Era un caluroso día de verano,
el sol caía con justicia sobre la carretera por la que me encontraba
conduciendo sola. Debía llegar hasta la casa rural que ese verano alquilamos
para vacaciones junto a mi familia. Por motivos de trabajo mi marido y mi hijo
ya se encontraban allí desde hacía un tiempo, yo me incorporaría unos días más
tarde. La verdad es que tenía ganas de que llegara el momento en el que dar
largos paseos en bici por el campo junto a mi esposo e hijo.
Hacía tiempo que no me cruzaba
con ningún otro coche. Maldije al compañero que me recomendó esta ruta
alternativa por carreteras secundarias en vez de la autovía. Para colmo el
climatizador del coche estaba fallando y no enfriaba todo lo que debiera. Fuera
el termómetro marcaba cerca de cuarenta grados a la sombra. Era mediodía y
llevaba cerca de dos horas conduciendo por lo que sopesé la idea de parar a
comerme el sandwich que había preparado y descansar un rato. Seguramente el
refresco que había cogido en la nevera de casa para acompañar el bocadillo se
habría calentado ya.
Comentar que yo me llamo
Sandra, tengo 31 años y estoy felizmente casada con mi marido desde hace unos
años. Soy morena, algo bajita, y según mi marido bastante atractiva. Siempre me
dice que tengo un culo y unos pechos preciosos. A esas alturas del verano
contrastaba el color de la piel morena del cuerpo con las partes blanquitas
allí donde no permito que me den los rayos de sol. Mi esposo también es moreno,
tiene 33 años y algo más alto que yo, con algo de barriguita, vamos un tipo de
lo más normal físicamente hablando.
Pasé una antigua señal de esas
que indicaban un área de descanso pocos kilómetros más adelante. Se notaba que
estaba en deterioro, descuidada porque hacía ya tiempo que todo el mundo
transitaba por la autovía más o menos paralela, y había dejado de circular por
esa carretera. Incluso en algún tramo se podían ver los parches sobre el
asfalto que manifestaban la dejadez por parte de las autoridades por mantener
en perfecto estado dicha carretera. Por lo que conducir se estaba convirtiendo
en una auténtica tortura, y para colmo un letrero que indicaba “Villalodones 7
Km”. No recordaba tener que pasar por ningún pueblo que se llamase de esa
forma. Así que decidí parar en el citado área de descanso en cuanto pude,
sobretodo a verificar la ruta en un mapa.
Se trataba de esa típica
chopera, cuyo páramo transcurría al lado de un riachuelo, en el que desde hacía
algún tiempo se depositaron un par de mesas con bancos de cemento para que
descansasen los conductores que circulaban por allí. Era evidente por su estado
que todo era anterior a que se construyese la autovía. Entonces todo el mundo
pasaba por ahí inevitablemente, pero ahora había caído en un estado de cierto
abandono. Me fijé en una mesa que había a la sombra cerca del arroyo. Decidí
acomodarme allí a saborear el sandwich. El sonido del agua transcurrir por el
riachuelo en el que apenas cubría dos palmos de profundidad y la sombra de los
arboles hicieron que pareciese un lugar agradable en aquel infierno de
calor.
Pude comprobar al bajar del
coche y dirigirme hacia la mesa de hormigón que enfrente al arroyo había un
campo lleno de melones. A decir verdad fue su olor tan agradable y peculiar el
que me advirtió de su presencia. De pequeñita me gustaba contemplar como mi
abuelo cultivaba la tierra en su pequeño huerto y ver crecer las hortalizas y
plantas al tiempo. Siempre me ha gustado el campo y me encantan los melones,
sobretodo si están fresquitos para el verano.
Antes de acomodarme definitivamente
en mi particular pic nic, recordé que mi marido siempre llevaba en la guantera
del coche una navaja recuerdo de Toledo, por lo que dado que no había nadie en
aquel solitario paisaje pensé en hacerme con uno de los melones del campo para
postre. Me dirigí al campo, husmeé entre las matas de melones y seleccioné el
que parecía más maduro. Mi abuelo me enseñó a distinguir entre melones hembra y
los macho, “las hembras siempre son más sabrosas” me decía con cierto rin tín
tín. Tras comprobar su peso y darle ciertos golpes en el culete del melón, como
tantas y tantas veces había visto hacer el ritual a mi antepasado cuando
seleccionaba uno en el mercado, lo dejé a remojo en el agua del arroyo para que
se enfriase sujetándolo con un par de piedras grandes. Ahora por fín pude
sentarme tranquilamente a devorar el sandwich.
Aquel día llevaba puesto un
short y una camiseta. En cuanto a la ropa interior me puse un tanguita de esos
de hilo y desestimé ponerme sujetador debido al calor que hacía. Por suerte mis
pechos aún se mantienen muy firmes. Mientras degustaba el sandwich pensé que
estaría más cómoda sentada en la orilla del riachuelo con los pies dentro del
agua. Así lo hice, por lo que pude comer con mis pies hinchados por el calor a
remojo a la fresca del río. Tan sólo el cantar de los pajarillos y los grillos
acompañaba mis pensamientos. Me pareció disfrutar del cielo en el infierno de
aquella maldita carretera.
”Uhmm que fresquita está el
agua” pensé al introducir los pies hasta los tobillos. Una vez terminé con el
sandwich abrí el melón y poco a poco, rodaja a rodaja lo fuí degustando hasta
casi la mitad. Estaba fresquito por haber estado a remojo en el río, lo que lo
convirtió en un auténtico manjar que pude degustar. Luego permanecí un rato
tumbada en la hierba y me quedé adormilada.
Cuando desperté había
transcurrido más tiempo del que me hubiese gustado. Traté de llamar a mi marido
pero no había cobertura en el móvil. Para colmo el short se había manchado de
tierra y la camiseta se había teñido del característico verde hierba. No me
importó mucho pero pondría perdida la tapicería del coche que acababa de
limpiar unos pocos días antes.
Me dirigía hacia el coche
dispuesta a cambiarme cuando recordé como de chiquilla me encantaba en mi
pueblo coger higos y frutas de los árboles de los campos, pese a que mi abuelo
siempre me regañaba cuando se enteraba. “La fruta del campo siempre tiene
dueño, eso es robar” me decía. Los melones de aquel campo estaban en su punto
según había degustado antes y hacía tiempo que no había visto a nadie. Por lo
que decidí coger cuatro o cinco melones más y cargarlos en el maletero del
coche. Total, tan sólo llevaba en el maletero el trolley con mis enseres
personales para las vacaciones, por lo que había espacio de sobra y de esta
manera tendría fruta para al menos la próxima semana.
Ya había dejado los melones en
el maletero y recogido prácticamente todo cuando decidí cambiarme de ropa para
no manchar los asientos del coche. Además los pantalones cortos que había manchado
de barro, aunque eran relativamente cómodos, me apretaban algo en la cintura,
por lo que pensé en ponerme algo más ligero para conducir.
Abrí la maleta cuanto me permitió el espacio del maletero y por no rebuscar mucho y revolver o arrugar la ropa de la maleta extraje lo primero que pillé. Se trataba de un vestido de tirantes muy veraniego con faldita a medio muslo. Me pareció más cómodo para conducir. Como no había nadie me propuse cambiarme ahí mismo detrás del coche. Me quité la camiseta y los shorts en medio de la arboleda quedando tan sólo con el tanguita puesto. Fue delicioso sentir el aire fresco en mi sudado cuerpo. Incluso cerré los ojos para disfrutar por unos segundos de la sensación. Podía sentir una leve brisa acariciar mi cuerpo y el canto de los pajarillos en los árboles, fue una sensación muy agradable y placentera.
Abrí la maleta cuanto me permitió el espacio del maletero y por no rebuscar mucho y revolver o arrugar la ropa de la maleta extraje lo primero que pillé. Se trataba de un vestido de tirantes muy veraniego con faldita a medio muslo. Me pareció más cómodo para conducir. Como no había nadie me propuse cambiarme ahí mismo detrás del coche. Me quité la camiseta y los shorts en medio de la arboleda quedando tan sólo con el tanguita puesto. Fue delicioso sentir el aire fresco en mi sudado cuerpo. Incluso cerré los ojos para disfrutar por unos segundos de la sensación. Podía sentir una leve brisa acariciar mi cuerpo y el canto de los pajarillos en los árboles, fue una sensación muy agradable y placentera.
De repente el canto de los
pajarillos se detuvo de golpe, se hizo un silencio, pese a mirar a un lado y a
otro mientras me ponía el vestido y me cubría el cuerpo a toda prisa no pude
ver a nadie, aunque tenía el presentimiento de ser observada, sobretodo debido
al silencio tan repentino de la naturaleza. Recogí todo con cierta rapidez
dispuesta a reanudar cuanto antes mi marcha, cerré el maletero, y quise
abandonar aquel lugar. Al abrir la puerta del conductor y tratar de
introducirme en el interior de mi vehículo, un bastón de madera como de pastor,
llegado de la nada, se interpuso entre la puerta y mi cuerpo y pude escuchar la
voz de un hombre pronunciar en mi espalda:
.-“¿Te “paiecerá” bonito?”
escuché la voz de un señor con acento de pueblo.
.-“¿Perdón?” dije sorprendida
al tiempo que me daba la vuelta para comprobar quien se dirigía a mí.
.- “Pues eso..., ¿te
“paiecerá” bonito robar a la gente?” volvió a preguntar el dueño del
bastón.
Esta vez pude observarlo
detenidamente. Se trataba del típico hombre de pueblo con el rostro arrugado y
quebrado por el sol, algo mayor, más bien pasados los sesenta años. Pude
contemplarlo de arriba abajo. Llevaba la típica boina de rural, con un palillo
entre los dientes de su dentadura que se notaba postiza. Con una camisa de
manga corta a cuadros de la que apenas llevaba abrochados los dos primeros
botones dejando ver una sucia y sudorosa camiseta de algodón interior azulada
que cubría su enorme barriga. Los pantalones cortos descoloridos se sujetaban
por una especie de cuerda a modo de cinturón. Las piernas y los brazos dejaban
ver que se trataba de un hombre peludo, seguramente de esos que tienen bello
hasta en los hombros. Por supuesto calzaba sandalias en unos encallecidos píes.
Yo reaccioné ante sus palabras cerrando la puerta de mi coche y dirigiéndome a
él muy seria.
.-“Aquí nadie a robado a
nadie” dije enfadada por su acusación.
.-“Mira preciosa... y ¿qué te
paice a tí coger lo que no es tuyo?” dijo mirándome muy serio de arriba abajo
repasándome el cuerpo con la mirada.
.-“Yo no he robado nada” dije
negando lo evidente.
.-“Entonces...,será mejor que
avise a la guardia civil a ver que les explicas de los melones que llevas al
maletero” dijo sacando un anticuado modelo de móvil de su bolsillo.
.-“¡No!, no haga eso por
favor” dije ahora más calmada. “Estoy dispuesta a pagárselos y olvidemos este
asunto. ¿Cuanto pueden costar los dichosos melones?” dije tratando de salir de
aquella situación lo antes posible.
.-“Ves como sabía yo que nos
entenderíamos” dijo con aires de superioridad al ver mi reacción. Y continuó:
.-“Mira maja..., unos cinco
melones que me has robao, a cuatro kilos el melón, y a unos dos euros el kilo,
si no me fallan las cuentas algo más de cincuenta euros, si te parece lo
dejamos en cincuenta euros y asunto zanjado por mi parte” dijo con una sonrisa
irónica entre sus labios.
.-“Pe ..., pero eso es una
barbaridad por un puñado de melones” dije asombrada. Se habrá creído que soy
tonta, no estaba dispuesta a dejar que ahora fuese él quien me timase.
.-“Si no te parece bien
princesa, mi cuñao es guardia civil, lo llamo y se lo explicas” dijo observando
mi reacción.
Yo manifesté cierto temor a la
presencia de la guardia civil, en parte porque había tenido problemas con los
seguros del coche, habían pasado una cuota excesiva sin justificación un par de
días antes del viaje y devolví el recibo a la espera de solucionarlo a mi regreso.
Seguramente abrían anulado los papeles y no estaría en regla hasta solucionarlo
a la vuelta. El viejo se dió cuenta de mis inquietudes y mi nerviosismo al
mencionar a la benemérita.
.-“Estoy segura de que podemos
llegar a un acuerdo y una cifra razonable, ¿por qué no pesamos los melones?,
así despejamos las dudas sobre los kilos y luego ya nos pondremos de acuerdo
con el precio.” Dije tratando de ganar tiempo y evitar que se produjese
cualquier tipo de denuncia.
.-“Me paice bien” dijo el
hombre, ”¿Tu llevas ahí dentro pa pesarlos?” preguntó con sarcasmo refiriéndose
al coche.
.-“No claro que no” dije
enfadada por su cinismo.
.-“Entonces tendremos que ir
hasta la caseta que tengo ahí riba pa poder pesarlos” dijo haciendo señas de
que cogiese los melones y lo siguiese.
Por suerte la caseta no estaba
muy lejos, se podía ver desde donde estaba el coche. Yo pasé delante, estoy
segura que anduvo todo el camino observando mis curvas paseando desde detrás. A
mí me era difícil andar con mis sandalias tipo brasileñas entre las hierbas y
las piedras del campo. De hecho la tira de una de mis sandalias se rompió y
decidí caminar descalza con las sandalias de una mano y los melones en una
bolsa en la otra. Al agacharme para quitarme las sandalias me dí cuenta que la
tela de mi vestido se transparentaba un poco debido al exceso de luz del día.
Seguramente el muy cerdo se relamía vislumbrando mi cuerpo al trasluz de la
tela. Incluso se acarició su entrepierna cuando le ofrecí una espectacular
visión de mi culo al agacharme para recoger las sandalias. Al llegar a la
caseta el viejo sacó un manojo de llaves de su pantalón y abrió la puerta de
madera que cerraba el acceso a su interior.
Se trataba de la típica caseta
de barro algo pequeña con algunos utensilios de labranza colgados en la pared.
El suelo era de tierra, carecía de embaldosado alguno, y las paredes de barro
descubierto. En algún tiempo debió servir para cobijar ganado. Pude escuchar a
lo lejos el balido de alguna oveja. En el interior había una bancada de madera
grisácea sobre la que destacaba una vieja romana. Me dí cuenta que tampoco
había ventanas, por lo que se colaba entre los barrotes alguna que otra
impertinente mosca. Entre los escasos objetos había un pequeño armario y una
silla de esas antiguas de mimbre. Dejé la bolsa con los melones sobre la mesa
de madera que tenía la romana para pesar. El viejo los fue pesando uno a uno.
Todos pesaban en torno a los dos o dos kilos y medio.
.-“Lo que te decía yo.... doce
kilos con trescientos gramos en total ¿si no le i sumado mal?” dijo el hombre
tras pesar los melones.
.-“Ve” le dije yo, “sobre eso
ya no hay duda” concluí.
.-“Esta bien, que le parece si
lo fijamos a un euro con veinte céntimos el kilo”
me apresuré a decir yo.
.-“Mu barato lo compras tú,
pero me paice bien” pronunció mientras se acomodaba su miembro por encima del
pantalón y me repasaba de arriba abajo con la vista una vez más.
.-“Pues si le parece bien le
pago y arreglado” dije sacando el monedero del bolso. En mi torpeza cayó al
suelo de mi billetera una foto que conservaba en la que salía junto a mi
marido. Era una foto en la que los dos posábamos con vestido de fiesta pues nos
la hicieron para la boda de un amigo. Yo llevaba puesto en la foto un vestido
rojo que me sentaba realmente espectacular. El viejo se agachó a cogerla y
observándolo detenidamente preguntó:
.-“¿Quién es el mozo que ti
acompaña?” preguntó al tiempo que yo le arrancaba la foto de sus manos algo
molesta.
.-“Es mi marido” respondí
mientras recogía la foto en el bolso.
-“ ¿Tiene pinta de no tenerte
bien atendida?” preguntó como si no supiera a que se refería.
.-“Eso no es asunto suyo” le
increpé.
Abrí mi monedero dispuesta a
pagarle y salir de aquel horrible lugar. Cuando para mi sorpresa comprobé que
no llevaba dinero en efectivo. Tan sólo unas monedas. Había salido sólo con la
tarjeta de crédito confiando en que podría pagar con ella en las gasolineras y
ante cualquier caso. “¡Dios mío! Esto no puede estar pasándome a mí” pensaba en
mi interior mientras rebuscaba en todos los departamentos del monedero, buscaba
desesperada en todos y cada uno de los pliegues de la billetera. El viejo
observando mi maniobra preguntó:
.-“¿Ocurre algo princesa?”
dijo sonriéndose entre dientes.
.-“Mire ahora no llevo
efectivo, pero le aseguro que si voy hasta un cajero ...¡SPLASHHH!” el viejo no
me dejó terminar y dando un golpe ensordecedor con el bastón sobre la mesa me
dijo...
.-“A ti te paice que soy tonto
¿u que?” dijo con un semblante muy serio.
.-“De aquí no se mueve nadie
hasta que me pagues lo que me debes” dijo sacando el móvil del bolsillo.
Yo estaba paralizada no sabía
que hacer. Contemplaba horrorizada cómo el hombre marcaba un número de teléfono
y hablaba con alguien al otro lado del teléfono.
.-“Miguel, si, soy yo el
“matamulas” tu cuñao”. Se hizo un breve silencio.
.-“Mira a ver si te puedes
acercar a la caseta del camino de perasgordas, que tengo aquí a alguien amigo
de lo ajeno”.
.-“Si, si, me han vuelto a
robar unos melones”
.-“No, no sé quien es, te doy
la matrícula del vehículo, si es 12...”
Fue entonces cuando reaccioné,
no quise que terminara de pronunciar la matrícula, me acerqué a él cerrando su
móvil entre sus manos e interrumpiendo la conversación. Estaba necesariamente
pegada a él.
.-“Vamos, estoy segura que
podemos arreglarnos de otra forma” dije totalmente nerviosa. Nuestros cuerpos
habían traspasado claramente la barrera interpersonal. Mis pechos apenas se
rozaron un instante con sus manos.
.-“A sí, ¿cómo?” preguntó el
viejo tratando de oler mi perfume de mujer.
.-“Puedo dejarle algo en
prenda hasta que vuelva con el dinero” dije separándome hacia atrás y haciendo
ademán de desprenderme del reloj de mi muñeca.
.-“Tome, este reloj vale mucho
mas de lo que le debo, seguro que así tiene la certeza de que regresaré a
pagarle para recuperarlo” dije dejando el reloj sobre la mesa de madera.
.-“¿De que me sirve a mí un
reloj de señora si no tengo con quien?. Pero hablando de prendas..., tienes
razón..., hay otras que me pueden interesar...” dejó un suspense en el aire.
.-“¿Qué está insinuando?”
pregunté sin dar crédito a lo que entendí que pretendía.
.-“Me ha gustao eso que has
dicho de las prendas, ¿por qué no me das una?” preguntó acomodándose de nuevo
su entrepierna por encima del pantalón sin dejar de repasarme visualmente de
arriba abajo.
.-“Pues eso, ya le he dejado
el reloj en prenda” insistí yo haciéndome la despistada.
.-“Vamos no te hagas la tonta,
ya sabes a lo que me refiero” dijo el viejo extendiendo el bastón que tenía en
su mano hasta mi cintura levantando levemente la falda de mi vestido.
.-“¿Por qué no me das tus
braguitas como prenda?” dijo con el total descaro del mundo.
.-“¿Por que no lo denuncio por
acoso?” respondí airada por sus palabras. A lo que él replicó enseguida:
.-“No juegues con fuego
nenita, no te vaya a detener mi cuñao el guardia civil por prostitución y se lo
tengas que explicar al de la foto” dijo sacando de nuevo el viejo móvil del bolsillo
en el que lo había guardado e intentando marcar un número de teléfono.
.-“Esta bien” dije yo en que
ví que llamaba de nuevo a su cuñao, “Lo haré” pronuncié sin dar crédito a lo
que acababa de decir.
El hombre cerró su anticuado
móvil apagándolo y guardándolo de nuevo en su bolsillo. Se recolocó de nuevo su
miembro por encima de los pantalones entre sus piernas mientras me miraba con
deseo preguntándose si realmente sería capaz de hacerlo. Yo le aguantaba la
mirada, estaba furiosa y enfadada cuando me agaché ligeramente, lo justo para
alcanzar los laterales de mi tanga por debajo de la falda del vestido y
deslizar mi prenda íntima por mis piernas, siempre por debajo de la tela,
tratando de que no se viese nada. Al inclinarme pude adivinar su mirada clavada
en mi escote, pues le debía estar mostrando todo al no llevar sujetador. Se
debió dar cuenta de este detalle. Al fin me deshice del tanguita, primero un
pie, y luego el otro, estaba aún descalza. Estrujé la prenda entre mi puño y
extendiendo el brazo le dije:
.-“Tome, ahí tiene la maldita
prenda” dije sin ser totalmente consciente de lo que acababa de hacer.
El viejo tomo la prenda de mis
temblorosas manos sin apartar la mirada de mis ojos, desafiante, pausado, sin
prisa, regocijándose de la situación.
Tomó el tanga, lo olió. Esnifó
su aroma profundamente, sin perderse ningún matiz. Luego lo tiro al suelo con
desprecio y dijo:
.
-“Esto ni es braga, ni ná,
será mejor que me ofrezcas una prenda de verdad y no un trozo de goma”
pronunció arrojando la prenda.
Yo escuchaba atónita sus
palabras y contemplaba mi tanga yacer manchado sobre el suelo de tierra
.
.-“¡¡Qué es lo que pretende,
teníamos un trato!!” dije adivinando sus intenciones.
.-“Es cuestión de melones” me
dijo, “ tú has cogido los míos y yo quiero coger los tuyos” dijo extendiendo su
bastón esta vez hasta señalar mis pechos.
.-“Es usted un, un, un...” no
pude terminar la frase de nuevo sacó la reliquia de móvil de su bolsillo.
.-“No sé por que tienes tanto
miedo a que llame a la guardia civil, pero en estos momentos no tienes más que
dos opciones. O llamo o me dejas coger esos melones tan ricos que tienes.
Elige”. Dijo esperando mi reacción.
Yo permanecí inmóvil, sin
saber que hacer, mi cuerpo se debatía en una lucha interna. Si llamaba a la
guardia civil seguro que me metía en líos por culpa del maldito seguro del
coche, y por otra parte no me apetecía enseñarle mis pechos a aquel
sinvergüenza. No sabía que hacer, ambas alternativas me resultaban
desagradables. El viejo como leyendo mis pensamientos me dijo:
.-“¿No sé que piensas tanto?,
pa quitarte los pantalones con los que venías puestos te ha faltao tiempo pa
desnudarte en la chopera” dijo manifestando claramente que me había visto
cambiarme de ropa en el río.
.-“Usted..., ¿usted ha visto
cómo me cambiaba de ropa?” dije sorprendida por sus palabras.
.-“Claro que te i visto, ¡cómo
pa no verte!, no estas poco rica, anda ... ¿déjame verte de nuevo más de
cerca?” dijo ahora en un tono más amable mirándome con carita de niño
bueno.
.-“Es usted un pervertido, eso
es lo que es” dije mientras lo miraba a los ojos. Un sexto sentido me dijo que
en verdad me había visto desnuda ya. Un extraño sentimiento se apoderó de mí.
.-“Lo que pasa es que hace
tiempo que ando viudo” dijo medio lastimoso. Me gustaba pensar que posiblemente
sería la mujer más hermosa que habría visto nunca. Mientras observaba crecer el
bulto que se formaba y acariciaba entre sus piernas.
.-“Si ya ti visto mujer, tan
sólo quiero verlos una vez más, anda preciosa que no lo olvidaría en la vida”
ahora parecía un niño pequeño al que le niegan el caramelo. Empezó a darme
lástima. En cierto modo me pareció gracioso su comportamiento tan vulgar, y en
parte gozaba de la situación debido a su desesperación.
.-“¿Me prometes que con esto
daremos por zanjado el asunto?” le pregunté generándole alguna expectativa y
sopesando la idea de mostrarme para él. No me lo podía creer, yo que ni tan
siquiera practicaba top less por vergüenza a lo que pudieran pensar, estaba
dispuesta a mostrarle los pechos a aquel animal. En cierto modo me imaginaba
como bella frente a la bestia, y supongo que en el fondo afloraba en mí algún
instinto de hembra a la que le encantaba dominar y someter por su belleza a
semejante bruto.
El viejo asintió con la cabeza
varias veces impaciente por ver mi reacción. Casi se le cae la baba. Yo me creí
que dominaba la situación lo suficiente como para salir de allí sin ningún tipo
de denuncia. Así que procedí a deslizar los tirantes de mi vestido, primero uno
y luego el otro. Despacio, con mucho temor a lo que estaba haciendo. Observando
sus reacciones, temerosa de que realizase algún movimiento brusco, dispuesta a
salir corriendo si era preciso. Mi lentitud le excitaba aún más a él.
Los tirantes cayeron uno a
cada lado de mis hombros desnudando mis pechos. Yo retuve el vestido cruzando
mis brazos a la altura de la cintura. Tuve que bajar la mirada relativamente
avergonzada y cerrar los ojos como no queriendo ver mi propia desnudez. Notaba
su mirada clavada en mí. Sabía que le estaba llamando la atención el contraste
del color debido al moreno entre mi escote oscurecido por el sol y mis tetas
blancas como la propia luz. Se marcaba notoriamente el triángulo del bikini con
el que tomaba el sol sobre mi piel. Yo, que incluso me ocultaba a la vista de
mi esposo para cambiarme de ropa, no podía creer lo que había hecho. Y sin
embargo he de reconocer que una parte de mí se mostraba orgullosa de haber sido
capaz de exhibirme ante aquel desconocido, en parte porque sabía que nunca lo
llegaría a saber mi marido.
Pude notar su mano encallecida
acariciar mis pechos blanquitos. Se deleitó comprobando que estaban blanditos.
Fue entonces cuando levanté la mirada para observarlo. Me sorprendió el brillo
en sus ojos. No me resultó tan desagradable como pensé en un principio.
.-“Menudos melones” dijo al
tiempo que comenzaba a acariciar uno de ellos con total descaro. A decir verdad
lo estrujaba. Yo me quedé como hipnotizada viendo su mano tan grande y áspera
amasar mi pecho. Pese a que llevo una talla 95, mis pechos parecían pequeños
rodeados por sus manos. Que me acariciasen los pechos siempre me había excitado
muchísimo, pues es una zona especialmente sensible para mí. Pasó de acariciarme
con una mano a emplear las dos. Los amasaba a su antojo, era un bruto que
carecía de sensibilidad. Pero tal vez fueran sus enormes manos, ásperas, torpes
y su brusquedad lo que me paralizaba. Estuvo unos minutos acariciándome cuanto
quiso debido a mi pasividad.
Detuvo sus caricias lo justo
para rodearme y situarse detrás de mí. Yo estaba como aturdida, mi cuerpo no
respondía, estaba paralizada ante tantos estímulos nuevos en mi cuerpo y en mi
mente. Pude notar como cogía las puntas de mi pelo entre sus dedos y olía mi
cabello. Luego trató de olisquearme por el cuello. Me sentía como a un animal
al que examinan antes de una subasta.
.-“Pero que bien hueles
putica” dijo al tiempo que comenzaba a sobarme el culo por encima de la tela
del vestido desde detrás. Aquellas palabras resonaron en mi mente. Me había
llamado puta y no me había importado, en otras circunstancias le hubiese
partido la cara, pero aturdida como estaba no me importó, al contrario
realmente era así como me sentía, y lo peor de todo me gustaba que me tratase
así. Recordé las veces en que había imaginado que un tipo rudo, y con aspecto
dejado me poseía. Era una fantasía con la que alguna que otra vez me había
masturbado imaginándolo. Ahora estaba sucediendo y me estaba excitando al saber
que podía cumplirse.
Pude notar su enorme mano
apretar fuerte mis nalgas. Cada uno de mis cachetes podía ser abarcado
totalmente por su mano Yo también quise percibir su olor. Inspiré
profundamente, un fuerte olor a sudor evidenció que no era mi marido quien me
sobaba el culo. El viejo se dió cuenta que me estaba gustando percibir su
presencia. Y era verdad, en cierto modo me gustaba agradar y saber que podía
encelar a semejante macho.
Un bajo instinto a hembra se
apoderaba de mí. No me atrevía a abrir los ojos.
Me dejaba hacer. Sin poder
evitarlo emití un leve suspiro. El interpretó mi suspiro como que podía avanzar
en sus caricias. Ahora acariciaba mis piernas desde detrás y progresaba
levantando la tela de mi vestido hasta mi culo. Yo permanecía con los brazos
cruzados en mi cintura sujetando el vestido, como si no pudiera ocurrir nada
mientras el vestido permaneciera en mi cuerpo. Mi mirada se perdía en el
infinito a través del ventanuco. De nuevo el balido de una oveja a lo lejos, el
sonido de algún grillo y alguna que otra mosca.
El hombre movía ahora su mano
de arriba abajo acariciando mi trasero. Nadie que no fuera mi marido me había
acariciado nunca mis partes tan íntimas. La tela del vestido estaba
prácticamente enrollada en mi cintura. Su dedo anular de la mano derecha, subía
y bajaba separando de esta manera los cachetes de mi culo. Mi cuerpo parecía un
juguete en comparación con sus enormes manos.
La sensación cuando su dedo
sobrepasaba mi ano era indescriptible para mí. Nunca antes me habían estimulado
esa zona plagada de tantas terminaciones nerviosas. Sus manos buscaban alcanzar
mi entrepierna. Cada vez progresaba un poco más, hasta que el fin alcanzó mis
labios vaginales acariciándome desde atrás.
.-“Uuuhmm” no pude evitar lanzar
un tímido suspiro cuando recorrió mis pliegues más íntimos. La punta de su dedo
separaba mis labios vaginales.
Estaba todavía un poco seca
por fuera, pero cuando su dedo comenzó a abrir y separar mis labios, un
manantial de fluidos comenzó a brotar de mis intimidades.
.-“Pero que rebuena estas
putica, ya sabía yo que estabas desatendida” dijo antes de darme un par de
mordisquitos en el hombro.
Yo todavía estaba como
atontada, prácticamente indefensa ante aquel pueblerino sin hacer nada ni reaccionar.
Me empujó hasta recostarme sobre la bancada de madera. Mis pechos descansaban
sobre la madera mientras exponía mi culo. Una de sus manos a la altura de mis
hombros impedía que pudiera incorporarme mientras con la otra rebuscaba entre
las telas de su pantalón. Pude escuchar el sonido de una cremallera. Un fuerte
olor nauseabundo procedente de sus partes se coló por mi nariz. A pesar de todo
había algo en esa escena tan supuestamente desagradable que me atraía, era como
un instinto primario. Pude escuchar un balido de oveja en la lejanía.
.-“Mira la “cuca” ya me ha
sentido” dijo refiriéndose a la cabra y refrotando su miembro por mi culo. A
saber porqué me pregunté yo horrorizada.
Guió con su mano la punta de
su miembro hasta la entrada de mi vagina. Estaba claro lo que estaba a punto de
suceder. Fue entonces cuando reaccioné y me percaté de que estaba dispuesta a
ser penetrada por aquel bruto sin compasión.
.- “No, no, no” grité mientras
me revolvía e impedía que de un primer empujón me penetrase.
De poco servía que tratase de
escapar, su fuerza terminaba con todas mis expectativas. Yo trataba de detener
sus intenciones pero me era imposible moverme. Esta vez acomodó la punta de su
miembro entre mis labios vaginales, sin llegar aún a penetrarme,
inmovilizándome con su brutal fuerza. Podía sentir el peso de su cuerpo sobre
mi espalda, pero sobretodo podía notar la punta de su pene entre mis piernas.
Me pareció una monstruosidad, no podía verlo y la presentía enorme, grande como
un burro tratando de abrirse camino en mi interior.
.-“Aaaaaaaaaaaaagghh” un
enorme grito salió de mi garganta cuando aquel bestia me penetró. Mi chillido
debió de escucharse por todos los alrededores, incluso pude escuchar el aleteo
de los pájaros alejarse de los árboles más cercanos. La naturaleza se detuvo.
Sentí que me partía en dos,
aquello era enorme, pude apreciar como me dilataba hasta límites irrazonables.
Su miembro rozaba con todas y cada una de las paredes de mi interior. Pude
notar como llegaba hasta el fondo y aún no había introducido ni la mitad de su
miembro en mi interior.
Un empujón final ensartó toda
su polla en mi interior.
.-“Ooooougggh” un grito
desgarrador salió otra vez de mi boca.
.-“Quiah” dijo el rural
“paices una cerda en la matacía” pronunció haciendo referencia a mis chillidos.
Pero yo no podía evitar gritar y gritar con cada embestida que me arremetía.
.-“Aaayyh, aaayyh, aaahhh” no
paraba de gritar, gemir y retorcerme cuanto ese bruto me dejaba.
.-“Hay que joderse como
chillan las perras de la ciudad en que la gozan” dijo de nuevo. Traté de no
gritar en cuanto escuché sus palabras.
Otro golpe de riñón. Esta vez
pude notar sus cojones golpear contra mis nalgas. Arremetió con tanta fuerza
que a poco tira la mesa. Pero en esta ocasión no grité, no quería darle la
satisfacción de que me oyese gozar. Ahogué como pude mi gemido.
.-“Uuuhmm” es todo cuanto se
escuchó esta vez de mis labios cerrados. Es cierto que al no gritar ayudó a
poder relajarme, y la naturaleza hizo su trabajo. El dolor inicial pronto se
transformó en gozo. Un placer indescriptible, por primera vez en mi vida me
sentía llena, su enorme polla estimulaba cada rincón de mi vagina. Por primera
vez en mi vida supe lo que era estimular mi punto “g” y todo el abecedario.
Pronto arrancaría un primer orgasmo de mi cuerpo maravilloso. Yo me
convulsionaba de placer. Ni yo misma podía imaginar que hubiese alcanzado un
orgasmo tan pronto. Además, normalmente cuando lo hacía con mi esposo
necesitaba estimular mi clítoris con la mano para alcanzar el climax, y cuando
lo alcanzaba, porque no siempre mi esposo me daba tiempo a ello. El viejo lo
notó y a pesar de ello continuó embistiendo con fuerza. Podía notar su peso
encima y sus huevos golpearme mientras mis espasmos delataban mi orgasmo.
.-“Te gusta eh, te gusta mi
rabo eh putica” dijo agarrándome con fuerza por las caderas mientras no cesaba
de empujar y empujar.
Esta vez quise girarme para
ver su cara y contemplar la escena, quería recordar el momento y los detalles
para masturbarme veces y veces recordándolo. Ví su rostro sudoroso, me excitó
comprobar que sus gotas de sudor resbalaban de su cuerpo y caían en el mío. Se
recreaba recorriendo con sus dedos la línea que el bronceado dibujada en mi
culo.
.-“Está blanquito” dijo cuando
nuestras miradas se cruzarón.
.-“¿Te gusto?” le pregunté a
la vez que no pude evitar colar mi brazo derecho entre mi cuerpo y la mesa para
poder alcanzar mi clítoris y acariciarme.
.-“Estas rebuena” me
respondió. Yo me percaté que le estaba costando correrse a pesar de que lo
estaba disfrutando. No lograba entender cómo le estaba costando tanto,
imaginaba que nunca habría estado con una hembra como yo. Mi marido en cambio
no tardaba ni cinco minutos en venirse dentro de mí. Supuse que sería cosa de
la edad. Me excitaba pensar que un bruto como él nunca habría estado con una
muñequita como yo.
No me lo podía creer, yo
estaba a punto de alcanzar un segundo orgasmo ayudada por mis propias caricias.
Esta vez quise provocarlo:
.-“Oh, siiih, sigue,sigueee”
comencé a gritar medio fingiendo, tratando de disimular sobreactuando.
.-“Como goza la perrica” dijo
él empujando a lo suyo.
.-“Eso es, siiih, fóllame como
a una perra, fóllame, vamos no pares ahora...” me gustaba sentirme sucia y
provocarlo. De vez en cuando le acariciaba la tripa o sus piernas con mi mano
libre.
.-“Mira que eres putica. Cómo
todas las de ciudad” dijo el viejo de pueblo.
.-“Uuuhmm, muévete, oh siiih,
si, siiiih” chillaba yo sumida en mi papel de zorra. Cada vez estaba más
próxima a alcanzar el ansiado orgasmo.
.-“Pero y que culito más rico
y blanquito tienes” dijo al tiempo que me daba una palmada con su enorme mano
obsesionado con el contraste de color en mi piel.
.-“Uuuhmm, me corro, me
corroooh” gritaba mientras me convulsionaba de nuevo sacudida por un
maravilloso orgasmo. A decir verdad nunca antes me había corrido dos veces tan
seguidas. Me pareció el mejor orgasmo de mi vida. Fue algo increíble. Un
escalofrío recorrió mi espalda de arriba abajo.
Esta vez cesó en sus
embestidas, tal vez resignado a que no alcanzaría su esperado orgasmo. Me
permitió incorporarme. Pude acariciar su rostro con mi mano por encima del
hombro y notar su dejada barba mientras él continuaba abrazándome desde atrás.
Su polla perdía dureza en mi interior y eso era lo último que quería que
sucediese. Así que me giré para mirarlo de frente. Su gigantesca polla salió de
mi interior. Pude notar mis fluidos resbalar por mis piernas. ¡Dios!, me
costaba permanecer en píe.
Estaba frente a él cuando le
desabroché los botones de su camisa y me deshice de ella. Mi vestido continuaba
enrollado en mi cintura. Me desprendí de él tirando de él por los laterales
hacia abajo. El se relamía ante mi desnudez. Sus ojos se clavaron en mi
depilado pubis cuando me erguí de nuevo. Le llamó la atención la fina tira de
pelillos que decoran mi pubis. Yo le quité la camiseta interior de tirantes
azulada que llevaba como si fuese alguna parte indivisible de su cuerpo y le
bajé como pude los pantalones.
Me arrodillé. El estaba
impaciente por lo que sabía iba a suceder. Pude contemplar horrorizada la
visión de cómo uno de sus peludos huevos se escapaba de los calzoncillos
blancos de algodón que se gastaba. El bulto bajo los haraposos calzoncillos era
descomunal. Tuve que llevarme las manos a la cara para no ver tan esperpéntica
visión cuando le bajé los calzoncillos. No quise mirar, pero como quien ve una
película de miedo no pude evitar mirar.
¡¡¡Dios mío aquello era
descomunal!!!, su polla era enorme. Parecía el rabo de un toro de lidia. No
pude evitar fijarme en sus pelotas. Menudos cojones tenía el tío, cada uno de
sus huevos serían como mi puño de la mano. Me llamó la atención la cantidad de
pelo que cubría sus partes, incluso sus cojonazos.
.-“Qué, a que nunca habías
visto nada igual” pronunció el viejo a la vez que acercaba su miembro a mi
boca.
Un fuerte olor nauseabundo
procedente de sus partes se coló por mi nariz. No practicaba el sexo oral mucho
con mi marido porque no me resultaba agradable, sin embargo tenía ganas de
provocar a ese viejo rural que me había proporcionado tanto placer. Seguramente
su difunta esposa nunca se la habría mamado. Estaba dispuesta a hacerle la
mejor mamada que le hubiesen realizado nunca. Aunque el viejo pareció tomar la
iniciativa.
.-“Anda abre esa boquita tan
linda que tienes” dijo sujetándome la cabeza por el pelo. Yo tenía cierto temor
de que pudiera coger todo eso en mi boca.
.-“Abre, solo un poquico”
insitía el viejo.
Al final no me quedó más
remedio que abrir la boca y tratar de introducirme su miembro. Tuve dificultad
en introducirme tan sólo su prepucio, pues su grosor era casí tan grande como
mi pequeña boquita. Sólo la punta de su polla llenaba por completo mi boca. Temí
que empujase y me la metiese sin miramientos hasta la campanilla, aquello podía
dolerme y mucho, por lo que traté de cogérsela con una mano y comenzar a
chupársela a lo largo. Desde la base de los cojones hasta la punta. Mi manita
se veía pequeñísima tratando de abarcar semejante pedazo de polla. Me esmeraba
en mi tarea. Tenía que apartar mi pelo para no tragarme mis propios pelos.
.-“Que pensaría el de la foto
si te viese así” dijo agachándose lo suficiente para estrujar una de mis tetas
con su mano. De nuevo no pude evitar fijarme en lo pequeño que parecían mis
pechos entre sus manos. Mi marido apenas podía abarcar mis tetas con las manos,
mientras que aquel viejecito podía prácticamente acariciar mis dos pechos con
una de sus manos. Yo continuaba chupando y chupando.
El viejecito alcanzó la silla
de mimbre y sentándose en ella dijo:
.-“Es lo que tiene la edad”
pronunció al tiempo que se sentaba y me hacía indicaciones para que me sentase
encima suyo.
Yo procedí a sentarme a
horcajadas suyo. Estaba sentada frente a frente, el me tenía agarrada por las
caderas, mientras yo no podía evitar agarrar su miembro y masturbarlo. Lo
rodeaba con ambas manos y aún sobresalía parte de su polla de entre mis manos.
Me preguntaba como podía caber eso dentro de mí. Sentada como estaba su polla
llegaba desde debajo de mi pubis hasta alcanzar casi a tocar mis pechos.
.-“Vuelve a intertarlo putica”
dijo el anciano tratando de que lo cabalgara.
Obedecí.
Comencé a introducírmela poco
a poco, disfrutando cada centímetro que me penetraba. ¡Dios mio! De nuevo me
sentía completamente llena. Yo acariciaba su torso peludo con mis manitas,
mientras me estrujaba con una de sus manazas mis pechos y con la otra mi culo.
Comencé a moverme como una auténtica amazona. A veces me apoyaba con las dos
manos en sus rodillas reclinándome hacia atrás y proporcionándole una estupenda
visión de mi cuerpo. Incluso podía acariciar sus enormes pelotas por detrás de
mi culo.
Es como si me masturbase para
él, ofreciéndole el espectáculo de mi cuerpo.
.-“Oooh, si” comencé a gemir
en su oreja. Me gustó ver mi cuerpo lleno de sus pelos, por lo que comencé a
refrotar mis tetas por su torso a la vez que lo cabalgaba.
Guié una de mis manos hasta mi
clítoris acariciándome de nuevo, mientras con la otra de mis manos me sujetaba
a su fuerte nuca. De vez en cuando me arqueaba hacía atrás y él aprovechaba
para chuparme las tetas.
.-“Menudos melones más ricos”
decía al tiempo que relamía todo mi escote como tratando de comprobar si mi
piel morena sabía diferente a la carne más blanca de mis pechos.
.-“¿Te gustan mis melones?” le
pregunté.
.-“Brrruuf” bufaba el
pueblerino como un toro en celo.
.-“Pues chupámelos, venga
chupámelos” le animaba a la vez que me acariciaba violentamente mi clítoris. Yo
estaba fuera de control. Le dí algún mordisquito en la oreja que seguramente me
excitó a mí mucho más que a él. Me encantaba refrotarme sobre su cuerpo. La
mezcla de sudores, el profundo y fuerte olor a su sexo. Sentir sus manazas por
mi cuerpo. No me lo podía ni creer pero estaba a punto de alcanzar un tercer
orgasmo.
.-“Aaahh, siiih” gemí.
Continúe diciéndole cosas al oído.
.-“Menudo rabo más grande
tienes” lo provocaba. De vez en cuando le lamía el lóbulo de la oreja, a pesar
de que tenía pelos hasta por las orejas.
.-“Me partes en dos, lo sabes”
lo miraba con cara de viciosa salida. Mientras me masturbaba para él.
.-“Uaau, me corrooo, me
corroooo” dije entre espasmo y espasmo.
Tuve que abrazarme a él con
las dos manos cuando el tercer orgasmo sacudía mi cuerpo. Traté de recuperarme
cuando tomaba consciencia de que había sido el mejor polvo de mi vida sin duda
alguna. Sin embargo al anciano le estaba costando acabar. De nuevo quise
provocarlo para que aquello terminase de una vez.
.-“Guuau, ha sido fantástico”
le dije abrazada a él mientras no cesaba en cabalgarlo.
.-“Brrruuf” el continuaba
bufando como un mulo.
.-“¿Te gusta?, ¿te gustan mis
melones, eh?, ¿Seguro que nunca te has tirado a una niña de ciudad como yo?” me
gustaba vanagloriarme.
.-“Brruuf” de nuevo un gemido
de su parte.
.- “¿Por qué no te corres?,
¿acaso no te gusto lo suficiente?” le pregunté.
.-“Va, no creas, con otras me
hubiera venido ya” dijo él como pudo entre bufidos. A mí me sorprendieron sus
palabras.
.-“¿Acaso no soy la chica mas
guapa con la que has estado jamás en tu vida?” le pregunté como la malvada de
blancanieves le pregunta a su espejito espejito. El permanecía callado al
descubrir mis inquietudes. Despertó mi curiosidad.
.-“Si eres hermosa pero....”
no logró terminar la frase, le faltaba el aliento.
.-“Ya veo, tienes pinta del
típico adonis que vuelve loco a todas las chicas del pueblo” dije medio
burlándome de él, “¿y con quién has estado que sea más atractiva y hermosa que
yo?, ¿si puede saberse?” le pregunté esperando que respondiese que yo era la
más sexy de todas las mujeres que había visto en su vida, suponiendo que en
aquel pueblo dudaba seriamente que hubiese alguna chica joven y guapa.
.-“Depende de lo que traigan
arriba en el club, pero de vez en cuando traen alguna moza que está muy rica”
dijo de golpe y seguido.
Yo no me había imaginado en
ningún momento que aquel viejo andase de putas según me indicaba. Y sin que yo
le dijese nada continuó explicándome:
.-“Traen chicas jovencísimas,
del este y mulatas, mucho más jóvenes que tú, unas auténticas preciosidades”
dijo para mi sorpresa. Yo me detuve, sus palabras no me hacían la menor gracia.
.-“Más o menos me cobran lo
que me debes tú por los melones. Pero tranquila que ya está saldada la deuda”
esta vez era él quien me miraba fijamente a los ojos observando mi reacción.
Seguro que estaba apreciando la ira que crecía en mis ojos.
Traté de salirme de él, pero
me retuvo sujetándome por la cintura.
.-“A donde vas, putica, aún no
has acabo la faena y terminado de pagar lo que me debes” me decía regocijándose
de mi resistencia.
.-“No, suélteme” le dije
mientras golpeaba su pecho con mis puños, aunque para él fueran meras caricias
que lo estimulaban aún más.
.-“Déjame marchar” le
suplicaba. Pero cuanto más me resistía mas se excitaba.
.-“No por favor, te lo ruego,
no, no” yo hacía toda la fuerza que podía para separarme de él, pero me tenía
bien sujeta. Uno de sus brazos rodeaba mi cintura, lo suficiente como para
retenerme a su antojo.
De repente uno de sus dedos se
introdujo sin esperarlo en mi ano.
.-“Aaaah” un chillido
desgarrador salió de mi garganta cuando noté su enorme dedo abrirse camino en
mi ano.
.-“¿Pero que haces? No, no, ni
lo intentes” traté de revolverme asustada.
.-“ Chhhss, calla seguro que
te gusta” dijo el viejo sonriendo.
.-“No por el culo no, yo
nunca, no, no” suplicaba al tiempo que trataba de salir de su regazo.
.-“Ya sabía yo que te tenían desatendida.
Miate, si te mueves como el rabo de una lagartija, uuhmm sigue así” dijo
disfrutando de mis vanos esfuerzos por separarme.
.-“No, el culo no,no,no...”
gritaba yo. Trataba de revolverme a toda costa pero el me sujetaba fuerte de la
cintura. Pude notar sus dedos clavarse en mis caderas.
Me forzó a besarlo en la boca
para que no se oyesen mis súplicas. Mis palabras resonaban en el interior de su
cuerpo y mi resistencia lo excitaba más que ninguna otra cosa. Estaba atrapada.
No sé cuanto tiempo permanecimos forcejeando. No debió ser mucho pero a mí me
pareció una eternidad.
Al fin pude notar como se
corría en mí entre bufidos y bufidos, como un semental somete a su yegua. Podía
notar las contracciones de su polla en mi interior. Respiré tranquila al saber
que todo había terminado y mi culito seguiría siendo virgen.
Se relajó tratando de
recuperar el aliento. Cesó de retenerme. Aproveché un descuido para coger mi
bolso y salir corriendo de allí. No me importó salir desnuda y descalza. Me dirigí
hacia el coche tan rápido como pude. Extraje hecha un manojo de nervios mis
llaves del coche. Cuando estaba abriendo la puerta del vehículo pude ver por
encima del techo del coche desde lo lejos como se abría la puerta del chamizo y
salía de su interior el viejo de pueblo tratando de recomponer sus ropas, a la
vez que asomaba desde detrás de la caseta un coche patrulla de la guardia
civil. Monté desnuda en el vehículo y escapé de allí.
Mientras conducía a toda
velocidad pude comprobar como su semen escurría de mi interior y pringaba el
asiento del coche. Paré y traté de recomponerme antes de que me viera nadie y
sobretodo antes de llegar al destino y ver a mi marido. Nunca le dije nada pese
a que esa noche mi marido tuvo ganas de hacerme el amor debido al tiempo que
llevábamos sin vernos. Nunca ha logrado que me corriese tres veces en la misma
noche. Por eso no dejo de recordar y masturbarme recordando lo que sucedió.
Pese a que he limpiado muchas
veces los asientos no consigo quitar la dichosa mancha, la cual permanece
debajo de mis intimidades cada vez que cojo el coche. Siempre que me siento
encima me pregunto que hubiese pasado de entregarle mi culito a aquel viejecito
o si la guardia civil hubiese llegado momentos antes, pero lo que es seguro es
que desde entonces siempre que puedo conduzco por carreteras secundarias.
Besos,
Sandra.
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