no...” gritaba yo. Trataba de revolverme a toda costa pero el me sujetaba fuerte de la cintura. Pude notar sus dedos clavarse en mis caderas.



Me forzó a besarlo en la boca para que no se oyesen mis súplicas. Mis palabras resonaban en el interior de su cuerpo y mi resistencia lo excitaba más que ninguna otra cosa. Estaba atrapada. No sé cuanto tiempo permanecimos forcejeando. No debió ser mucho pero a mí me pareció una eternidad.

Al fin pude notar como se corría en mí entre bufidos y bufidos, como un semental somete a su yegua. Podía notar las contracciones de su polla en mi interior. Respiré tranquila al saber que todo había terminado y mi culito seguiría siendo virgen. 



Se relajó tratando de recuperar el aliento. Cesó de retenerme. Aproveché un descuido para coger mi bolso y salir corriendo de allí. No me importó salir desnuda y descalza. Me dirigí hacia el coche tan rápido como pude. Extraje hecha un manojo de nervios mis llaves del coche. Cuando estaba abriendo la puerta del vehículo pude ver por encima del techo del coche desde lo lejos como se abría la puerta del chamizo y salía de su interior el viejo de pueblo tratando de recomponer sus ropas, a la vez que asomaba desde detrás de la caseta un coche patrulla de la guardia civil. Monté desnuda en el vehículo y escapé de allí. 



Mientras conducía a toda velocidad pude comprobar como su semen escurría de mi interior y pringaba el asiento del coche. Paré y traté de recomponerme antes de que me viera nadie y sobretodo antes de llegar al destino y ver a mi marido. Nunca le dije nada pese a que esa noche mi marido tuvo ganas de hacerme el amor debido al tiempo que llevábamos sin vernos. Nunca ha logrado que me corriese tres veces en la misma noche. Por eso no dejo de recordar y masturbarme recordando lo que sucedió.



Pese a que he limpiado muchas veces los asientos no consigo quitar la dichosa mancha, la cual permanece debajo de mis intimidades cada vez que cojo el coche. Siempre que me siento encima me pregunto que hubiese pasado de entregarle mi culito a aquel viejecito o si la guardia civil hubiese llegado momentos antes, pero lo que es seguro es que desde entonces siempre que puedo conduzco por carreteras secundarias.



Besos,




Sandra.


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