Había llegado ya el buen
tiempo, la primavera estaba avanzada y se notaban los primeros días de calor
del verano. Esa noche había quedado con mi mejor amiga Marga, hacía un par de
meses que ella lo había dejado con su ex pareja. No era ni la primera ni la
última vez que cortaba con su novio, y seguramente tampoco sería la definitiva,
como decía ella misma.
Marga era la única amiga del
grupo que a sus treinta y dos años todavía no estaba casada ni tenía hijos, y
era como si tuviera urgencia por alcanzar esas metas personales. Siempre me
tocaba consolarla cada vez que acontecía lo inevitable: la dejaban. Era
entonces cuando salíamos de compras, veíamos juntas alguna comedia romántica en
el cine, o salíamos a cenar. Siempre me tocaba distraerla.
Aquella noche pude arreglarlo
todo para dejar en casa a mi marido solo con mi hijo, pese a que a mi esposo no
le hacía ninguna gracia la influencia que Marga ejercía sobre mí. Siempre dice
que Marga es algo ligerita de cascos y que me llena la cabeza de estupideces.
Decir que me llamo Sandra, tengo treinta y un años, y estoy felizmente casada
desde hace unos años con mi esposo.
Hacía calor cuando llegué a
media tarde a casa de Marga. Llevaba puesta una camiseta blanca de tirantes muy
finos, y una minifalda vaquera relativamente corta cuando llamé a su timbre.
Debajo llevaba un sujetador negro de algodón y encaje a juego con el tanga. Era
uno de esos con finas tiras laterales.
.-“Sube” me dijo al reconocer
mi voz por el telefonillo del portal.
Nos dimos un fuerte abrazo al
vernos en el rellano de su escalera, no nos habíamos visto desde hace unos
meses, y desde que cortó con su ex pareja, tan sólo habíamos podido hablar por
teléfono. Estaba horrible, su pelo era un caos, tenía mala cara, y a pesar de
empezar a caer la noche, todavía llevaba puesto un pijama rosa espantoso.
.-“Marga..., no puedes seguir
así” le dije con la intención de animarla.
.-“Es verdad” dijo
reconociendo que tenía razón una vez más, “por eso te he llamado, tienes que
ayudarme” su mirada expresaba una baja autoestima en ese momento. Hacía tiempo
que no la veía tan destrozada. Yo quise animarla, y sabía cómo hacerlo.
.-“Escúchame, esta noche nada
de quedarnos en casa a llorar, ni películas melodramones, ni nada por el
estilo. Arréglate, ponte guapísima, y salgamos a tomar algo y a bailar ¿te
parece?”. Dije tratando de mostrar entusiasmo con la idea de salir juntas de
marcha, aunque por mi parte no tuviese muchas ganas, una amiga es una amiga.
Ella asintió con la cabeza.
.-“¿Por que no tomas algo
mientras me ducho?” me dijo Marga mientras se dirigía al cuarto de baño, con la
clara intención de arreglarse y cambiar su patético aspecto.
Tomé una coca cola de su
nevera y me dirigí al giradiscos de vinilo que conservaba Marga en perfecto
estado. Siempre que la visitaba, me gustaba recordar el ritual de escuchar un
disco de vinilo como en los viejos tiempos. Controlar el pulso al dejar caer la
aguja, el silencio inicial, y esos chascarridos mientras suena la música,
siempre me pareció algo excitante, sobretodo al notar los primeros acordes del
disco de Madonna elegido, sonar por los altavoces. Estaba dispuesta a pasar el
rato hasta que mi amiga saliese de la ducha.
.-“¡¡SABES QUE ME APETECE!!”
escuché que gritaba mi amiga desde la ducha a través del sonido del agua.
.-“NO, DIME!!” le respondí yo
también a grito desde el salón. En ese momento escuché que se cerraba el grifo
de la ducha y decidí acercarme al cuarto de baño para no tener que hablar con
ella a grito pelado por toda la casa.
La puerta del baño estaba
abierta, observaba el cuerpo mojado de mi amiga a través de la mampara
translúcida de la ducha, escurriendo el pelo con sus propias manos. Siempre
había tenido cierta envidia de su cuerpo, su pelo era rubio natural y para
colmo no necesitaba alisárselo, tenía mucho más pecho que yo, y siempre la veía
más delgada, y eso, a pesar de venir usando ambas la misma talla desde
adolescentes.
.-“HE OIDO QUE HAN ABIERTO UNA
NUEVA MACRODISCOTECA” me gritó desde la ducha sin percatarse aún de mi
presencia. Fue al correr el cristal y tratar de alcanzar una toalla cuando se
dio cuenta de mi imagen observándola apoyada en el marco de la puerta.
Pude contemplarla
completamente desnuda al apartar la mampara del baño. No pude evitar fijarme,
porque me llamó la atención, en su pubis rasurado. Nada que ver con la fina
tira de pelillos que decoran mi monte de Venus. “Un reguero de hormiguitas”
como dice mi marido.
Ella, al verme, pareció
disfrutar exhibiéndose ante mí. Me restregaba una y otra vez su libertad
sexual. Marga siempre me recriminaba que mi marido fuese el único hombre con el
que había estado en mi vida, siempre me decía que lo conocí demasiado joven. Me
insistía en que debería haber conocido a otros chicos antes de salir con él, y
que debía comparar. Siempre me replicaba que mejor tarde que nunca, y que así
cómo podía estar segura de que era el hombre de mi vida y todas esas cosas.
Aunque siempre se lo negaba,
enrocada en mi roll de ama de casa y decente esposa, en el fondo pensaba que en
parte tenía razón. En mis ratos de intimidad y soledad, me preguntaba algunas
veces cómo serían otros hombres en la cama, cómo se moverían, cómo me mirarían,
su olor, sus besos, su tamaño... y tantas y tantas dudas. Pero al final siempre
tenía miedo a perder la estabilidad proporcionada por mi marido.
.-“Pareces algo sudada, ¿Por
qué no te das una ducha tu también?” me sugirió Marga, mientras se secaba
todavía delante de mí. La conozco bien, y sabía que se traía algo en la cabeza.
A pesar de mis sospechas acepté su invitación.
.-“Sabes, puede que tengas
razón, hacía un calor horroroso cuando venía” dije pensando que me sentaría
bien una ducha. Comencé a quitarme la ropa delante de ella, en parte porque
quería demostrarle que mi figura también se mantenía esbelta pese a haber dado
a luz un hijo maravilloso. Dejé mi camiseta y mi falda en una percha junto a
las toallas, luego me quité el sujetador y el tanga, y me introduje en la
ducha.
Lo cierto es que la ducha me
sentó bien. Al salir, solo pude ver mi sujetador y mi tanga donde los había
dejado, no veía el resto de mi ropa, me llamó mucho la atención que mi amiga la
cogiese. Me preguntaba que es lo que pretendía. Me envolví en una toalla, y me
dirigí hasta el dormitorio de mi amiga, donde se encontraba Marga todavía
desnuda dándose alguna crema por su cuerpo. Pude ver algunos vestidos suyos que
yacían sobre la cama. Ni rastro de mi camiseta ni de mi falda. Marga al verme
entrar en su cuarto dijo:
.-“Elige tu primera, el que no
quieras tú me lo pondré yo” dijo mirando los vestidos de encima de su cama. De
adolescentes ya nos intercambiábamos ropa, así que no me pilló de sorpresa sus
intenciones.
.-“¿Y el resto de mi ropa?” la
pregunté.
.-“No pensarás salir a la
disco como ibas? Me dijo poniendo cara de pocos amigos y de prohibírmelo por
todos los medios. Yo me encogí de hombros resignada.
.-“No te preocupes, los he
lavado y tendido.” me dijo. Yo por mi parte, miré los vestidos sobre la cama,
al parecer no tenía otra opción.
.-“Vamos Sandra, es mi noche,
hagamos alguna locura” dijo poniendo carita de niña buena. Aquel argumento
terminó por convencerme y ceder a su capricho.
Lo cierto es que uno de los
vestidos que había extendido sobre la colcha de la cama siempre me había
gustado. La primera vez que se lo vi puesto, fue para la boda de una conocida
de ambas, y siempre tuve envidia de cómo le sentaba. Se la veía realmente sexy
con ese vestido. Incluso mi marido, después de hacer el amor con él en esa
misma noche de la celebración, hizo algún comentario acerca de lo bien que le
sentaba a Marga el vestido, recuerdo aquella vez y sus comentarios porque el
estomago se mi hizo un nudo, mi intuición femenina me decía que mi esposo había
pensado en ella mientras lo hacía conmigo.
Así que con un punto de rabia
y envidia, tratando de imitar a mi amiga, cogí el vestidito de la cama, y me
decidí a probármelo. Seguro que mi marido se sospecharía algo al verme entrar
con dicho vestido de madrugada en casa, y pensé en ponerlo celoso. Siempre que
lograba mosquearlo me hacía el amor de manera más impulsiva, me decía cosas
como “nadie te folla mejor que yo” y cosas por el estilo. A mí me gustaba
desatar su pasión. Bueno, eso y que me pegará un buen polvo.
El caso es que se trataba de
un vestido en tonos azules, con un escote en “V”, de esos cuyas tiras se anudan
sobre los hombros, desnudando también la espalda, y terminado en una minifalda
con algo de vuelo. El escote me llegaba hasta casi el ombligo, por lo que no
podía ponerme sujetador, además se notaría en la espalda. Yo hacía tiempo que
no usaba aberturas tan generosas, y como Marga tenía algo más de pecho que yo,
y al ir sin sujetador, si me descuidaba se caían los tirantes y se me veían los
pechos. Para colmo, yo tenía algo más de culo que ella, por lo que la falda me
quedaba algo corta para mi gusto. Me entraron ganas de quitármelo nada más
verme en un espejo, hacía tiempo que no me ponía ese tipo de vestidos, Marga
adivinando mis pensamientos me dijo:
.-“Estas estupenda” y dicho
esto se dispuso a ataviarse con otro vestido. Me miré de nuevo en el espejo
resignada y lo cierto es que no me quedaba nada mal. Supongo que sería la falta
de práctica, y una vez me fui acostumbrando me sentía más cómoda.
Pese a mis reticencias,
definitivamente tuve que quitarme el sujetador para que no se viese, por lo que
traté de ajustarme como pude los tirantes del dichoso vestido.
Por su parte Marga se puso un
vestido palabra de honor negro del que no asomaban sus tetas de milagro. Ella
todavía estaba desnuda cuando se puso el vestido por encima, me sorprendió el
hecho de que no se pusiera ropa interior, ni bragas ni tan siquiera sujetador.
El sujetador podía entenderlo, puesto que al igual que yo, dado el escote del
vestido se notaría, pero... ¿sin bragas?. No pude evitar preguntárselo.
.-“¿Piensas salir así?”
pregunté. Marga se volvió a reír sabiendo que me había llamado la atención.
.-“¿Cómo?” me replicó.
.-“Así, sin bragas” le insistí
yo. Marga no podía contener la sonrisa.
.-“Sandra, no te enteras, esta
de moda, lo practican todas las celebrities” dijo en tono burlona. Yo puse cara
de asombro, ella continúo justificándose.
.-“ Oh Sandra, no sabes lo que
te pierdes. Deberías probarlo algún día y luego contármelo”. Dijo ahora algo
más seria.
.-“Ahora me explico muchas de
las cosas que te suceden” dije recriminando su actitud.
.-“ No sabes el morbo que me
produce. Tienes que probar a desatar la diosa que llevas dentro” dijo
terminándose de arreglar. Había dejado clara su actitud en este sentido, y de
repente me encontré sin ganas de rebatirla. Un pequeño silencio se apoderó de
la estancia.
.-“¿Quieres maquillarte un
poco?” me preguntó mirándome a los ojos.
.-“No, gracias, sabes que no
tengo costumbre de maquillarme” respondí algo más relajada y agradecida por
este tipo de conversación.
.-“Mejor, así los chicos sólo
se fijarán en mí” dijo mientras salía de la habitación.
Lo cierto es que ella estaba
espectacular a mi lado con su vestido negro, su melena rubia sobre los hombros,
maquillada y acicalada. Tenía razón, los hombres sólo tendrían ojos para ella.
Acordamos tomar unas tapas y
comer algo antes de pasarnos por la disco nueva que le habían comentado, y que
por alguna razón la veía entusiasmada con entrar. Ella sabe que yo soy más de
bares donde puedes bailar y conversar, mejor que las ruidosas discotecas, pero
también sabía que esa noche era incapaz de negarle nada, dado que era su noche
y se trataba de animarla.
La noche fue entrando poco a
poco, tapa a tapa, y vino a vino. Hablamos de nuestras cosas, recordamos viejos
tiempos, viejas amigas comunes, criticábamos alguien presente en el bar que
quería llamar la atención, de nuestros respectivos trabajos, de la que está
cayendo con la crisis, que si fulanito o menganita están en el paro, en fin,
charlamos de todo cuanto habíamos dejado de hablar en estos meses sin vernos.
Lo cierto es que tanto a ella como a mí, nos fueron entonando y animando los
vinitos y las cañas que tomábamos.
Yo estaba ya algo contenta a
esas alturas, cuando llegó el momento de acudir a la discoteca. Estaba
relativamente cerca de donde nos encontrábamos. Por suerte no tuvimos que hacer
mucha fila para entrar, eso sí, una vez dentro la sala estaba abarrotada. Nos
movíamos con dificultad entre el barullo de la gente. Era inevitable rozarse
para movernos. En alguna ocasión pude notar como me tocaban el culo o algún
chico se arrimaba en plan cebolleta. También pude ver como los chicos se
rozaban descaradamente con el cuerpo de Marga. Recordé que mi amiga no llevaba
bragas, mientras podía ver entre los destellos de las luces como le tocaban el
culo.
“Que patéticos y ridículos
resultan los tíos con esa actitud. ¡Que poco estilo!” pensaba cada vez que me
sobaban también el culo o me daban algún pellizco, y me alegré de tener un
marido como el que tengo.
A mi marido lo conocí en un
bar, nunca olvidaré aquella noche. Yo era muy joven. Lo cierto es que tuvo arte
y gracia para presentarse sin conocernos, y lograr entablar una conversación
conmigo. Me hizo reír, me invitó, fue un caballero, se mostró atento, y poco a
poco me fue llevando a su terreno. Me acompañó a casa, y una vez en el portal,
me besó en la boca por primera vez en mi vida. Exactamente igual que en las
películas románticas. Me pidió el teléfono y seguimos juntos hasta la fecha. He
de reconocer que me ha hecho muy feliz, e incluso pienso que es relativamente
creativo en la cama y me ha descubierto un montón de experiencias maravillosas,
aunque últimamente hayamos caído en la rutina y la monotonía de un matrimonio
normal.
Al margen de la afluencia de
gente, el garito era realmente sorprendente. Se trataba de un edificio de cuatro
plantas a cuál más espectacular. En el sótano sonaban siempre ritmos salseros,
había un pequeño escenario en alto en un lateral donde una pareja de
profesionales animaban a la gente de la sala a bailar salsa, merengue y ritmos
latinos.
La planta calle era la sala de
baile principal. Allí la animación la ponía el dj de moda, y las gogo´s
repartidas por varios pedestales, que bailaban bastante ligeritas de ropa para
deleite de los presentes. Ya os imagináis, sonaba principalmente música tipo
dance, house y electro. La pista central estaba abierta en el techo por el
centro, junto con la primera planta. Esto es, su parte superior era otra de las
plantas decorada con sillones y taburetes, desde la que podías ver apoyado en
las barandillas centrales a la gente bailando abajo en la pista. Era la sala
con menos gente, mucho más oscura. De hecho podías ver a parejas sentadas en
los sillones más alejados besándose y metiéndose mano.
Por último, la segunda planta,
era la terraza del edificio. Había una barra central alrededor de la cual se
disponían las mesas y se arremolinaba la gente. Sonaban ritmos en plan chill
out. Lo cierto es que esa noche hacía buen tiempo y era muy agradable estar al
aire libre en la terraza.
Una vez terminamos de jugar a
las exploradoras en el ático, ambas coincidimos en que la disco estaba muy bien
montada, se merecía el éxito de gente. Estuvimos comentando lo que habíamos
visto, y decidimos bajar a bailar a la pista central.
Ya en la pista principal, fue
Marga la que se acercó a la barra para pedir una consumición. Antes de que
pudiera decirle nada ya tenía en mi mano un gin tonic como a mi me gustan.
Conoce perfectamente que es el único combinado de alta graduación que tolero,
pues dada la cantidad de vinitos que habíamos tomado durante la noche, sabía
que yo me encontraba ya algo alegre, pues enseguida se me sube la bebida a la
cabeza.
Marga tiró de mi, hasta
ponerse debajo de uno de los pedestales, donde una chica bailaba en top less, y
había alrededor una gran concentración de chicos babeando. Comenzamos a bailar,
al principio tímidamente, pero poco a poco Marga comenzó a bailar de forma más
descarada. Se sacudía provocando el movimiento de las tetas, hasta el punto que
parecía que sus pechos se iban a salir del vestido de un momento a otro. Logró
la atracción de varios tipos que se acercaron a hablar con ella, y a los que
disfrutó rechazándolos. Otros tantos babeaban a su lado sin dejar de mirarla.
Se notaba que Marga disfrutaba robando protagonismo a la gogo del pedestal.
Como ya habíamos terminado los
cubatas, y llevábamos un rato bailando, le grité a Marga al oído que me iba al
baño con la intención de que me acompañase, pero ella me respondió que me
esperaba allí mismo, estaba claro que prefería seguir luciendo su tipo.
Cómo siempre, había fila en el
baño de señoras, tuve que esperar un rato que me pareció eterno debido a las
ganas de orinar. Fue en el pasillo, esperando, donde me percaté de que iba algo
más que mareada. No me había sentado nada bien mezclar el vino con el gin
tonic. Por fín pude acceder a un reservado.
¡Dios mío!, eso era asqueroso.
Estaba sucio por todas partes, no quiero entrar en detalles. Mejor no tocar
nada. Para colmo la puerta carecía de pestillo, y como al parecer en el resto
de reservados tampoco había papelera, algunas de las presentes se dedicaban a
intentar abrir mi habitáculo con la esperanza de encontrar un recipiente donde
desprenderse de su basura. O eso, o eran lesbianas tratando de verme orinando.
La idea me resultó tan poco agradable
como el reservado. Así que allí estaba yo, en una postura un tanto ridícula,
tratando de mantener el equilibrio para no tocar nada de allí dentro, con el
bolso alrededor del cuello tapándome la vista de mis propios pies, y el tanga a
la altura de las rodillas, separando las piernas todo cuanto el habitáculo me
permitía, rezando para que mi tanguita no cayese al suelo. Para colmo estaba de
puntillas, pues no quería que mis sandalias se impregnasen del líquido que
inundaba el suelo, algo mareada por el alcohol, apoyando una mano en la pared
lateral para no perder el equilibrio, y con la otra sujetando la puerta para
que no entrase nadie. Una postura totalmente subrrealista.
Mis temores se hicieron
realidad, alguien hizo la intención de entrar desde el otro lado de la puerta,
la muy vaca burra hacía fuerza e insistía, pese a saber que el reservado estaba
ocupado.
.-“¡ESTA OCUPADO!” grité. Pero
insistían en entrar. Tuve que sujetar la puerta con las dos manos para no ser
sorprendida en tan absurda posición.
“¡¡Mierda!!” pensé, nunca
mejor dicho. Durante el absurdo forcejeo había perdido el equilibrio, con tan
mala suerte que había salpicado mi prenda interior con mi propia orina.
“¡Maldita sea!, esto solo me
puede pasar a mi” pensé mientras apoyaba mi espalda en la puerta tras terminar
mi faena como buenamente pude. Comprobé con más detenimiento el estado empapado
de mi tanga.
“Oh, no, no!, NO!!!” grité
para mi “esta completamente mojado, no puedo ponerme esto. ¿Por qué me tiene
que pasar esto a mi?!!” . Maldije mi suerte y espeté contra la imbécil que
había tratado de entrar, al tiempo que pensaba en una solución. Estaba
demasiado empapado. Estaba claro que así no podía ponérmelo. Pensé en secarlo
con algún secamanos de aire, pero recordé el comentario de alguna de las chicas
mientras esperaba, indignada porque estaba estropeado y tampoco había papel.
Así que allí estaba yo, con el
vestido de Marga, sin llegar a creerme realmente lo que estaba haciendo,
bajando y deslizando mi tanga por los muslos de mis piernas con la intención de
encontrar una forma de secarlo como fuese. Con la pared contra la puerta de un
asqueroso baño, contemplando atónita mi tanga empapado entre mis manos, y una
extraña sensación entre mis piernas, al no notar mi prenda más íntima. Me
sentía insegura. Era como estar desnuda. Me acorde de que Marga había salido
sin ropa interior de casa y me preguntaba cómo podía ser capaz de no sentir
vergüenza.
Mis pensamientos eran caóticos
debido al alcohol ingerido. Comencé a resignarme poco a poco, de que no había
forma de secar y ponerme mi prenda. Me acordé de las palabras de Marga “chica
tienes que probarlo algún día”. Pues bien, había llegado el momento, aunque
fuese a la fuerza. No me quedaba otra, así que decidí hacerme a la idea de que
tendría que salir de allí sin ropa interior. Me consolaba pensar que nadie lo
sabía. Rezé mis oraciones, estrujé el crucifijo de mi colgante en uno de mis
puños, y suplicaba sobretodo por no encontrarme con alguien conocido, mucho
menos con algún amigo de mi esposo. Me repetí una y otra vez, que si Marga
podía salir así a la calle, yo también podría sobrellevarlo, aunque una extraña
sensación de intranquilidad se apoderaba de mi.
“¿Cómo podría salir así?” me
preguntaba mentalmente, totalmente paralizada y atemorizada. Aunque tal vez
Marga tuviese razón y debiera lanzarme a experimentar cosas nuevas. Así que me
armé de valor, tiré mi tanga al suelo y decidí salir de aquel habitáculo a
bailar.
“Seguramente, se lo confesaré
a Marga al final de la noche, le diré que no llevo bragas, y así podré
demostrarle que no soy tan mojigata como se piensa. Seguro que la sorprendo,
pues para nada se esperará eso de su mejor amiga” pensé disfrutando del momento
en el que triunfar sobre el concepto tan purista que mi amiga tenía de mí.
Con todo el jaleo perdí la
noción del tiempo que había transcurrido desde que me separase de Marga. Me
entretuve un rato en el espejo del baño tratando de asimilar la nueva
situación.
“Bueno, no es para tanto”
pensé, y decidí salir a buscar a mi amiga. Nada más salir del baño y dirigirme
a la pista de baile, alguien me tocó el culo entre la muchedumbre.
“Guauuu” eso si que no me lo
podía esperar, no había pensado en ello antes. Notar como un desconocido me
tocaba el culo ¡y yo sin bragas!, hizo que me sacudiese un escalofrío de arriba
abajo. Marga tenía razón, era de lo más morboso, aunque pensé que nunca debería
enterarse mi marido. Reconozco que mis pechos se endurecieron instantáneamente
y que me puse algo cachonda.
Mi amiga estaba en la misma
zona que nos separamos, salvo que tenía un cubata en la mano y conversaba con
dos hombres a la vez.
Por unos momentos sentí
envidia de Marga, de su libertad para disfrutar de su cuerpo, para hacer lo que
quisiera sin dar explicaciones a nadie. Yo en cambio anteponía la seguridad y
la tranquilidad de convivir con mi esposo sacrificando ciertos placeres. No
podía arriesgar cuanto había conseguido ni arruinarlo, por unos momentos de
placer etéreos.
Marga se alegró al verme:
.-“¿Dónde te habías metido?
Creí que te habías ido a casa sin avisarme” dijo abrazándome y dándome dos
besos totalmente embriagada ante la atenta mirada de sus nuevos amigos. Yo me
encogí de hombros.
“Si supieses lo que me ha
pasado, no te lo creerías” e imaginaba la cara de sorpresa que pondría mi
amiga, cuando le contase que al igual que ella no llevaba bragas bajo el
vestido. Ella continúo hablando entusiasmada...
.-“Mira, te presento, estos
son Carlos y Evaristo” dijo señalando a cada uno de ellos mientras decía sus
nombres. No puse buena cara cuando intercambié los primeros dos besos intuyendo
lo que pasaría.
.-“Yo soy Carlos” dijo el
primero mientras me besaba manteniendo las distancias y la corrección. Carlos
era relativamente guapo, y tendría alrededor de treinta y tantos años. Más o
menos como nosotras.
.-“Y yo soy Evaristo” dijo el
segundo que me agarró con decisión por la cintura para darme los dos besos, de
tal forma que mis pechos rozaron inocentemente con sus pectorales al rozar
nuestras mejillas. Me quedé como paralizada al notar como por primera vez en
mucho tiempo, otro hombre que no eran mi marido, notaba la dureza de mis
pechos. Aunque había sido un roce sútil, descuidado, no pude evitar
ruborizarme.
A Evaristo le echaba bastantes
más años que a su amigo, calculo que tendría alrededor de cincuenta, aunque muy
bien llevados. Se notaba que le gustaba cuidarse y que frecuentaba algún
gimnasio. Contrastaba la diferencia de edad entre ambos chicos. Luego supe que
eran compañeros de trabajo de paso por la ciudad.
Estaba absorta en mis
pensamientos cuando de repente, Marga comenzó a bailar conmigo de forma muy
sensual, se notaba que había bebido algo más en mi ausencia, y que quería
provocar a sus nuevos conocidos. Estaba insinuando por su forma de moverse, que
nos lo habíamos montado juntas en alguna ocasión. Esta táctica suya ya me la
conocía. Los chicos ponían cara de asombro entre ellos al vernos bailar, y se
notaba que se disparaba su imaginación. Yo decidí seguirle el baile a Marga.
Aunque no me atraen por norma ese tipo de juegos, he de reconocer que en ese
momento me gustó. Ambos chicos se codeaban entre sí sonriendo de su suerte.
El tirante de mi vestido se
cayó en varias ocasiones mientras bailaba, los tipos de alrededor abrían los
ojos como platos tratando de verme los pechos en algún descuido, sobretodo el
tal Evaristo, que no me quitaba el ojo de encima, y de algún modo la situación
me hacía sentir sexy y deseada. No recordaba esa sensación desde chiquilla.
En una de las ocasiones,
mientras mi amiga y yo bailábamos frente a frente, pude apreciar como Carlos se
situaba detrás de Marga, y era ella quien cogiendo las dos manos del chico, y
entrelazando los dedos con los suyas, lo animaba a acariciar sus caderas, tipo
reggaeton.
Por su parte Evaristo, también
se animó a sujetarme desde detrás por las caderas, como es habitual en estos
casos, en algunos instantes su paquete se rozó contra mi culo, lo que produjo
un estremecimiento en mi cuerpo poniendo mis pezones aún más de punta. Por
suerte la canción terminó enseguida cambiando completamente el ritmo de la
música. Como sospechaba en un primer momento, Marga y Carlos se pusieron a
charlar a lo suyo. El reparto estaba hecho de antes de mi llegada. Fue Evaristo,
quien tratando de apartarme del resto de chicos, me rodeó con un brazo por la
cintura, y acercándose a mi oreja para que pudiera oírlo a pesar del volumen de
la música me dijo:
.-“¿Te apetece tomar algo? Te
invito” dijo sonriéndome esperando una aprobación por mi parte. Yo dudé por un
momento, sabía que si aceptaba, Marga aprovecharía para liarse con Carlos, y
que a mí me tocaría aguantar al madurete, que además era un poco descarado en
sus intenciones de intentar aprovechar su oportunidad para conmigo. Tras
dudarlo por unos instantes y sin saber muy bien porqué, acepté. Supongo que
quise tomar una copa más a su costa para no perder el puntillo que llevaba.
.-“¿Qué tal un gin tonic?” le
contesté acercándome a él para que me escuchase. Esta vez fue mi propia torpeza
la que hizo que de nuevo mis pechos rozasen con sus pectorales ligeramente, lo
que provocó una pícara sonrisa en Evaristo. Seguro que el pobre se imaginaba
que podía lograr algo conmigo.
Ambos nos acercamos hasta una
de las barras, y una vez pudimos hacernos algo de sitio, fue él quien pidió las
consumiciones. Yo continuaba bailando de espaldas al tal Evaristo y de frente a
la pista de baile, mientras esperaba a que nos sirviesen las consumiciones. Al
poco tiempo, mi acompañante me sorprendió mientras bailaba, acercando la fría
copa a la piel desnuda de mi brazo por la espalda a modo de gracia, con la
intención de caer simpático.
.-“Ten, espero que te guste”
dijo tendiendo el gin tonic para que lo aceptase con una sonrisa de oreja a
oreja por mi reacción. Yo le devolví la sonrisa, a pesar de que no me había
sentado nada bien notar el frió de la copa en mi piel. Mis pechos habían
reaccionado poniéndose en punta de nuevo y creo que él se dio cuenta esta vez.
.-“Es Martin Millers con Fever
Tree y un poco de enebro” dijo reclinándose un poco sobre mi cuerpo para que
lograse escucharlo bien debido al volumen de la música, y haciendo referencia
al gin tonic, pero sobretodo sin perderse detalle de mi escote al inclinarse.
Estaba claro que tenía la intención de tratar entablar una conversación
conmigo. Yo volví a sonreir sin decir nada y dando el primer trago algo
sedienta continúe bailando.
.-“Es uno de mis preferidos,
¿te gusta?” me preguntó de nuevo reclinándose sobre mi cuello sin dejar de
mirarme al escote. No me hizo ninguna gracia que me mirase las tetas de forma
tan descarada, pero no tuve más remedio que contestarle. Al fin y al cabo me
había invitado, era lo menos que podía hacer. Esta vez le dí un nuevo trago
tratando de saborear y degustar el combinado.
.-“Uhmm, es muy suave, apenas
notas el alcohol, parece agua” le dije respondiendo a su pregunta, y tratando
de ser lo suficientemente amable como para no parecer desagradecida.
Mientras le respondía, me
percaté de que el tío sabía perfectamente que el combinado entraba muy bien,
efectivamente era muy refrescante, y que trataba de emborracharme tratando de
que bebiese deprisa dado el calor en el ambiente. Además no dejaba de mirarme
el escote y las tetas babeando.
“Que táctica más ruin y que
baboso” pensé para mí.
Lo cierto es que el cincuentón
continuó hablándome acerca de los distintos gin tonics, y la infinidad de
combinados que podían hacerse de un tiempo a esta parte. Evaristo aprovechaba
el volumen de la música para acercarse a mí, reclinándose sobre mi cuello sin
perder nunca la oportunidad de mirarme el escote, además aprovechaba cualquier
empujón o situación para rozarse conmigo o acariciarme los brazos. Se las
arreglaba para lograr que yo le siguiese inevitablemente la conversación.
El primer gin tonic lo bebimos
relativamente rápido. El tipo enseguida se apresuró a pedir otra copa. Pude
comprobar, como mientras esperaba en la barra a que le sirviesen las
consumiciones, me repasaba de arriba abajo con la mirada. Se relamía, e incluso
llegó a acomodarse el paquete inconscientemente por encima del pantalón. Por
primera vez en mucho tiempo me sentí deseada por otro hombre que no era mi
marido, fue agradable comprobar como aquel tipo experimentado y desconocido,
ambicionaba mi cuerpo de mujer. No pude evitar fijarme en el bulto provocado en
su entrepierna.
No sé por qué, pero me sentí
con ganas de provocarlo un poco, de coquetear con él, de jugar. Seguramente,
dada su edad, nunca habría estado con una “jovencita” como yo. Me puse a bailar
todo lo más sensual que pude. El me miraba desde la barra, y a mí me gustó
moverme provocándole a cierta distancia. Me gustó mirarlo a los ojos y notar su
mirada clavada en mí. Inconscientemente me puse a bailar sensualmente, y entre
mis movimientos me recogía el pelo, marcaba mis curvas, o me subía mi falda
sobre el muslo. Estaba claro que Evaristo se relamía observándome.
“Pobrecito, esta noche tendrá
que matarse a pajas” pensé mientras disfrutaba excitándolo.
“¿Qué pasaría si descubriese
que voy sin bragas?. Uuhhhmm”, creo que yo también me estaba excitando de
pensarlo y con tanto toqueteo. Nunca había tenido ese tipo de pensamientos.
.-“Ten prueba este otro” dijo
al acercarse y ofreciéndome otro gin tonic. De nuevo prefería mirarme al escote
en vez de a los ojos.
.-“Aahh, ¿qué es?” le pregunté
tras dar un primer trago. Esta vez fui yo misma quien buscó deliberadamente que
nuestros cuerpos entrasen en contacto. Como quien no quiere la cosa. Comenzó a
gustarme jugar con ese hombre maduro.
.-“Hendricks con Fertimans y
un twist de lima” dijo esta vez posando tímidamente una mano sobre mi cintura,
a la vez que chocaba su copa con la mía, y me invitaba a dar otro trago
mientras nuestras miradas se entrecruzaban. Estaba claro que se me comía con
los ojos.
Notar su mano sobre mi cuerpo
produjo una descarga de adrenalina en mi cerebro, su mano estaba muy cerca de
mi culo. Marga tenía razón, todo eso resultaba muy excitante.
“¿Sería capaz de darse
cuenta?” pensé mientras su mano acariciaba mi cintura, con la excusa de bailar
o conversar. Algo me hizo reflexionar.
“No estaré pasándome de la
ralla. ¿Y si me vé alguien conocido?. ¿Cómo explicárselo a mi marido?. Pero...
¿Qué tiene de malo?. Pobre hombre, no tiene nada que hacer y le estoy dando
falsas esperanzas ” Estaba absorta en mis pensamientos, cuando la mano de
Evaristo acarició por primera vez mi culo tímidamente, mientras me hablaba cada
vez más cerca de mi boca. Se notaba por su forma de acariciarme, que buscaba el
límite de lo permitido sin que yo pudiera recriminarle nada, pero forzando poco
a poco la situación a su favor. Cada vez me hablaba más cerca de la comisura de
los labios. A mí notar su proximidad y sus disimuladas caricias me estaban
poniendo a tono.
De nuevo pude notar su aliento
en el lóbulo de mi oreja. Un escalofrío me recorrió el cuerpo de arriba abajo,
mi cuerpo reaccionó instintivamente ante su contacto. Por un momento pensé que
iba a tener la osadía de besarme. No me agradaba la idea de que tal cosa
sucediese. Una cosa era jugar y otra que el tema se me fuese de las manos. Yo
no estaba acostumbrada a rechazar a los hombres que se me insinuaban con la
facilidad de mi amiga, y probablemente la situación me resultase embarazosa.
.-“¿Qué tal chicos?” escuché
con alivio la voz de Marga detrás de mi. Yo me abracé sobre ella como la
salvación que era.
.-“¿Dónde te habías metido?”
le pregunté al llevar un tiempo sin saber de ella.
.-“¿Y tú qué tal con el amigo
de Carlos?” preguntó ella sin responderme. Los chicos se habían puesto también
a hablar entre ellos algo alejados.
.-“Es un poco tocón, además
casi no me mira a los ojos, y no para de mirarme a las tetas” le dije poniendo
cara de pocos amigos.
.-“Y tú, ¿qué tal con Carlos?”
la pregunté.
.-“Sabes..., creo que me
subiré a la primera planta con Carlos, necesitamos algo más de intimidad” me
dijo bastante contenta por su ligue, y sin dejar de intercambiar miraditas con
su cómplice en la distancia.
.-“¿Estas segura que es eso lo
que quieres?” pregunté en un intento desesperado porque pasase del tema y
terminásemos la noche juntas. Ella asintió con la cabeza.
.-“Solo te pido un favor” me
dijo mientras bailaba para acercarse a mí y hablar. Yo me encogí de hombros.
.-“Llévate a su amigo, sé que
son compañeros de trabajo, desplazados unos días, alojados en el mismo hotel, y
que no se irán el uno sin el otro, sino lo impedimos” me dijo con cara de niña
mala. Yo puse cara de pocos amigos, ella sabía que lo que me acababa de pedir no
me agradaba en absoluto.
.-“Por fa....” dijo juntando
las manos en plan oración suplicándome con los gestos. Yo negaba con la cabeza.
Ella en un intento por convencerme me dijo:
.-“Además, su amigo no está
nada mal, no me negarás que el madurito tiene cierto atractivo” me dijo
mientras miraba hacia ambos chicos.
.-“Marga, te olvidas que estoy
casada, no me interesa. Además, ese tipo puede que sea veinte años mayor que
yo” le dije tratando de poner cierta sensatez en la conversación.
.-“No te he preguntado si
estas casada o su edad, solo te he dicho que Evaristo tiene su punto” dijo
mientras ambas mirábamos a los hombres.
Tuve que reconocer que Marga
tenía razón, aquel hombre tenía un punto canalla en la mirada, que a pesar de
su edad me resultaba provocador. Parecía experimentado, relativamente
atractivo, y sobretodo seguro de sí mismo. Además los jeans le sentaban
realmente bien. No pude evitar fijarme en la entrepierna del cincuentón e
inconscientemente dibujé una sonrisa en mi cara, sabedora de que era por mi
culpa el bulto que se marcaba provocado en su pantalón.
Ambos chicos se acercaron de
nuevo hasta nosotras, pero esta vez Marga aprovechó para ponerse a hablar con
el tal Evaristo, dejando un poco de lado a su pareja. No sé que se estaban
diciendo pero ambos me miraban y se sonreían. Carlos por su parte al quedarse
solo y ver la situación, se fue hasta la barra a pedir más consumiciones. No
tuve más remedio que bailar sola hasta que Carlos regresó con cuatro copas en
la mano. Al coger cada uno su respectiva consumición de nuevo se formaron
corrillos. Marga se acercó a mí y me dijo:
.-“Hay que ver como tienes al
madurito loquito por ti. Yo me voy con Carlos un momento a los reservados, por
favor entretén un poco a su amigo hasta que volvamos” me dijo mientras Carlos
tiraba de ella de la mano en dirección a la planta de arriba.
Yo me quedé bailando sin estar
segura de que todo lo que estaba sucediendo me gustase de verdad, pero supongo
que no tenía otra alternativa. Tal vez por el mal humor terminé la consumición
enseguida, y mi acompañante no dudó en dirigirse de nuevo a la barra para pedir
otro gin tonic. El caso es que hacía un calor sofocante en la pista de baile,
mi cuerpo comenzaba a empaparse de sudor por algunas zonas y yo tratando de
aliviar el calor me bebí casi por acto reflejo la última copa bastante deprisa.
No sé cuantas copas llevaba
ya. Aquello terminó por tumbarme, y empezaba a perder el control de mis actos.
Durante esos momentos sólo pensaba en bailar, bailar y bailar, además empezaba
a perder el conocimiento. Una vez solos y en evidente estado de embriaguez,
Evaristo aprovechaba cualquier ocasión para tocarme el culo, rozarse con mis
pechos o mirar por mi escote, sobretodo cuando de vez en cuando se me caía el tirante.
Se acercaba a mí para contarme
que era el jefe del departamento de marketing de su empresa, una multinacional
con sede en nuestra ciudad, y me recalcaba una y otra vez que se encontraba de
paso. Yo apenas respondía con monosílabos. Era prácticamente un monólogo por su
parte. No paraba de contarme batallitas profesionales mientras aprovechaba para
mirar mi canalillo o toquitearme.
Recuerdo mientras bailaba que
en un momento dado se deslizó un tirante del vestido y a poco se me ve un pecho
en medio de la pista de baile. Recuerdo las miradas lascivas de los muchachos
de alrededor, y recuerdo que Evaristo se apresuró a recolocármelo sobre el
hombro algo celoso. Cómo si fuese suya.
También recuerdo conmocionada
que fue en ese mismo momento cuando me pregunté por primera vez como sería
estar con Evaristo. Me pregunté cómo sería en la cama, cómo se movería, qué
cosas me haría. Me lo imaginé entre mis piernas, aprisionada por su peso,
acariciándome por todo el cuerpo, besándome con ternura. Pude notar como me
calentaba en medio de la pista bailando con él a mi lado.
Uffh, estaba bastante
aturdida, debía frenar mis pensamientos o acabaría cometiendo una locura.
Además, comencé a encontrarme muy mal, supongo que por causa del alcohol y las
luces. Incluso llegué a perder la noción del tiempo y la memoria. Mis recuerdos
inmediatos comenzaban a borrarse.
.-“Creo que saldré a tomar un
poco el aire, me encuentro algo mareada” fue de las pocas cosas que recuerdo
decir a mi acompañante antes de abandonar la discoteca.
Y como una autómata me dirigí
directamente a la salida de la disco tratando de salir de allí como fuera.
Recuerdo con dificultad que Evaristo me cogió de la mano sin decirme nada y me
acompañó hasta la salida. Era evidente que estaba borracha perdida.
Recorrimos un par de calles,
yo caminaba dando traspiés, él me agarraba por la cintura tratando de no caer.
Creo que aprovechaba para tocarme el culo descaradamente, pero no logro
recordarlo con claridad. Toda mi intranquilidad era que no me había despedido
de Marga. Era como si mis pensamientos se hubiesen detenido en esa
preocupación, giraban y giraban entorno a mi cabeza una y otra vez sin dejarme
pensar en otra cosa. Evaristo tuvo que sujetarme varias veces para que no me
cayera redonda al suelo.
Recuerdo que entre traspiés y
tropiezos me contaba cosas graciosas haciéndome reír, muchas veces sin sentido,
fruto de mi estado de embriaguez.
En una de las veces, cedió
otra vez más un tirante del vestido, y recuerdo entre nubes el contacto de las
manos de Evaristo ayudándome con el dichoso tirante. A esas alturas el pobre ya
tenía claro que no llevaba sujetador.
.-“¿Sabes cuál es el pez más
grande?” me preguntó entre risas.
.-“No” respondí tratando de
averiguar como terminaría el chiste entre carcajadas absurdas.
.-“El pezón” dijo, y ambos
continuamos riendo sin sentido.
Recuerdo vagamente que me
apoyó contra la puerta de un coche aparcado en la calle. Ambos reíamos como
chiquillos. Recuerdo su proximidad, por primera vez en la noche me percaté de
su olor corporal, me resultó extrañamente agradable.
.-“Deberías haberte puesto
algún sujetador de esos invisibles con estos tirantes del vestido” dijo algo
más serio mientras me recomponía como podía las finas tiras del vestido sobre
un hombro. Vi su semblante serio y quise romper la tensión con alguna gracia,
dada mi torpeza, dije lo primero que se me vino a la cabeza.
.-“Sabes…, mis bragas si que
son invisibles” dije totalmente borracha y sin parar de reír. Evaristo puso
cara de asombro, sin entender muy bien lo que acababa de decir.
.-“A qué no te lo imaginabas”
dije en evidente estado de embriaguez y sin dejar de reír agarrándome a sus
hombros para no caer.
.-“Lo sé” respondió Evaristo.
.-“¿Lo sabes?” insistí en preguntarle
fingiendo mi asombro. Y dado el silencio incrédulo de Evaristo, comencé a
contarle balbuceando mi anécdota en el servicio de señoras. Ambos reíamos
mientras narraba mi historia.
Estábamos en aquel coche
frente a frente rozándonos ligeramente, y aún no había terminado de contarle lo
sucedido, cuando pude notar la mano de Evaristo posarse con total descaro sobre
mi culo. Me miró a los ojos esperando mi reacción. Yo permanecía apoyada contra
la puerta del vehículo en medio de la calle tratando de terminar mi historia.
Evaristo se arrimó aún más de frente a mí, con una mano apoyada en el techo del
coche evitando que me cayese de lado, y con la otra abriéndose paso entre la
fría chapa de la puerta del vehículo y mi tela del vestido, acariciando ahora sí,
sin ningún pudor, descaradamente mi culo. Me aprisionó con fuerza un cachete de
mi trasero con su mano, mientras me aguantaba todo el rato la mirada esperando
mi reacción. Esa vez paré en seco de narrar mi anécdota del baño, ya no podía
obviar su caricia.
Recuerdo que desperté de mi
estado de embriaguez en ese mismo momento, era como si la borrachera se me
hubiese pasado de golpe. De repente había recuperado mi consciencia. Nunca
antes nadie que no fuese mi marido me había magreado de esa manera. Recuerdo
con nitidez su mano explorando mi culo, su cuerpo pegado al mío, y su rostro
tan próximo a mi cara que nuestros labios estaban a punto de rozarse. Un
silencio que contrastaba con las risas de antes se había instalado entre ambos
cuerpos.
.-“Eres muy hermosa” me dijo
mirándome fijamente a los ojos.
Yo en esos momentos no supe
que decir. Estaba paralizada. Supongo que había jugado con una bomba de
relojería durante toda la noche y ahora me estaba explotando en mis manos. Mi
silencio fue interpretado como una afirmación y esta vez la mano de Evaristo
que antes sobaba mi culo, se deslizó hasta acariciar mis piernas al borde de la
falda de mi vestido. Notar el tacto de su mano con la piel de mis muslos logró
que me estremeciese. Yo continuaba callada, mi respiración comenzó a agitarse.
Mis pechos parecían salirse del vestido. Realmente me estaba excitando pero no
sabía que hacer o que decir. Nunca antes me había encontrado en una situación
semejante. Estaba nerviosa perdida, todo un manojo de nervios. Me estaba
acorralando.
Evaristo supo aprovecharse de
mi estado y aconteció lo inevitable, se arrimó a mí buscando el máximo contacto
entre ambos cuerpos. Por primera vez en mi vida, pude sentir clavado en mi
pubis la dureza de otro hombre que no era mi marido a través de la fina tela
del vestido. Mis pechos chocaban contra su torso a causa de mi agitada
respiración, y para colmo, Evaristo me obligó a levantar y rodear su cuerpo con
mi pierna, facilitándole de esta manera su acceso hasta las partes más intimas
de mi cuerpo. De nuevo pude sentir su entrepierna clavada en mi cuerpo. Se
deleitó un rato observando mi estado de nerviosismo antes de su acometida
final. Parecía una chiquilla en su primera cita.
Me besó. Me besó en la boca a
la vez que su mano se perdía debajo de mi falda acariciando la piel desnuda de
mis muslos llegando hasta mis nalgas. Me besó. Me besó y yo me dejé hacer sin
saber cómo había podido suceder. Por primera vez en muchísimo tiempo me sentía
viva de nuevo.
Una explosión de nuevas
sensaciones se apoderaron de todo mi cuerpo. No sabría decir que me resultó más
estimulante en esos momentos, si su lengua explorando cada rincón de mi boca,
su mano acariciando la piel de mi trasero, el bulto de su entrepierna clavado
en mi pubis, o el shock mental de saber que un extraño me estaba besando y que
estaba siendo infiel a mi esposo. Tal vez fuese esto último, saber que era otro
hombre diferente a mi esposo quien me estaba besando.
Tenía que parar esa locura.
Traté de apartarlo. Bajé bruscamente la pierna que antes rodeaba su cuerpo y
apoyé mis manos en su torso tratando de zafarme de él.
.-“Yo..., esto..., no..., esto
no debería de haber sucedido, estoy casada” logré articular de un solo golpe,
controlando los nervios, y consiguiendo separarme levemente de él.
.-“No me importa” dijo
Evaristo restando importancia. Y acto seguido mientras se apretaba más contra
mí, continuó diciendo...
.- “Yo también estoy casado”
dijo al tiempo que me aplastaba con su cuerpo contra el coche y trataba de
besarme de nuevo.
Esta vez giré mi cara
impidiendo el beso, pero me quedé paralizada al notar el bulto de su
entrepierna clavado de nuevo en mi pubis, por su parte, aprovechó mi pasividad
para girarme la cara y besarme de nuevo. La mano que acariciaba mi culo subió
esta vez ligeramente la tela de mi vestido, y pude sentir el frío de la chapa
del coche directamente en mis nalgas.
Creo que por primera vez en mi
vida me estaban besando con verdadera pasión y devoción. Aquel hombre madurito
me estaba devorando. En ese momento descubrí que las caricias con mi esposo
habían sido tan sólo muestras de ternura y cariño, pero no de pasión
desenfrenada y deseo. Sobretodo deseo. Evaristo deseaba mi cuerpo con locura.
Liberó mi boca para comenzar a
besarme por el cuello. Yo me debatía entre la razón y la pasión.
.-“No, por favor..., para, no
está bien” pude articular de forma entrecortada como buenamente pude. Evaristo
hacía caso omiso, estaba totalmente encelado. Ahora, su mano libre buscó mi
mano para guiarla hasta su entrepierna. Me obligó a acariciarle en sus partes
por encima del pantalón.
¡¡Dios mío!!. Me pareció
enorme. Pude apreciar su tamaño a lo largo de la tela de los jeans.
.- “Mira como me tienes toda
la noche” dijo mientras su mano aprisionaba a la mía contra su paquete. Yo
quedé como hipnotizada comprobando su tamaño, no podía evitar acariciarlo una y
otra vez.
Aprovechó para ladearse y
besarme en la boca de nuevo, pero esta vez sus caricias se centraron en mis
partes más íntimas. De nuevo su mano magreaba a su antojo mi culo, primero por
encima del vestido, y luego por debajo. Incluso se atrevió a alcanzar y
acariciar mi pubis.
Pude notar como su polla dio
un respingo al comprobar con su mano la fina tira de pelillos que decoran mi
pubis. Contraria a todas mis convicciones hasta el momento, debía reconocer que
estaba totalmente cachonda y abandonada a las caricias de ese hombre. Era todo
puro instinto animal. Me excitaba pensar que era como caperucita en manos del
lobo feroz.
.- “Seguramente su mujer, que
tendría su misma edad, tendría un coño de lo más peludo” pensé para mi mientras
me dejaba manosear.
Pude notar como se abría
camino a través de mis labios vaginales con sus dedos, tratando de alcanzar mi
clítoris. Todo transcurría muy deprisa para mí.
.-“Aaah” no pude evitar gemir
en medio de aquella calle, cuando el tipo comprobó que estaba totalmente
empapada.
Uuhhm, enseguida descubrió mi
clítoris de entre mis pliegues. ¡Dios! y el tipo sabía como acariciarlo. Mi
marido siempre había sido un poco torpe para estimularme, pero he de reconocer
que Evaristo sabía lo que se hacía. Sabía que ahora me encontraba totalmente
excitada y entregada a sus caricias. Dejó de besarme en la boca para recorrer el
camino que desciende por mi cuello hasta mi escote.
.-“Aaagh” otro gemido más
profundo se escapó de mi boca cuando su dedo índice se abrió camino entre mis
labios vaginales para penetrarme. El tipo sabía como masturbar a una dama, y
mientras que con su dedo pulgar me estimulaba el clítoris, me penetraba al
mismo tiempo con el índice de la misma mano. Aquello si que era nuevo para mí.
Mi esposo nunca me había acariciado de esa manera. Esa sensación de temor por
lo que íbamos a hacer, por lo prohibido, elevó mi excitación hasta niveles que
no recordaba.
¡Dios todo era tan nuevo para
mi!. Parecía una quinceañera inexperta en las manos de aquel tipo
experimentado. Me estaba derritiendo en sus manos sin poder evitarlo..
.-“Ooough” grité al comprobar
que otro dedo me penetraba. Lo hizo lentamente, disfrutando del momento. Se
regocijó contemplando mi rostro de placer. Mi marido nunca me había hecho nada
igual.
Estaba ensartada entre sus
dedos experimentando el mayor placer que hubiera sentido nunca. Estaba a punto
de estallar en el mejor orgasmo de mi vida sin duda alguna, y todo provocado
por un señor veinte años mayor que yo. Aquello era demasiado para mí. Era un
juguete en sus manos. Esta vez fui yo quien rodeó su cuerpo con mi pierna para
facilitarle la labor. Muy a mi pesar tuve que dejar de acariciar su entrepierna
para agarrarme a él. Rodeé su cuello con mis manos hundiendo su cabeza en mi
deseado escote.
.-“Que tetas más ricas tienes”
dijo esta vez en un tono más soez, mientras me besaba por todo el escote, y que
tanto deseaba. Yo solo temía que algo interrumpiese sus caricias, me estaba
llevando hasta límites insospechados.
.-“No pares, por favor, sigue,
sigueeeh...” le gemía en la oreja aferrada a su cuello. Estaba totalmente
entregada. Sólo podía pensar egoístamente en alcanzar como fuese mi orgasmo.
.-“Estas muy buena, niña, pero
que muy buena” dijo mientras movía sus dedos a un ritmo frenético en mi
interior.
.-“Oh si, siih, no pares
ahora, siiih” yo estaba próxima al climax final.
.-“Sigue, si, si si,...” mis
gemidos eran ahora entrecortados. Evaristo dejó de besarme para contemplar
victorioso como me corría entre sus dedos.
.-“Siiih, siiiiihhh,
siiiiiiiihhhhhHHHH!!!!...” no pude evitar gritar mientras mi cuerpo se convulsionaba
de placer ensartada por su mano.
De repente, unas risas se
escucharon en la oscuridad a lo lejos. Parecían provenir de detrás de unos
árboles que decoraban la calle. Aunque no pudimos ver de quien provenían, por
el tono de voces, parecían un grupo de jóvenes que nos habían estado observando
desde hacía algún rato.
Yo creí morirme de vergüenza.
Estaba totalmente paralizada. No entendía como podía haber podido ocurrir todo
eso, como me había dejado llevar hasta ese límite. Además, de alguna forma mi
orgasmo se había visto interrumpido en su estallido final. Evaristo adivinando
mis pensamientos tiró de mí tratando de salir de allí lo antes posible. Cuando
llegamos al cruce con una avenida principal ambos pudimos escuchar a lo lejos
los gritos provenientes del fondo de la calle...
.-“¡¡¡DALE DURO ABUELO!!!”
escuchamos entre absurdas risitas.
Por suerte pasó un taxi que
Evaristo detuvo nada más verlo. Yo continuaba muerta de vergüenza, sin poder
evitar pensar en lo que había sucedido. Necesitaba pensar, pero ninguna idea
coherente surgía de mi cabeza. Por primera vez advertí que me dolía la cabeza
como si me fuera a estallar. Nunca más volveré a beber tanto. Tan sólo recuerdo
entrar en el taxi y caer adormilada, tratando de que parase el maldito dolor de
cabeza y tratando de calmar mis nervios y mi bochorno. Evaristo me abrazó
contra su hombro, gesto que agradecí en esos momentos. De vez en cuando abría
los ojos y veía pasar los edificios y las luces de los semáforos sin saber por
que calles circulaba.
En un momento dado, pude ver
mi reflejo en el cristal de la ventanilla, mi pelo estaba totalmente revuelto y
enmarañado. Tenía un aspecto horrible. Incluso creo recordar que uno de los
tirantes del vestido cayó de nuevo desnudando uno de mis hombros durante todo
el trayecto.
Cuando se detuvo el taxi abrí
los ojos para ver que habíamos llegado a la entrada de un conocido hotel de
cinco estrellas de la ciudad. Un empleado del hotel me abrió la puerta.
.-“¿Por qué me has traído
aquí?” le pregunté despertando de mi ensoñación a Evaristo sorprendida mientras
trataba de arreglarme.
.-“No me dijiste donde vivías,
y no iba a dejarte sola en el taxi. Además no creo que quieras que tu marido te
vea en este estado. Mira, ¿por qué no tomamos algo hasta que se te pase?” dijo
tratando de que bajase del taxi mientras pagaba la carrera al atónito taxista.
Su respuesta me pareció
sincera y decidí bajar del taxi con la intención de tomar algún café en la
cafetería o en los sillones del hall del hotel.
Para mi desgracia y dada la
hora, una vez dentro del hotel el hall estaba apagado y la cafetería cerrada,
yo me quedé parada analizando la situación, aunque Evaristo ya tenía la
solución.
.-“Será mejor que subas a mi
habitación, aquí llamaremos mucho la atención” dijo agarrándome por el brazo y
tirando de mí hacia los ascensores.
Yo no pude poner objeción, no
podía pensar con claridad y me dejé llevar. Los minutos transcurridos en el
ascensor me parecieron una eternidad. Evaristo me sujetaba por la cintura para
que no cayese redonda en medio del pasillo. Mi cuerpo se había relajado y el
alcohol volvía a ganar la batalla.
Nada más atravesar la puerta
de la habitación, Evaristo me acorraló por sorpresa contra la pared del
pasillito de entrada y aprovechó para besarme. No sé porqué pero no opuse
resistencia, me pareció lógico en ese momento, aunque de nuevo me asaltaron las
dudas. Aquello no estaba bien, yo tan sólo quería descansar un poco y
recuperarme antes de regresar a mi casa. Mi vista sólo era capaz de ver la cama
tratando de descansar, como la solución a todo cuanto me estaba sucediendo en
esa noche tan extraña. Mientras Evaristo me besaba, me acordé de mi esposo y de
cómo estaría el pobre durmiendo a pierna suelta en nuestra cama conyugal.
Evaristo por su parte, como
adivinando de nuevo mis intenciones y adelantándose a la jugada, me llevó hasta
el lecho. Yo caí rendida de espaldas sobre la colcha de la cama. Mi cuerpo fue
a descansar justo en el borde de la cama apoyando los pies en el suelo.
Evaristo lograba transmitir la sensación de que todo aquello ya era habitual en
él, y sin saber porqué me tranquilizaba.
Se arrodilló a mis pies y sin
prisa alguna comenzó a desabrocharme las tiras de mis sandalias. Primero un píe
y luego el otro. Conocedor de lo que se hacía, comenzó a masajearme los píes
con ternura. Aquellas caricias me sentaron de gloria. Seguramente, era justo lo
que necesitaba en esos momentos. Evaristo no mostraba ningún tipo de pudor a la
hora de masajear mi píes, incluso podría decir que le excitaba mi olor de
hembra en toda su extensión. En un momento dado me chupó el dedo gordo del píe.
Lo introdujo en su boca y realizó un extraño movimiento con su lengua. Nunca
hubiese pensado que resultase una zona tan sensible y estimulante.
Me incorporé sobre mis hombros
para contemplar la escena. Desde luego, mi marido pocas veces o ninguna, había
tenido semejante delicadeza de masajearme los píes tras una noche agotadora y
mucho menos de besarme los píes. Caí en la cuenta de que eran las mismas manos
que me acariciaron contra el coche, y que seguramente todavía llevarían mi olor
más íntimo impregnado. Mi mirada se cruzó con la de Evaristo, pero enseguida me
dí cuenta de que él miraba a otro lado, desde esa posición tenía una visión
privilegiada de mis piernas.
En agradecimiento a sus gestos
y a su detalle, decidí abrir un poco mis piernas para que pudiese verme mejor.
Sus caricias me estaban sentando de gloria. No sé porque pero me gustó
exhibirme un poco ante él, a lo mejor por todo lo acontecido anteriormente.
Evaristo siguió durante un tiempo masajeando mis píes y mis pantorrillas, pero
debido a mi estado, enseguida caí adormilada sobre la colcha de la cama.
Hubiera permanecido toda la
noche durmiendo de no ser por los mimos de Evaristo que me despertaron. Cuando
abrí los ojos pude comprobar que la falda del vestido estaba totalmente
arremolinada en mi cintura y que Evaristo permanecía arrodillado entre mis
piernas, mientras me daba tímidos besos entre los muslos muy cerca ya de mi
pubis. No sé cuanto tiempo llevaría besándome por los muslos, seguramente mi
letargo lo había envalentonado a avanzar en sus caricias.
Cuando me incorporé para
comprobar lo que sucedía pude advertir que Evaristo se había quitado su camisa
luciendo un torso sin pelo en el pecho y unos abdominales muy bien marcados. Su
pelo estaba algo húmedo y tampoco llevaba puestos los zapatos. Un olor a
colonia cara provenía de su cuerpo. Se notaba que se había acicalado un poco
mientras yo dormía. Me gustó observar su cuerpo cuidado, marcaba unos biceps
fuertes cuyos tendones me llamaron la atención.
Al verme reclinarme se alegró
de que me despertase, y cruzando su mirada con la mía se atrevió a darme un
beso sobre la fina tira de pelillos que decoraban mi pubis, el caminito de
hormiguitas según mi esposo, para acto seguido continuar besándome alrededor de
mi coñito hasta alcanzar la parte más alta de mis muslos. Temí sus pretensiones
pues nunca me habían besado así en mis intimidades. Mi marido nunca me había hecho
sexo oral. Sus besos me produjeron cosquillas y no pude evitar reírme.
.-“¿Qué haces? ¡para!” dije
entre las risas provocadas. Evaristo me sujetaba con fuerza.
.-“Estas para comerte” dijo
antes de recorrer de abajo a arriba de una sola pasada mis labios vaginales con
su lengua.
Yo me quedé estupefacta por su
acto, todo era nuevo para mí. Por mi cara de asombro Evaristo debió de darse
cuenta.
.-“Nunca te han hecho algo
parecido ¿verdad?.” pronunció antes de esmerarse en encontrar mi clítoris con
su lengua. Sus manos sujetaron con fuerza las mías.
.-“Quiero comerte enterita”
dijo antes de continuar besándome en mis intimidades. Yo quise levantarme y
salir de allí, sabía que las caricias de Evaristo me llevarían de nuevo a la
locura y debía detener aquello.
Sin embargo aquel tipo que me
sacaría perfectamente unos veinte años más, demostró ser habilidoso en su
maniobra. Ahora me agarró fuertemente por las caderas hundiendo su cara entre mis
piernas. Pude notar su aliento y su nariz inhalando mi perfume de mujer. Al
principio me hacía cosquillas, pero hubo un antes y un después tras aprisionar
mi clítoris entre sus labios, desde luego jugueteaba con mi botoncito a su
antojo. Yo por mis movimientos de cadera parecía una yegua por domar. A pesar
de mi resistencia inicial, el tipo continuó con su tarea.
.-“UUuhhhmmm…,” mi primer
gemido no tardó en llegar.
No sé en que momento pasamos
de sujetarme él, a rodear su cabeza entre mis piernas, y ser yo quien no dejase
marchar de allí a aquel hombre, que de nuevo me llevaba hasta sensaciones nunca
experimentados. Sujetaba su cabeza aferrándome a su pelo para que no parase. Mi
cadera se movía ahora en pequeños círculos acompasando sus caricias.
.-“Oh si, sigueeeh....”
pronuncié presa del placer.
Una vez supo que me tenía a su
merced, comenzó a introducirme un dedo. Lo movía despacio en mi interior
tratando de desesperarme. Desde luego era todo un experto, a veces jugueteaba
con su lengua presionando mi clítoris de arriba abajo, otras lo lamía dando
círculos alrededor, y otras lo aprisionaba entre sus labios, incluso me daba
algunos mordisquitos, desesperándome. Hubo un rato en que se entretuvo en lamer
mis labios de abajo arriba una y otra vez, hasta que estuvo bien lubricado, y
aprovechó para meterme un segundo dedo e incluso un tercero.
.-“Ough!, cuidado” advertí al
sentir un poco de dolor que desapareció enseguida.
Cuando de nuevo comenzó a
juguetear con su lengua y los tres dedos en mi interior, alcancé el mejor
orgasmo de mi vida. No podía evitar las sacudidas de mi cuerpo, por lo que
aprisione entre mis piernas la cabeza de Evaristo para que sus caricias no se
viesen interrumpidas.
.-“Aaah, aaaah, siiiih...”
gritaba de gusto al correrme en su cara.
Desconozco cuanto tiempo
estuve gimiendo de placer convulsionándome, solo sé que me costó un tiempo
recuperarme tirada en la cama.
Evaristo permanecía ahora en
pie frente a mí contemplando la escena victorioso. En un momento dado se bajó
la cremallera de los pantalones mostrando una polla enorme ante mis ojos sin
ningún reparo. Yo me estaba recuperando aún de mi orgasmo, cuando el tío
comenzó a masturbarse enfrente mío mientras me contemplaba.
Por un momento temí que
tratase de penetrarme. Una cosa era que hubiera tocamientos, y otra muy
distinta que me follase. Eso no podía suceder. No porque no lo desease, sino
porque no sabría como decírselo o como ocultárselo a mi marido y convivir con
ello toda mi vida. Así que antes de que intentase nada, traté de incorporarme,
y acomodándome sobre el borde de la cama, lo miré fijamente a los ojos, aparté
sus manos, y cogiendo su polla, comencé a masturbarlo yo misma.
Resultó extraño acariciar el
miembro de otro hombre entre mis manos. Pude fijarme en su polla, seguramente
algo mayor que la de mi esposo. Se le notaban las venas a su alrededor y una
cabezota bien descapullada.
Mientras se la meneaba no
dejaba de mirarlo a los ojos. Quería que se corriese cuanto antes, así
terminaría todo aquello y podría regresar a casa. Seguramente un hombre de su
edad no podría aguantar mucho más y todo terminaría tras hacerle la maldita
paja. Además, de algún modo sentía que debía compensarle por tanto placer nuevo
experimentado para mí.
Él me miraba atento, como no
queriendo perderse ningún detalle de mi cuerpo. Para mi satisfacción pude
comprobar que le costaba correrse, por lo que supuse que mis expectativas se
cumplirían, y que una vez se hubiese corrido terminaría todo. Mientras lo
masturbaba con una mano y tratando de provocar cuanto antes su orgasmo, me
deslizé las tiras del vestido en mis hombros con la mano libre, dejando caer
los tirantes del vestido y mostrándole mis tetas para su deleite. Si había algo
con lo que estaba disfrutando esa noche era provocando a ese hombre. No dejaba
de mirarlo a los ojos comprobando su excitación al verme los pechos.
.-“Ufffh,” resopló al verme
desnudar los pechos.
Comprobé que había logrado lo
que buscaba, pues su polla se puso aún mas dura. Pude notar sus espasmos en mi
propia mano. Estaba claro que llevaba toda la noche esperando ver mis tetas.
Quise rodear todo aquello con
las dos manos. ¡¡Madre mía, que pedazo de polla!!, la tenía agarrada con las
dos manos y todavía sobresalía la punta. Creo que notó por mi falta de
experiencia que no estaba acostumbrada a estos menesteres. Yo trataba de
disimular y fingía naturalidad. El caso es que ese tipo había despertado la
zorra que llevaba dentro con que siempre había fantaseado que podía llegar a
ser.
.-“¿Te gustan?” le pregunté a
la vez que acercaba la punta de su polla a uno de mis pezones. Todavía sin
rozarse y manteniendo cierto suspense.
.-“Son muy bonitas” dijo al
tiempo que se dejaba llevar por las sensaciones.
.-¿Acaso has visto muchas?” Trataba
de excitarlo. Podía notar por los espasmos de su polla en mi mano que la
conversación le excitaba.
.-“Unas cuantas” me respondió.
A mí me llamó la atención su respuesta. Pensé que era un farol.
.-“Aah, siiiií ¿y dónde?” esta
vez rocé con mi pezón la punta de su pene, me estaba gustando a mi misma
comportándome de esa manera.
.-“Mira niña, un hombre tiene
sus necesidades, y con mi dinero puedes satisfacerlas. Puedes ir de putas o
emborrachar a alguna zorra que cepillarte” dijo tratando de aproximar su polla
entre mis tetas.
A mi no me gustaron mucho sus
palabras, me había llamado zorra a la cara. Una cosa es que lo pensase yo de mi
misma, y otra muy distinta consentir que me lo dijera un tío cualquiera. De ser
mi marido le hubiese arreado un tortazo allí mismo, pero he de reconocer que en
boca de aquel tipo me resultó hasta excitante.
“Zorra” pensé, “así es como
voy a comportarme si es lo que te gusta, para que te corras cuanto antes y
acabemos con esto”.
.-“Y tu mujer..., ¿lo sabe?” dije
aprisionando su polla entre mis tetas para su locura. Traté de hacerlo lo mejor
que sabía.
.-“Mi mujer es una estrecha
que ni tan siquiera me la chupa” dijo recogiendo mi pelo en una coleta y
haciendo fuerza para que mi cara alcanzase su polla. Comenzó a tratarme algo
brusco.
Yo no tenía costumbre de
practicar sexo oral con mi esposo. Lo habíamos hecho de novios alguna vez y
poco más. No era una práctica que me gustase. Así que cuando Evaristo aproximó
su polla a mi boca, volteé la cara tratando de impedírselo.
.-“¿Tampoco te gusta
chupársela a tu marido?, ¿eh?” dijo insistiendo en metérmela por la boca. Yo
giraba mi cara de un lado a otro tratando de impedírselo. De tal forma que me
restregaba su polla por mi cara para su excitación.
.-“Anda, abre esa boquita de
zorra viciosa que tienes. Te gustará tonta. Tu marido tampoco te lo ha comido
nunca como es debido y bien que te ha gustado antes” dijo sujetándome con
fuerza la cabeza para lograr su objetivo.
Le hubiese partido la cara en
ese mismo instante. No lograba entender porqué se comportaba así, había sido un
galante durante toda la noche y sin embargo ahora...
.-“Conmigo no te hagas la
estrecha, no soy tu marido” me decía.
Yo me resistía, hasta que
cogiéndome con fuerza por el pelo tiró de él hacía atrás haciéndome daño. Tuve
que abrir la boca tratando de gritar, y él aprovechó el momento en el que abría
los labios y quejarme para introducirme su polla en la boca.
Me tenía bien sujeta y me
estaba follando la boca sin ninguna consideración. Era una extraña sensación,
me sentía humillada y la vez me gustaba ser utilizada al antojo de ese hombre.
Era todo tan distinto a cómo lo hacía con mi marido.
Sus embestidas me provocaban
arcadas al golpear mi campanilla con su polla. A poco vomito. Me faltó poco
para no hacerlo. Saco su miembro en el momento justo.
.-“Cough, cough, cough” tosí
cuando mi boca se vió liberada.
.-“Para por favor, para. Haré
lo que me pides, pero así no, por favor” supliqué mientras trataba de recuperar
la respiración y tratando de acabar cuanto antes con la situación.
.-“Ya sabía yo que lo estabas
deseando. Ves como en el fondo te gusta chupar polla” dijo sin dejar de
meneársela delante de mi cara. Yo continuaba haciendo esfuerzos para no
vomitar.
.-“Anda desnúdate, te voy a
enseñar como se chupa una buena polla” y mientras dijo estas palabras, el mismo
se quitó su pantalón, terminando de desnudarse por completo.
Me levantó de mi posición
sujetándome por debajo de los brazos, e incorporándome también a mí, a la vez
que me quitaba el vestido tirando de el hacia arriba. A poco me lo rompe, así
que terminé por quitarme yo misma el vestido mientras él se tumbaba en la cama
observando lascivamente mi sumisión.
Me arrodillé delante de él completamente
desnuda en la cama y comencé por darle pequeños besitos en sus muslos. Quería
hacerme a la idea de que terminaría chupándole el miembro. Era todo tan
distinto, me sentía como si fuese la primera vez, y en cierto modo lo era. Él
sabía de mis dudas y me concedió mi tiempo. Poco a poco me fui acostumbrando a
su olor a macho, el pudor se desvaneció. Ya no podía demorar el momento.
Por fín cogí su polla con una
mano y comencé a darle tímidos besitos en sus pelotas. Luego besé la base de su
polla, después la primera lamida de abajo arriba. Otra. Otra… y otra, hasta que
al fin me introduje su prepucio entre mis labios. Traté de aprisionarlo
mientras mi mano subía y bajaba recorriendo toda su longitud.
.-“Así esta bien preciosa,
continúa” pronunció entre gemidos. Yo comencé a subir y bajar mi cabeza con su
polla atrapada entre mis labios, tratando de hacerme sitio en mi boca. Me
sentía como una puta, y lo peor de todo es que me estaba gustando sentirme
deseada por ese hombre y proporcionarle placer con mi cuerpo.
Se notaba que el tío lo estaba
disfrutando. Con el movimiento, mis pechos rozaban de vez en cuando en sus
piernas, al principio fue sin querer, luego intencionadamente, lo que terminaba
por excitarle. Yo traté de aumentar estas sensaciones refrotando mis tetas por
sus muslos de las piernas. Pero de alguna manera se notaba que mi ritmo era
mecánico, se notaba mi falta de experiencia. Fue Evaristo quién me dijo.
.-“Quiero que te acaricies”
dijo para mi sorpresa.
.-“¿Queeééé?” interrumpí mi
maniobra para mirarlo a los ojos.
.-“Si, lo que has oído, quiero
que te masturbes, que te acaricies tu misma, quiero ver como lo haces” dijo
mientras recogía mi pelo y hacía fuerza para que se la chupase de nuevo.
Yo seguí sus órdenes y comencé
a acariciarme, al principio sin mucho convencimiento, pero he de reconocer que
una vez acostumbrada a su olor de macho, superado el pudor y la timidez,
saboreando semejante pedazo de polla, mis pechos rozándose por sus piernas y mi
mano haciendo su trabajo en mi clítoris, comencé a excitarme yo también.
Tenía razón, mi ritmo era
ahora más natural, menos forzado. El no podía evitar mover su cadera, y por mi
parte incluso me introducía de vez en cuando algún dedo masturbándome ante él.
Eso era algo que nunca había hecho delante de mi marido, sólo en mis ratos de
intimidad.
.-“Oh, siiih, que bien lo
haces ahora” gemía Evaristo. Yo comenzaba a gustarme a mi misma.
.-“Oh, siiih, siiih” Evaristo
no paraba de hablar, yo en cambio prefería estar más concentrada en todas las
sensaciones.
.-“Escucha, nena, quiero que
me metas un dedo por el culo” dijo de buenas a primeras entre gemidos cuando
estaba próximo al orgasmo.
.-“¿Quueééh?” exclamé
asombrada por lo que acababa de escuchar. Había oído hablar de ello, pero nunca
pensé que un hombre me pidiera tan explícitamente que le estimulase su ano.
Aquella zona era prohibida con mi marido.
.-“¿Cuál es el dedo que te has
metido tu misma?, ¿el qué tienes mas lubricado?” me preguntó. Yo enseguida
adiviné sus intenciones.
De comentarlo en otra
situación siempre hubiera dicho que aquello era una guarrada, pero en cambio en
aquel instante me pudo la curiosidad de saber que ocurriría.
No tuve mucho reparo en
introducirle por el ano el mismo dedo que antes penetraba mi vagina
proporcionándome placer a mí. Lo hice de forma rápida y sin mucho preámbulo
mientras se la chupaba. Aquello tuvo que dolerle, pero para mi sorpresa nada
más introducirle el dedo en el ano se corrió en mi boca. Entre que me pilló desprevenida,
y que él me sujetaba la cabeza por el pelo, no tuve más remedio que tragarme su
leche.
Quise toser y escupir, pero
con su miembro en mi boca no tuve más remedio que tragar para no ahogarme.
.-“Guuau, preciosa lo has
hecho muy bien” dijo acomodándose en la cama.
Yo corrí al baño a escupir su
leche sobre un trozo de papel higiénico que tiré por el water, y luego comencé
a aclararme la boca en el lavabo.
Evaristo se situó detrás de
mi, nuestras miradas se cuzaban en el espejo del baño. Yo todavía trataba de
asimilar lo ocurrido. Evaristo a mi lado comenzó a acariciarme la espalda y fue
bajando hasta tocarme el culo.
.-“¿ Te ha gustado?” me
preguntó mientras me acariciaba con ternura. Yo no supe muy bien a qué se
estaba refiriendo.
.-“¿El qué?”. Dije sin
entender muy bien lo que quería haber dicho.
.-“No sé, todo, por ejemplo
antes, en la calle, cuando te introduje los dedos, ¿te gustó?” quiso
saber.
Yo no dije nada.
.-“¿Era la primera vez
verdad?” insistió en preguntarme.
Mi silencio delataba que era
verdad. Su mano se centraba ahora en acariciar solo mi culo. Lo cierto es que
yo había interrumpido mis caricias y permanecía excitada.
.-“Hay tantas cosas que te
puedo enseñar “ dijo centrando sus caricias en mi culo.
El suspense de sus caricias y
sus palabras me mantenían en vilo. ¿Qué pretendía aquel hombre?. Desde luego
era todo un universo nuevo para mí. Un silencio se apoderó del momento,
continuábamos en píe frente al espejo cruzando nuestras miradas y mi pasividad
ante sus caricias en mi culo animaron a Evaristo a avanzar en sus maniobras. Me
cogió de la mano y me arrastró hasta tumbarme boca abajo en la cama. Yo me
dejaba guiar totalmente sumisa ante su experiencia y por todo lo que ese hombre
había logrado despertar en mi.
Ahora era yo quien permanecía
tumbada boca a bajo en la cama con los brazos cruzados sobre mi cara, y
Evaristo quien descendió hasta acomodarse con una pierna a cada lado, de tal
forma que comenzó a darme besitos en mis nalgas. Primero tímidos besitos en la
parte alta de mis cachetes y luego por todo mi trasero, recreándose en la parte
donde se unen mis nalgas y mis piernas. ¡Dios!, ¿¡que es lo que pretendía!?, yo
permanecía inmóvil a sus caricias y el observaba mi reacción.
Pude notar como separaba mis
cachetes del culo y daba un primer lametazo por todo mi aguerito negro. No pude
evitar apretar mis nalgas. Evaristo dio un segundo lametazo por la línea que
separa mis nalgas. ¡Madre mía!, no sabría como describir mis sensaciones. Nunca,
nunca, nunca hubiera imaginado que esto pudiera estar sucediéndome. Desde luego
mi marido nunca me hubiese realizado estas caricias.
Pude notar como Evaristo
separaba aún más con sus manos los cachetes de mi culo, y esta vez jugueteaba
con su lengua alrededor del anillo de mi ano. Su nariz me hizo cosquillas,
seguramente de los nervios.
.-“Guauu, mi primer beso
negro” pensé. Pude notar como la lengua de Evaristo trataba de abrirse paso a
través de mi esfínter, y para colmo podía comprobar como la polla de Evaristo
se iba poniendo cada vez más dura al sentir su roce entre mis piernas. El tío
se estaba recuperando muy pronto. Desde luego mucho antes que mi esposo.
Inconscientemente mis nalgas estaban tensas.
.-“Splashhhh” una nalgada de
Evaristo enrojeció mi culo e hizo que relajase mis músculos. Yo estaba ya
encharcada, no sé si los fluidos que notaba descender eran míos o saliva de
Evaristo. Por otra parte notar la dureza de mi amante bambolearse en mis
piernas me hacía preguntar si se habría recuperado, si sería capaz de aguantar
más, y fue en ese momento cuando escuché que me decía...
.-“Creo que estas preparada” y
nada más decir esto acomodó guiando con su mano la punta de su polla hasta mi
ano. No recuerdo el momento en el que se pusiera el preservativo debido a mi
excitación, pero podía notar el tacto del latex en la entrada de mi culo.
Estaba claro lo que pretendía.
.-“No, por ahí no” trate de
negarme inocentemente. Temí que me hiciese daño, que me lastimase.
Comenzó a empujar, yo mordía
la almohada y estrujaba las sábanas en mis puños suplicando mentalmente que
aquello no me doliese. Me estaba desvirgando el culo. La adrenalina recorría
todo mi cuerpo, temblaba de miedo y de excitación. Comenzó a empujar contra mi
culo y el dolor me invadió. Mi amante insistía, hizo un poco más de fuerza, y
pude notar por el dolor que su punta había logrado abrirse camino.
.-“Aaaaayyh, me duele” grité
ahogando mi lamento en la almohada. Pero Evaristo hacía caso omiso, continuaba
empujando. Aquello dolía, dolía mucho.
Sin embargo se notaba que
Evaristo era un experto en estos temas, y justo cuando no podía soportar más mi
dolor, sacó su polla de mi culo. Yo agradecí su gesto. Pero de nuevo aproximó
por segundo intentó su polla a mi esfínter.
Esta vez cedió con más
facilidad. Con cada golpe de cadera pude notar como centímetro a centímetro
Evaristo clavaba su polla en mi culo. Sentía tal dolor que sabía me estaba
partiendo en dos, y sin embargo me esforcé por tragarme mis gemidos y mis
quejas. Supe que me la había clavado entera cuando sus huevos chocaron con mi
coño. Permaneció un rato inmóvil tratando de que mi esfínter se acostumbrara a
su miembro. Se recreaba contemplando mis muecas de dolor y mis esfuerzos por
aguantarme. Cuando mis gestos de dolor cesaron, comenzó a moverse lentamente,
adelante y atrás.
.-“Ves, te estoy rompiendo el
culo y no pasa nada” dijo en mi nuca, recogiendo mi pelo a un lado.
Podía sentir su peso en mi
espalda y sus caderas golpear contra mi culo. Poco a poco fue incrementando su
ritmo, golpeándome fuertemente con sus caderas como queriendo llegar a lo mas
hondo posible. Pasó de golpes fuertes y lentos a moverse rápidamente.
Instintivamente bajé uno de mis brazos para acariciarme yo misma. Empezaba a
sentir esa extraña sensación que pasa del dolor al placer. Estaba siendo
penetrada por el culo por primera vez en mi vida y me estaba gustando. Comencé
a gemir.
.-“oh, siih, me gustaaah,
muévete” no podía creer lo que decía, pero estaba fuera de mí.
Eso terminó por excitar aún
más a Evaristo que ahora se movía en mi espalda a un ritmo frenético. Yo quise
excitarlo aún más.
.-“OOoooh, siiiiihh, eso es,
rómpeme el culo” le decía fuera de mí.
Pude escuchar sus gemidos en
mi nuca, también yo me excitaba al saber que semejante pedazo de macho estaba
disfrutando de mi cuerpo como nunca antes ningún otro hombre lo había hecho.
Incluso podía notar a través de los finos tejidos de mis entrañas la polla de
mi amante cuando me introducía un dedo en mi coñito. Era totalmente
indescriptible el estallido de sensaciones en aquel momento. No sé que me
excitaba más, si notar la polla de Evaristo dilatando mi esfínter, mis dedos,
mis caricias en el clítoris o el placer mental de saber que le estaba
entregando a otro hombre, lo que nunca le había concedido a mi marido.
He de reconocer que saber que
le estaba poniendo los cuernos a mi marido era una idea que al contrario de
crearme en esos momentos un sentimiento de culpa me excitaba de sobremanera.
Yo estaba ya próxima al
orgasmo, cuando pude notar las contracciones de la polla de Evaristo en mi
culo. Pude sentir como se corría. De nuevo no podía creer que buscase su propio
placer y que no hubiera pensado en mí. Me parecía tan egoísta por su parte.
Unos bufidos finales me hicieron temer que mi amante se había corrido en mi
interior.
.-“Ooh nena, ha sido
estupendo, ¿no crees?” y tras pronunciar estas palabras cayó exhausto sobre la
cama tirando el preservativo a un lado.
No podía creer que me dejase a
medias, yo necesitaba correrme como fuera.
.-“¿No pensarás dejarme así?”
dije enojada girándome sobre la cama para mirarlo a los ojos amenazante.
.-“Lo siento, nena, dame un
tiempo” dijo mirando cómo su atributo perdía vigor.
.-“Ni lo sueñes”, dije
poniéndome encima suyo a horcajadas.
Lo cierto es que su polla
estaba algo flácida. Yo traté de reanimarla, necesitaba tenerla en mi interior.
Así que la cogí entre mis manos tratando de que recuperase su esplendor.
.-“¿Es cierto lo que me
dijiste antes?” pregunté poniendo cara de niña mala.
.-“¿El qué?” me respondió.
.-“¿Te acuestas con muchas
mujeres?” estaba intrigada por sus comentarios anteriores. Siempre había
fantaseado con la posibilidad de que un tipo me contratase por mis servicios.
Creo que en el fondo es una fantasía bastante común en las mujeres. Me recliné
sobre su cuerpo, yo estaba tumbada encima de él buscando el máximo contacto
entre nuestros cuerpos. Susurrándole prácticamente en la oreja.
.-“Ya te he dicho que sí.
Dime..., ¿qué quieres saber?” sabía que algo rondaba mi mente. Yo agaché la
cabeza muerta de vergüenza no sabía como decírselo.
.-“Yooo, estooo, no sé cómo
decírtelo, me da cierta vergüenza…” realmente no sabía como empezar.
.-“No me digas que siempre has
fantaseado con que te follen como a una puta ¿verdad?” dijo adivinando mis
pensamientos.
Si hay algo que me irrita en
este mundo es a un tío en plan machito y con aires de superioridad respecto de
una mujer. Pero tenía razón, era lo que necesitaba…
.-“Seguro que piensas que soy
una cualquiera y no es así… soy una mujer decente, solo que… ” le susurré en la
oreja. No me dejó acabar.
.-“Tranquila se muy bien lo
que quieres...” dijo al tiempo que me dió una cachetada en el culo y me dijo en
un tono fingido y totalmente cómplice de mi fantasía:
.-“Vamos puta, haz tu
trabajo”. Sus palabras golpearon mi mente. Lo que me estaba sucediendo era algo
con lo que desde adolescente había fantaseado. Así que me incorporé a
horcajadas suyo, y sin dejar de mirarlo a los ojos comencé a tocarme los pechos
ante su atenta mirada.
.-“¿Te gusta eh?” me dijo
mientras yo comenzaba a moverme adelante y atrás sobre su polla. Podía notar
como su miembro separaba mis labios vaginales y se endurecía poco a poco con
mis movimientos. Al tiempo trataba de alcanzar uno de mis pechos con mi lengua,
en plan lascivo.
.-“¿Seguro que quieres comerme
las tetas, eh cabrón?” lo provocaba sin dejar de acariciarme, me estaba
comportando como una zorra y eso nos estaba excitando a ambos. De repente me
apartó mis manos y me dio un manotazo en uno de mis pechos, luego en el otro, y
así varias veces. Me puso muy cachonda sentir como azotaba mis tetas, desde
luego mi marido nunca me hubiese hecho eso.
-.”Si vamos, muévete zorra” me
decía el por su parte interpretando su roll de cliente. Su polla comenzó a
estar dura de nuevo. Me encantaba restregarme sobre su polla adelante y atrás
como una amazona. El no dejaba de decirme…
.-“Vamos zorra, métetela” y
cosas por el estilo que me excitaban de sobremanera. Al fin, sin dejar de
mirarlo a los ojos, agarré su polla entre mis manos y yo misma me la guié hasta
la entrada de mi coño.
.-“¿Te gusta mi polla, verdad
zorra?” me decía totalmente excitado.
.-“Ooh siiiih, que pedazo de
polla tienes. Quiero sentirla dentro” dije al tiempo que su cabezota se abría
paso en mi interior.
.-“Pienso follarte como nunca
te lo ha hecho tu maridito” pronunció al tiempo que me cogía por las caderas y
comenzaba a marcar el ritmo.
.-“Oh, siiih, siiiih” comencé
a gemir yo.
.-“Ya sabía yo desde el primer
momento en que te ví, que tu lo que necesitabas era una buena polla de verdad”
decía mientras me manejaba a su antojo. Yo por mi parte comencé a acariciarme
yo misma mi clítoris.
.-“Menuda puta estas hecha” decía
sabedor de que sus palabras me excitaba.
.-“¿Te gustan?, ¿Te gustan las
tetas de esta zorra?” le dije mientras guiaba una de sus manos hasta uno de mis
pechos. Estaba totalmente sudada.
.-“Llevas mostrándomelas toda
la noche” dijo mientras me estrujaba un pecho en su mano. Aquella maniobra
brusca acabó por hacer que mi cuerpo estallase de una vez.
.-“ooh, siiih, siiiiiih,
sssiiiiIIIIIIIIHHHHH” grité mientras me convulsionaba de placer en el mejor
orgasmo que he tenido nunca. A Evaristo en cambio le costó un poco más alcanzar
su orgasmo. Tuve que aguantar tumbada encima de su torso sin que pudiese
mirarme a la cara hasta que terminó por correrse. Esos segundos creo que fueron
el peor momento de mi vida, me sentí verdaderamente sucia, como una puta de
verdad. No me gustó. Supongo que brotaron de golpe todos mis remordimientos.
Otro hombre que no era mi esposo me estaba utilizando para correrse en mi
interior. Solo deseba mi cuerpo, sin amor, sin cariño, sin ternura,…
Una vez hubo concluido me tiró
a un lado suyo sobre la cama, ambos en completo silencio, hasta que su mera
compañía comenzó a ser incómoda. Decidí entonces levantarme e ir al baño. Cogí
mi vestido que yacía por el suelo y me encerré en el baño tratando de
arreglarme. Me dí una ducha rápida.
Gracias a Dios en este tipo de
hoteles suele haber cepillo de dientes, peines, jabón, y todo lo necesario para
arreglar mi aspecto. Aún tarde un tiempo en abrir de nuevo la puerta del aseo.
Cuando salí del baño a la habitación me encontré con que Evaristo concluía de
vestirse, estaba abrochándose los últimos botones de su camisa.
Nada más verme sacó su cartera
del bolsillo trasero del pantalón, y depositó un par de billetes de cincuenta
euros junto con una tarjeta de visita sobre la mesilla de noche. Yo lo miré
estupefacta mientras escuchaba como decía:
.-“Ha sido maravilloso reina,
llámame cuando quieras” dijo dándose la media vuelta y dedicándome una última
mirada de arriba abajo antes de salir de la habitación cerrando la puerta tras
de sí.
Yo contemplaba atónita el
dinero encima de la mesilla.
.-“¿Qué se habrá creído ese
imbécil?” dije cogiendo el dinero y ojeando la tarjeta que había dejado
también.
Me quedé de piedra al ver la
tarjeta de visita de aquel tipo.
Evaristo Pérez Martínez
Marketing Manager
Internacional Trade Company
El logotipo de la empresa era
exactamente igual a la compañía en la que trabaja mi marido. Aquello si que no
me lo podía esperar, y todavía no logro entender porqué guardé esa tarjeta en
mi bolso antes de abandonar la habitación.
Llegué a casa de madrugada,
casi amaneciendo. Pude ver a mi marido tumbado en la cama dormido
apaciblemente. Decidí dejarle una nota:
“Por favor, no me despiertes,
déjame dormir”.
Cuando desperté estaba sola en
casa, mi esposo me había dejado otra nota:
“Nos vamos a comer a casa de
mis padres, descansa. Te quiero”.
Así que tuve todo el domingo
para ducharme, y ordenar mis sentimientos. De momento decidí que no le contaría
nada de lo sucedido.
Besos,
Sandra.
Muy muy bueno y excitante sobre todo la parte del coche, besos Sandra y sigue asi
ResponderEliminarSandra, creo que si en algún momento se cruzaran nuestras vidas, te invitaría un gin tonic, ya que es una bebida que se repite en los distintos relatos, entendiendo por lo tanto, que te gusta
ResponderEliminarmuy excitantes todo, siempre me gustaron la mujeres casadas que son corneadoras,
ResponderEliminarFelicidades, pobre esposo es un cornudo sin saberlo. Ojalá ella tenga otro encuentro con el veterano para seguir disfrutando de la infidelidad.
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